Meditación: Lucas 13,22-30
Cuando le preguntaron a Jesús si serían muchos o pocos los que se salvarían, Él dio dos respuestas, aunque generalmente recordamos sólo la primera: “Procuren entrar por la puerta angosta” (Lucas 13,24). Muchos hemos guardado esa respuesta en algún rincón de nuestra mente como una de las cosas difíciles que dijo Jesús.
Pero la segunda respuesta fue: “Porque va a venir gente del norte y del sur, del este y del oeste, para sentarse a comer en el reino de Dios” (Lucas 13,29). ¿Quiénes son los que vienen de todas partes del mundo a participar en el banquete celestial?
Imagínese que usted está esperando para comparecer ante el tribunal de Dios para el juicio de su vida. A su lado está un hombre que viene del otro lado del océano y más allá una mujer de otra remota parte del mundo. Los tres han vivido y muerto sin conocerse, pero ahora esperan turno para presentarse ante el gran Rey y Juez de toda la creación.
Quizás la situación social y económica de los tres fue muy distinta, pero eso ya no importa, y posiblemente algunas de las cosas de las que usted tanto se enorgulleció en su vida ahora quisiera poder ocultar: la ostentación en el vestir, la promoción que usurpó a un compañero que la merecía más, la cuenta bancaria que engrosó a costa de tacañería, la falta de atención a los hijos, etc.
En la vida podemos seguir uno de dos senderos divergentes: el de la disciplina, la búsqueda diaria de la guía de Jesús y el esfuerzo por seguir al Señor lo mejor posible, o bien el de la indiferencia y el egoísmo. Si tratamos de entrar por la puerta angosta, debemos recibir con agrado la disciplina del Señor, porque Él nos corrige como un padre a sus hijos (Hebreos 12,5-7) y nos manda orar, estudiar la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia, participar en los sacramentos y servir a nuestros hermanos en el mundo. Si lo hacemos, encontraremos abierta esa puerta angosta y gozaremos de la compañía gozosa de la gran multitud que viene del este y el oeste a disfrutar del banquete celestial.
“Jesús, Salvador nuestro, gracias por escoger al camino angosto. Por tu cruz y tu resurrección nos has librado del pecado y de la muerte. Fortalécenos ahora, Señor, en las decisiones cotidianas, para que siempre entremos por la puerta angosta que nos lleva de regreso a tu lado.”
Isaías 66,18-21
Salmo 117,1-2
Hebreos 12,5-7.11-13
Tomado de: La_Palabra.com
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