“En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos: -«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas.
Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para
abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al
llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la
mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los
encuentra así, dichosos ellos»” (Lucas 12,35-38).
1. Jesús, quiero
aprender lo que nos dirás estos días sobre la vigilancia, esa actitud de espera
activa y despierta que nos pides:
-“Jesús decía:
"Poneos el traje de trabajo" -"llevad ceñida la cintura"- y
"mantened las lámparas encendidas". Llevar puesto el delantal es estar
presto para el trabajo: es el "uniforme" de servicio; también el
atuendo del viajero el que llevaban los judíos para celebrar la Pascua: el
viaje del éxodo. Dispuestos a salir de viaje ("con las maletas
preparadas").
Tener la lámpara encendida,
es estar siempre a punto, incluso durante la noche, como las cinco muchachas
prudentes que esperaban al novio. Con el aceite de la fe, de la esperanza y del
amor. Mirar hacia delante. Ayer se nos decía que no nos dejáramos apegar a las
riquezas, porque nos estorbarán en el momento decisivo. Hoy, que vigilemos. Es
sabio el que vive despierto y sabe mirar al futuro. No porque no sepa gozar de
la vida y cumplir sus tareas del "hoy", pero sí porque sabe que es
peregrino en esta vida y lo importante es asegurarse su continuidad en la vida
eterna. Y vive con una meta y una esperanza. En las cosas de aquí abajo
afinamos mucho los cálculos: para que nos llegue el presupuesto, para conseguir
éxitos comerciales o deportivos, para aprobar el curso. Pero ¿somos igualmente
espabilados en las cosas del espíritu? "Dichosos ellos, si el amo los
encuentra así". Y escucharemos las palabras que serán el colmo de la
felicidad: "muy bien, siervo fiel, entra en el gozo de tu Señor".
Y nos sentará a su mesa y nos irá sirviendo uno a uno (J. Aldazábal).
Señor, quieres que estemos
en alerta constante, siempre prestos a la acción y preparados para servir día y
noche. ¿Estoy yo preparado para servir en todo instante, en todo momento?
-“Pareceos a los que
aguardan a que su amo vuelva de la boda para, cuando llegue, abrirle en cuanto
llame”. Nos hablas de una llegada de "improviso", oculta...
¿Estoy siempre a punto de recibir a Jesús? "Vienes" de muchas
maneras:
- en tu Palabra, propuesta
cada día, esta allí... ¿Soy fiel a la oración?
- estás en todo hombre que
necesita de mí... "he tenido hambre, estaba solo..."
- en la Iglesia y lo que me
propone, estas allí... "quien a vosotros escucha, a mí me escucha..."
- en los acontecimientos,
"signos de los tiempos", que es preciso descifrar, estas allí...
- en mis alegrías y mis
penas, en mi muerte y en mi vida estas allí. Los hijos vuelven de la escuela:
es Jesús quien viene y espera mi disponibilidad. Un colega viene a pedirme que
le eche una mano: es Jesús quien viene. Se me invita a una reunión importante
para participar en la vida de la escuela, de la empresa, de la colectividad, de
la Iglesia... ¿me quedaré tranquilo en mi rincón? Estoy preparando la comida...
Trabajo en mi oficina, en mi despacho, en mi taller... Acepto una
responsabilidad que se me confía... Es Jesús que viene y al que hay que
recibir.
-“Dichosos esos criados
si el Amo al llegar los encuentra "en vela"”. Velar, en sentido
estricto, es renunciar al sueño de la noche, para terminar un trabajo urgente,
o para no ser sorprendido por un enemigo... En un sentido más simbólico, es
luchar contra el entorpecimiento, la negligencia, para estar siempre en estado
de disponibilidad. ¡Dichosos! ¡Dichosos ellos! (Noel Quesson)
-“Os aseguro que el Amo
se ceñirá el delantal, los hará recostarse y les servirá uno a uno”. Es
cosa inaudita que el amo haga eso con sus siervos. Tanto en los momentos
grandes como el momento de nuestra propia muerte –en hora imprevista- como para
la venida cotidiana del Señor a nuestras vidas, en su palabra, en los
sacramentos, en los acontecimientos, en las personas. Si estamos despiertos,
podremos aprovechar su presencia. Si estamos adormilados, ni nos daremos
cuenta.
2. San Pablo nos habla
de la reunión de paganos y judíos y la única Iglesia de Dios. Cristo es
"paz". Inaugura una nueva humanidad en la que todos somos iguales, y
reconciliados con Dios. Cristo es la piedra angular del edificio:
-“Hermanos, recordad
como en otro tiempo, estabais lejos del Mesías, excluidos de la comunidad de Israel
y extraños a las alianzas, sin esperanza y sin Dios en el mundo”. En otro tiempo existían los
"privilegiados" y los no «privilegiados». Y estaba prohibido a los
«goyims» -naciones paganas- atravesar el recinto del Templo que les estaba
reservado... bajo pena de muerte. Este desprecio de los «paganos» había
suscitado a su vez un anti-judaísmo muy generalizado. Perdón, Señor, por
nuestras estrecheces y por nuestras exclusiones…
-“Es El, Cristo, nuestra
«paz». De los dos, Israel y «gentiles» ha hecho un solo pueblo”. Por su carne resucitada derribó el
muro que los separaba, el odio, suprimiendo las prescripciones jurídicas de la
ley... El japonés que en el sótano del hospital murió cuando el tsunami
arreglando la electricidad, dando la vida para la salvación de muchos, pudo
encontrar a Jesús ahí, sin conocerle, como también podemos nosotros que lo
conocemos.
Uno de los frutos
esenciales de la redención es la unidad, la paz, la supresión de los racismos,
la destrucción de los «muros que separaban a los hombres entre sí». Y esto es
simbolizado por Pablo por la coexistencia en el seno de la misma Iglesia de
cristianos procedentes de Israel y cristianos venidos del paganismo. Hoy, en
nuestro mundo actual, en nuestra Iglesia actual ¿cuáles son los riesgos y los
puntos de ruptura, los puntos por los que el odio se infiltra?
-“Cristo quería reunir a
unos y otros en la paz y crear en El «un solo hombre nuevo»”. Unos y otros, reunidos en un «solo
cuerpo» quería reconciliarlos con Dios por la cruz. Estamos invitados por ti,
Jesús, a tener un mismo Padre, en fraternidad con los demás… Haz que comulgue
con tu voluntad, Señor. Entrar en la aventura del amor que «agrupa» que «hace
la paz», que «reconcilia», que «reúne»... esto cuesta la sangre de la cruz. No
es una empresa fácil. ¡Señor! ¡Haznos constructores de paz, constructores de
amor!
-“En su persona dio
muerte a la enemistad”. Señor,
que trate yo contigo de dar muerte a la enemistad.
-“Por El, unos y otros
tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu. Ya no sois «transeúntes» ni
«forasteros» sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios...” Estáis siendo juntamente edificados
hasta ser «morada de Dios» en el Espíritu. El verdadero Templo de Dios no está
hecho de piedras, sino de personas vivas: Dios habita en la humanidad... Esto
confiere una preeminente dignidad a todo ser humano (Noel Quesson).
La imagen de la casa lleva
consigo la imagen de la edificación. Israel es la construcción por excelencia
de Dios, que la ha "edificado" a lo largo de una obra secular,
preservándola de sus enemigos, asegurándole su fidelidad, santificándola con
una atención continuada. Pero los judíos rechazaron a Cristo, la piedra
angular, y han descartado piedras vivas, las naciones paganas, a las que Dios
contaba con incorporar en la construcción (Jer 12,16). Cristo debía haber sido
la piedra cumbre del edificio. Pero los judíos la rechazaron y el edificio se
ha derrumbado, y la destrucción del templo reveló la ruina del edificio-Israel
(Mt 23,37-38; 24,2).
Sin embargo, Dios continúa
edificando su pueblo: reemplaza el equipo de edificadores con Cristo y sus
apóstoles. Hay que hacer notar el carácter personalista de esta construcción:
se trata de una acción personal de Jesús, confiada a otras personas: por una
parte, los apóstoles; por otra, los cristianos venidos del paganismo. Pablo
habla por vez primera de la participación de todos los fieles en la obra de la
edificación: hasta ahora había reservado este privilegio a los apóstoles.
Además, la edificación no termina nunca, debido a la diversidad y perennidad de
los ministerios, pero siempre bajo el único impulso de Cristo
(Maertens-Frisque).
3. Igual que Cristo
hizo caer el muro divisorio entre Israel y el resto de la humanidad, igual que
en Berlín cayó felizmente el muro que separaba el Este del Oeste, tal vez
tendrán que desaparecer más muros en nuestra vida personal o comunitaria, para
que puedan cumplirse estas perspectivas tan optimistas de Pablo y lo que ya el
salmo cantaba: "Dios anuncia la paz a su pueblo".
Llucià Pou Sabaté
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