Santos: Úrsula de Colonia y compañeras, mártires; Celia o Celina de Lyon, viuda; Antonio María Gianelli, fundador. Feria (Verde)
SU VENIDA ANUNCIÓ LA PAZ
Ef 2,12-22; Lc 12,35-38
Ambas lecturas manejan el motivo de la venida inesperada y
sorpresiva El Evangelio refiere la visita intempestiva del patrón que regresa
de una boda. Afortunados serán los empleados que estén atentos para acogerlo a
su llegada. Si el patrón encuentra a los siervos cumpliendo su quehacer, se
entusiasmará tanto que, invertirá los roles y se pondrá a servirles
gustosamente. En la narración de la carta a los Efesios se nos relata la serie
de benéficos reajustes que el Mesías Jesús realizó entre quienes creían en Él.
Las hostilidades y los prejuicios racistas y excluyentes han quedado borrados.
Cuando la fuerza del Evangelio se asume de forma genuina produce una humanidad
nueva. Los frutos de la venida del Mesías no pueden volatilizarse, tienen que
concretarse en una serie de transformaciones personales y sociales: quien
encuentra a Jesús está al servicio de la paz y la reconciliación, basada en la
justicia.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Ap 7,
9)
Vi una muchedumbre innumerable de toda nación
y raza pueblo y lengua. Aleluya.
ORACIÓN COLECTA
Señor y Dios nuestro, que en la nueva alianza instituida por
Cristo continúas formándote, sin distinción de razas ni fronteras, un pueblo
que tu Espíritu Santo congrega en la unidad, haz que tu Iglesia, fiel a la
misión que le confiaste, comparta siempre las alegrías y las esperanzas de la
humanidad y sea como su fermento y su alma, para convertir a todos los hombres
a Cristo y hacerlos hijos de Dios. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
Cristo es nuestra paz; Él hizo de los judíos
y de los no judíos un solo pueblo.
De la carta del apóstol
san Pablo a los efesios: 2, 12-22
Hermanos: Recuerden que antes vivían ustedes sin Cristo, que
estaban excluidos de la ciudadanía de Israel y eran extraños a las alianzas y
promesas, y no tenían esperanza ni Dios en este mundo. Pero ahora, unidos a
Cristo Jesús, ustedes, que antes estaban lejos, están cerca, en virtud de la
sangre de Cristo.
Porque Él es nuestra paz; Él hizo de los judíos y de los no judíos un solo
pueblo; Él destruyó, en su propio cuerpo, la barrera que los separaba: el odio;
Él abolió la ley, que consistía en mandatos y reglamentos, para crear en sí
mismo, de los dos pueblos, un solo hombre nuevo, estableciendo la paz y para
reconciliar a ambos, hechos un solo cuerpo con Dios, por medio de la cruz,
dando muerte en sí mismo al odio.
Vino para anunciar la buena nueva de la paz, tanto a ustedes, los que estaban
lejos, como a los que estaban cerca. Así, unos y otros podemos acercamos al
Padre, por la acción de un mismo Espíritu.
En consecuencia, ya no son ustedes extranjeros ni advenedizos; son
conciudadanos de los santos y pertenecen a la familia de Dios, porque han sido
edificados sobre el cimiento de los apóstoles y de los profetas, siendo Cristo
Jesús la piedra angular.
Sobre Cristo, todo el edificio se va levantando bien estructurado, para formar
el templo santo del Señor, y unidos a Él también ustedes se van incorporando al
edificio, por medio del Espíritu Santo, para ser morada de Dios.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
El Precio de la Paz
En nuestro tiempo, los embates del terrorismo y de otras formas de
violencia acrecientan un anhelo que es muy caro al corazón humano, el anhelo de
la paz. La paz se ha convertido en moneda de todos los bolsillos y palabra que
todos repiten. Pero la primera lectura de hoy nos recuerda que la paz verdadera
tiene un precio.
En el mundo antiguo, allá en el siglo I, los judíos y los no
judíos (esto es, los llamados "gentiles") se despreciaban mutuamente,
llegando en algunas ocasiones a la segregación o el odio. Las razones suenan
extrañas a nuestros oídos: los judíos veían con desaprobación y repugnancia las
costumbres libertinas de los paganos, y estos veían con extrañeza y suspicacia
las costumbres particulares del pueblo de Abraham y de Moisés. Por eso Pablo
habló de un "muro" que separaba a "los dos pueblos." Ahora,
sin embargo, el mismo apóstol dice que el muro ha sido derribado y que el que
lo ha logrado, el que ha vencido al odio y traído la paz, se llama Jesucristo.
Pero ello tuvo un precio.
El precio de la paz fue el sacrificio de Cristo. Pablo lo describe
gráficamente diciendo que Cristo derribó el muro "con su carne."
Derribar un muro con la propia carne es destrozar la propia carne, y eso es
exactamente lo que ha hecho Nuestro Señor. El lugar de la paz no es la mesa de
negociación entre intereses humanos sino la mesa del altar y del sacrificio. No
se alcanza la paz mirándonos unos a otros sino mirando juntos hacia la Cruz que
denuncia todas nuestras miserias y también las sana.
Del salmo 84 R/. Dale,
Señor, la paz a tu pueblo.
Escucharé las palabras del Señor, palabras de paz para su pueblo santo. Está ya
cerca nuestra salvación y la gloria del Señor habitará en la tierra. R/.
La misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron, la
felicidad brotó en la tierra y la justicia vino del cielo. R/.
Cuando el Señor nos muestre su bondad, nuestra tierra producirá su fruto. La
justicia le abrirá camino al Señor e irá siguiendo sus pisadas. R/.
ACLAMACIÓN (Cfr. Lc 21,
36) R/.Aleluya, aleluya.
Velen y oren, para que puedan presentarse sin temor ante el Hijo del hombre.
R/.
Dichosos aquellos a quienes su señor, al
llegar, encuentre en vela.
Del santo Evangelio según
san Lucas: 12, 35-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Estén listos,
con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados
que están esperando a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto
llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en
vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él
mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en
vela, dichosos ellos".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Vivir Vigilantes
En el evangelio de hoy, por otra parte, Cristo llama a sus
discípulos a la vigilancia, como criados que esperan que vuelva su señor. Es un
tema que vemos aparecer con alguna frecuencia en los Evangelios, más aún cuando
el final de la vida misma del Señor se aproximaba. En esta ocasión el llamado a
vigilar va acompañado de promesas de bendición y felicidad: "Dichosos los
criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela." Sabemos
bien que un destino muy distinto aguarda a los que no estén en vela, pero por
hoy es más importante gozarnos de los bienes que están reservados para los que
vigilen.
Cristo describe estos bienes de un modo sencillo pero que sin
embargo queda algo velado a nosotros; dice: "el señor se ceñirá, los hará sentar
a la mesa y los irá sirviendo." Es interesante comparar esta afable
promesa con la manera como Cristo ve que nosotros solemos obrar: "¿Quién
de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando ovejas, y cuando regresa del
campo, le dice: Ven enseguida y siéntate a comer? ¿No le dirá más bien:
Prepárame algo para cenar, y vístete adecuadamente, y sírveme hasta que haya
comido y bebido; y después comerás y beberás tú? ¿Acaso le da las gracias al
siervo porque hizo lo que se le ordenó?" (Lc 17,7-9)
Lo que se anuncia a los que estén en vela es que serán servidos
por su señor: algo que, según la comparación que aquí proponemos, no sucede
nunca en esta tierra. Esperar el retorno del Señor es entonces esperar el
momento en que ya no seremos siervos, sino amigos (Jn 15,15); es también
esperar la hora en que "reinaremos con él" (2 Tim, 2,12) y ese día
sin término en que se cumpla lo que por ahora es anuncio: "Ellos verán su
rostro, y su nombre estará en sus frentes. Y ya no habrá más noche, y no
tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los
iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos." (Ap 22,4-5).
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, los dones que te presentamos y concede a tu
Iglesia, nacida del costado de Cristo en la cruz, encontrar en la participación
de este sacrificio la santidad de vida que la haga más digna de su autor. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
(Ap 7, 12)
La alabanza, la gloria, la sabiduría, las gracias, el honor, la
potencia y la fuerza se deben a nuestro Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA
COMUNIÓN
Alimentados con el sacramento de tu Hijo, te pedimos, Señor, que
hagas fecunda la actividad de tu Iglesia, para que no cese de revelar a los
pobres la inagotable riqueza del Evangelio, puesto que tú los has llamado a
formar la parte escogida de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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