Meditación: 2 Timoteo 4,1-8
El mensaje de esta epístola, escrita hace ya tantos siglos, bien podría haber sido parte de una carta pastoral escrita a nuestras parroquias en 2010. Muchos de los temas que aquí se tocan son precisamente algunos de los problemas y dificultades que enfrentamos hoy los creyentes al tratar de vivir el mensaje del Evangelio.
Esta carta fue enviada al párroco de una iglesia del siglo I, pero perfectamente bien pudo haber sido escrita a todos nosotros, porque todos somos miembros de “una familia escogida, un sacerdocio al servicio del rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios” (1 Pedro 2,9).
En esta carta, San Pablo le recuerda a Timoteo que éste ha recibido la misión de predicar la palabra de Dios con urgencia y fidelidad y también la de ser pastor de sus discípulos, tarea importante pero a veces ingrata. Como lo sabe cualquier párroco de hoy, conducir a un “rebaño” significa a veces tener que lidiar con malentendidos, acusaciones, enseñanzas falsas y desviaciones del verdadero mensaje dado por Jesús. En esa época, y hoy también, había muchos que se dejaban llevar por ideas erróneas y especulaciones, e interpretaban el Evangelio según mejor les parecía.
Hoy son cada vez más numerosas las personas que tratan de justificar el pecado. Nuestra sociedad descuida el valor de la vida cuando mata “legalmente” a los no nacidos y a los ancianos y cuando corre en pos de dioses falsos, como la riqueza material, la inmoralidad sexual y el afán de fama y poder. Hay muchísimas “filosofías” que son directamente contrarias al mensaje del Evangelio, ideas y “opciones” que llevan a los hijos de Dios lejos de la verdad y de la luz. Dios nos llama a todos los creyentes, como a Timoteo, a permanecer fieles y firmes en la fe, porque es posible que algunos se hayan desviado por haber aceptado conceptos y valores mundanos que van ganando aceptación popular. Pero gracias a Dios que tenemos a nuestro lado al único que puede salvarnos y llevarnos a la verdad: ¡Jesucristo, nuestro Señor!
Cristo prometió que el Espíritu Santo permanecería con nosotros para enseñarnos y reconfortarnos. Cuando dedicamos tiempo a leer la Sagrada Escritura y escuchar el susurro suave y delicado del Espíritu, el Señor nos lleva a una conversión más profunda y a una aceptación más plena de la verdad.
“Amado Jesús, creemos que Tú estás presente en nosotros y que continuarás protegiéndonos y bendiciéndonos porque somos tu Iglesia, el pueblo que te pertenece, para tu gloria y honor.”
Marcos 12,38-44
Tomado de: la-palabra.com
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