La historia clínica número 11.234 del West Herts Hospital, de Londres. Cuenta el caso de un hombre que en febrero de 1956 fue operado del pulmón derecho, afectado de cáncer. La operación, dado lo avanzado del mal, no tuvo éxito.
Tres meses después volvió el paciente al Hospital, y se comprobó que la terrible enfermedad se había corrido al pulmón izquierdo. El pericardio estaba interesado, y el esófago, por otra parte presentaba una seria lesión.
El paciente no podía ingerir ninguna clase de alimento, sufría temperaturas muy elevadas y padecía frecuentes vómitos. Su debilidad era alarmante, y su estado general más que desesperado. Y como único remedio se recurrió a la morfina.
John de Borse Day, que así se llamaba el enfermo número 11.234 del West Herts Hospital, tenía, pues, los días contados, y nadie ni nada podía, al parecer, evitarle su inmediato encuentro con la muerte.
Thomas, su hermano, se hizo cargo de él en aquellas circunstancias, lo sacó del hospital y lo llevó a su casa, y cinco semanas después, alguien anunció que John no tenía más que tres o cuatro horas de vida.
Pero John no sólo superó aquella crisis, sino que meses después curó súbitamente, en un abrir y cerrar de ojos, milagrosamente.
Un día, estando John en trance de muerte, se le ocurrió que su única salvación “podía” estar en Lourdes, y rogó a su familia que lo trasladaran a esa ciudad. Nadie de momento tomó en consideración aquel deseo.
Los Day eran católicos, pero tanto John como Thomas no practicaban en absoluto. Y el mismo John confesó luego que, en realidad, no creía en el milagro, y que únicamente expresó aquel deseo movido por una “ilógica llamada” interior.
Ahora, como consecuencia de aquella llamada, la curación de John de Borse Day está a punto de ser considerada oficialmente como el 55 milagro que en cien años a tenido lugar en Lourdes, en cuya piscina ha sido John el primer británico en sanar, en un instante y por motivos que la ciencia ignora, de todos sus males.
“Dos personas me sostuvieron al borde de la piscina - ha contado John al referirse a su milagrosa curación -. Luego vino el choque físico del agua fría. Súbitamente me sentí curado. La sensación de cansancio desapareció en un instante y me encontré en mi estado normal. Había sanado. Quise salir por mi mismo de la piscina, pero quienes me atendían me lo impidieron. Me vestí sin ayuda de nadie, a toda prisa, y salí del recinto por mis propios medios, arrastrando la silla en que me habían llevado a aquel lugar.”
Ocho o diez días después volvía a estar en el aeródromo de Crydonx y dejaba desconcertado al aduanero que poco antes le había visto partir en una camilla.
(Tristán la Rosa, en Ya, 3 julio 1957.)
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