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Gracias


Maria Beatriz.



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En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

14 de noviembre de 2012

“Al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios” Lc 17, 11-19


“Al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios”
Lc 17, 11-19

1.      LOS SAMARITANOS SON BENÉVOLOS MIENTRAS LOS JUDÍOS SON DESAGRADECIDOS
Para ir a Jerusalén viniendo desde Galilea, era necesario pasar por Samaria. Entre los judíos y samaritanos existía una vieja enemistad. Jesús se proponía cambiar esta aversión y odio. En este fragmento del Evangelio, comprobamos una vez más que los samaritanos son benévolos mientras los judíos son desagradecidos a los beneficios que se les habían dispensado.



2.      "¡JESÚS, MAESTRO, TEN COMPASIÓN DE NOSOTROS!"
Así fue, como mientras Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!"
A estos leprosos los unía la desgracia común. Pero tenían una esperanza y se presentaron donde Jesús había de pasar, seguramente estaban ansiosos e inquietos por verle.
3.      LOS LEPROSOS ESTABAN EXCLUIDOS
La ley de los judíos considera a la lepra como enfermedad impura o inmunda. Por esa razón los leprosos estaban excluidos del trato con los demás hombres. Sin embargo la ley del Evangelio no considera como inmunda la lepra externa, sino la interna.
Los leprosos, tenían que vivir alejados de los poblados, por lo general a las afueras de las ciudades y aldeas, sus casas eran cuevas o viviendas para leprosos. Sus vidas eran humillantes, ellos vestían de modo de mostrar su enfermedad y si alguien se les acercaba, era obligación gritar “Soy impuro”.
EL SEÑOR SIEMPRE ESTÁ CERCA
Entonces esperan ver pasar al Señor desde lejos como avergonzados por la impureza que tenían sobre sí. Creían que Jesús los rechazaría también, como hacían los demás hombres con ellos. Por esto se detuvieron a lo lejos,  y empezaron a gritarle: ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros, pero al ver acercarse al Señor, ya mas confiados y necesitados de Cristo, se acercaron con sus ruegos. “El Señor siempre está cerca de los que le invocan con verdad” (Sal 145,18).
4.      PORQUE CONOCEMOS LA MAGNITUD DE SU PODER
El grito angustioso de los leprosos, es el mismo que repetimos tantas veces en diversas circunstancias de nuestras vidas y Jesús mitiga y acaba con nuestros abatimientos y tristezas.
Así es como confiamos el invocar el nombre de Jesucristo, de esta forma llamamos y nos dirigimos con ruegos y obtenemos los que buscamos y deseamos porque Jesús quiere decir Salvador. Ellos como nosotros decimos "Ten compasión de nosotros", porque conocemos la magnitud de su poder.
A Jesús, los leprosos no le piden riquezas, ni oro ni plata, sino la salud y purificación de su cuerpo. Y le llaman Jesús, Maestro, no le piden sencillamente, ni le ruegan como mortal. Ellos, los leprosos hicieron un acto de fe en Jesús.
5.      "VAYAN A PRESENTARSE A LOS SACERDOTES".
Pero,”Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Porque éstos verían si habían sido curados o no de la lepra. Pero lo interesante, es que ellos se pusieron inmediatamente en camino, obedeciendo el mandato recibido. El beneficio de aquella fe, por aquel acto de sumisión que hicieron, mientras iban quedaron curados.”Y en el camino quedaron purificados”
6.      AL COMPROBAR QUE ESTABA SANO, VOLVIÓ ATRÁS ALABANDO A DIOS
El Evangelios continua; “Uno de ellos, al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias.” Manifestando así con su postración y sus ruegos su fe y su gratitud.  De los diez leprosos, nueve de ellos eran israelitas y fueron desagradecidos, pero uno de ellos era samaritano y volvió expresando su gratitud.
Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?" Y Jesus agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado".
7.      NADA IMPIDE QUE NOS ACERQUEMOS A CRISTO JESÚS
Este fragmento del evangelio nos enseña que nada impide que nos acerquemos a Cristo Jesús, ni la más terrible de las enfermedades ni la más grave de las impurezas.
El hombre, venga de donde venga, sea del pueblo o la raza que sea puede acercarse confiadamente a Cristo Jesús. Ninguno por el solo hecho de nacer en una familia privilegiada, o porque se cree mas cristiano o porque no falta nunca a Misa, puede sentirse con más derecho a acercarse a Dios que otro. Cristo Jesús, vino para todos y en especial a los que mas sufren.  “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré”. (Mt 11,28)
8.      TODOS SON CURADOS, Y SOLO UNO AGRADECE A JESÚS EL MILAGRO
Todos son curados, y solo uno agradece a Jesús el milagro y da gloria a Dios. El hecho de que no fuese del pueblo elegido, sino samaritano, resalta más la importancia del buen corazón para creer, más allá de las consideraciones de pertenencia al Pueblo elegido. Porque los nueve que eran israelitas fueron precisamente los desagradecidos. Por esto Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez?
La ingratitud, es una falta grave, es el olvido o desprecio de los beneficios recibidos y es indigno en la vida de los seres humanos, al contrario, el agradecimiento es la memoria del corazón y es una hermosa actitud del hombre de bien.
Dice san Pablo: “Doy gracias a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro” (1 Timoteo 1-12)
“El Señor es nuestro refugio y fortaleza, una ayuda siempre pronta en los peligros. Por eso no tememos, aunque la tierra se conmueva y las montañas se desplomen hasta el fondo del mar; aunque bramen y se agiten sus olas, y con su ímpetu sacudan las montañas. El Señor está con nosotros, nuestro baluarte es el Dios.” (Salmo 46)
Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!.
Jesús esta de paso por Samaria, territorio del pueblo de samaritano, allí se le acercan unos leprosos, hombres que vuelven a otros impuros, salen al encuentro del Señor. Jesús se nos muestra una vez más que él es verdaderamente el salvador de todos, el hermano universal, que ha venido para todos sin excepción y no hace distinciones entre las personas. Me enseña Jesús, en este relato, que él no califica ni descalifica a nadie, a él no le importa a que raza o a que pueblo pertenece o si es rico o pobre el que sufre por su salud.
Este prodigio de Jesús está efectuado con la mucha moderación y con una apertura cariñosa por los más pobres entre los pobres, a aquellos que tienen más necesidad de su poder sanador.
Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: ¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?.
El relato nos hace saber que todos los que salieron al encuentro con el Señor, quedan sanados, nueve de ellos se van felices, pero sólo uno siente la necesidad de regresar a Jesús para agradecérselo y está tan agradecido que se le echa a los pies para darle a entender que, de ahora en adelante, se considera no sólo beneficiario de un milagro, sino también y sobre todo un discípulo. Sólo él recibe de Jesús la curación completa, la del cuerpo y la del alma.
Por desventura, no a todos se les da la gracia de realizar el camino de la salvación, que va desde el favor recibido, a la gratitud y a la alabanza. Nos damos cuenta además que no es suficiente con encontrarse con Jesús, además de eso, es necesario oír su Palabra, consentir a la misteriosa atracción de la gracia y seguirle a donde vaya.
El encuentro personal con Jesús no sólo renueva
El encuentro personal con Jesús no sólo renueva el cuerpo enfermo  de este pobre leproso, sino que también transforma su espíritu profundamente. Al leproso curado no le basta con haber resuelto un problema de la salud personal, ahora que ha tenido un encuentro con Jesucristo, le parece demasiado poco y, sobre todo, indigno de un hombre que ha vislumbrado haber encontrado a una persona como Jesús que es asombrosa, por tanto su verdadera aspiración es regresar para conocer y reconocer a su verdadero sanador, como para agradecérselo y seguirle.
La ingratitud duele, porque se siente en el alma.
“El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” nos habla del agradecimiento y la ingratitud. En efecto, en la magna obra, Cervantes también se aborda el tema del agradecimiento como de la ingratitud, Don Quijote dice manifiestamente conmovido por la hospitalidad recibida “Sólo os digo que tendré eternamente escrito en mi memoria el servicio que me habedse hecho, para agradecéroslo mientras la vida me durare…” (p.222). De esta forma, observamos, que frente a un acto generoso, lo primero que hace Don Quijote es siempre agradecer.
Otra frase del Hidalgo que esta estampada en la obra es: "como siempre los malos son desagradecidos". Que duda cabe, con la indiferencia o la ingratitud podemos herir profundamente a las personas que se han sacrificado por nosotros y en especial, que han sido un regalo para nuestras vidas  tales como nuestros padres, hermanos o amigos que nos acompañan y se preocupan por nosotros. Es que la ingratitud duele, porque se siente en el alma.
“La ingratitud es hija de la soberbia y uno de los mayores pecados que se sabe”,  (Don Quijote, (II, LI) Entre los pecados mayores que los hombres cometen –dirá en otra ocasión el ilustre manchego–, aunque algunos dicen que es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento, ateniéndome a lo que suele decirse: que “de los desagradecidos está lleno el infierno”. Este pecado, en cuanto me ha sido posible, he procurado yo huir desde el instante que tuve uso de razón. (II, LVIII).
Oración.
Señor, a pesar de lo que somos, tú nos miras y, a pesar de todas de nuestras faltas, nos regalas con la belleza de tu corazón. No obstante, igual como los otros nueve leprosos del evangelio, después de sentirnos aliviados, seguimos por nuestro camino, ingratos e incapaces de agradecer todo los que haces por nosotros. No deseo llegar a eso, deseo mantener siempre en mis labios, de corazón, ¡Gracias Señor!
De Corazón

El Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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