Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



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En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

22 de octubre de 2014

LECTURAS DEL DÍA 22-10-2014


MIÉRCOLES DE LA XXIX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. 22 de Octubre del 2014 . 1º semana del Salterio. (Ciclo A) TIEMPO ORDINARIO. AÑO DE LA FE..SS. Nunilo y Alodía vgs mrs. Beatos Juan Pablo II pp, Timoteo Giaccardo pb. Santoral Latinoamericano. SS. María Salomé.

LITURGIA DE LA PALABRA:

Ef 3,2-12: El misterio de Cristo ha sido revelado 
Salmo responsorial Is 12,2-6: Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador 
Lc 12,39-48: Estén preparados para cuando menos lo piensen


Pedro es portavoz del grupo de los discípulos. Como tal lleva también su nombre de oficio, “Pedro, Piedra”. Con su pregunta distingue entre los discípulos y el pueblo. Los apóstoles tienen una posición particular en la casa de Jesús, en su comunidad, pero también tienen una responsabilidad particular. La posición responsable de los jefes de la Iglesia se considera con vistas a la venida del Señor Juez. Lo que se exige a los apóstoles se expresa con una parábola: el señor de una casa está ausente, lejos. Para el tiempo de su ausencia encarga a un capataz que cuide de atender con justicia y puntualidad a la servidumbre. Para este cargo se requiere fidelidad y sensatez: fidelidad, porque el capataz sólo es administrador, no señor, por lo cual debe obrar conforme a la voluntad del señor; sensatez, porque no debe perder de vista que el señor puede venir de repente y pedirle cuentas. Si este capataz obra con conciencia, es felicitado, pues el señor quiere encomendarle la administración de todos sus bienes. Si, en cambio, obra sin conciencia e indebidamente, maltrata a la servidumbre y explota su posición de manera egoísta, le espera duro castigo. La medida de la exigencia de Dios a los hombres se regula conforme a la medida de los dones que se han otorgado a cada uno


PRIMERA LECTURA
Efesios 3, 2-12 
El misterio de Cristo ha sido revelado ahora: que también los gentiles son coherederos de la promesa

Hermanos: Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro.
Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, del que os he escrito arriba brevemente.
Leedlo y veréis cómo comprendo yo el misterio de Cristo, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa de Jesucristo, por el Evangelio, del cual yo soy ministro por la gracia que Dios me dio con su fuerza y su poder.
A mí, el más insignificante de todos los santos, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo, aclarar a todos la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo.
Así, mediante la Iglesia, los Principados y Potestades en los cielos conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno, realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro, por quien tenemos libre y confiado acceso a Dios, por la fe en él.
Palabra de Dios

Interleccional: Isaías 12, 2-6 
Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador.

Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. R.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso. R.
Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión: "Qué grande es en medio de ti el santo de Israel." R.

SANTO EVANGELIO
Lucas 12, 39-48 
Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Comprended que, si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre". Pedro preguntó: "Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?" El Señor le respondió: "¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo al llegar encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: "Mi amo tarda al llegar", y empieza a pegarle a los mozos y a las muchachas, a comer y deber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere, y no está dispuesto a ponerlo por obra, recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá".
Palabra del Señor


Reflexión de la Primera Lectura: Efesios 3,2-12. El misterio de Cristo ha sido revelado ahora: que también los gentiles son coherederos de la promesa. 

Antes de dejar que se convierta en oración la profunda meditación del capítulo precedente, se abre Pablo confidencialmente a sus destinatarios. Le concede una gran importancia a decir cuál es el ministerio que Dios le ha confiado: anunciar el misterio de Cristo a los paganos. Pablo es consciente de la grandeza del designio de Dios, que sólo ahora, en Cristo, se ha manifestado del todo. Por eso anuncia a los efesios y celebra la eficacia de un poder que no viene de él, sino de la insondable riqueza de Cristo (v. 8). Los cristianos de Éfeso están llamados, precisamente como los judíos, a formar el mismo cuerpo místico de Jesús que es la Iglesia, a participar en las mismas promesas divinas, en la misma herencia, que es la vida eterna en la alegría. Sí, Pablo llama también a los paganos, a todos los hombres, por voluntad del Altísimo, a gozar de la magnanimidad de un Dios en el que, desde siglos, estaba escondido el misterio de la salvación total que ahora, precisamente a él, el más pequeño (= «ínfimo»: v. 8) entre los santos, o sea, entre los creyentes, le corresponde anunciar como pleno cumplimiento de las antiguas promesas de Dios. 

La inagotable riqueza del misterio de Cristo, expresado por su Iglesia, no corresponde, en efecto, sólo a los hombres; es mucho más amplio. Hasta las realidades angélicas (principados, potestades) están implicadas en orden a la múltiple sabiduría (v. 10) de un Dios que, justamente a través del misterio de su Hijo —encarnado, muerto y resucitado para nuestra salvación—, guía la historia de la misma. Precisamente esta realidad —concluye Pablo— crea en nosotros el coraje de una fe auténtica que se convierte en plena confianza en el Señor. 

Reflexión al Salmo Interleccional: Isaías 12, 2-6. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador. 

El himno que se acaba de proclamar entra como canto de alegría en la Liturgia de las Laudes. Constituye una especie de culminación de algunas páginas del libro de Isaías que se han hecho célebres por su lectura mesiánica. Se trata de los capítulos 6-12, que se suelen denominar «el libro del Emmanuel». En efecto, en el centro de esos oráculos proféticos resalta la figura de un soberano que, aun formando parte de la histórica dinastía davídica, tiene perfiles transfigurados y recibe títulos gloriosos: «Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz» (Is 9,5). 

La figura concreta del rey de Judá que Isaías promete como hijo y sucesor de Ajaz, el soberano de entonces, que estaba muy lejos de los ideales davídicos, es el signo de una promesa más elevada: la del rey Mesías que realizará en plenitud el nombre de «Emmanuel», es decir, «Dios con nosotros», convirtiéndose en la perfecta presencia divina en la historia humana. Así pues, es fácilmente comprensible que el Nuevo Testamento y el cristianismo hayan intuido en esa figura regia la fisonomía de Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre solidario con nosotros. 

Los estudiosos consideran que el himno al que nos estamos refiriendo (cf. Is 12,1-6), tanto por su calidad literaria como por su tono general, es una composición posterior al profeta Isaías, que vivió en el siglo VIII antes de Cristo. Casi es una cita, un texto de estilo sálmico, tal vez para uso litúrgico, que se incrusta en este punto para servir de conclusión del «libro del Emmanuel». En efecto, evoca algunos temas referentes a él: la salvación, la confianza, la alegría, la acción divina, la presencia entre el pueblo del «Santo de Israel», expresión que indica tanto la trascendente «santidad» de Dios como su cercanía amorosa y activa, con la que el pueblo de Israel puede contar. 
El cantor es una persona que ha vivido una experiencia amarga, sentida como un acto del juicio divino. Pero ahora la prueba ha pasado, la purificación ya se ha producido; la cólera del Señor ha dado paso a la sonrisa y a la disponibilidad para salvar y consolar. 

Las dos estrofas del himno marcan casi dos momentos. En el primero (cf. vv. 1-3), que comienza con la invitación a orar: «Dirás aquel día», domina la palabra «salvación», repetida tres veces y aplicada al Señor: «Dios es mi salvación... Él fue mi salvación... las fuentes de la salvación». Recordemos, por lo demás, que el nombre de Isaías -como el de Jesús- contiene la raíz del verbo hebreo yša', que alude a la «salvación». Por eso, nuestro orante tiene la certeza inquebrantable de que en la raíz de la liberación y de la esperanza está la gracia divina. 

Es significativo notar que hace referencia implícita al gran acontecimiento salvífico del éxodo de la esclavitud de Egipto, porque cita las palabras del canto de liberación entonado por Moisés: «Mi fuerza y mi canto es el Señor» (Ex 15,2). 

La salvación dada por Dios, capaz de suscitar la alegría y la confianza incluso en el día oscuro de la prueba, se presenta con la imagen, clásica en la Biblia, del agua: «Sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación» (Is 12,3). El pensamiento se dirige idealmente a la escena de la mujer samaritana, cuando Jesús le ofrece la posibilidad de tener en ella misma una «fuente de agua que salta para la vida eterna» (Jn 4,14). 

Al respecto, san Cirilo de Alejandría comenta de modo sugestivo: «Jesús llama agua viva al don vivificante del Espíritu, por medio del cual sólo la humanidad, aunque abandonada completamente, como los troncos en los montes, y seca, y privada por las insidias del diablo de toda especie de virtud, es restituida a la antigua belleza de la naturaleza... El Salvador llama agua a la gracia del Espíritu Santo, y si uno participa de él, tendrá en sí mismo la fuente de las enseñanzas divinas, de forma que ya no tendrá necesidad de consejos de los demás, y podrá exhortar a quienes tengan sed de la palabra de Dios. Eso es lo que eran, mientras se encontraban en esta vida y en la tierra, los santos profetas y los Apóstoles y sus sucesores en su ministerio. De ellos está escrito: Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación» 

Por desgracia, la humanidad con frecuencia abandona esta fuente que sacia a todo el ser de la persona, como afirma con amargura el profeta Jeremías: «Me abandonaron a mí, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas, que no retienen el agua» (Jr 2,13). También Isaías, pocas páginas antes, había exaltado «las aguas de Siloé, que corren mansamente», símbolo del Señor presente en Sión, y había amenazado el castigo de la inundación de «las aguas del río -es decir, el Éufrates- impetuosas y copiosas» (Is 8,6-7), símbolo del poder militar y económico, así como de la idolatría, aguas que fascinaban entonces a Judá, pero que la anegarían. 

5. La segunda estrofa (cf. Is 12,4-6) comienza con otra invitación -«Aquel día diréis»-, que es una llamada continua a la alabanza gozosa en honor del Señor. Se multiplican los imperativos para cantar: «dad gracias, invocad, contad, proclamad, tañed, anunciad, gritad». 

En el centro de la alabanza hay una única profesión de fe en Dios salvador, que actúa en la historia y está al lado de su criatura, compartiendo sus vicisitudes: «El Señor hizo proezas... ¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!» (vv. 5-6). Esta profesión de fe tiene también una función misionera: «Contad a los pueblos sus hazañas... Anunciadlas a toda la tierra» (vv. 4-5). La salvación obtenida debe ser testimoniada al mundo, de forma que la humanidad entera acuda a esas fuentes de paz, de alegría y de libertad. 

El cántico que hoy usamos en nuestra oración es la conclusión de los primeros capítulos del libro de Isaías -el llamado «Libro del Emmanuel»-, obra que viene a ser como una colección de oráculos que anuncian los castigos de Dios a Judá y a sus reyes por sus repetidas infidelidades, pero que contiene también el anuncio de la venida de un Rey justo que librará al pueblo de todos estos males. Nuestro cántico, situado, pues, al final de los oráculos esperanzadores sobre el Rey justo, es una acción de gracias por este enviado de Dios y por los bienes que el futuro Rey aportará. 

Para Israel el motivo de esta acción de gracias fue, pues, la llegada de este Rey mesiánico: «En los días de nuestras infidelidades -dice el pueblo- estabas airado contra nosotros, pero con la venida del Rey justo -nos dice- ha cesado tu ira y nos has consolado». Para el pueblo cristiano que hoy repite esta oración, el gran motivo de su acción de gracias es la venida del Libertador definitivo, Cristo, el Hijo de Dios. Israel confiaba en que podría sacar aguas con gozo de las fuentes de la salvación, aludiendo al rito de derramar agua, como signo de acción de gracias por la cosecha, cuando Israel, después del castigo, celebraría festivamente su liturgia en la fiesta de los tabernáculos; el pueblo cristiano cree firmemente que, «como dice la Escritura: de las entrañas del que cree en Dios manarán torrentes de agua viva» (Jn 7,38), y por esto da gracias al Señor, Dios y Salvador, que es fuerza y poder, incluso para el pueblo que le ha sido infiel. 

Introducción general 

El recopilador de los materiales de Isaías 1-11 ha creído necesario cerrar esta primera parte del libro con un himno antes de pasar a los oráculos contra las naciones. Formalmente es un himno perfecto: invitación a la alabanza con indicación de motivos (Is 12,1-3), proclamación de la alabanza ante las naciones (vv. 4-5), breve conclusión sintética (v. 6). Temáticamente dominan dos ideas: la insistencia en la salvación (2a.2d.3) y divulgación de la grandeza de Dios (4c.5b). Con todo, este himno es una recopilación de los temas principales desarrollados en los capítulos precedentes del libro de Isaías: nombres y títulos, la santidad de Yavé, la cólera divina, la exaltación de Yavé. Posiblemente debe ser datado en el post-exilio. 

Se advierte en este himno una transición del singular al plural que nos permite dividirlo en dos estrofas. Aunque se refiera a un mismo grupo comunitario, podemos salmodiarlo de la siguiente forma: 

Presidente, Canto al Salvador:«Te doy gracias... de las fuentes de la salvación» (vv. 1-3). 

Solista, Verso de transición: «Aquel día diréis» (v. 4a). 

Asamblea, Respuesta de la comunidad: «Dad gracias al Señor... el Santo de Israel» (vv. 4b-6). 

Su cólera dura un instante, su bondad de por vida 

Ante el tres veces santo, Israel es impuro. El pecado hace arder la cólera divina, que sus labios respiren furor y su lengua sea fuego abrasador. La ira es el amor de Dios hecho celo. El castigo purificador del destierro pondrá en primer plano la misericordia eterna de Dios. La ira se reserva para «el día de la ira», del que sólo escapará el hombre al que se le ha perdonado su pecado. Cuando la ira descargó sobre el que había venido a ser pecado por nosotros, Cristo, fuimos arrancados de la ira y reservados para la salvación. Es verdad que se ha desencadenado la ira de la Bestia, que persigue a la Mujer y a su descendencia (Ap 12,21). Es una parodia de la ira, pues Babilonia, la meretriz, será vencida cuando el Rey de reyes «pise en el lagar el vino de la ardiente ira de Dios» (Ap 19,15). Nosotros, que en otro tiempo éramos hijos de la ira, damos gracias a Dios porque ha cesado su ira y nos ha consolado. 

La salvación, una fuente inagotable 

El nombre de Isaías («Dios-salva») simboliza y localiza la fuente salvadora de Israel. Salvación que si en el pasado fue liberación de Egipto, en el presente es confianza sin temor. En uno y otro caso es lícito celebrar a Dios como fortaleza, poder y salvación. La iniquidad de Israel consistió en haber abandonado a Dios, fuente inagotable de agua viva, salvadora, y haber excavado cisternas agrietadas que no pueden retener el agua. A pesar de todo, el mensaje de Isaías se abre hacia el futuro al invitar a los sedientos a beber gratuitamente. Quien sienta sed está predispuesto a adherirse a Jesús, la roca de la que mana el agua, nuevo Templo y fuente abierta en Jerusalén. Quien bebe en el costado del Traspasado recibe el Espíritu de la nueva Creación. Es un hombre nacido de nuevo y de arriba; goza de la vida que caracteriza a la creación terminada. Este hombre nuevo forma parte de la comitiva del Éxodo iniciado por Jesús. 

El testimonio, respuesta de la comunidad 

La comunidad posexílica puede proclamar ante el mundo cuanto Dios hizo por ella en el pasado. Corresponde a la comunidad restaurada celebrar jubilosamente las proezas de Dios, contar sus hazañas, proclamar la grandeza del «Santo de Israel», dar gracias a Dios salvador. Es la misma misión confiada a la Iglesia: primero vive la salvación que brota de sus fuentes y después la difunde por el mundo entero. Ser testigos del Resucitado en Jerusalén, en Judea y Samaria y hasta los confines de la Tierra es el programa misionero de la Iglesia. La finalidad del testimonio es llevar a otros hombres a la fe, a la adhesión personal a Jesús Mesías. Quienes aceptan el testimonio eclesial poseen en sí mismos el testimonio de Jesús, que es la Profecía de los tiempos nuevos. La sangre del Cordero y la Palabra del Testimonio son armas eficaces para vencer los poderes de la Bestia. Ser testigos de Jesús es gritar la grandeza del Santo de Israel. 

Resonancias en la vida religiosa 

Fuerza de nuestra debilidad: Resulta temerario querer doblegar este mundo a la voluntad de Dios. Nuestra vocación nos impulsa a ello. Pero en muchos momentos de nuestra vida nos vemos precisados a admitir la ineficacia de nuestro empeño; como si Dios nos hubiera exigido algo que excede nuestra capacidad y fuerza. 

«Todo es posible para el que cree»: la fe nos inyecta la fuerza y el poder del Señor; apacigua nuestra sed con el agua de la Vida y nos abre un camino de esperanza, transparente al poder invencible de Dios: «Confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor». 

La fuerza de nuestra debilidad es el Espíritu, que Jesús nos transmitió en el momento cumbre de su debilidad, en su muerte, cuando «entregó el Espíritu». Este Espíritu nos incita a la permanente invocación al Padre, al canto sinfónico y universal, a proclamar la grandeza de Dios en el corazón del mundo. 

Reflexión primera del Santo Evangelio: Lc 12, 39-48,. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá. 

Los bienes y la felicidad no son equivalentes. 

La soledad del egoísmo insolidario. En la lectura completa del evangelio de hoy advertimos estas tres secciones: 1).Exhortación de Jesús al desprendimiento de los bienes materiales. 2). Parábola de los siervos que esperan vigilantemente la vuelta de su amo. 3). Explicación de la parábola a los discípulos. Jesús pasa del plural al singular, de los siervos que esperan a su señor, al administrador de confianza, cuya fidelidad se pone a prueba con el retraso de la venida del amo (alusión a la demora de la parusía o segunda venida de Cristo). 

El tema de la vigilancia cristiana es objeto de nuestra atención en los primeros domingos de adviento y en los últimos del año litúrgico en cada uno de los tres ciclos; por eso, nos fijaremos hoy preferentemente en la primera sección del texto evangélico. 

La exhortación de Jesús al desprendimiento de los bienes materiales, en aras de la solidaridad fraterna, conecta con el tema del domingo anterior, y es también una expresión de la vigilancia evangélica: “Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. 

Si es cierto, según Jesús, que donde está nuestro tesoro allí estará nuestro corazón, también es verdad que donde está nuestra fe allí estará nuestra esperanza última. Esa fe, como condición del peregrino. El que solamente cree en lo que tiene, se cierra el camino a la esperanza y al compartir con los otros, a esa solidaridad que acentúa. 

Necesitamos poseer algunos bienes para vivir, es cierto; pero no son la fuente de la vida ni están en ellos la clave y el secreto para ser persona. Porque solamente el que ama y vive en solidaridad y apertura a los demás, dándose a Dios y al prójimo, tiene vida auténtica y, en definitiva, es feliz porque entiende la vida con sabiduría. El sinsentido de la vida hace su aparición cuando el hombre se cierra a Dios y al hermano, pues sin relación a los valores perennes que representan Dios, Cristo y el prójimo, las cosas y los bienes carecen de referencia que les dé un valor que en sí mismos no poseen para la felicidad humana, como lo demuestra la experiencia. 

2.- Bienes y felicidad no son equivalentes. Si no, ¿por qué hay ricos infelices? ¿Por qué el índice de suicidios es más alto precisamente en los países más ricos y entre las clases más pudientes? La incomunicación con Dios y con los demás, la soledad y el egoísmo el ser rico sólo para sí sin compartir con los otros, crean desequilibrios muy lamentables en las personas. Solamente en Dios y en amarle a él y a los hermanos están la vida, la plenitud, la seguridad y la esperanza definitivas, que no podemos alcanzar con todo el oro del mundo. Por eso en el evangelio de las bienaventuranzas Jesús nos propuso un camino de liberación y felicidad, aunque en clave paradójica. 

No es tan frecuente encontrar gente feliz de verdad. Parece mentira que el hombre actual, conociendo y teniendo tantas y tantas cosas, no haya aprendido a ser feliz. Quizá el secreto de la “común infelicidad” que denunciaba Segismundo Freud, esté no donde él la ponía: en la insatisfacción sexual, sino en crearnos necesidades sin cuento para ser felices en medio del vacío de humanidad, que es vacío de Dios. 

Víctima de la fiebre del poseer y consumir, y muy preocupado de su pequeña felicidad que le cierra en la soledad y el clasismo, el hombre actual no logrará el crecimiento personal sino mediante la integración y el desarrollo armónico de los tres planos o niveles de la personalidad que mutuamente se implican e influyen: 1) El plano de la subjetividad, es decir, el ser persona; 2) el plano de la objetividad, es decir, la relación con el mundo y las cosas que se pueden poseer y usar; y 3) el plano de la intersubjetividad, es decir, el ser y vivir con los otros. 

La ruptura de la comunicación entre estos tres planos es lo que provoca la infelicidad personal. A nivel del individuo, los sicólogos la califican de neurosis, depresión y ansiedad; y a nivel relacional, comunitario y familiar, la describen los sociólogos como conflicto social, en el que el hombre de la calle ve el origen de la explotación, injusticia, guerras y violencia. 

3. Amar es el secreto de la felicidad. Más que cosas, necesitamos razones para vivir y compartir. La felicidad está dentro de nosotros y no fuera, porque es un estado de ánimo, posesión del espíritu y realización personal. Hay gente muy feliz con muy pocas cosas. Son los que han entendido la bienaventuranza de la pobreza efectiva y afectiva o de espíritu, y saben ser solidarios con los demás. Son los que se dan cuenta de que la civilización del consumismo, de la abundancia y del desarrollo económico ilimitado da, efectivamente, medios de vida al hombre, cosas y más cosas, pero no le da razones para vivir ni puede darle la sabiduría de la vida. Solamente ésta última nos descubre los motivos para trabajar y luchar, sufrir y gozar, esperar y amar a fondo perdido. Amar en profundidad, como Cristo nos amó, he ahí la base de la solidaridad y del compartir; en ello nos va el ser o no ser cristianos, el ser o no ser felices. 

Hace ya nada más que dos mil años Jesús nos descubrió el secreto de la felicidad, al proclamar dichosos a los pobres de bienes y vacíos de sí mismos, que son solidarios y comparten con los demás lo que tienen, porque así están en la disposición de ser llenados por Dios y enriquecidos con los dones de su reino. En definitiva, la felicidad humana no consiste más que en nuestra plenitud como personas, como hijos de Dios y como hermanos de los demás; por eso, alcanzar el pleno desarrollo humano, espiritual y material, es la vocación integral del hombre. 

Es justo bendecirte, Padre nuestro del cielo, porque Jesús nos mostró el camino de la felicidad verdadera, el auténtico tesoro que solamente en ti podernos alcanzar. 

No permitas, Señor, que prefiramos tener cosas a ser personas; pues, más que bienes, necesitamos razones para vivir; amar y compartir con los hermanos lo que tenemos, poco o mucho. 

Enséñanos por tu Espíritu la sabiduría de la vida, y ayúdanos, Señor, a elegir alegremente ser pobres con Cristo, sin amontonar bienes perecederos que defraudan nuestro corazón. Así, cuando tú vengas, nos encontrarás con las manos ocupadas en la tarea de amarte a ti y a nuestros hermanos. Amén. 

Reflexión segubda del Santo Evangelio: Lc 12, 39-48 Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá. 

Jesús exhorta a la vigilancia, especialmente a los pastores de la Iglesia, a los responsables de la comunidad (v.41). Ellos tienen el encargo especial de velar por el rebaño (1 P 5. 1-4). La tentación típica del ministerio, al tardar el Señor, es la de olvidarse de que sólo se es administrador, actuar como si fuera el dueño, a su capricho, en su propio provecho. La tentación de explotar al rebaño, de apacentarse a sí mismos. 

La fidelidad al Señor, que es el amo, y a la comunidad, a cuyo servicio ha sido destinado, define la actitud radical de todo administrador (cf. 1 Co 4. 2). No debe olvidar que ha de rendir cuentas. Sólo si se ha mostrado fiel será el siervo asociado al reinado de Cristo. El siervo infiel, en cambio, no tiene parte en su Reino. No cabe excusa. El administrador ha recibido encargos de mayor responsabilidad. Pero ha recibido también dones correspondientes. 

Esta parábola nos muestra que el tiempo de la espera se precisa para Lc como tiempo de servicio, porque el reino se refleja ya de forma decisiva en nuestra vida. Es muy posible que el mayordomo a quien se ha puesto al frente de la casa sea un símbolo de los dirigentes de la Iglesia. A todos se confía un tipo de servicio en el tiempo de la espera. La riqueza del reino se traduce para todos a manera de amor que dirige hacia los otros. Aquél que ha recibido el gran tesoro que le hace rico para Dios empieza a ser inmediatamente (tiene que ser inmediatamente) fuente de amor para los hombres. 

El Señor de una casa está ausente, lejos. Durante el tiempo de su ausencia encarga a un capataz que cuide de atender con justicia y puntualidad a la servidumbre. Para este cargo se requiere fidelidad y sensatez: fidelidad porque el capataz sólo es administrador, no señor, por lo cual debe obrar conforme la voluntad del señor; sensatez, porque no debe perder de vista que el señor puede venir de repente y pedirle cuentas. Si este capataz obra con conciencia, es felicitado, pues el señor quiere encomendarle la administración de todos sus bienes. Si, en cambio, obra sin conciencia e indebidamente, maltrata a la servidumbre y explota su posición de manera egoísta para llevar una vida sibarítica, le espera duro castigo. (...). 

La tentación puede consistir para el administrador en que se diga: "El Señor está tardando", todavía no viene. Los instintos egoístas y los impulsos del capricho le seducen llevándolo a la infidelidad. Lucas parece haber dado a esta observación sobre la tardanza del Señor una importancia mayor de la que tenía en la redacción originaria de la parábola. 

Es posible que en la época en que vivía Lucas más de una autoridad en la Iglesia dejara que desear tocante a la fidelidad, a la vigilancia y a la sensatez, diciéndose: el Señor está tardando. La venida del Señor en un plazo próximo no se había cumplido. Entonces se pensaba: A lo mejor ni siquiera viene. El hecho de que Jesús ha de venir es cierto. Cuándo ha de venir, es cosa que se ignora. Con la venida de Jesús está asociado el juicio, en el que cada cual ha de rendir cuentas de su administración. (...). 

"¿Nos dices esta parábola a nosotros o a todos?" Así había preguntado Pedro, porque pensaba que los apóstoles tenían la promesa segura y que no estaban en peligro. Habían oído lo que había dicho el Maestro sobre el pequeño rebaño, al que Dios se había complacido en dar el Reino. También el apóstol debe dar buena cuenta de sí con fidelidad y sensatez, si quiere tener participación en el reino. También para él existe la posibilidad de castigo. La sentencia depende de la medida y gravedad de la culpa, del conocimiento de la obligación, y de la responsabilidad. Los apóstoles han sido dotados de mayor conocimiento que los otros, por lo cual también se les exige más y también es mayor su castigo si se hacen culpables. El que "no habiendo conocido la voluntad del Señor" hace algo que merece azotes, recibirá menos golpes. No estaba iniciado en los planes y designios del Señor, y por ello no será tan severa la sentencia de castigo. Pero será también alcanzado por el castigo, aunque menos, pues al fin y al cabo conocía cosas que hubiera debido hacer, pero no las ha hecho. Todo hombre es considerado punible, pues nadie ha obrado completamente conforme a su saber y a su conciencia. La medida de la exigencia de Dios a los hombres se regula conforme a la medida de los dones que se han otorgado a cada uno. Todo lo que recibe el hombre es un capital que se le confía para que trabaje con él. 

Reflexión tercera del Santo Evangelio: Lc 12, 39-48,. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá. 

VENIDA-J-VIGILANCIA: 

-Si el dueño de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón... Estad también vosotros preparados: pues cuando menos lo penséis llegará el Hijo del hombre. 

Para el creyente, la historia no es un perpetuo volver a empezar; sigue una progresión que jalonan unas "visitas" de Dios, unas "intervenciones" de Dios, en días, horas y momentos privilegiados: el Señor ha venido, continúa viniendo, vendrá... para juzgar el mundo y salvarlo. 

Es verdad que los primeros cristianos esperaron, casi físicamente, la última venida -la Parusía- de Jesús... la deseaban con ardor y rogaban para adelantar esa venida: "Ven Señor Jesús" (1 Corintios 16, 22; Apocalipsis 22, 17-20). 

Las nuevas plegarias eucarísticas, desde el Concilio, nos han retornado esa bella y esencial plegaria: "Esperamos tu venida gloriosa... esperamos tu retorno... Ven, Señor Jesús". 

Pero, ¿puede decirse que esas plegarias han entrado efectivamente en nuestras vidas? 

Por otra parte, no debemos estar solamente a la espera de la última venida de Jesús, la de nuestra propia muerte, la del fin del mundo. Porque, nunca se repetirá bastante, que las "venidas" de Jesús son múltiples, y nada ostentosas... incluso ¡podemos no verlas! podemos ¡rehusarlas! "Vino a su casa y los suyos no lo recibieron" (Juan 1, 11 ) y Jesús lloró sobre Jerusalén "porque la ciudad no reconoció el tiempo en que fue "visitada" (Lucas 19, 44). El Apocalipsis presenta a Jesús preparado a intervenir en la vida de las Iglesias de Asia si no se convierten (Apoc. 2, 3). Y cada discípulo es invitado a recibir la "visita íntima y personal" de Jesús: "He ahí que estoy a la puerta y llamo: si uno me oye y me abre, entraré en su casa y tomaremos la "cena" juntos" (Apocalipsis 3, 20) "Llegará cuando menos lo penséis..." Oh Señor, ayúdame a pensarlo. Despierta mi corazón para esos encuentros contigo. 

-Pedro le dijo entonces: "Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos en general?" El Señor responde: "¿Dónde está ese administrador fiel y sensato a quien el Amo va a encargar de repartir a los sirvientes la ración de trigo a sus horas? Dichoso el tal empleado si el Amo al llegar lo encuentra en su trabajo. 

Después de invitar a cada cristiano a la vigilancia, Jesús, contestando a Pedro, hará una aplicación particular de la parábola o los "responsables de comunidades" que deben ser "fieles y sensatos". Sí, el servidor de los sirvientes es solamente un administrador, no es el amo... llegará el día en que tendrá que rendir cuentas. Su papel esencial es " dar a cada uno el alimento a sus horas" Así pues, toda la Iglesia tiene que estar en actitud de "vigilancia"... cada cristiano, pero también y ante todo cada responsable. El Reino de Dios ya está inaugurado. 

Referirse a ese Reino -que ciertamente no estará "acabado" más que al Fin- no supone para la Iglesia un proyectarse en un futuro de ensueño, sino aceptar el presente como esperanza, y contribuir a que ese presente acepte y reciba el Reino que ya está aquí. 

-"Dichoso el servidor si su amo al llegar le encuentra en su trabajo". 

Ayúdame, Señor, a estar en mi trabajo cada día y a captar tu presencia. 

-Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le pedirá. 

La pregunta de Pedro podía quizá significar que, en su interior, se sentía muy seguro del Reino, y que no tenía nada que temer ya que había sido elegido responsable... La respuesta de Jesús va enteramente en sentido contrario: cuando mayor sea la responsabilidad, tanto más serán también las cuentas a rendir. Notemos, empero, la sutileza del pensamiento: el juicio dependerá del grado de culpabilidad... se puede ser inconsciente del daño causado y eso disminuye nuestra responsabilidad, dice Jesús. Ayúdanos, Señor. 

Reflexión cuarta del Santo Evangelio: Lc 12, 39-48. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá. 

BUENOS Y MALOS ADMINISTRADORES 

Los administradores de la comunidad, cualquiera que sea su procedencia, deben ponerse al servicio de los demás y prestar ayuda para que en la comunidad no falte nada (12,42). Jesús declara «dichoso» al «administrador fiel y sensato» a quien «el Señor -término característico del Resucitado-, cuando llegue, lo encuentre cumpliendo con su encargo». El que haga esto, como lo hace Jesús, llega al mismo nivel que su Señor (cf v. 37). «Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes» (12,44). El primer encargo que le ha con-fiado ha sido el servicio de la mesa y de la despensa: la distribu-ción equitativa de los bienes de los pobres; si cumple bien ese primer encargo, le confiará la administración de los bienes espi-rituales de la comunidad. Mediante la parábola de los «adminis-tradores» Lucas anticipa y prepara el tema de la administración de los bienes de toda índole de la comunidad creyente que desarrollará en el libro de los Hechos. 

Por el contrario, si el administrador actúa con autoritarismo y con aires de grandeza y de poder, como hacen los que ejercen autoridad sobre los demás (cf. 22,25-26), «el Señor cortará con él y le asignará la suerte de los infieles» (12,45-46). Es de notar la dureza del lenguaje de Jesús con el grupo de discípulos proceden-tes del judaísmo. A la falta de libertad interna que aún padecen por no haber renunciado a la ideología autoritaria judía, corres-ponde un lenguaje propio de esclavos: «El siervo ese que, conociendo el deseo de su señor, no prepara las cosas o no las hace como su señor desea, recibirá muchos palos» (12,47), muchos más que los infieles que «desconocen su designio, pero hacen algo que merece palos» (12,48a). La razón es obvia: «Al que mucho se le ha dado, mucho se le exigirá; al que mucho se le ha confiado, más se le pedirá» (12,48b). La responsabilidad va pareja con los dones recibidos. 

La expectativa ante la venida del Señor, inesperada y repentina, debe crear en nosotros una fuerte conciencia de responsabilidad en las tareas que se nos han encomendado. 

La conciencia de ser administradores y no dueños de lo que se nos ha encomendado debe llevarnos a concebir nuestra libertad en términos de responsabilidad (Saint Exupery, Tierra de hombres, citado por Gaudium et Spes). Todas nuestras tareas, por tanto, conciernen a la administración de los bienes que el Señor nos ha confiado. Y según esto, se manifiesta la autenticidad o inautenticidad de nuestra respuesta a Dios. 

El desempeño, conforme al querer divino, de nuestras tareas exige que se haga manifiesta en nuestra actuación una relación con los demás servidores regida por la justicia. Se nos ha encomendado la distribución de la ración del trigo y una atención especial sobre los más desvalidos del entorno. La injusticia con ellos significa una falta grave contra el dueño de la casa y nace de una conciencia de la que se eliminado la ardiente expectativa de la vuelta del Señor. 

La falta de responsabilidad es, en el fondo, una falta de fe cuya consecuencia lógica consiste en ser separado del medio de la comunidad creyente y pasar a formar parte de los incrédulos. 

De los dones de Dios brotan las exigencias divinas a quienes los han recibido. A mayor don corresponde una mayor exigencia. Y las gracias y funciones concedidas por Dios a cada miembro de la comunidad eclesial no pueden ser concebidos como un honor del que ha sido beneficiado con ellos sino un deber a cumplir en favor de los restantes miembros de la Iglesia. 

Elevación Espiritual para este día. 

La educación progresiva de nuestro pensamiento cristiano y su correlativo obrar (en proporción al estado y a la llamada recibida por cada uno) con respecto o todos los grandes problemas de la vida y de la historia, tiene que ver con lo que podríamos llamar la “sabiduría de la praxis”. Esta última consiste sobre todo en la adquisición de hábitos virtuosos: unos hábitos que son necesarios todos ellos no sólo para actuar, sino también y en primer lugar para pensar correcta y exhaustivamente sobre los juicios y las consiguientes acciones que puedan exigir los problemas de las vicisitudes de la vida individual, familiar, social, política e internacional que el hoy presenta a la conciencia de cada uno y de la comunidad cristiana. 

Es preciso reconocer que los resultados poco brillantes de las experiencias de los cristianos en la vida social y política no se deben tanto a la malicia de los adversarios, ni tampoco únicamente a las propias deficiencias culturales, como sobre todo a deficiencias de los hábitos virtuosos adecuados, y no sólo en el sentido de carencias de las dotes sapienciales necesarias para ver las direcciones concretas de la acción social y política. Justamente, creo que la causa de muchos fracasos ha sido, en primer lugar, la falta de sabiduría de la praxis: esa sabiduría que —supuestas las esenciales premisas teologales de la fe, la esperanza y el amor cristiano— requiere además un delicadísimo equilibrio de probada prudencia y de fortaleza magnánima; de luminosa templanza y afinada justicia, tanto individual como política; de humildad sincera y de mansa, aunque real, independencia en el juicio; de sumisión y, al mismo tiempo, deseo veraz de unidad, aunque también de espíritu de iniciativa y sentido de la propia responsabilidad; de capacidad de resistencia y, al mismo tiempo, mansedumbre evangélica. 

Reflexión Espiritual para el día. 

Con la ascensión, el cuerpo de Cristo, entrelazado con nuestra carne y con toda la carne de la tierra, ha entrado en el ámbito trinitario. Ahora lo creado está en Dios; es “Su zarza ardiente”, como dice Máximo el Confesor. Al mismo tiempo, sigue sepultado en la muerte, en la opacidad y en la separación a causa del odio, de la crueldad y de la inconsciencia de los hombres. Hacerse santo es desplazar estas pesadas cenizas y hacer aflorar la incandescencia secreta, permitir a la vida, en Cristo, absorber la muerte. 

Dice, en efecto, san Ambrosio: «En Cristo lo tenemos todo. Si quieres curar tus heridas, él es médico. Si ardes de fiebre, él es fuente. Si temes a la muerte, él es vida. Si aborreces las tinieblas, él es luz. Dichoso el hombre que espera en él» 

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia y del magisterio de la santa madre la Iglesia: E misterio de Cristo Ha sido revelado ahora: Los gentiles son también coherederos de la promesa. 

El misterio de Cristo... es que los gentiles son coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la misma Promesa. 

Proyecto de amor universal sin fronteras. 

Apertura infinita. Unidad total de todos los hombres. 

Cristo es verdaderamente el momento decisivo de la historia toda de la humanidad. 

-Es el proyecto eterno que Dios ha realizado en Cristo. 

¿Soy de veras consciente de que "esto" es el proyecto de Dios? ¿Es mi corazón lo suficientemente grande? ¿Estoy debidamente abierto a estas perspectivas? o bien, quizá y por mi propia cuenta personal ¿me he acomodado a cierta religioncilla, buena para mí, para mi salvación individual? 

¿Participo en la aventura misionera de la Iglesia que quiere ser fiel a ese «proyecto de Dios» de asociar a los paganos a la misma esperanza? 

¿Estoy comprometido en la evangelización del mundo? ¿Suelo orar por «los que no conocen a Dios»? 

-Gracias al anuncio del Evangelio del cual he venido a ser ministro. 

A diferencia de los «misterios» paganos que eran a menudo unos ritos sagrados, reservados sólo a los «iniciados»... el misterio de Cristo está hecho para ser revelado, anunciado a todos. Su secreto, Dios quiere dar a conocer su secreto. 

Dios quiere que participen en su proyecto cuantos más mejor. 

Hay que contemplar detenidamente ese «proyecto»... en el corazón de Dios, en el querer de Dios. 

Y luego hay que contemplar el mundo desde este punto de vista: discerniendo los deseos de unidad y de solidaridad, los sueños de comunión y de armonía, las aspiraciones a la paz y al amor... y discernir también los graves riesgos de roturas, que hay en el aumento de la discriminación y del desprecio, las soledades y los "egoísmos", los exclusivismos violentos y los sectarismos... 

-A mí, el último de todos los fieles me fue concedida la gracia de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de 

Cristo y esclarecer cómo se ha dispensado el Misterio escondido desde siglos en Dios, Creador de todas las cosas. 

Desde siempre, desde la creación inicial, Dios tenía en su mente: el proyecto de una humanidad reunida por fin en el amor. 

Y hasta el "último de los fieles" ha de representar su papel en ese vasto proyecto. Desde donde humildemente me encuentro puedo hacer avanzar algo ese plan. 

¿Cuál es mi tarea en esa obra esencial en la que se construye el futuro de la humanidad? ¿Trabajo yo en este sentido? o ¿en el sentido opuesto? ¿Excluyo algo? ¿Mantengo privilegios? o bien ¿procuro amar siempre como 

Dios ama? ¡Dios ama a los que yo no amo! 

Es una formidable invitación a amarlos en adelante. 

-Gracias a la Iglesia, las mismas fuerzas invisibles conocerán los múltiples aspectos de la sabiduría de Dios. Y 

Cristo, mediante la fe en El, nos da valor para llegarnos confiadamente a Dios. 

¡"Llegarnos confiadamente a Dios"! 

No alcanzamos a darnos cuenta de la inverosímil revolución que todo esto representa en la historia de las relaciones entre Dios y la humanidad. + 


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