“En aquel tiempo, dijo uno del público
a Jesús: -«Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.» Él le
contestó: -«Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?» Y
dijo a la gente: -«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno
ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.» Y les propuso una parábola:
-«Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué
haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo
siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré
allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo:
Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date
buena vida." Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la
vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa
riquezas para sí y no es rico ante Dios»” (Lucas 12,13-21).
1. Uno le pidió a Jesús: "Maestro,
dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia". El derecho de
sucesión estaba regido, como siempre en Israel, por la ley de Moisés. Pero se
solía pedir a los rabinos que hicieran arbitrajes y dictámenes periciales. En
este caso una persona va a Jesús para que influya sobre su hermano injusto.
-Le contestó Jesús: "¿Quién me
ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?" Jesús, no quieres mandar sobre cosas
temporales. Así aprende la Iglesia, como nos dice en su último concilio:
"Es de suma importancia distinguir claramente entre las responsabilidades
que los fieles, ya individualmente considerados, ya asociados, asumen, de
acuerdo con su conciencia cristiana... y de los actos que ponen en nombre de la
Iglesia en comunión con sus Pastores... La Iglesia no está ligada a ningún
sistema político" (G. S. 76). "Que los cristianos esperen de los
sacerdotes la luz y el impulso espiritual, pero no piensen que sus pastores
vayan a estar siempre en condiciones de tal competencia que hayan de tener al
alcance una solución concreta e inmediata por cada problema, aun grave, que se
les presente" (G. S. 43).
Jesús no quiere responder a un
problema entre hermanos causado por dinero de una herencia. Me gustaría que lo
hubieras hecho, Señor, y que hubieras dicho algo sobre cómo comportarse en esos
casos, pues veo que en muchas familias los hermanos se pelean por causa de la
herencia.
Prefieres dar unas normas generales
que guíen nuestras acciones, sin entrar en la casuística. En esta línea, la
Iglesia también dice una palabra muchas veces sobre doctrina social. No quiere
eliminar la libre discusión de los problemas del mundo, sino dar puntos de
referencia morales para poder dar una orientación justa a esos problemas. La
solución será diversa, dependiendo de esa libertad de actuación de cada uno
según su modo de aplicar la doctrina, y criterios de actuación, con
discernimiento personal.
Jesús, hoy me hablas de uno de los
pecados capitales: la avaricia, que va contra el décimo mandamiento: «El décimo
mandamiento prohíbe la avaricia y el deseo de una apropiación inmoderada de los
bienes terrenos. Prohíbe el deseo desordenado nacido de la pasión inmoderada de
las riquezas y de su poder. Prohíbe también el deseo de cometer una injusticia
mediante la cual se dañaría al prójimo en sus bienes temporales» (Catecismo
2536).
Tu consejo, Señor, es claro: «guardaos
de toda avaricia». El avaro nunca se contenta con lo que tiene, porque, en
el fondo, su principal fin está en la posesión de riqueza material. Y como es
un fin que no llena, el avaro pierde absurdamente su vida en una continua
búsqueda por acaparar dinero y poder.
Jesús, yo también he de luchar contra
la avaricia. Y por eso hago examen y me pregunto: ¿Sé dejar a otros lo mío
cuando lo necesitan? ¿Me creo necesidades por lujo, capricho, vanidad,
comodidad, etc.? ¿Dónde tengo puesto el corazón, en Dios y los demás, o en las
cosas materiales? O lucho por despegarlo de las cosas materiales, o acabaré
siendo avaricioso (Pablo Cardona).
-“Luego, dirigiéndose Jesús a la
multitud dijo: "Cuidado, guardaos de toda codicia porque la vida de una
persona, aunque ande en la abundancia, no depende de sus riquezas”.
Jueces y magistrados que hagan la aplicación al caso concreto, pero tú,
Señor, nos vas a dar una parábola para ilustrarnos:
-"Un hombre rico... cuyas
tierras dieron una gran cosecha... decidió derribar sus graneros y construir
otros más grandes para almacenar más grano y provisiones. Se dijo: "Tienes
reservas abundantes para muchos años. Descansa. Come. Bebe. Date la buena
vida". Pero Dios le dijo: "Estás loco: Esta misma noche te van a
reclamar la vida". Hay una parábola de Antonio Machado que dice:
“Érase de un marinero / que hizo un jardín junto al mar / y se metió a
jardinero. // Estaba el jardín en flor / y el marinero se fue / por esos mares
de Dios”. Se aplica a otra cosa, pero veo que también nos puede servir para
pensar que tenemos muchas ilusiones que nos hacen felices, pero cuando aquellos
planes se hacen realidad, ya no nos gustan. Esto se me ocurrió viendo la
exposición de Sorolla en la Alhambra, sobre la luz. Son cuadros preciosos de
cipreses y jardines. Se ven los bocetos que el pintor hace para su jardín en su
casa de Madrid, dos proyectos sucesivos, tomando elementos de Granada, y de
esculturas clásicas, etc. En la sala de esos bocetos, aparecen estos versos de
Juan Ramón Jiménez: “Mariposa de luz, la belleza se va cuando yo llego a su
rosa. / Corro, ciego, tras ella... La medio cojo aquí y allá... ¡Solo
queda en mi mano la forma de su huida!” Se puede aplicar a la luz que se nos
escapa, que cuesta apresar en un cuadro. Así también el encanto de lo que deseamos
se escapa muchas veces en la realización de esos proyectos que nos movían, la
visión que nos mueve al deseo queda luego como frustrada, pensando: “¿sólo era
eso?”. Proyectamos cosas, que cuando tenemos no nos satisfacen, como nos
ilusionaba el proyecto de esas mismas cosas. Poco disfrutó Sorolla de los
jardines de esa casa preciosa, pues al final de ese decenio de sus bocetos, en
1920 tuvo una hemiplejia y murió a los tres años. Pensé en esos deseos que nos
mueven hacia algo más allá de lo tangible, nos transportan siempre más allá…
Recuerdo de pequeño la imagen del
burro, al que oía con frecuencia pues era de un vecino que hacía cestos. Me
gustaba subirme a él, tenía un encanto especial y oía con satisfacción sus
rebuznos, que procuraba imitar. Me sorprendió ver en los tebeos la imagen del
burro que va con una zanahoria “a cuestas”, se la ponen delante de los ojos
para que vaya adelante, siempre adelante... ahora pienso que nosotros pasamos
toda nuestra vida siguiendo zanahorias de metas y de propósitos, y al rebuscar
en la memoria encontramos que lo que nos prometía la imaginación no era lo que
nos dio la realidad: nos planteábamos “consigue esto y serás feliz”... y a
veces no conseguimos aquello, pero otras muchas sí, y a pesar de conseguir
estos objetivos no tenemos aquella “felicidad ...”
Esto lleva a veces a una frustración o
desengaño, sobre todo cuando se han puesto muchas ansias en alcanzar a
cualquier costo aquel objetivo, sacrificando cosas que luego vemos que eran más
importantes, y nos acordamos que en el fondo no buscaba eso, ni aquello… algo
se nos ha escapado… la mariposa se fue… con el ganar, el beneficio, la meta.
Hay metas nobles, para el perfeccionamiento personal y el bien social, y es
difícil mantener el equilibrio de ver qué es “medios" y qué es “fin”.
Sabemos que la frustración genera formas de marginación como drogas,
homicidios, etc. El alma del hombre es infinita y los anhelos de algo grande no
pueden satisfacerse con lo limitado, con lo material. Dios es infinito.
Ayúdame, Jesús, a guardarme de toda
avaricia, y a tener libre el corazón para ser más generoso con los demás y con
Dios, a seguir el consejo de san Pablo: "Buscad las cosas de arriba".
-“Eso le pasa al que amontona
riquezas "para sí" y no es rico "para Dios"”. El uso
que hacemos del dinero lo cambia todo: quien lo usa "para sí", está
loco, quien lo usa "para Dios", es un sabio. Fórmula lapidaria que
condena cualquier egoísmo, cualquier esclavitud del dinero (Noel Quesson).
2. San Pablo nos habla de la ayuda
divina: “Por gracia”... que perfecciona la naturaleza. "La
naturaleza", es el hombre en sus fuerzas humanas, «la gracia», es el
hombre elevado por la potencia divina, el hombre-con-Dios:
-“Estabais destinados a la muerte
como consecuencia de vuestras faltas. Vivisteis en pecado según el proceder de
este mundo, según el príncipe de los demonios, ese «espíritu» que prosigue su
obra en los rebeldes”. Los
poderes del mal…
-“Todos nosotros hemos sido también
rebeldes en otro tiempo, vivíamos según las tendencias egoístas de la carne,
esclavos de sus caprichos y de los malos pensamientos y así, por naturaleza,
estábamos destinados a la cólera como los demás”. La "naturaleza" humana es
frágil y también desordenada y culpable. Siempre puede el hombre volverse hacia
sí mismo y no hacia otro... tiende a satisfacerse egoístamente en lugar de
amar... Ayúdanos, Señor, a saber detectar el egoísmo escondido, el amor propio
hábilmente disfrazado, que impregna, inconscientemente a veces, nuestros
mejores actos. Haznos lúcidos respecto al mal que nos envenena y hace sufrir a
los que viven con nosotros. Ayúdanos a "reconocer que somos
pecadores".
-“Dios es rico en misericordia. Por
el gran amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestras faltas, nos
vivificó juntamente con Cristo: ¡Es ciertamente por gracia que habéis sido
salvados!” Por el amor de
Dios en Jesús, ¡los hombres hemos sido salvados!
-“Con El nos resucitó... Con
El nos hizo sentar en los cielos... «En» Cristo Jesús… Y esto no proviene de
vosotros; es un don de Dios: que nadie se engañe”. Hemos “ascendido” con Jesús, «con
El y en El», ofrecemos la Misa con nuestras vidas, ya redimidas (Noel Quesson).
3. “Aclama la tierra” a Dios, con el
salmista, y nos anima a servir “al Señor con alegría”, a ser suyos y dar
gracias y bendecir su nombre.
Llucià Pou Sabaté
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