VATICANO, 25 Sep. 14 / 11:18
am (ACI).-
El Papa Francisco reflexionó en su homilía de esta mañana en la Casa Santa
Marta sobre la vanidad y en la necesidad de luchar contra este pecado toda
la vida, ya que es “una enfermedad espiritual muy
grave”.
Según señala
Radio Vaticana, el Santo Padre tomó el ejemplo del libro de Eclesiastés para
detenerse sobre la vanidad. Una tentación, señaló, que existe no sólo para los
paganos, sino también para los cristianos, para "la gente de fe".
Jesús, recordó el
Papa, "regañó mucho" a los que se jactaban. Para los doctores de la
ley, añadió, decía que no deben "pasearse por las plazas" con
"ropa de lujo" como "príncipes". Cuando tú rezas, ponía en
guardia el Señor: "por favor, no te hagas ver, no reces porque te vean”,
“ora en secreto, entra en tu cuarto”. Lo mismo, dijo el Pontífice, se debe
hacer cuando ayudas a los pobres: "No toques trompeta, hazlo a escondidas.
El Padre lo ve, es suficiente".
“Pero el
vanidoso: ‘pero mira, yo doy este cheque para las obras de la Iglesia’ y hace ver el cheque;
luego estafa por otra parte a la Iglesia. Es lo que hace el vanidoso: vive para
aparentar. ‘Cuando ayunes –les dice el Señor a éstos– por favor no te hagas el
melancólico, el triste, para que todos se den cuenta. Haz penitencia con
alegría, para que nadie se dé cuenta. Y la vanidad es así: es para aparentar,
vivir para hacerse ver”.
"Los
cristianos que viven así –continuó el Papa– para aparentar, por la vanidad,
parecen pavos, se pavonean”. Se dice “yo soy cristiano, yo soy familiar de
aquel cura, de aquella monja, de ese obispo, mi familia es una familia
cristiana”. "Se jactan". Pero –preguntó el Papa – ¿tu vida con el
Señor? ¿Cómo rezas? Tu vida con las obras de misericordia, ¿cómo va? ¿Visitas a
los enfermos?”.
Es por esto que
Jesús “nos dice que debemos construir nuestra casa, es decir, nuestra vida
cristiana sobre la roca, en la verdad". En cambio, fue su advertencia,
"los vanidosos construyen la casa sobre la arena y la casa ??cae, la vida
cristiana se cae, resbala, porque no es capaz de resistir a las
tentaciones".
"Cuántos
cristianos viven para aparentar. Su vida parece como una burbuja de jabón. ¡Es
hermosa la burbuja de jabón! ¡Con todos los colores que tiene! Pero dura un
segundo y luego ¿qué? También cuando nos fijamos en algunos monumentos
fúnebres, pensamos que es vanidad, porque la verdad es volver a la tierra
desnuda, como decía el Siervo de Dios Pablo VI. Nos espera la tierra desnuda,
ésta es nuestra verdad final. Mientras tanto ¿me enorgullezco o hago algo?
¿Hago el bien? ¿Busco a Dios? ¿Rezo? Las cosas que tienen consistencia. Y la
vanidad es una mentirosa, es imaginativa, se engaña a sí misma, engaña a los
vanidosos, porque primero finge que es algo, pero luego con el tiempo llega a
creerse lo que en su opinión era. Se la cree, ¡pobrecito!”
El Santo Padre
dijo luego que esto era lo que le pasaba al tetrarca Herodes, que, como leemos
en el Evangelio de hoy, se preguntaba con insistencia sobre la identidad de
Jesús. "La vanidad, -dijo el Papa - siembra un mal malestar, quita la paz.
Es como aquellas personas que se maquillan mucho y luego temen que la lluvia
les quite todo”. "No nos da paz la vanidad -señaló- sólo la verdad nos da
la paz".
El Pontífice
reiteró que la única roca sobre la que construimos nuestra vida es Jesús.
"Y pensamos en esta propuesta del diablo, del demonio, que también tentó a
Jesús en el desierto: la vanidad" y le dijo al Señor "ven conmigo,
subamos al templo, hagamos el espectáculo; te tiras abajo y todos creemos en
ti". El diablo había presentado a Jesús "la vanidad en una
bandeja". La vanidad, dijo Francisco, "es una enfermedad espiritual
muy grave".
El Santo Padre
explicó finalmente que "los Padres egipcios del desierto decían que la
vanidad es una tentación contra la que hay que luchar toda la vida, porque
siempre vuelve a sacarnos la verdad. Y para entender esto decían es como la
cebolla. La agarras y la empiezas a pelar. Y pelas la vanidad hoy, un poco de
vanidad mañana y toda la vida pelando la vanidad para vencerla. Y al final eres
feliz: me quité la vanidad, pelé la cebolla, pero el olor se queda en tu mano.
Pidamos al Señor la gracia de no ser vanidosos, de ser verdaderos, con la
verdad de la realidad y del Evangelio”.
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