Meditación: Isaías 50,4-9
La Semana Santa es una excelente ocasión para recordar el gran amor que demostró Jesucristo, nuestro Señor, a sus hermanos al recorrer el solitario trayecto hacia la cruz y morir en lugar nuestro.
Si pensamos en su misericordia, Él no deja que el recuerdo de estos episodios se reduzca nada más que a ejercicios de la memoria. En realidad nos invita a caminar con Él, a observar, presenciar y esperar con Él, para que así podamos reconfortarlo con nuestro amor. Jesús quiere mostrarnos cuánto nos ama cuando nos unimos a Él en el camino hacia la cruz. El Espíritu Santo hará —si se lo permitimos— que los acontecimientos que sucedieron en el Calvario hace 2000 años dejen de ser meros hechos históricos para convertirse en realidades de nuestra propia salvación.
Ahora bien, sabiendo que Jesús desea que su muerte y su resurrección cobren vida para nosotros, fijemos la mirada en su Persona. Contemplemos un crucifijo y pensemos en Cristo clavado en la cruz, mientras meditamos en el hermoso cántico que leemos hoy en el libro de Isaías. Si lo hacemos, el Espíritu puede comunicarnos un nuevo entendimiento de las profundidades hasta las cuales descendió Jesús para redimirnos y darnos su vida divina.
Con cada estremecedor latigazo de la flagelación, y cuando aquellas terribles espinas se le clavaban en el cráneo, Jesús se llenaba de un amor inefable por cada uno de sus seguidores. El rechazo y la burla que sufrió fueron inimaginables, pero siempre reaccionó con misericordia y bondad, soportando nuestro castigo, porque no quería que nos perdiéramos para siempre. ¡Qué amor más asombroso! Querido hermano, medita en la increíble misericordia con que Jesús te ha perdonado tus pecados; escúchalo cuando intercede por ti ante su Padre, rogándole que te perdone. Oye su voz cuando desde la cruz te dice: “¡Lo hice todo por ti, porque te amo!”
Depositemos a los pies de Jesús toda la rebeldía de nuestro corazón, especialmente los temores y las ansiedades que nos impiden amarlo a Él y al prójimo. Adoremos al Hijo de Dios, cuyo amor es infinito e ilimitado. Démosle gracias con toda humildad por amarnos a cada uno personalmente.
“Salvador y Señor mío, te veo muriendo en la cruz y mi corazón se llena de amor por Ti. No puedo ofrecerte nada que exprese adecuadamente mi profunda gratitud. Por eso me entrego a Ti por entero, con el corazón sinceramente agradecido.”
Salmo 69,8-10.21-22.31.33-34
Mateo 26,14-25
Tomado de: la_Palabra.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario