No gran cosa, si
consideramos que de todos nosotros, espera al menos un mínimo, otra cosa es que
tú aspires a sacar nota. Ante todo hay que saber y ser siempre plenamente
consciente de que el Señor, tiene una verdadera obsesión porque todos nos
salvemos, porque todos retornemos a nuestro origen que es Él mismo. El Señor,
nos ha creado a todos y cada uno de nosotros, como criaturas singularísimas,
aunque seamos miles de millones de personas, pues para Él nada hay imposible,
al ser en Él y tener todo en Él un sentido ilimitado. Por ello Él nos ama con
ese carácter singular con que por amor nos ha creado y desea fervientemente que
superemos la prueba de amor para lo que aquí nos encontramos.
Una cualidad esencial
del amor es la libertad, sin libertad no existe amor, nadie puede amar por
razón de una orden o decreto recibido, el amor se desarrolla en la libertad, si
no media la libertad no puede existir auténtico amor. Y este principio funciona
por igual y es así, tanto en el orden humano terrenal, como en el espiritual.
Si Dios nos hubiese creado sin libertad, posiblemente por no decir ciertamente
jamás hubiésemos pecado, pero Dios se hubiese quedado sin enterarse, quien era
el que le amaba y de quien no le amaba.
Los ángeles también
son criaturas creadas por Dios, y creadas todos ellos en libertad, ellos fueron
creadas libres, y hubo una serie de ellos, posiblemente millones, que mal
usando de la libertad recibida y al grito de non serviam no serviremos, capitaneados
por lucifer, se rebelaron frente al Señor que era su Creador. Es indudable que
el que otorga libertad, corre un riesgo. Humanamente los padre que tienen hijos
a medida que estos van creciendo, se van liberando de la tutela de sus padres y
donde no había problemas estos empiezan a aparecer, aunque no siempre y por
igual con todos sus hijos, pues los hay diferentes, igual que nosotros somos
diferentes en amor al Señor.
Creado el hombre en
libertad y puesto sobre la tierra para sopesar su amor al Señor, Él nos da una
regla muy simple para que saquemos la prueba adelante, y es que le amemos a Él
sobre todo y ante todo y eso simplemente es lo que espera de cada uno de nosotros.
¿Y cómo se demuestra que uno, está dispuesto a amar al Señor? Muy
sencillamente, cumpliendo sus mandamientos, los cuales no suponen ninguna carga
impuesta por Dios, pues Él nos ha dotado de una ley natural, que nos dice si
nuestros actos se acomodan a lo que desea nuestro Creador, o no se acomodan. Y
cuando ejecutamos algún acto contrario a esa ley natural, sentimos en nuestro
interior un desasosiego e inquietud, que se conoce con el nombre de
remordimiento. No existe ningún precepto de los mandamientos de la ley de Dios
que esté en contraposición con la ley natural, pues ambas leyes son producto de
la voluntad divina.
Y por si fuera poco,
el Señor nos ha proporcionado una serie de regalos, conocidos con el nombre de
“dones y gracias divinas”, para perfeccionar nuestro amor a Él. Estas dádivas
divinas las tenemos continuamente a nuestra disposición, por medio de unos
canales de distribución que llevan el nombre de “Sacramentos”. Ellos son siete
y su uso cuanto más frecuente, más nos intensifican el aumento del amor al
Señor, que es para lo que aquí abajo nos encontramos.
Pero mucho,
muchísimo, espera de ti, si es que decides entregarte a Él y tratar de
complacerle, siendo uno de sus elegidos. Dicho en términos estudiantiles, si es
que aspiras a sacar nota. Si esto es así, prepárate, porqué tal como ya
expliqué en una glosa anterior, Dios te dilacerá sin compasión alguna, y tú lo
más seguro que ocurra, es que estés encantado con que Él te desgarre, te
destroce y te triture, sobre todo, tu orgullo y tu vanidad, y te haga bajar de
ese pedestal en que consciente o inconscientemente te has subido, para que los
demás te admiren las que tú crees que son tus cualidades, cualidades, estas que
en tu vida interior de relación de tu alma con el Señor, no te valen para nada,
pues solo hay una cualidad humana que estime el Señor en nosotros y es la
Humildad, que la escribo con mayúscula, para poner más énfasis en su tremenda
importancia, ella esta virtud, es la antítesis de la soberbia que es el vicio
más aborrecido por el Señor, y el orgullo que la soberbia nos genera en
nosotros mismos. Hay en la vida del hombre dos binomios que son: amor con su
antítesis que es el odio y orgullo con su antítesis que es la humildad. Los dos
binomios juegan un importantísimo papel en la vida del hombre, pero no es el
caso ocuparnos ahora y aquí de este tema.
Entregarse a Dios
del todo, es una aventura muy peligrosa, porque Dios es un Ser insaciable,
ilimitadamente insaciable, y uno ha de estar dispuesto a dar todo y muchos más
de lo que inicialmente pudiéramos considerar como, lo que significa dar todo.
Él no te quiere compartirte a ti, ni con nada ni con nadie, Él lo quiere todo,
necesita todo tu amor, porque nunca olvides que también Él, te lo da todo a ti.
Para entregarnos a Dios, hemos de tener siempre presente que la fuente de
nuestro amor, solo es Dios. Amamos porque solo de Él, nace el impulso que
motiva nuestra naturaleza y nuestro ser. Sin el apoyo de Él, sin el deseo que
Él tiene de que existamos, seríamos parte de la “nada”, es decir, no
existiríamos. Él nos sacó a todos y cada uno de nosotros, precisamente de la no
existencia, es decir, de la “nada”.
La entrega a Dios ha
de ser siempre total, sin reparo alguno. El Señor así lo pide siempre. En el
Evangelio de San Mateo, podemos leer; "Otro discípulo le dijo: Señor,
permíteme ir primero a sepultar a mi padre; pero Jesús le respondió: Sígueme y
deja a los muertos sepultar a sus muertos”. (Mt 8,21-22). Nuestra naturaleza
humana nos pide, que nos resistamos, y que si hemos de aceptar la entrega, al
menos que nos reservemos algo para nosotros, que no nos entreguemos en
plenitud. Nosotros tratamos siempre de reservarnos muchos afectos, deseos,
proyectos esperanzas, pretensiones, cosas a las que no renunciamos,
impidiéndonos así llegar a esa perfecta desnudez del alma, que es
imprescindible para tener a Dios, si se quiere ir a la completa posesión de
Dios, dentro de lo que, podemos llegar a poseer a Dios, dada nuestra naturaleza
de seres limitados, hemos de ser absolutos en nuestra incondicional entrega a
Él. Y no pensemos que cuando uno se lanza y decide ir adelante esto va a costar
mucho, no cuesta, es como bajar corriendo por una cuesta empinada, a medida que
bajamos vamos más deprisa y con menos esfuerzo a la vea que aumenta el goce de
ganar velocidad, sin apenas esfuerzo.
Todo lo que pide
Dios, cuando decidimos ir a entregarnos a Él, es que pongamos nuestra fe y
nuestra esperanza en Él, que le amemos con todo nuestro corazón, que
renunciemos a nuestra propia fuerza y nuestros necios planes por humildad y
abandono; Él hará el resto. El ejemplo más admirable de absoluta entrega a
Dios, lo tenemos en Nuestra Madre celestial, la cual vivió, en Él, por Él, y
para Él, a lo largo de toda su vida, en una creciente entrega a Dios Padre, suya
y de todo lo que ella más quería: Su Hijo Jesús.
Mi más cordial
saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga
Publicado por Juan del Carmelo en: estaesnuestracasa.blogspot.com.es
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