Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

30 de junio de 2014

LECTURAS DEL DÍA 30-06-2014

LITURGIA DE LA PALABRA. 
Am 2, 6-10.13-16. Revuelcan en el polvo al desvalido.
Sal 49 R/. Atención, los que olvidáis a Dios..
Mt 8,18-22. Sígueme.
El texto de Amós es claro, Dios habla con dureza, reclama del pueblo una respuesta: ¿por qué vende al inocente y al necesitado?, ¿Por qué pisotean? En el evangelio el gentío rodea a Jesús, lo han visto y lo han oído, han sido testigos de sus palabras y se han entusiasmado con ellas, y por un arrebato quieren seguirlo, sin entender realmente lo que ello significa. El seguir a Jesús supone unas condiciones, que no siempre estamos dispuestos a cumplir, o que simplemente no cumplimos, seguimos siendo seres de medio tiempo, laicos, sacerdotes, religiosas, padres, jóvenes de medio tiempo, con unas horas en la comunidad, unas horas en el templo, unas horas en la familia, cumpliendo lo justo, lo que indica la “ley”, ¿y el resto del tiempo?, no, no tengo tiempo, necesito tiempo para mi, y seguimos sin entender, lo que pide Jesús es un cambio radical, un cambio de la seguridad a la inseguridad ¿no será la revés?. Seguir el camino de Jesús es hacer de la sociedad consumista y egoísta una sociedad solidaria y fraterna, de una sociedad encerrada en sí misma y en su propio disfrute, por una sociedad preocupada por los demás y por toda la naturaleza que nos rodea, nos alimenta y nos recrea. 

PRIMERA LECTURA.
Amós 2, 6-10. 13-16
Revuelcan en el polvo al desvalido 

Así dice el Señor: "A Israel, por tres delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias; revuelcan en el polvo al desvalido y tuercen el proceso del indigente.

Padre e hijo van juntos a una mujer, profanando mi santo nombre; se acuestan sobre ropas dejadas en fianza, junto a cualquier altar, beben vino de multas en el templo de su Dios.

Yo destruí a los amorreos al llegar ellos; eran altos como cedros, fuertes como encinas; destruí arriba el fruto, abajo la raíz. Yo os saqué de Egipto, os conduje por el desierto cuarenta años, para que conquistarais el país amorreo.

Pues mirad, yo os aplastaré en el suelo, como un carro cargado de gavillas; el más veloz no logrará huir, el más fuerte no sacará fuerzas, el soldado no salvará la vida; el arquero no resistirá, el más ágil no se salvará, el jinete no salvará la vida; el más valiente entre los soldados huirá desnudo aquel día." Oráculo del Señor.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 49
R/.Atención, los que olvidáis a Dios.
"¿Por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en la boca mi alianza, tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos?" R.

"Cuando ves un ladrón, corres con él; te mezclas con los adúlteros; sueltas tu lengua para el mal, tu boca urde el engaño." R

"Te sientas a hablar contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre; esto haces, ¿y me voy a callar? ¿Crees que soy como tú? Te acusaré, te lo echaré en cara." R.

"Atención, los que olvidáis a Dios, no sea que os destroce sin remedio. El que me ofrece acción de gracias, ése me honra; al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios." R.

SANTO EVANGELIO.
Mateo 8, 18-22
Sígueme 

En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla. Se le acercó un letrado y le dijo: "Maestro, te seguiré a donde vayas". Jesús le respondió: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Otro, que era discípulo, le dijo: "Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos".

Palabra del Señor


Reflexión de La Primera Lectura: Amós 2, 6-10. 13-16 Revuelcan en el polvo al desvalido 

Los textos de las tres últimas semanas han evocado un contexto histórico: los tres siglos de monarquía de Israel, que van del siglo IX al siglo VI antes de Jesucristo.

Fueron tiempos tan agitados como los nuestros: guerras internacionales, lucha social, conflictos políticos, disturbios religiosos.

En ese contexto, unos «hombres de Dios», los profetas, intervienen.

Será su voz potente la que oiremos durante las ocho próximas semanas: Amós, Oseas, Isaías, Miqueas, Jeremías, Nahúm, Habacuc, Ezequiel...

Todos combaten «a mano limpia» sin armas; sólo por medio de la oración y de la palabra.

Son los más grandes «testigos de Dios» de toda la historia: defienden el proyecto de Dios -la Alianza, como decían- defendiendo a los humildes y oprimidos -defendiendo la Justicia, como decimos hoy.

Oigamos primero, esta semana, al áspero y valiente Amós que profetizó en el Reino de Samaria, bajo Jeroboan II, de 784 a 744.

-Palabra del Señor.

Es el estribillo que estalla como un trompetazo para despertar las conciencias. Los profetas tienen la audacia no sólo de hablar de Dios, sino de pensar que hablan «en su nombre»: Dios habla por su boca. Juan Bautista decía: "soy la voz que grita..."

Y sin embargo no era más que un pastor de Técoa, pueblecito a nueve kilómetros de Belén (Amós 1, 1).

Ayúdanos, Señor, a oír tu Palabra en la palabra de nuestros hermanos. Danos ese inmenso respeto a la palabra de los demás, que puede ser un eco de tu voz.

-Por tres crímenes de Israel, y por cuatro, lo he decidido y seré inflexible... Yo os estrujaré, como estruja el carro lleno de gavillas; el hombre ágil no podrá huir, ni el desenvuelto salvará su vida, y el más esforzado entre los bravos huirá desnudo... aquel día.

Amós es uno de los más grandes pintores literatos realistas. Con vivas imágenes describe la catástrofe histórica que está al llegar, si los hombres no se convierten. No nos apresuremos a quedarnos tranquilos, HOY, pensando que esos "profetas de calamidades" vivían en una época distinta a la nuestra, y que su lenguaje era, ciertamente excesivo. Jesús no habló de otro modo.

Decía también: "Si no os arrepentís, pereceréis todos de la misma manera.» (Lucas 13, 5)

El "día" de Dios será un día en el que nadie se burlará de Dios.

"Aquel día" nadie escapará a la justicia.

Pero, ¿cuáles son esos cuatro crímenes que suscitan la cólera de Amós, y de los cuales se atreve a decir que suscitan también la cólera de Dios?

1. Porque venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias.

2. Porque aplastan contra el polvo de la tierra la cabeza de los débiles, y tuercen el camino de los humildes.

3. Porque hijo y padre acuden a la misma moza, para profanar mi santo Nombre.

4. Porque sobre ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar, y beben el vino de los que han multado...

Injusticia social. Jueces corrompidos. Sexualidad aberrante. Afán de placer. Sociedad de consumo indiferente.

¡No! nadie se burlará para siempre de Dios. Dios es partidario de la moral más natural:

Nadie se mofa impunemente de la más elemental "conciencia" humana.

En el marco del gran juicio de las naciones (1,3-2,16), que constituye la primera parte del libro de Amós, son también denunciados los crímenes sociales de Israel: opresión del débil en la vida social y en los tribunales (el justo vendido por dinero, el inocente injustamente condenado por el interés de un par de sandalias), en la vida «familiar» (hijo y padre se acuestan con la misma sierva), en el culto, la más repugnante de las coartadas de las injusticias sociales ("beben el vino de los multados en la casa de su Dios»). Cada uno de estos crímenes manifiesta el mismo desprecio del hombre, comportamiento que Dios condena en los pueblos paganos vecinos. El Dios de Israel es un Dios exigente en el orden ético. Se esconde detrás de cada hombre despojado de sus derechos. Es aquí donde el desprecio del hombre adquiere su auténtica dimensión.

La responsabilidad de este comportamiento es más grave en un pueblo que ha recibido de Dios el don de su existencia (liberación de Egipto) y el del carisma de sus profetas, tal como le recordaba la liturgia de la fiesta de la alianza: «Yo os saqué de la tierra de Egipto y durante cuarenta años os conduje por el desierto para que ocuparais la tierra de los amorreos. Yo suscité profetas de entre vuestros hijos y nazireos de entre vuestros mancebos... Y vosotros hicisteis beber vino a los nazireos, y a los profetas les mandasteis, diciendo: No profeticéis» (vv 10-13).

Amós, como sus oyentes, sabía por tradición, y tal vez también por propia experiencia, lo mucho que la comunidad de Israel debía a los hombres de Dios, a los carismáticos nezîrîm y nevî`îm. La tarea determinante de esos hombres la sintetiza bien Oseas, en una visión retrospectiva de la historia, refiriéndose a Moisés: «Yahvé sacó a Israel de Egipto por medio de un profeta y por un profeta lo guardó» (Os 12,14). Por tanto, Amós considera que la profecía es un don de Dios a su pueblo. Sin embargo, Israel es acusado de haber resistido a los profetas.

De aquí el castigo de la privación: "Vienen días, dice Yahvé, en que mandaré yo al país hambre y sed; no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Yahvé, e irán errantes de levante a poniente, vagando de norte a sur en busca de la palabra y no la hallarán» (8,11-12). Es la responsabilidad y el drama de unas oportunidades desaprovechadas.

Reflexión del Salmo 49 Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios. 

Es un salmo de denuncia profética. Un profeta ve lo que está sucediendo, no se calla y proclama su denuncia en nombre de Dios. En este tipo de salmos se suele emplear un lenguaje duro, típico de los profetas vinculados a causas populares. Estos profetas estaban normalmente ligados a grupos populares de la periferia y del campo, convirtiéndose en sus portavoces.

Este salmo presenta el desarrollo de un juicio, con su juez, sus oyentes, los testigos, el acusado y la acusación (falta la sentencia). Consta de tres partes —1-6; 7-21; 22-23—, que pueden, a su vez, dividirse en unidades menores.

En la primera parte (1-6), tenemos la apertura solemne de la sesión del juicio. El Juez se llama «el Señor», y es presentado de forma espectacular; precedido por un fuego devorador y rodeado por una violenta tempestad (3). Es el Dios de la Alianza sellada en el monte Sinaí. El fuego y la tempestad en muchas ocasiones son, en la Biblia, elementos teofánicos (es decir; signos de la manifestación de Dios). La tierra entera está convocada a este juicio (4a; véase Dt 30,19). ¿Qué es lo que va a suceder? El juicio del pueblo de Dios (4b), de aquellos que sellaron con él una alianza (5). Dios mismo (cielo) va a juzgar y a proclamar una sentencia (6); en este proceso, el Señor va a ser declarado inocente y el pueblo, la otra parte de la alianza, culpable. Tenemos que recordar, desde ahora, que no se pronuncia la sentencia. En el fondo, Dios espera la conversión de su socio en el pacto.

En la segunda parte (7-21), el Señor acusa. Se dirige a su pueblo, contra el que va a dar testimonio (7). ¿En qué consiste su acusación? Tiene dos partes; 8-16 y 17-21. En la primera (8-16) Dios no tiene nada que objetar a propósito de los sacrificios y del culto que se celebran en el templo. Por lo visto, funcionan a las mil maravillas, pero Dios, el compañero de la Alianza, está descontento. Este salmo reconoce que Dios, el Señor de todo y de todos, no necesita sacrificios ni se alimenta de ellos. ¿Qué es lo que espera, entonces, de su pueblo? «Ofrece a Dios un sacrificio de confesión, y cumple tus votos al Altísimo. Invócame en el día de la angustia: yo te libraré y tú me darás gloria» (14-15).

La segunda parte de la acusación (16-21) es más concreta, y muestra por qué el socio del pueblo en la Alianza ha convocado un juicio y hace su acusación. Está indignado porque las relaciones sociales están totalmente corrompidas. Se dirige al malvado (16a) y hace desfilar delante de él una serie de transgresiones contra la fraternidad: violación de la propiedad (robo, 18a), de la integridad familiar (adulterio, l8b) y de la vida fraterna (calumnias o falsos testimonios en los tribunales, 20). Se incumplen tres mandamientos, lo que rompe la Alianza. Es inútil querer disimular las injusticias por medio de sacrificios y celebraciones. Dios se siente herido cuando perjudicamos al hermano. Por eso no se calla, acusa y se lo echa todo en cara (21). Nótese que no se mencionan los mandamientos referentes a Dios: no tener otros dioses, etc. Sólo se recuerdan los tres mandamientos que hablan de las relaciones interpersonales.

La tercera parte (22-23) es una especie de conclusión caracterizada por el deseo de conversión o por una invitación abierta a convertirse. A estas alturas cabría esperar la sentencia. Pero quien espera es Dios, el compañero de la Alianza que ha sido lesionado por la violencia ejercida contra el hermano. No olvidarse de Dios significa restablecer la justicia (22a), y al que sigue el buen camino, Dios le hará ver la salvación (23).

Este salmo nació en el seno de los grupos proféticos descontentos con la falsedad del culto (véase, por ejemplo, Is 58; Am 7,10- 17). En el templo, hermosas celebraciones, muchos sacrificios...; en las relaciones sociales, injusticias, violencia, explotación. Uno de estos profetas tuvo la valentía de denunciar estas cosas, asumiendo el riesgo que ello suponía, en el lugar en que se producían: e1 templo de Jerusalén. Y está tan seguro de lo que dice, que llega incluso a afirmar que quien acusa no es él, sino el Señor. Esto vale sobre todo para Israel pero, en cierto modo, todo el inundo está llamado a reflexionar (1). La naturaleza entera participa de este proceso.

La Alianza entre Dios e Israel tenía como objetivo construir una sociedad fraterna. Y los mandamientos eran los instrumentos y herramientas para su construcción. El culto representaba la celebración festiva en que se conmemoraban las conquistas en el campo de la justicia, la libertad y la fraternidad. Cuando la sociedad engendra opresión, injusticia y muerte, ya no queda nada que conmemorar o festejar. Y el mayor de los crímenes consistiría en echarle las culpas a Dios. Este salmo declara inocente a Dios y responsabiliza al pueblo de la situación. Pretender engañar a Dios con sacrificios y celebraciones es tanto como querer cubrir el sol con un cedazo. Dios no se deja sobornar y sus siervos, los profetas, tampoco.

Este salmo, por tanto, presenta el conflicto existente entre un culto sin justicia y el culto con justicia, muy en la línea de los profetas auténticos.

Es evidente que detrás de este salmo está el Dios de la Alabanza. Este Dios se siente ofendido cuando hay injusticias, lo que indica que es el aliado de los débiles, de los humildes y de los tratados injustamente; pone de manifiesto que la injusticia rompe la Alianza y, en estas circunstancias, es inútil tratar de sobornarlo con sacrificios o pretender cargarle con la responsabilidad. Dios no se deja corromper. El culto que se le tributa, si no viene acompañado por la práctica de la justicia, es falso e inútil. No obstan te como compañero de la Alianza, espera que Israel, su aliado, lo entienda y cumpla con su misión histórica.

Dios no pide nada para sí. Si queremos agradarle, el mejor camino es la práctica de la justicia y de la fraternidad.

Con sus palabras y acciones, Jesús asume este salmo en su integridad. Denuncia y acusa (Mt 23), anuncia el final del templo Qn 2, 13-22), espera y tiene paciencia (Lc 13,6-9). Su actividad (está fuertemente unida a la práctica de la justicia. En este sentido conviene recordar sus primeras palabras en el evangelio de Mateo (3,15: «Conviene que se cumpla así toda justicia») y leer todo este evangelio desde la clave de la justicia del Reino. No olvidemos que el poder religioso, representado por el Sanedrín.

La denuncia profética marca el tono de este salmo y sugiere las circunstancias en que podemos rezarlo con provecho: en situaciones de injusticia y en las ocasiones en que luchamos por el cambio; cuando nos viene la tentación de hacer a Dios responsable de la exploración y la opresión de los débiles a manos de los poderosos; cuando soñamos con una sociedad fraterna y sin discriminaciones; cuando no nos agrada el vacío de determinadas celebraciones y encuentros litúrgicos y queremos llenarlos de vida; cuando creernos que Dios pide muchas cosas para sí...

Reflexión primera del Santo Evangelio: Mateo 8,18-22 «que lo llevaran a la otra orilla»
Dejando por un momento la narración de los milagros, leemos hoy un breve pasaje con unos relatos de vocación.

Primero es un letrado y, luego, uno que ya era discípulo. Jesús les hace ver a ambos que su seguimiento va a ser difícil y radical. Que él «no tiene dónde reclinar la cabeza», o sea, que no esperen ventajas materiales, porque Jesús sigue una vida de peregrino, de apóstol itinerante, desarraigado y pobre.

Al discípulo le dice que deje «que los muertos entierren a sus muertos» y le siga con prontitud y radicalidad.

b) Nuestro pecado no siempre es directamente contra Dios, de idolatría, por adorar a otros dioses. Muchas veces, va contra el prójimo, al que oprimimos, aprovechándonos de su debilidad.

Pero, según Amós, Dios se solidariza con los débiles y considera como hecho a él lo que hacemos a los demás. Jesús dirá claramente: «lo que hiciereis a uno de estos, lo hacéis conmigo... estaba enfermo y me visitasteis».

Es un aviso del que se hace eco el salmo. En misa entonamos cantos de alabanza a Dios y le hacemos genuflexión. Pero luego, durante el día, tal vez tratamos mal a nuestro hermano: «sueltas la lengua para el mal, tu boca urde el engaño; te sientas a hablar contra tu hermano: esto haces ¿y me voy a callar? Te acusaré, te lo echaré en cara».

No se trata sólo de las grandes injusticias sociales que hay en nuestra sociedad.

También entran en este mismo lote nuestras murmuraciones contra el hermano y nuestra falta de caridad. Tendríamos que hacer caso a los profetas que, también en nuestro tiempo, denuncian nuestras injusticias y nuestras desviaciones. Y a la Palabra de Dios que nos va iluminando para que confrontemos nuestros caminos con los de Dios.

b) A los que somos seguidores de Jesús, se nos recuerda que esto nos va a exigir desapego de los bienes materiales, incluso de nuestra familia. Que la fe cristiana no es fácil. Jesús no nos promete bienes materiales y éxitos según las medidas de este mundo. El mismo ha dejado su familia de Nazaret para dedicarse a su misión y camina por los pueblos, sin establecerse en ninguno. El evangelio de ayer concluía afirmando de Jesús que «tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades». Ése es su estilo y ése ha de ser el estilo de sus seguidores.

Jesús no nos está invitando a descuidar a los padres o a la familia. Tampoco, a que dejemos sin enterrar a los muertos. Sería inhumano y cruel. Con esas dos afirmaciones, tan paradójicas, está queriendo decir que su seguimiento es exigente, que pide decisión absoluta, que debemos estar dispuestos a ser peregrinos en la vida, desprendidos de todo, no instalados en nuestras comodidades.

Lo cual no sólo se cumple en los que abandonan la familia para hacerse religiosos o ser ministros en la comunidad o ir a los países de misión a evangelizar. Todo cristiano debe saber aplicar una justa jerarquía de valores a sus ideales. Seguir a Cristo y su evangelio supone, a veces, renunciar a otros valores más apetitosos según este mundo. Dentro de pocos días leeremos en el mismo evangelio de Mateo otra afirmación igualmente paradójica: «el que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí» (Mt 10,37).

Se trata de seguir a Jesús con poco equipaje, con menos apego a otras cosas. Esto lo saben muy bien los estudiantes o los deportistas o los comerciantes que persiguen sus objetivos sacrificando otras cosas que les gustarían. Y lo saben también quienes renuncian a su comodidad para dedicar su tiempo al apostolado o a la catequesis o como voluntarios en acciones de asistencia a los más necesitados. Hay valores más profundos que los visibles de este mundo. Hay ideales por los que vale la pena sacrificarse. El seguimiento de Jesús va en esta línea de decisión generosa.

Reflexión segunda del Santo Evangelio:Mateo 8,18-22 .Jesús acaba de realizar numerosos milagros y le rodea una gran muchedumbre
Jesús acaba de realizar numerosos milagros y le rodea una gran muchedumbre. Entonces decide alejarse.
Esa decisión suscita en algunos el deseo de seguirle. La situación ofrece a Jesús el punto de partida para aclarar lo que significa hacerse discípulo suyo.

En primer lugar se adelanta un maestro de la ley. A éste, en vez de proponerle una carrera de honores, le explica Jesús que seguirle significa compartir en todo la suerte del Maestro, designado aquí por vez primera como Hijo del hombre, título que evoca antes que nada una condición de humildad. Seguir a Jesús significa así abrazar la inseguridad total y la pobreza del que es rechazado y está destinado a la muerte. Viene, a continuación, un discípulo que le pide que le deje ir primero a enterrar a su padre. Jesús le opone a éste una clara negativa, una negativa que parece poco razonable, hasta contraria a la caridad. Lo que en verdad pretende afirmar Jesús es que no se puede anteponer ningún interés terreno a la llamada divina.

Hay, por último, otros discípulos que, tras haber aceptado seguirle, están con él en la barca. De improviso, se desencadena una borrasca (literalmente: un trastorno cósmico), que pone al descubierto los sentimientos secretos de los corazones. A la tranquilidad soberana de Jesús, que, abandonado en manos del Padre, descansa seguro, se contrapone el miedo de los discípulos, que le despiertan invocando: «Señor sálvanos, que perecemos» (v. 25). Jesús les reprocha su falta de fe (oligópistoi), que les hace incapaces de aceptar el aparente silencio de Dios. Después despliega su poder y realiza el milagro de aplacar los elementos desencadenados. El verbo empleado (epetímese) proporciona al episodio el color de un exorcismo: Jesús, como ya antes YHWH en el Primer Testamento, domina de manera soberana las fuerzas maléficas, representadas aquí por el mar, considerado como dominio del mal. Surge en todos una pregunta: «¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y el lago le obedecen?». Aparecen una vez más los temas fundamentales del relato de Mateo: la fe y la figura de Cristo.

La confrontación con la persona de Jesús en este fragmento evangélico es directa y radical. Por eso es decisivo para poner a prueba la calidad de nuestra fe. Los personajes que animan la escena, atraídos por él, quieren seguirle, pero al mismo tiempo ponen límites a su seguimiento. Se trata de una incongruencia que acontece a menudo, índice de una fe y de un amor todavía débiles. ¿Y nosotros? ¿Estamos dispuestos a permitir que sea el Señor quien dicte de una manera incondicional las modalidades de su seguimiento? Si él es Dios, debemos amarlo necesariamente con todo nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas, por encima de todas las cosas y personas. Ante sus requerimientos pierde sentido toda sensatez humana. El misterio de la llamada divina nos invita a dejarnos guiar por un amor puro, absoluto, total, para el que nada es demasiado exigente; un amor que no se detiene ni siquiera ante las incomprensiones; más aún, que se refuerza y se vuelve más profundo precisamente en las dificultades.

Jesús mismo, venido a la tierra para hacer la voluntad del Padre, nos ofrece el ejemplo. Su cuerpo colgado de la cruz se encuentra ante nuestra mirada como testimonio de que su amor no se detuvo ni siquiera ante el rechazo más crudo. Sólo si aceptamos entrar conscientemente en este movimiento oblativo, conoceremos la plenitud de la alegría y de la libertad de quien, por fin, ha encontrado aquello por lo que no sólo vale la pena vivir, sino también morir. La Iglesia, insinuada en la barca donde reposa Jesús, es el lugar en el que encuentra apoyo nuestra adhesión a Cristo, a veces entusiasta, a veces temerosa. Cuanto más estemos con él, más conoceremos su poder. Jesús nos recuerda hoy que no debemos dejarnos asustar por su silencio en los momentos de prueba: él está verdaderamente con nosotros hasta el final de los tiempos.

Reflexión tercera del Santo Evangelio:Mateo 8,18-22 Seguir a Jesús con desprendimiento.
Seguir a Jesús con desprendimiento. Es preciso aclarar el sentido de las expresiones de Jesús a quienes pretenden seguirlo, ya que parecen un tanto inhumanas. Son expresiones orientales, intencionadamente exageradas, para poner más de relieve el mensaje que quiere comunicar. Por principio, hay que decir que si fueran inhumanas no serían de Jesús porque, a humano, no hay quien le gane; es divinamente humano.

Ante estas expresiones hay que recordar otras: “Acercaos a mí los que estáis rendidos y abrumados, que yo os aliviaré. Cargad con mi yugo, porque es suave y mi carga ligera” (Mt 11,28-30). Precisamente increpa a los escribas y fariseos porque “cargan fardos pesados en las espaldas de los demás” (Mt 23,4). Lo que Jesús quiere decir es que es preciso descubrir que el Reino, su proyecto, la vida que ofrece, es un tesoro por el que merece la pena venderlo todo. Es un banquete tan jubiloso, que nadie ha de excusarse de participar por nada del mundo (Mt 22,1-14). Es tan grandiosa la oferta, que ni duele pagar el precio. Zaqueo, por ejemplo, al descubrirlo, devuelve cuatro veces lo robado y da un banquetazo a los amigos para celebrar el acontecimiento que ha cambiado su vida (Lc 19,8); lo mismo hace Mateo antes de irse con el Maestro (Mt 9,10).

Jesús no tiene nada de masoquista. Puede invitar a algunos, con una llamada particular, a la renuncia radical de los bienes. No exigió a los amigos de Betania ni a la familia de Marcos, propietaria del cenáculo, que renunciaran a sus propiedades; él disfrutó de ellas. A lo que sí invita a todos es a renunciar a la esclavitud del ídolo dinero, que lleva a muchos a compartir su culto con el de Dios (Mt 6,24). Jesús también nos invita a compartir los bienes con los necesitados.

Cuando surge una comunidad auténticamente cristiana, cada miembro gana el ciento por uno, como Jesús dice a Pedro (Mt 19,29), porque al “no considerar suyo nada de lo que tiene” (Hch 4,32), todo es de todos, con lo que las pertenencias se multiplican por el número de los miembros. Esto es lo que experimentaba gozosamente la comunidad de Jerusalén. El mismo Hijo del hombre no tiene ningún lugar (propio) donde reclinar su cabeza, pero tiene la casa de Betania, la de Cafarnaún (de Pedro), la de la madre de Marcos (el cenáculo)...

Sin dilaciones engañosas. La segunda sentencia aparenta ser todavía más inhumana: “Tú, sígueme. Deja a los muertos que entierren a sus muertos”. En el pueblo judío y en todos los pueblos el deber más sagrado era el de dar sepultura a los padres. Jesús no sólo valoraba el cuarto mandamiento, sino que criticó duramente a quienes, por medio de especulaciones, lo habían tergiversado de tal modo que, en ocasiones, se creían dispensados de la ayuda debida a los padres (Mc 7,10ss). ¿Entonces, qué quiere decir Jesús? Tanto la expresión: “Deja que los muertos entierren a los muertos” como la del lugar paralelo de Lucas: “El que pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás” (Lc 9,62), que dirige al que pide tiempo para despedir a su familia, son una invitación a romper decididamente con el pasado muerto, simbolizado sobre todo en el padre. El padre es la ley (Pablo la llama nodriza hasta que llegó Cristo -Gá 3,23-24-), el antiguo culto, la tradición. Jesús invita a seguirlo porque es la vida, el futuro esperanzado; por tanto, no hay que dejarse atrapar por los muertos, los que todavía viven en la muerte del pasado.

En efecto, con Jesús se inicia para cada persona una nueva vida. Seguirlo es romper de raíz con el pasado. Y hemos de hacerlo sin dilaciones, no como se quejaba Lope de Vega de sí mismo: “Mañana te abriré, le respondía, para lo mismo responder mañana”.

Un testimonio clarifica esta consigna de Jesús. N. Castellanos renunció al obispado de Palencia porque se sintió llamado a misionar en el Tercer Mundo. Su padre tenía noventa y dos años. Preguntan a ambos en distintos medios: “¿No les duele tener que separarse a estas edades?”. Responden: “Nos resulta muy doloroso, pero hay que seguir la llamada”. El padre expresa su total conformidad, a pesar de que “se le rompe el corazón, pero no puedo, como cristiano, retener a mi hijo y privar de su ayuda a los que lo necesitan”.

Tendemos a hacernos trampas, a justificar nuestras dilaciones. No nos negamos con excusas a participar en el banquete (Mt 22,5), pero postergamos la opción. He escuchado a muchos ante propuestas de compromisos: “Cuando termine la carrera... Cuando me case... Una vez que los hijos sean un poco mayores... Cuando me jubile... Cuando mis nietos no me necesiten. Muchos que respondieron: “mañana” no han tenido ese mañana.

¿Religión burguesa o de seguimiento? Lo que Jesús viene a decir con este mensaje exigente es que quiere hacer de nosotros unas personas nuevas, renacidas, pero ello tiene un precio. El que encontró el tesoro “lo vendió todo para comprarlo” (Mt 13,44). Hay que vivirlo todo desde la perspectiva de la fe.

K. Rahner definía al cristiano como místico: “El cristiano del siglo XXI será un místico o no será cristiano”. En esta dirección habla Jesús. A este radicalismo se refiere S. Kierkegaard que afirmaba taxativamente: “Que cada uno vea claramente lo que significa ser cristiano y elija con toda sinceridad si quiere serlo o renuncia a ello. Que se advierta claramente esto: Dios prefiere que confesemos honestamente que no somos ni queremos ser cristianos. Ésta es, quizá, la condición que nos permitirá llegar a serlo. Dios prefiere esta confesión a la náusea de un culto que es burla de Él”.

Reflexión cuarta del Santo Evangelio:Mateo 8 18-22"-Al ver Jesús que una multitud lo rodeaba ordenó que salieran para la orilla de enfrente...
¿Necesidad de silencio, de soledad? ¿Retirarse de su marco habitual? Trato de adivinar los sentimientos profundos de Jesús al tomar esa decisión. ¿Que me sugiere el Espíritu de Jesús, a través de esas palabras? El equilibrio humano corporal y espiritual... exige a veces ciertas decisiones ¿Cómo empleo mi tiempo libre, de descanso, de vacaciones?

-Se acercó un escriba a Jesús y le dijo: "Maestro, te seguiré vayas adonde vayas". Es hermoso. He aquí a un hombre que quiere "seguir" a Jesús... En esto consiste la vida cristiana, que no es ante todo:

-unos principios... Esto sería reducir la vida cristiana a una "moral"

-ni unos dogmas... Esto la reduciría a unos esquemas mentales...

Ser cristiano es seguir a Jesús... compartir su vida... imitarle...

La catequesis actual insiste mucho sobre este aspecto: la Fe no es ante todo un "saber", el catecismo no es ante todo una escuela donde "aprendes" unas verdades; es un aprendizaje de la "vida con" Jesús.

¿Qué lugar ocupa Jesucristo en mi vida? ¿Es realmente, para mí, el compañero de toda mi vida? ¿Qué tiempo paso "con" El?

-Jesús respondió al escriba: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza...

El instinto de seguridad, la necesidad de estabilidad están inscritos profundamente en la naturaleza humana: el hombre busca el calor de un refugio, un hogar, una casa de la que de alguna manera pueda disponer, unos objetos que le pertenezcan. Los animales tienen ese mismo instinto de propiedad: protegen la vida de sus pequeños por terrenos celosamente defendidos y con nidos bien mullidos.

Jesús, desde que salió de su casa familiar de Nazaret, dejando sola a su madre... no tiene ya su hogar propio, vive como nómada, como viajero, nunca en casa: "no tengo dónde reclinar mi cabeza". Renunció al calor de un hogar, renunció a toda propiedad. Quiero, en primer lugar, contemplar a Jesús en ese plan de vida. ¿Qué llamada representa esto para mí? ¡Cuán apegado estoy a mis comodidades. Señor! El escriba, ingenuamente, se imaginaba, quizá, que sería fácil "seguir" a Jesús. Jesús, lejos de dorarle la situación para atraerlo, como es tan corriente en las técnicas publicitarias, le muestra sólo las exigencias.

Seguirte, Señor, es hacer forzosamente cierta elección, es renunciar a una serie de cosas, por ejemplo a instalarme con excesivo confort. La cruz se perfila sobre toda vocación:

Seguir a Jesús es ponerse a vivir acompañado de un futuro condenado a la muerte, es vivir en la inseguridad... ¡sin un lugar donde reclinar la cabeza! Pero, Señor, Tú has caminado el primero por ese camino.

Nos pides lo que Tú mismo has vivido. Siempre, durante todo el curso de la historia, ha habido almas que, abrasadas por el fuego de esta palabra han hecho el voto de pobreza.

Pero, esta palabra se dirige a todos, con los matices que tal o cual responsabilidad familiar pueda aportar.

-Otro, ya discípulo, le dijo: "Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos." He aquí que, después del desprendimiento de los "bienes" Jesús invita, precisamente, al desprendimiento de la "familia" y no es el único pasaje del evangelio que va en este sentido.

Elevación Espiritual para este día. 

El Señor Jesucristo, con esto de haberse hecho carne, abrió a la esperanza la carne nuestra. Porque tomó lo que ya conocíamos en esta tierra, donde tanto abunda: el nacer y el morir. Abundaba eso: el nacer y el morir; el resucitar y vivir eternamente no lo había acá. Halló aquí viles mercaderías terrestres, y trajo consigo los peregrinos géneros celestes. Ahora, si el morir te causa espanto, ama la resurrección. Hizo de su tribulación socorro para ti, porque tu salud no valía para nada. Aprendamos, por tanto, hermanos, a conocer y amar esa Salud, que no es de este mundo, es decir, la Salud eterna, y vivamos en este mundo como peregrinos.

Reflexión Espiritual para el día. 
La cuestión de saber qué es el cristianismo y quién es Cristo para nosotros hoy, me preocupa constantemente. El tiempo en que se podía decir todo a los hombres, por medio de palabras teológicas o piadosas, ha pasado, lo mismo que el tiempo de la espiritualidad y de la conciencia, es decir, el tiempo de la religión en general. Vamos al encuentro de una época totalmente irreligiosa; los hombres, tal como son, simplemente ya no pueden seguir siendo religiosos; incluso los que se declaran honestamente religiosos no practican en modo alguno su religión; por consiguiente, es probable que entiendan el término en un sentido completamente diferente.

Si la religión es sólo un vestido del cristianismo —y este vestido ha asumido también aspectos muy distintos en diferentes tiempos—, ¿qué será un cristianismo no religioso? ¿Qué significado tienen el culto y la oración en la irreligiosidad? ¿Adquiere tal vez una nueva importancia en este punto la disciplina del arcano o, bien, la distinción entre penúltimo y último? Debemos restablecer una disciplina del arcano que proteja de la profanación los misterios de la fe cristiana.
El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia y el Magisterio de la Santa Iglesia: Amós .La fuerza de un «quizá» 
Lo mismo que la elección y sus privilegios eran condicionales, así también ahora el merecido juicio condenatorio de Yavé para con Israel está condicionado a su respuesta. Les está hablando por su profeta, les advierte del gran peligro que corren de continuar obstinados en su malicia..., pero «si buscan al Señor, vivirán» (5, 6).

La primera parte de esta lectura (14-15) es la explanación concreta del principio enunciado. Buscar a Dios es, no se puede decir con más sencillez respetando sus conciencias, «odiar al mal, amar el bien y defender la justicia en el tribunal». Parece un preludio de la doctrina de Cristo cuando sintetice Antiguo y Nuevo Testamento en la ley del amor a Dios y al prójimo. Para ellos la razón de aquel «viviréis» estaba en que «Dios estará con vosotros», porque es la presencia vivificante de Yavé el principio de toda existencia. Si buscan a Dios, si viven... «Quizá... se apiade de los supervivientes de José». Es el «quizá» que hace de la salvación una obra exclusiva de Yavé.

Esta última expresión, «supervivientes», es el término técnico para representar el “cresto”. No pocos han querido arrancar esta perla de su contexto para ponerla en manos tardías. Aunque ello en nada disminuiría su valor inspirado, el intento ha quedado fallido hasta el momento, ya que su forma literaria, su tono exhortativo y la naturaleza condicional de la esperanza, «quizá» hablan elocuentemente en favor de Amós como autor de dicha expresión. Por supuesto que el término no tiene aún ni remotamente el sentido y alcance que adquirirá posteriormente en la literatura profética; pero la continuidad de un resto en medio de los castigos de Yavé a su pueblo era la consecuencia obligada del principio de fidelidad divina a la elección, Alianza y Promesas. La historia de salvación tenía que continuar. Aunque sólo sea “un trozo de oreja”, algo tiene que salvarse.

Una nueva objeción nació por parte del auditorio. ¿Es que no cuenta ante Yavé la pomposidad del culto que le ofrecernos? La respuesta es tajante: “detesto y rehúso.., no quiero.., no aceptaré... retirad.., no quiero”. Así hablaba Yavé por su profeta emitiendo el juicio valorativo sobre todo aquel culto litúrgico. Repulsión total. No porque fuera malo en sí, lo prescribía la Ley y era, por tanto, expresa voluntad de Yavé, sino por el modo cómo se realizaba. Se condena no el culto ritual, sino la vacía religiosidad formalística. Cristo mismo, -en Jn 4, 21-24, atacará el culto puramente externo.

La verdadera exigencia de Yavé, la verdadera religión es «el juicio y la justicia fluyendo como arroyo perenne», es el amor al prójimo sin el cual no puede existir el amor a Dios, ni, en consecuencia, la más elemental religión. El juicio, la justicia, la justificación son términos pregnantes de contenido en el Antiguo Testamento y que suponen toda una postura con Dios y con los hombres. Esta es la auténtica y Única religión de ayer, de hoy y de siempre. +
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