Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

24 de octubre de 2014

LECTURAS DEL DÍA 24-10-2014

VIERNES. SAN ANTONIO MARÍA CLARET, obispo, Memoria obligatoria. 24 de Octubre del 2014 . 1º semana del Salterio. (Ciclo A) TIEMPO ORDINARIO. AÑO DE LA FE..SS. Antonio Mº Claret ob, Proclo ob, Luis Guanella pb. Santoral Latinoamericano. SS. Antonio Mº Claret. 

LITURGIA DE LA PALABRA

Ef 4, 1-6. Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.
Salmo responsorial: 23. Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor.
Lc 12, 54-59. Si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo,¿Cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?.


El final canónico del evangelio de Marcos presenta una síntesis de los relatos de Resurrección de los otros tres evangelios. El texto termina en punta en la sección anterior por la incredulidad de apóstoles y discípulos ante el testimonio diáfano y conmovedor de las mujeres. Convenía así que la tradición eclesiástica completara el evangelio con un breve y sustancioso epílogo en el que se resumiera toda la experiencia de la Resurrección. Una de las insistencias claves en los relatos de Resurrección es el envío a evangelizar todos los confines de la tierra. La experiencia pascual obliga a la comunidad discipular a vencer el cerco de temor e indiferencia en que estaba sumida tras la experiencia de la cruz. La tarea misionera que el Resucitado confía a los discípulos los obliga a abrirse a otras culturas y a convertirse ellos mismos en Buena Noticia para los demás. Durante el siglo XIX muchos misioneros de Europa rompieron el cerco del primer mundo y se dirigieron a las antiguas colonias con el ánimo de llevar el Evangelio, esta vez sin cadenas ni espadas. Entre ellos se destacó san Antonio Mª Claret, quien dejando Cataluña, su patria chica, se arriesgó a servir a la naciente Iglesia del continente americano; personalmente, como arzobispo de Cuba, y a través de sus dos fundaciones: los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María -hoy llamados también Claretianos- y las Religiosas de María Inmaculada de la Enseñanza, o Misioneras Claretianas.

PRIMERA LECTURA.
Efesios 4, 1-6.
Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.
Hermanos: Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados.
Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.
Palabra de Dios

Salmo responsorial: 23
R/.Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. R.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. R.
Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R.

SANTO EVANGELIO
Lucas 12, 54-59
Si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?.
En aquel tiempo decía Jesús a la gente: "Cuando veis subir una nube por el poniente, decís enseguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede. Cuando sopla el sur decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace. ¡Hipócritas!: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer?
Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo".
Palabra del Señor.

Reflexión de la Primera lectura: Efesios 4,1-6 Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.
Si hasta aquí el tono de la carta era el de un admirado asombro contemplativo, desde esta perícopa en adelante prevalece el tono de la exhortación. Pablo se presenta como «el prisionero por amor al Señor» (v. 1), cuya autoridad deriva no sólo de ser apóstol, sino de haber aceptado también las «cadenas» (6,20), obedeciendo lo que puede exigir la vocación cristiana.
Su invitación no obedece a situaciones particulares de los destinatarios, sino que va dirigida al cristiano en cuanto tal, sin que importe la condición sociopolítica y temporal a la que pertenezca. Responde, por consiguiente, también a nuestras condiciones y a las exigencias de nuestros días. Se trata, ante todo, de la invitación a dar una respuesta plena y coherente a la belleza y nobleza de la vocación que acaba de describir. Es interesante señalar que las cualidades de una vida comprometida con la realización de esta vocación están ordenadas a la unidad. La humildad, la amabilidad, la paciencia, la aceptación recíproca y cordial (v. 2), son elementos absolutamente necesarios para hacer este camino que es, a renglón seguido, obra de unificación perseguida por el Espíritu, en cada uno y en todos, en todos los ámbitos: el personal, el comunitario y el eclesial.
El apóstol insiste en este fascinante tema del «uno», pero, a diferencia de los filósofos neoplatónicos, lo hace en clave trinitaria, uno es «el cuerpo» místico (la Iglesia), una es «La esperanza» —horizonte de luz abierto en nosotros por la llamada—, uno es “el bautismo” y una “la fe”; uno es, a continuación, “el Señor” Jesús, uno es «el Espíritu» y uno solo «el Padre de todos», fuente de amor que obra en todos y por medio de todos. La unidad en la Trinidad es fundamento y exigencia de la unidad visible, práctica a la que deben tender los cristianos bajo todos los cielos y en cualquier época.

Reflexión del Salmo 23 Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor
Al igual que los salmos 15 y 134, este es un salmo litúrgico. Se llaman así porque recuerdan un rito muy antiguo. Los versículos 3-6 están prácticamente calcados del salmo 15, en el que tenemos la liturgia de la puerta. Aquí además de esta, tenemos otro fragmento de liturgia (7-10), algo parecido a una procesión con el Arca de la Alianza.
Todo parece indicar que el salmo 24 ha sido objeto de diversas adaptaciones a lo largo de su existencia. Tal como se encuentra hoy, podemos distinguir en él tres partes: 1b-2; 3-6 7-10. En la primera (1b-2) tenemos un himno de alabanza. En él se reconoce que el mundo pertenece a quien lo ha creado, es decir, al Señor. La segunda (3-6) está compuesta por una pregunta (3) y su respuesta (4-6). Esta parte es muy parecida al salmo 15, que trata de las condiciones que se exigen para participar de los festejos en el atrio del templo de Jerusalén (las principales fiestas duraban una semana). Es la liturgia de la puerta. La tercera parte (7-10) contiene una exhortación que se repite (7.9), dirigida a los portones (del templo o de la ciudad de Jerusalén), para que se abran y permitan la entrada del la gloria; contiene una pregunta repetida (8ª.10ª) y la respuesta que se repite con ligeras variaciones (8b. l0b).
Para entender mejor la primera parte (hay que tener presente cómo se concebía el mundo en la época en que nació este salmo. Se creía que la tierra era una superficie plana, sostenida por columnas invisibles. Estas columnas hundían sus cimientos en la profundidad de los océanos (cf Sal 46,3-4). El Señor había sido el autor de tal proeza arquitectónica. Por eso le pertenece la tierra y lo que contiene, el orbe y sus habitantes.
En la forma en que este salmo se encuentra en nuestros días, las partes primera y segunda parecen constituir himnos que el pueblo cantaría durante una procesión solemne.
El salmo 23 recuerda una procesión con el Arca de la Alianza, a semejanza de lo que se narra en 2Sam 6, 1-9. No se sabe con precisión si los portones que se mencionan en los versículos 7a y 9a son los de la ciudad o los del templo. Lo cierto es que la procesión se desarrollaba en medio de la fiesta y la alegría, y en ella el pueblo cantaría las dos primeras partes de este salmo.
La primera parte tiene un aspecto polémico en relación con la idolatría. El orbe, sus habitantes y todas las cosas que hay en la tierra son criaturas de Dios, a diferencia de lo que afirman los adoradores de ídolos. El Señor se presenta como arquitecto que ha fundado la tierra sobre los mares y la ha afianzado sobre los ríos.
En la segunda parte, la procesión ha llegado ya a las puertas. Se desarrolla, entonces, la liturgia de la puerta (cf Sal 15). El pueblo pregunta por las condiciones para poder entrar (en la ciudad o en el templo) y participar así en los festejos. La respuesta entra una vez más en polémica con los ídolos. Y presenta como condiciones la justicia (manos inocentes), la integridad (pureza de corazón), el rechazo de los ídolos y la rectitud en las relaciones con la gente, sobre todo en los tribunales (Dt 5,20). Esta liturgia de la puerta entra en polémica con los ritos vacíos y contra una religión de mera apariencia. La segunda parte concluye con una afirmación solemne: buscar el rostro de Dios significa cumplir con todos estos requisitos.
La tercera parte presenta un diálogo, repetido, entre el pueblo y los guardianes de las puertas. El pueblo pide que se alcen los portones para que pueda entrar el Rey de la gloria. Los que las guardan preguntan quién es ese Rey de la gloria, y el pueblo responde que es el Señor. Tras este diálogo, ciertamente se abrían las puertas y el Arca entraba en el lugar más sagrado y reserva do del templo de Jerusalén.
Cada una de las partes de este salmo presenta un rasgo característico de Dios. En la primera se refuerza la idea de que Dios es el creador de la tierra y Señor del mundo. En la segunda se presenta a Dios como el aliado de Israel: para responder al compromiso de la Alianza, el pueblo de Dios tiene que establecer unas relaciones de justicia, de integridad y rectitud. No poner en práctica estas condiciones es tanto como confiar en los ídolos y apartarse del Señor. En la tercera, el Señor es presentado como Rey de los Ejércitos, como un héroe valeroso, un héroe de la guerra. En todas ellas, se trata siempre del Dios que camina con el pueblo y habita en medio de él.
En determinadas ocasiones, el Arca de la Alianza era considerada como una especie de general que lideraba el ejército de Israel en sus luchas por la independencia y la libertad. Más tarde, durante la época del exilio en Babilonia, los ejércitos de Israel pasaron a ser las estrellas y los astros. Esto suponía una crítica a la idolatría de los babilonios, que adoraban los astros del cielo.
En cualquier caso, la expresión «Rey de la gloria» implica siempre una crítica del poder absoluto. Este salmo proclama que sólo el Señor es Rey. Y el Arca de la Alianza mantiene viva su presencia como compañero y aliado del pueblo.
Jesús denunció la liturgia y los ritos vacíos de su tiempo (puede verse lo que se dijo a propósito del salmo 15). Al margen de esto, podemos recordar cómo entró en Jerusalén aclamado por el pueblo (Mt 21,1-11; Mc 11,1-11; Lc 19,28-38; Jn 12,12-16), como aquel que había establecido la nueva y definitiva Alianza entre Dios y la humanidad. El Arca recordaba que Dios caminaba en medio de su pueblo. Ahora bien, Jesús vivió con y para el pueblo, sobre todo, los empobrecidos y marginados de Galilea.
Este salmo recupera la religiosidad popular, el sentido de las romerías, de las procesiones. Lleva a pensar en la liturgia como celebración de la vida y expresión de la fe. Ayuda a superar el ritualismo y una religiosidad de apariencias.

Reflexión primera del Santo Evangelio: Lucas 12,54-59 Si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?.
Jesús reprocha vigorosamente a la gente de su tiempo que sepa interpretar los signos meteorológicos anunciadores del buen tiempo y del malo, pero ande muy lejos de comprender el signo por excelencia de su tiempo, que es él mismo, el Unigénito enviado por el Padre para la salvación de todos.
Comprender el tiempo que se está viviendo significa comprender las intenciones de Dios, que, en cada tiempo, especialmente por el misterio de la Iglesia y de sus sacramentos, hace actual el misterio de Jesús con toda su eficacia de salvación.
Ser capaz de prever a partir de un determinado elemento meteorológico —por ejemplo, a partir del viento del sur— que hará calor comporta una atención específica e interesada. Ahora bien, si el corazón no presta atención a atisbar la importancia del tiempo como tiempo para ejercitar la justicia y la caridad dentro de las propias relaciones personales, se corre un gran riesgo. Es una invitación a reconciliarnos de inmediato y a fondo con aquellos con los que no estamos en paz, porque, si nos dejamos atrapar en el remolino de la falta de perdón, no saldremos indemnes. Es como si Jesús dijera que el signo del tiempo por excelencia, que es Jesús, es signo de salvación, pero sólo para quien se compromete con una vida reconciliada: de paz, de justicia y bondad.
Es importante comprender los signos de los tiempos, porque en el tiempo —y no fuera de él, en la historicidad— es posible comprender las intenciones de Dios. Él, con su próvido amor, actúa en todo tiempo. Y me llama, en este tiempo que me ha sido dado, a leer los signos de salvación y también los de perdición, ambos típicos de «hoy El signo por excelencia es siempre, evidentemente, Cristo, con su misterio pascual. El me salva a medida que, leyendo los signos y confrontándolos con la Palabra, dejo que esta última dé fruto en mí y en mi tiempo, porque, al ponerla en práctica, permito al poder de Dios que obre más allá de mis expectativas.
A buen seguro, un gran signo positivo de nuestro tiempo es la globalización, el paso de un mundo dividido y fragmentado a ese otro al que M. McLuhan, gran teórico de la comunicación, ha llamado «aldea global». Pues bien, los mismos Instrumentos de comunicación, cada día más poderosos, pueden facilitar enormemente la unificación y, por consiguiente, la paz del mundo. Ahora bien, ¿con qué condiciones? Sólo con la condición de que la persona humana (en particular el creyente) intente salir de la fragmentación de individualismo y llegue a la unificación de su persona. Si mi vocación es la de ser consciente de que, por la fe, Cristo habita en mi corazón y así, arraigado y fundamentado en su caridad, puedo ser nuevamente colmado de toda la plenitud de Dios, es en él donde me voy unificando en el corazón y en todas las facultades y potencias, en toda mi persona. ¿Los medios? San Pablo nos los acaba de indicar: la humildad, la amabilidad, la paciencia, el soportarse los unos a los otros con amor.
Buscar todo lo que une y prescindir de lo que divide, como decía y practicaba el papa Juan XXIII, es la clave que tenemos al alcance de nuestra mano para entrar e ir realizando, día a día, un proyecto de unificación personal y comunitario, eclesial, social y... planetario. De este modo, también mi tiempo, que se encuentra sustancialmente bajo el signo de Jesús, se convierte para mí en un tiempo de días claros, soleados por su salvación y por mí hacerme, en él y con él, instrumento de unidad y de paz.
OH Trinidad, mi bien único, eres fuego que siempre arde y no se consume; fuego que quemas con tu calor todo amor propio del alma; fuego que hace desaparecer toda frialdad, fuego que ilumina. Con tu luz me has hecho conocer tu verdad: tú eres la luz superior a cualquier otra luz que ilumine el ojo del intelecto, con tanta abundancia y perfección que incrementas en claridad la luz de la fe. A través de esta fe veo que mi alma tiene vida, y, gracias a esta luz, te recibe a ti, fuente de la luz.
A la luz de la fe adquiero la sabiduría a través de la sabiduría del Verbo, tu Hijo; a la luz de la fe espero... Esta luz es, verdaderamente, un mar; porque alimenta el alma en ti, mar de paz, Trinidad eterna. Tu agua es un espejo por medio del cual quieres que yo te conozca, ya que, mirando en este espejo, manteniéndolo con la mano del amo ésta representa en ti a mí, que soy tu criatura, y representa a ti en mí por la unión que has hecho de la naturaleza divina con nuestra humanidad.

Reflexión segunda del Santo Evangelio: Lucas 12,54-59 SIGNO-TIEMPOS/INTERPRETACION:
-Cuando véis subir una nube por el poniente decís enseguida: "Tendremos lluvia", y así sucede. Cuando sopla el viento sur decís: "Hará calor", y así sucede.

Por medio de esas palabras, Jesús reprocha a sus conciudadanos no saber interpretar los "signos de los tiempos", cuando son perfectamente capaces de interpretar los signos metereológicos.

La Iglesia contemporánea cuida especialmente de ser fiel a esa invitación de Jesús. En el Concilio Vaticano II decía: "Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y futura... Es necesario, por ello, conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el rasgo dramático que con frecuencia le caracteriza (_VAT-II:G.S.4).

-¡Hipócritas! si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo es que no sabéis interpretar el "momento presente"? Analizando el estado actual del mundo, "el momento presente", el Concilio ha reconocido algunos "signos de los tiempos" esenciales.

He ahí algunos:

- la solidaridad creciente de los pueblos (A.S.,14)

- el ecumenismo (D: Ecum. 4)

- la preocupación por la libertad religiosa (L.R.15)

- la necesidad del apostolado de los laicos (A.L.I).

"Movido por la fe que le impulsa a creer que quien le conduce es el Espíritu del Señor, que llena el universo, el pueblo de Dios se esfuerza en discernir en los acontecimientos, las exigencias y los deseos que le son comunes con los demás hombres de nuestro tiempo y cuáles son en ellos las señales de la presencia o de los designios de Dios". (G.S. 11).

"¡Darnos cuenta" del momento en que nos encontramos! Dios conduce la historia, Dios sigue actuando HOY.

Más que dolernos añorando la Iglesia del pasado...

Más que evadirnos soñando la Iglesia de mañana...

Es preciso, según la invitación de Jesús, "darnos cuenta del momento en que nos encontramos". Sus contemporáneos en la Palestina de aquella época no supieron aprovechar la actualidad prodigiosa del tiempo excepcional que estaban viviendo. ¿Y nosotros? La finalidad de la "revisión de vida" es tratar, humildemente de "reconocer" la acción de Dios en los acontecimientos, en nuestras vidas... para "encontrarlo" y participar en esa acción de Dios... a fin de "revelarlo", en cuanto fuere posible, a los que lo ignoran. Señor, ayúdanos a vivir los menores acontecimientos de nuestras vidas, como los mayores, a ese nivel. Reconocer participar, revelar tu obra actual.

-Y ¿por qué no juzgáis vosotros mismos lo que se debe hacer? El tiempo en el que "yo" estoy viviendo es el único verdaderamente decisivo para mí.

"Juzgad vosotros mismos"... Nadie, nadie más que yo puede ponerse en mi lugar para la opción fundamental. No puedo apoyarme en el juicio de los demás... si bien no es inútil que el suyo me dé alguna luz.

La breve parábola siguiente nos repetirá la urgencia de esa toma de posición.

-"Cuando vas con tu contrincante a ver al magistrado, haz lo posible para librarte de él mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel..."

En Mateo, esa misma parábola (Maten 5, 25) servía para insistir sobre el deber de la caridad fraterna. Lucas coloca esa parábola en una serie de consejos de Jesús sobre la urgencia de la conversión: no hay que dejar para mañana la "toma de posición", el discernimiento de los "signos de los tiempos".

Reflexión tercera del Santo Evangelio: Lucas 12,54-59 ES NECESARIO INTERPRETAR CORRECTAMENTE
LOS SIGNOS DEL TIEMPO PRESENTE
El comienzo de este texto es una invitación al discerni-miento: «Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: 'Chaparrón tenemos', y así sucede. Cuando sopla el viento del sur, decís: 'Hará bochorno', y lo hace. ¡Hipócritas!, si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo es que no sabéis interpretar el momento presente?» (12,54b-56). El lenguaje de Jesús no tiene nada de religioso; todos los motivos que emplea son profanos, sacados de la vida.

Las multitudes esperaban un caudillo poderoso, rodeado de atributos divinos. Esperaban de él señales eficaces, una interven-ción masiva por parte de Dios y de su Mesías en la historia del pueblo. Jesús los tilda de hipócritas. La hipocresía era el fermento o levadura de los dirigentes religiosos (cf. 12,1). Las multitudes oprimidas habían oído decir que Jesús hacía frente al sistema teocrático de Israel y habían ido en su busca para convertirlo en su líder. Esto les impedía interpretar correctamente los signos claros y transparentes que les iba dando: el Mesías no ha venido a hacer la revolución, para que otros se aprovechen de la subver-sión de la sociedad. El ha invertido, en efecto, la escala de valores de la sociedad, pero ha condicionado su plena realización al cambio profundo de la mentalidad de cada uno: «Y ¿por qué no juzgáis vosotros mismos lo que se debe hacer?» (12,57). Es necesario hacer las paces con el contrincante, eliminando todo lo que te enemista con el hermano. Y no esperar que te lo haga el magistrado, y éste te arrastre ante el juez, que te entregue al alguacil y te meta en la cárcel. Entonces tendrás que pagar hasta el último céntimo (cf vv.. 58-59). No se puede jugar con dos barajas: Dios tiene siempre las cartas boca arriba.

Las previsiones sobre diversos ámbitos de la existencia humana ocupan un lugar importante en la vida humana de nuestros contemporáneos. Ellas se multiplican con mayor o menor fundamento, según los casos. Su utilidad reside en el hecho de que nos brindan la información necesaria para no convertirnos en seres pasivos conducidos al margen de nuestro querer por los acontecimientos, y la posibilidad de encuadrar dichos acontecimientos en el marco de nuestros objetivos y fines.

La preocupación por las múltiples previsiones (sobre el tiempo, las tendencias económicas etc,) no tiene su correspondencia en el ámbito más importante de la historia humana, es decir, en el ámbito de la relación de las personas con su Creador. Las señales de la presencia de Dios en Jesús, aunque fácilmente reconocibles, no suscitan ningún interés.

De este modo, las señales de Dios pasan desapercibidas para hombres y mujeres ocupados en descubrir otras señales. De ahí la necesidad de retornar sobre lo más importante, de juzgar "nosotros mismos sobre lo que es justo" (v.57).

Esta vuelta a las preocupaciones esenciales de la existencia se nos presenta hoy cargada de la urgencia en que son colocadas por el cercano juicio de Dios. Esta cercanía, mayor o menor según los casos, fundamenta la exhortación a un cambio de vida en la que "lo justo" ocupe el lugar central que debe ocupar en toda vida humana.

En este cambio de vida, se juega la realización personal de cada integrante de la familia humana llamado a realizar la reconciliación con Dios y con sus hermanos.

Reflexión cuarta del Santo Evangelio: Lucas 12,54-59 Vayamos a nuestra vida diaria con el corazón renovado y la mirada limpia; vayamos con un corazón capaz de amar a nuestro prójimo y de hacerle el bien.
Si conociendo las Escrituras percibimos que en Jesús se están cumpliendo lo que del Mesías anunció Dios por medio de la Ley y los Profetas, ¿Habrá razón para rechazarlo? ¿Habrá razón para seguir esperando otro Mesías? Nosotros decimos creer en Él, ¿Somos sinceros en nuestra fe? o ¿Actuamos con hipocresía de tal forma que, a pesar de nuestros rezos, vivimos como si no conociéramos a Dios y a su Hijo, enviado a nosotros como Salvador? No podemos llamarnos realmente hombres de fe en Cristo cuando, según nosotros, vivimos en paz con el Señor, pero vivimos como enemigos con nuestro prójimo. Si al final llegamos ante el Señor divididos por discordias y egoísmos, en lugar de Vida encontraremos muerte; en lugar de una vida libre de toda atadura de pecado y de muerte, estaremos encarcelados y sin esperanzas de la salvación, que Dios concede a quienes aman a su prójimo como Cristo nos ha amado a nosotros.

En esta Eucaristía el Señor nos reúne para hacernos partícipes de su perdón y de su paz; para hacernos partícipes de su vida y de su amor. Él se convierte en fortaleza nuestra para que el pecado no vuelva a dominarnos. Viviendo en comunión de vida con Él, su victoria será eficaz en nosotros; entonces nos convertiremos en una continua alabanza del Nombre de Dios y en un signo real y concreto del amor para nuestro prójimo. Por eso la participación en la Eucaristía es un compromiso de fidelidad al Señor que nos libra de la esclavitud de la muerte y nos hace caminar a impulsos no ya de nuestras inclinaciones pecaminosas, sino a impulsos de la Vida de Dios y de su Espíritu en nosotros. Abramos, pues, nuestro corazón y todo nuestro ser, a la comunicación de la Gracia que el Señor nos ofrece.

Vayamos a nuestra vida diaria con el corazón renovado y la mirada limpia; vayamos con un corazón capaz de amar a nuestro prójimo y de hacerle el bien. Seamos un signo de Cristo en nuestro mundo. Que todos alcancen a percibir que la Salvación, que Dios ofrece a la humanidad, se ha cumplido en nosotros. No vivamos pecando, no vivamos destruyéndonos, no vivamos divididos. Quien vive esclavo del pecado, aun cuando con los labios confiese a Jesús como Señor, con sus obras estará denigrando su Santo Nombre. Seamos, pues, constructores de un mundo más fraterno, más libre de signos de muerte. Entonces, realmente, podremos decir que el Reino de Dios no sólo se ha acercado a nosotros, sino que ya está dentro de nosotros.

Que Dios nuestro Padre nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, vivir en fidelidad a su Voluntad; de tal forma que por medio de la eficacia de su Palabra y la acción del Espíritu Santo en nosotros, seamos, ya desde ahora, santos como Dios es Santo. Entonces la Iglesia será en el mundo un signo creíble de Cristo, el cual, por medio de ella, conducirá a todos los hombres a la eterna Salvación. Amén.

Desde siempre los hombres se han interesado por el tiempo y por el clima, especialmente los agricultores y los marinos, para tener un pronóstico en razón de sus tareas. En el Evangelio de la Misa (Lucas 12, 54-59), Jesús advierte a los hombres que saben prever el clima, pero no saben discernir las señales abundantes y claras que Dios envía para que conozcan que ha llegado el Mesías. El Señor sigue pasando cerca de nuestra vida, con suficientes referencias, y cabe el peligro de que en alguna ocasión no lo reconozcamos. Se hace presente en la enfermedad o en la tribulación, en las personas con las que trabajamos o en las que forman nuestra familia, en las buenas noticias esperando que le demos las gracias. Nuestra vida sería bien distinta si fuéramos más conscientes de la presencia divina y desaparecería la rutina, el malhumor, las penas y las tristezas porque viviríamos más confiados de la Providencia divina.

La fe se hace más penetrante cuanto mejores son las disposiciones de la voluntad. Cuando no se está dispuesto a cortar con una mala situación, cuando no se busca con rectitud de intención sólo la gloria de Dios, la conciencia se puede oscurecer y quedarse sin luz para entender incluso lo que parece evidente. Si la voluntad no se orienta a Dios, la inteligencia encontrará muchas dificultades en el camino de la fe, de la obediencia o de la entrega al Señor (J. PIEPER, La fe, hoy). La limpieza de corazón, la humildad y la rectitud de intención son importantes para ver a Jesús que nos visita con frecuencia. Rectifiquemos muchas veces la intención: ¡para Dios toda la gloria!

Todos vamos por el camino de la vida hacia el juicio. Aprovechemos ahora para olvidar agravios y rencores, por pequeños que sean, mientras queda algo de trayecto por recorrer. Descubramos los signos que nos señalan la presencia de Dios en nuestra vida. Luego, cuando llegue la hora del juicio, será ya demasiado tarde para poner remedio. Este es el tiempo oportuno de rectificar, de merecer, de amar, de reparar, de pagar deudas de gratitud, de perdón, incluso de justicia. A la vez, hemos de ayudar a otros que nos acompañan en el camino de la vida a interpretar esas huellas que señalan el paso del Señor cerca de su familia, de su trabajo... Hemos de saber descubrir a Jesús, Señor de la historia, presente en el mundo, en medio de los grandes acontecimientos de la humanidad, y en los pequeños sucesos de los días sin relieve. Entonces sabremos darlo a conocer a los demás.

Elevación Espiritual para el día
AGUSTÍN, UN HOMBRE DE INTERIORIDAD
Es en el hombre interior donde el ser humano encuentra su consistencia y su alimento.

Por eso dice Agustín: «Sintamos, pues, hambre y sed de justicia, para ser saturados de ella, de la que ahora estamos hambrientos y sedientos. Seremos saciados de lo que ahora sentimos: hambre y sed. Sienta hambre y sed nuestro hombre interior, pues también él tiene su alimento y su bebida» (Sermón 53,4). Pero la interioridad agustiniana es un modo de leer y de vivir el mensaje cristiano, es valorar el mundo interior, el corazón, donde nos encontramos con Dios, por eso la interioridad es imprescindible para la búsqueda de Dios, y nos debe llevar a analizar críticamente las motivaciones profundas, sabiendo que «sólo puede encender a los demás quien dentro de sí tiene fuego» (Comentario al Salmo 103, s. 2,4). Dios habita en nosotros para ser advertido y reconocido como nuestra verdad y nuestra vida. Sin duda, Agustín es el hombre de la interioridad y desea que todos ahondemos en este mundo interior, porque es la única manera de que no nos olvidemos de nosotros mismos.

Por eso Agustín amonesta: «¡Oh hombre!, ¿hasta cuándo vas a estar dando vueltas en torno a la creación? Vuélvete a ti mismo, contémplate, sondéate, examínate» (Sermón 52,17). Será necesario, por tanto, ayudar a que todos entren en el santuario interior, y allí se examinen en profundidad: «Despereza tu conciencia, sube al tribunal de tu mente, no te perdones, examínate, te hable el interior del corazón, ve si te atreves a confesarte

inocente» (Comentario al Salmo 101,10). La verdad es que no es posible ocultarse a sí mismo por mucho tiempo: «¿Por qué quieres esconderte a ti mismo? Te hallas de espaldas a ti mismo, no te ves; haré que te veas. Lo que colocaste a la espalda, lo pondré delante de ti; y verás tu fealdad, no para corregirte, sino para avergonzarte» (Comentario al Salmo 49,28). Es posible que muchos vivan de espaldas a su propio ser y a su propia vocación, y todos sabemos que mi espalda es mi mitad olvidada y casi desconocida, colocarme a la espalda es no querer saber nada de mí mismo. La interioridad me obliga a tenerme en cuenta, a considerarme; en el fondo esta es la gran obra que realizó Ponticiano en el umbral mismo de la conversión de Agustín; así, al menos, lo ha experimentado él: «Narraba estas cosas Ponticiano, y mientras él hablaba, tú, Señor, me trastocabas a mí mismo, quitándome de mi espalda, adonde yo me había puesto para no verme, y poniéndome
delante de mi rostro para que viese cuán feo era, cuán deforme y sucio, manchado y ulceroso. Veíame y llenábame de horror, pero no tenía adónde huir de mí mismo. Y si intentaba apartar la vista de mí, con la narración que me hacía Ponticiano, de nuevo me ponías frente a mí y me arrojabas contra mis ojos, para que descubriese mi iniquidad y la odiase. Bien la conocía, pero la disimulaba, y reprimía, y olvidaba» (Confesiones 8,7,16). No hay que tener miedo a entrar en el interior, lo problemático será no entrar porque nos convertimos en huéspedes en la propia casa, viviendo como desterrados en la patria; entrar en el interior es intentar reintegrarse desde dentro, porque es ahí donde se vive y se tienen los grandes ideales: «¿Por qué miras alrededor de ti y no vuelves los ojos adentro de ti? Mírate bien por dentro, no salgas fuera de ti mismo» (Sermón 145,3). En todos los tonos y siempre que tiene ocasión, Agustín invita a sus oyentes a que

hagan la experiencia de la interioridad: «Retornad, hombres, de vuestras afecciones. ¿Adónde vais? ¿Adónde corréis? ¿Adónde huís, no sólo de Dios, sino también de vosotros? Volved, prevaricadores, al corazón, escudriñad vuestro espíritu, pensad en los años eternos, encontrad la misericordia de Dios que tiene para con vosotros, contemplad las obras de Dios: su camino está en el Santo» (Comentario al Salmo 76,16). En el fondo,

Agustín nos está diciendo que la carrera que tenemos que hacer tiene como meta nosotros mismos, y allí, estando en íntimo contacto con nosotros mismos y con Dios, hemos de procurar agradar al Señor en todo: «Recapacita; sé juez para ti en tu corazón. Procura que en lo secreto de tu aposento, en el fondo más íntimo de tu corazón, donde estás tú solo y Aquel que también ve, te desagrade allí la iniquidad para que agrades a Dios» (Comentario al Salmo 65,22).

La interioridad, tal como la propone y la ha vivido Agustín, nunca es una evasión porque las cosas nos van mal en el exterior, ni es un ir en busca de la soledad porque nos estorban los hombres: «Luego por eso tú intentabas conseguir la soledad y las alas, por eso te quejas al no poder tolerar la contradicción y la iniquidad de esta ciudad. Descansa con aquellos que están dentro contigo y no pretendas conseguir la soledad» (Comentario al Salmo 54, 15).

Reflexión Espiritual para este día
«Por el amor que os tengáis las unos a los otros reconocerán todos que sois discípulas míos» (Jn 13,35). «Los unas a las otros», dice Cristo, no dice “a Dios”. Nuestro amor a Dios sólo lo atestigua el amor fraterno. En efecto, «quien no ama a su hermano, al que ve, no puede amar a Dios, al que no ve» (1 Jn 4,20). Los buenos sentimientos de amar a Dios pueden producir ilusión, pero no así el amor fraterno. Por eso seremos juzgados por nuestro amor activo, por nuestro amor a todos los hombres indigentes que encontremos en nuestro camino (cf. Mt 25,31-46). Si de verdad nos hemos dejado reconciliar por Cristo Jesús con Dios, también debemos estar reconciliadas entre nosotros; debemos recurrir a todo, a fin de que se recomponga también la unidad externa de la cristiandad, que internamente no hemos perdido nunca, dado que hemos sido redimidos en Cristo.
Esta unidad interna debe ser resorte viva para la convivencia fraterna de todos los cristianos, y entonces el amor a Cristo nos hará recobrar también la unidad externa como testimonio y anticipación de aquella unidad en la que nosotros y todos los hombres de buena voluntad seremos asumidos de manera bienaventurada para toda la eternidad en la gloria del Padre.

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia y el Magisterio de la Santa Iglesia:: -Pilato: el respeto humano.
En Mt. 27, 11-16 Jesús es nuevamente llevado a Pilato y el gobernador le pregunta: "¿Eres tú el rey de los judíos? Tú lo dices", le contesta Jesús. Siguen después las acusaciones de los Sacerdotes y de los Ancianos, pero Jesús ya no contesta nada.

Pilato le dice: "¿No oyes cuántas cosas dicen contra ti?". Pero Jesús no le contesta ni una palabra, y el gobernador se sorprende. Siguen las tentativas ansiosas de Pilato para salir con honor de este problema. Primero trata de liberar a Barrabás: "¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús llamado el Cristo?

Sabía bien, en efecto, que se lo habían entregado por envidia". Pilato es un hombre intuitivo, un hombre de ley y de gobierno, que comprende inmediatamente qué es lo que está sucediendo. La situación se agrava en su corazón, cuando la esposa le manda decir: "No resuelvas nada contra ese justo: porque he sufrido mucho hoy, en sueños, por causa de él".

Mientras tanto los Sumos Sacerdotes y los Ancianos convencen a la muchedumbre para que pidan a Barrabás, y cuando el gobernador pregunta: "¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Ellos contestaron: ¡a Barrabás! Les dijo Pilato: ¿Qué haré entonces con Jesús, el llamado Cristo? Dijeron todos: ¡Sea crucificado! Replicó él: ¿Pues qué mal ha hecho? Ellos gritaron más fuerte: Sea crucificado. Viendo Pilato que nada conseguía, sino que aumentaba el alboroto, tomó agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo: Soy inocente de esta sangre. ¡Vosotros veréis! Y respondió el pueblo: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Entonces puso en libertad a Barrabás y les entregó a Jesús,+

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