“Amarás a tu prójimo como a
ti mismo”
Mc 12, 28-34
1. ¿CUÁL ES EL PRIMERO DE LOS MANDAMIENTOS?
Un escriba que oyó discutir a Jesús con los saduceos, al ver que
les había respondido bien, se acercó y le preguntó: ¿Cuál es el primero de los
mandamientos? En San Marcos la pregunta se la hace en un tono de respeto. En
San Mateo, y más en San Lucas, en un sentido hostil. Es cuestión redaccional.
Los fariseos se caracterizaban por su rigor y austeridad en el cumplimiento de
la letra de la ley y en la atención a los aspectos externos de los preceptos
religiosos. Los saduceos eran ciertas personas, que pertenecían a la
aristocracia sacerdotal judía que negaban la inmortalidad del alma, aquí en
este Evangelio, el escriba quiere probar la opinión de Jesús, con habilidad y
astucia, quizás para conseguir algo con oscuros propósitos y así comprometerlo,
en otras palabras, mediante una treta, busca perjudicar a Jesús.
El tema del primer mandamiento era muy discutido en las escuelas
rabínicas. Pero San Marcos es el que destaca la argumentación basándose en que
Dios es único; luego exige la plenitud de amor y servicio. La repetición de
corazón, alma y mente es el procedimiento semita de prueba por acumulación.
Pero en el amor a Dios va incluido el amor al prójimo, todo ser humano, que es
lo que destaca especialmente San Lucas (Lc 10:29ss). Para el judío, el prójimo
era sólo el judío.
2. “AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO”.
Dice Jesús, el primero es: Escucha, Israel: “el Señor nuestro Dios
es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios”. Él ha querido ver la
intención, resaltada, de una cuestión apologética contra el politeísmo del
medio ambiente al que se dirige el evangelio de San Marcos. Y luego Jesús
añade; “con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con
todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este
es nuestro deber, Amarás, y con todo el corazón, sin ninguna restricción y con
todo lo que te da la vida, con toda el alma, esto con el primer principio de
nuestra vida, lo más importante, la parte espiritual e inmortal, capaz de
entender, querer y sentir, y que, junto con el cuerpo, constituye su esencia
humana, con toda la mente, con la capacidad intelectual humana, con el
pensamiento, más allá de toda imaginación y voluntad.
Esto es amar con todo lo que hemos recibido de Dios, por tanto con
todo lo que podemos acercarnos a Dios y estar con Él. Así es como Jesús, nos
exige un amor total, El no aceptas un amor parcial o limitado, y lo mismo nos
enseña y nos exige, la entrega y el amor, tanto a Dios como al prójimo. Eso
quizás fue sorprendente para el escriba, Jesús puso al mismo nivel los dos
mandamientos, y así lo aclara el evangelio cuando en san Mateo 22,34-40, dice;
De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.
3. SI TU AMAS A TU PRÓJIMO, AMAS A DIOS
Para nosotros, cristianos, seguidores de Jesús, debemos ser
absolutamente contrarios a cualquier sentimiento acentuado de hostilidad,
antipatía, rechazo y odio a los hombres, sin embargo es algo con lo que
convivimos a diario, está a la vista de cualquiera en la familia, en la
amistad, con los vecinos, con los que piensan diferente, entre los políticos,
entre las naciones y pueblos.
Esto es los que nos enseña Jesús, el hombre es imagen de Dios, y si
tu amas a tu prójimo, amas a Dios, y si amas a Dios, lo amas en también en el
prójimo. Estos preceptos son nuestros fundamentos de la vida cristiana, ambos
basados en el amor, y por amor a Dios y al prójimo, juntos el mandamiento más
grande de la Ley.
Luego, el escriba le dijo: Muy bien, Maestro, tienes razón al decir
que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el
corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo
como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios.
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: Tú no estás
lejos del Reino de Dios. Estos Versículos son propios de San Marcos. En ellos
se hace ver que el amor al prójimo es mejor que todos los holocaustos y
sacrificios. En esto San Marcos se enlaza con la línea de los profetas sobre la
autenticidad del culto y la misericordia (1 Re 15:22; Os 6:6). A esta
valoración del escriba que le preguntó, Cristo le responde que su rectitud
moral le está aproximando al reino de Dios
4. EL COMPROMISO CON NUESTRO PRÓJIMO
El compromiso con nuestro prójimo, es impactante, “con todo tu
corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas”, si
aceptamos esta responsabilidad, tengamos presente que cuando decimos con todo
el corazón, es con todo lo nuestro, sin reservas, con todo tipo de sacrificios,
con todo lo que nos hace vivir, cuando decimos con toda el alma, es con toda la
sensibilidad del amor divino, y cuando dice con todas tus fuerzas es
ardientemente y no con tibieza, y añadimos para que no falte nada, con todo
nuestro entendimiento, con toda nuestra mente, con la inteligencia y la
reflexión.
Pero el amor divino no se aprende. En efecto, no aprendemos de otro
a amar la vida, ni amar a nuestros padres, ni a nuestros amigos, ni mucho menos
podemos aprender las reglas del amor divino. Hay en nosotros cierto sentimiento
íntimo que nos inclina a amar a Dios. Todo el que obedece este sentimiento y
practica la doctrina de los divinos preceptos y llega a la perfección de la
divina gracia. Así entonces, amamos naturalmente el bien; amamos también a
nuestros prójimos y parientes, y además damos espontáneamente a los hombres de
bien, todo nuestro afecto.
5. EL, NOS MANDA AMAR AL PRÓJIMO.
Así es, como Dios es bueno, y todos deseamos lo bueno, lo que se
perfecciona por nuestra voluntad reside naturalmente en nosotros. A El, aunque
no le conozcamos por su bondad, pero porque procedemos de Él, tenemos obligación
de amarle sobre todo, este es nuestro principio. Es también el mayor bien de
todos los que se aman naturalmente. El primero y principal mandamiento es, por
consiguiente, el del amor a Dios. El segundo, que completa al primero y es
completado por El, nos manda amar al prójimo. Por eso decimos y a tu prójimo
como a ti mismo. Recibimos de Dios las fuerzas necesarias para cumplir este
precepto. Nada hay tan conforme con nuestra naturaleza como el comunicarse con
los demás, favorecerse mutuamente y amar a los parientes y amigos.
Y a tu prójimo como a ti mismo, lo más prójimo, es decir lo más
próximo que tenemos, es quien habita en nuestro corazón, morada de Dios, a El
todo nuestro amor. “Y adonde no hay amor, ponga amor, y sacará amor” (San Juan
de la Cruz)
NINGÚN CREYENTE, NINGUNA
PERSONA RECTA, PUEDE PERMANECER INDIFERENTE.
¿Un cuadro de vida de otros tiempos? ¿Una meta imposible de
proponer o que incluso no se debe proponer? ¿La colocación exacta del amor
entre el hombre y la mujer? Probemos a tomar estas páginas del libro de Tobías
y a someterlas a una comparación con las muchas -incluso demasiadas- páginas
que se extienden ante nuestros ojos. Desde la televisión a la prensa, al cine,
a Internet, al lenguaje, a la publicidad más trivial de cualquier producto,
estamos amenazados por una avalancha de imágenes y de palabras, por un
verdadero mercado en el que el sexo, mezclado con todos los posibles
ingredientes, se ha convertido en una moneda ahora devaluada. Hasta tal punto
que quien desea obtener cierto efecto «hiriente» recurre a la presentación de
las más aberrantes desviaciones. Y todo ello en nombre de la libertad, de la
madurez, de la autonomía del hombre... Ahora bien, ¿dónde está el hombre en
esta zarabanda de pésimo gusto? ¿A qué ha quedado reducido?
También el matrimonio se resiente de ello, incluso el sellado con
el sello del sacramento. Una vez venido a menos el sentido de la
indisolubilidad, los contrayentes acceden a él reservándose una puerta de
salida para tomarla en la primera dificultad: y todo se hunde.
Ningún creyente, ninguna persona recta, puede permanecer
indiferente. Sin embargo, el remedio no puede consistir sólo en organizar
cruzadas puritanas o en restablecer deberes y prohibiciones. La propuesta que
presentan hoy Tobías y Sara se plantea en otro ámbito, el de las motivaciones
profundas, y suena cautivadora como un reclamo y provocadora como un desafío.
Ambos se sitúan, en el umbral de su vida de pareja, con el respeto, la ansiedad
y la admiración de quien sabe que recibe un don inestimable. No buscan la
realización de un proyecto suyo, sino que se ofrecen, como instrumentos dóciles
y responsables, a la realización de un designio que está por encima de ellos y,
al mismo tiempo, les interpela y les compromete. Se saben pensados el uno para
la otra por un amor más grande, son conscientes de que su amor recíproco, que
florece en el tiempo, es eco y respuesta a un amor más grande que les ha
precedido. Su relación se abre con la bendición de Dios, el «tercero» presente
y operante en su acontecer.
ORACION
Bendito seas, Dios, Señor y autor de la vida, vida y belleza
eterna. Bendito seas por todo lo que vive y muestra un reflejo de tu belleza y
de tu sabiduría. Bendito seas por habernos otorgado el don de la vida. Bendito
seas por habernos llamado a ser tus colaboradores conscientes en tu continua
obra de creación y de redención.
Bendito seas por habernos creado a tu imagen y semejanza, capaces
de entregar y de recibir amor, capaces de abrirnos al otro y de acogerlo en la
veneración de su misterio. Bendito seas por haber depositado en nosotros una
chispa de aquella energía viva, de amor, que arde en tu eterno secreto. Tú nos
la diste para que, con la alegría de los hijos, fuésemos sus administradores
fieles y responsables.
Bendito seas, Padre, fuente de todo amor fecundo, bendito seas,
Hijo, esposo ardiente de la humanidad, bendito seas, Espíritu Santo, sello de
caridad y de unión.
Muchas Bendiciones
Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant
La frase tiene muchas interpretaciones pero entiendo que la más correcta es que hay que amarse a uno mismo y del mismo modo, ni más ni menos, hay que amar al prójimo. Claro que desgraciadamente a veces se sigue más el "Odiarás al projimo como a ti mismo" o "Odiarás al projimo como te amas a ti mismo". Por el contrario, a veces también podemos llegar a amar más al projimo que a nosotros mismos y esto tambíen es valido para la frase de Jesús.
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