Meditación: Gálatas 2,1-2.7-14
¡Qué energía, entusiasmo y entrega reinaban en la iglesia primitiva! ¡Qué emocionante debe haber sido sentirse lleno de amor a Dios por el don del Espíritu Santo recibido en Pentecostés y trabajando en la construcción del reino de los cielos y en la evangelización, con apóstoles tan importantes como Pedro, Santiago, Pablo y Juan.
Pero, ¡un momento! La lectura de hoy nos hace volver a la cruda realidad del momento: Pablo reprende públicamente a Pedro por no querer sentarse a la mesa de la fraternidad con los cristianos gentiles.
¿Qué estaba pasando? En realidad cuesta pensar que San Pedro y San Pablo, a quienes vemos en los hermosos vitrales de las iglesias, hayan tenido esta rencilla, como de vecinos mal avenidos, pero no se trataba de un desaire personal, sino de un desacuerdo sobre un punto fundamental de la fe cristiana. Pablo consideraba que Pedro estaba llevando a los gentiles a creer que debían cumplir algunas leyes del Antiguo Testamento antes de considerarse redimidos por Jesús, lo cual implicaba que el sacrificio de Cristo en la cruz no era suficiente.
Esta actitud de Pedro empañaba una verdad básica del cristianismo, por eso Pablo abordó el tema sin rodeos: Cristo obtuvo la redención completa para el género humano con su muerte y su resurrección, y los que nos bautizamos tenemos acceso a esa salvación completa. Lo que sí hay que hacer después es “mantenerse” en el camino de la gracia y la santidad mediante la oración, el estudio de la Palabra de Dios y la recepción de los sacramentos.
Este episodio de San Pedro y San Pablo demuestra que a veces cuesta mantener las amistades. Pero en las cartas que ellos dejaron se ve que Dios aprecia mucho la unidad de su pueblo y que derrama toda la gracia necesaria para proteger y profundizar las amistades entre sus hijos, al punto de que nada ni nadie pueda destruirlas. Si uno se mantiene dócil al Espíritu Santo cuando se producen los desacuerdos, las confrontaciones se transforman en oportunidades para reforzar los lazos de amistad.
“Amado Jesús, ilumina mi entendimiento para no creerme justo ni mejor que los demás y darme cuenta de cuando estoy equivocado. Bendice a mis amistades, te lo ruego, y concédeme una mayor aceptación y afecto por ellos, que a su vez me muestren cómo amarte mejor a Ti.”
Salmo 117,1-2
Lucas 11,1-4
Tomado de: la_Palabra.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario