Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

7 de enero de 2013

Lunes, 7 de Enero de 2013 Comentarios de las Lecturas,




1Jn. 3, 22-4, 6. ¿Realmente creemos en Dios? Nuestra fe en Él se ha de manifestar siendo fieles a su mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo y que nos amemos los unos a los otros conforme al precepto que nos dio. Quien rechaza a Jesucristo como Hijo de Dios es el anticristo; quien no ama a su prójimo como Cristo nos ha amado a nosotros también es del anticristo. No podemos confesar nuestra fe en Jesús como Hijo de Dios sólo con los labios; es necesario que nuestras obras sean congruentes con nuestra fe. Quien amolda su vida a las enseñanzas de Jesucristo, ese es de Dios y permanece en Aquel que es la Verdad, pues está escuchando a Dios y está poniendo en práctica su Palabra. No vivamos pecando; no destruyamos a nuestro prójimo; no pasemos de largo ante sus necesidades. Jesucristo nos enseñó, con su propia vida, que amar a los demás es llegar, incluso, a dar nuestra vida por ellos. Mientras en este aspecto nos quedemos en medianías, o hagamos distinción de personas, seremos muchas cosas, menos verdaderos cristianos.

Sal. 2. Tú eres mi Hijo amado en quien tengo puestas mis complacencias. Hoy, el hoy de la eternidad, el eterno presente en el que es engendrado el Hijo de Dios por el Padre Dios, lo hace igual a Él en el ser y en la perfección, de tal forma que quien contempla al Hijo contempla al Padre, pues el Hijo está en el Padre y el Padre en el Hijo. A nosotros corresponde reconocer al Hijo de Dios, encarnado, como Señor de nuestra vida siéndole fieles al escuchar su Palabra y ponerla en práctica; postrándonos de rodillas ante Él para estar atentos a su voluntad y permitirle que Él lleve a efecto su obra salvadora en nosotros. Aquel que vive en la rebeldía a Jesucristo, aquel que va por caminos de pecado y de muerte, a pesar de que acuda a dar culto a Dios, no le pertenece a Dios, pues sus obras son malas. Manifestemos nuestra fe no sólo con palabras, sino con una vida íntegra entregada a realizar el bien conforme a las enseñanzas del Señor. Entonces estaremos demostrando, con la vida misma, que en realidad pertenecemos al Reino y familia de Dios.

Mt. 4, 12-17. 23-25. En verdad que Jesús, el Hijo de Dios encarnado, ha venido a buscar todo lo que se había perdido, vino a reunir a los hijos que el pecado había dispersado. Él cargó sobre sí todas nuestras culpas, y por sus heridas nosotros fuimos curados. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y nos da la luz para que en adelante ya no vayamos tras las obras de las tinieblas, del error, del pecado, sino que caminemos a la luz del Señor, revestidos de Cristo. Por eso hemos de reconocer con humildad nuestros desvíos y hemos de pedir perdón para volver al Señor y estar continuamente en su presencia. No basta con llamarnos hijos de Dios para serlo; hay que demostrarlo con la vida que se ha dejado iluminar por Cristo y que se convierte en portadora de la bondad del Señor para con los enfermos, los pobres, los pecadores. Pues así como Dios nos ha amado a nosotros, así nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Si Cristo nos ha iluminado, seamos luz, y no tinieblas, ni ocasión de tropiezo para los demás.

En esta Eucaristía nos acercamos no a celebrar un rito, sino a unir nuestra vida al Señor. Hacemos nuestra la luz, que es Cristo. Su salvación, antes que nada, ha de llegar a nosotros, pecadores. En nuestros oídos resuena con toda su fuerza aquella invitación del Señor: Conviértanse porque ya está cerca el Reino de los cielos. Y nuestro arrepentimiento y conversión se ha de manifestar en la capacidad de amar que procede del mismo Dios, a quien le hayamos abierto las puertas de nuestra vida. Habiendo entrado en comunión con el Señor debemos ser un signo de su amor salvador para todos los pueblos. Es entonces cuando en realidad estaremos siendo guiados por el Espíritu de Dios y seremos de Cristo.

El hombre de nuestro tiempo sufre muchas enfermedades y dolencias que necesitan ser curadas. El egoísmo ha anidado en muchos corazones y les ha llevado a querer lograr los propios objetivos incluso a costa de pisotear los derechos de los demás. Muchos se aferran al poder de tal manera que por conservarlo se dedican a sacrificar inocentes, sólo con el afán de conservar la propia imagen. Muchos se han autodenominado salvadores de los demás y se han vuelto implacables perseguidores de quienes no comulgan con sus ideas. Muchos, en el afán desmedido y enfermizo de poseer bienes temporales, se convierten en traficantes de drogas o se dedican al secuestro de personas. Mucho otros han perdido el sentido de la propia vida y queriendo olvidarse de sus propias pobrezas o tristezas se dedican a enviciarse o a envilecerse. Quienes pertenecemos a Cristo no podemos quedarnos contemplando las enfermedades y dolencias de la gente de nuestro tiempo. Es necesario ponernos en camino para tratar de remediar todos esos males, no por nuestras propias fuerzas, sino por la fuerza del Espíritu de Dios que habita en nuestros corazones e impulsa nuestra vida para que seamos un signo de Cristo Salvador para nuestros hermanos.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir con mayor lealtad nuestra fe, dejando a un lado nuestros caminos de maldad y esforzándonos en dar una solución adecuada a los males de nuestro mundo, para que así la salvación que Dios nos ofrece llegue, por medio de su Iglesia movida por el Espíritu Santo, hasta los últimos rincones del mundo. Amén.

Homiliacatolica.com

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