Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

13 de octubre de 2014

LECTURAS DEL DÍA 13-10-2014

LUNES DE LA XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO. 13 de Octubre del 2014 . 4º semana del Salterio. (Ciclo A) TIEMPO ORDINARIO. AÑO DE LA FE..SS. Teófilo ob, Fausto, Jenaro y Marcial mrs, Florencio mr, Venancio ab. Santoral Latinoamericano. SS. Eduardo.

LITURGIA DE LA PALABRA 

Ga 4,22-24.26-27.31—5,1: No somos hijos de la esclava, sino de la mujer libre. 
Salmo responsorial 112: Bendito sea el nombre del Señor por siempre. 
Lc 11, 29-32: A esta generación no se le dará más signo que el signo de Jonás. 

Jesús se pronuncia acerca de los que exigen pruebas o “señales”. Ha crecido todavía la muchedumbre que se apiña en torno a Jesús. La razón más profunda de la exigencia de señales, el no contentarse con lo que Cristo ha hecho con poder y asombro del pueblo, es la desobediencia a la Palabra de Dios que enuncia Jesús. Lo primero que hay que hacer es convertirse, reformarse interiormente. Sólo el que escucha y acepta de buena gana la Palabra de Jesús, está capacitado y pronto para captar las señales de que se ha inaugurado ya el reino de Dios. Cuando Jesús explicó las curaciones ante los discípulos de Juan como signos del tiempo de salvación, dijo, amonestando a los oyentes: “Bienaventurado aquél que en mí no encuentre ocasión de tropiezo”. Jesús no realiza en Nazaret las señales que se le exigen porque sus compatriotas no creen. Jesús se ve en la necesidad de decir a la multitud que pide signos: “Esta es una generación perversa, porque no quiere creer”. 

Los contemporáneos de Jesús están endurecidos contra la sabiduría y la llamada de Dios a la conversión. Por eso sólo se les da la señal que los ha de condenar en el juicio final. Jesús mismo, que obra con el poder de Dios, sería señal suficiente que podría conducirlos a la fe. 

PRIMERA LECTURA 
Gálatas 4, 22-24. 26-27. 31-5, 1 
No somos hijos de la esclava, sino de la mujer libre. 

Hermanos: En la Escritura se cuenta que Abrahán tuvo dos hijos, uno de la esclava y otro de la libre; el hijo de la esclava nació de modo natural, y el de la libre por una promesa de Dios. 

Esto tiene un significado: Las dos mujeres representan dos alianzas. 

Agar, la que engendra hijos para la esclavitud, significa la alianza del Sinaí. 

La Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre, como dice la Escritura: "Alégrate, estéril, que no das a luz, rompe a gritar, tú que no conocías los dolores de parto, porque la abandonada tiene más hijos que la que vive con el marido." 

Resumiendo, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la mujer libre. Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado. Por tanto, manteneos firmes, y no os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud. 

Palabra de Dios 

Salmo responsorial: 112 
R/.Bendito sea el nombre del Señor por siempre. 

Alabad, siervos del Señor, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre. R. 

De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor. El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos. R. 

¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra? Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre. R. 

SANTO EVANGELIO 
Lucas 11, 29-32 
A esta generación no se le dará más signo que el signo de Jonás 

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: "Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás. 

Palabra del Señor.


Reflexión de la Primera lectura: Gálatas 4,22-24.26-27.31—5,1. No somos hijos de esclava, sino de mujer libre. 

-Abraham tuvo dos hijos, uno de su sirvienta, Agar... otro de la mujer libre, Sara... estas cosas tienen un sentido alegórico porque las dos mujeres representan las dos alianzas.

A los judaizantes que admiten el valor de la Escritura, y que quisieran volver a la antigua Alianza, Pablo recuerda que en esa misma Escritura había el anuncio de la «nueva Alianza». Según un procedimiento dialéctico, muy usado por los rabinos judíos, da una aplicación simbólica de la historia de Abraham.

-El hijo de la sirvienta nació según la naturaleza... El hijo de la mujer libre nació en virtud de la «promesa»...

Es una nueva manera de afirmar siempre la misma verdad: la salvación del hombre no puede venir sólo de las fuerzas naturales... no podemos salvarnos por nosotros mismos, «ni por el bien que hacemos», ni por el cumplimiento exacto de la Ley.

De hecho, la salvación es un don gratuito, un regalo sobrenatural, procedente de una promesa gratuita: la gracia es el joyel de la nueva Alianza, que ya estaba presente, dice san Pablo en ese don inesperado de un hijo a Abraham. Humanamente nada podía permitir a Sara tener un hijo: Isaac fue un don absoluto de Dios.

-«Regocíjate, estéril, la que no das hijos... Rompe en gritos de júbilo, que más son los hijos de la abandonada que los de la casada.»

Dios es el amo de lo imposible. Nada es imposible a Dios.

El ángel lo repetirá a la Virgen María, el día de su anunciación.

Este es un bello símbolo de la gracia, de la gentileza del don gratuito de Dios: una esterilidad vencida, una tristeza vencida... Dios da la fecundidad y la alegría a la que ya no podía esperar, humanamente, nada más.

¡Señor, cólmanos de tu gracia!

¡Señor, haznos disponibles y abiertos a las gracias que quieras otorgarnos!

-Si Cristo nos libertó, es para que seamos verdaderamente libres.

¿De qué libertad habla san Pablo? ¿Con relación a qué nos libertó Cristo?

Queda claro que la Ley era para él una esclavitud en la medida en que se buscaba en ella justificarse uno mismo, por el propio esfuerzo. Esta cuestión es igualmente importante HOY. Muchos cristianos, en lo que a esto se refiere se han quedado en la "antigua Alianza", no viviendo más que en el miedo de Dios, en el ansia de las «obligaciones y preceptos» a cumplir.

Para san Pablo, ser de veras «hijo» es ser «libre», es tener con el Padre unas relaciones tan inmediatas que ya no se tiene miedo de El, y que la ley no es ya una ley exterior alienante: «¡ama, y haz lo que quieras!» será la traducción de san Agustín.

-Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud.

Se comprende el furor de san Pablo ante esos cristianos de Galacia que quieren caer de nuevo bajo el yugo de «prácticas legalistas».

¿Soy yo libre, interiormente?

¿Es mi religión "opresora", onerosa, una carga que hay que arrastrar?

¿O bien, es una «liberación» una alegría, una espontaneidad?

Pablo vuelve a hablar de la experiencia de los gálatas y de su propia experiencia en la evangelización de Galacia. «Vosotros -les dice- estabais como encadenados a adorar a los falsos dioses (muchos cristianos, al cabo de años, todavía comían carne 'con conciencia de ídolo'). De repente fuisteis liberados de esa esclavitud -¡por un milagro del Espíritu!-.

También fue un milagro que, cuando me visteis con todos los signos de una maldición divina (era la reacción normal ante una enfermedad llamativa), no escupisteis como quien espanta a los demonios, sino que me recibisteis como a un ángel (o enviado) de Dios.

Antes de conocerme adorasteis en mí la imagen de Cristo crucificado. Mi dolor, continuación del de Cristo, era como dolores de parto, para que Cristo se formase en vosotros. ¡Sed, pues, fieles a aquel Cristo que lleváis dentro! ¡No me hagáis pasar de nuevo aquellos mismos dolores!».

A continuación, con un estilo totalmente distinto, Pablo compone una alegoría (él mismo la llama así) sobre la relación entre los dos Testamentos. Mejor dicho: entre una vida conducida por la ley (=esclavitud) y una vida conducida por el Espíritu (=libertad).

«Los que viven bajo la ley son como Ismael, hijo de una esclava de Abrahán, que fue expulsado de casa, juntamente con su madre, porque 'perseguía' al hijo de Sara, la mujer legítima.

También ahora, los que no quieren entender el mensaje de la libertad, contenido en el AT y explicitado en el evangelio, y persiguen a la Iglesia, merecen ser expulsados de la familia de los hijos de Abrahán».

Reflexión al Salmo 112. Bendito sea el nombre del Señor por siempre.
Es un himno de alabanza que pone el acento en el nombre del Señor, capaz de provocar cambios radicales en la vida de las personas. Los salmos 113 a 118 constituyen «la pequeña alabanza» (el «pequeño Hallel», por contraste con el «gran Hallel»: el salmo 136) que rezan los judíos en las fiestas importantes. Según Mt 26,30, Jesús rezó estos salmos después de la Cena Pascual.

Este salmo tiene introducción (1-3) y cuerpo (4-9), pero no conclusión, pues la alabanza continuaba en el salmo 114. El cuerpo del salmo puede dividirse en dos partes: 4-6 y 7-9.

La introducción comienza con un grito: « ¡Aleluya!» (Expresión hebrea que significa «alabad al Señor»), invitando al pueblo, a los que se llama «siervos», a alabar el nombre del Señor (1). Expresa el deseo de que este nombre sea bendecido por siempre (2) y que la alabanza dure todo el día (3). En la introducción se menciona a Dios como «Señor» (Yavé) cuatro veces y su nombre, tres. También el verbo alabar aparece tres veces.

El cuerpo del salmo tiene dos partes. Las dos explicitan por qué hay que alabar el nombre del Señor En la primera (4-6) Dios es presentado como Señor de los pueblos y de todo el universo. Su trono se encuentra por encima de los cielos. En dos ocasiones aparece el verbo elevar. Con él se pretende afirmar que Dios está por encima de todos (los cielos) y de todos (los pueblos). Sin embargo, quien se eleva por encima de todo y de todos, también se abaja para mirar al cielo y a la tierra. ¿Con qué resultado?

Viene, entonces, la segunda parte (7-9). Se mencionan cuatro acciones del Señor. Al abajarse para mirar la tierra, el “elevado” provoca un cambio radical en la sociedad: levanta del polvo al débil y saca de la basura al indigente, sentándolo en el consejo del pueblo (7-8). Cuando el Señor se levanta de su trono, los indigentes que viven en la basura también son levantados de la miseria en que se encuentran y se les asigna un asiento entre los consejeros de la ciudad y del pueblo. Es la primera gran transformación social. La segunda (9) se refiere a la mujer estéril. Al levantarse de su trono, el Señor hace que se siente en casa, a la mesa, como una madre feliz de sus hijos. Aquí se está produciendo un cambio no sólo en lo que respecta a la superación de la esterilidad. En aquel tiempo y en aquella cultura, la madre, durante las comidas, solía quedarse en pie para servir a los comensales. Aquí, en cambio, se sienta, rodeada por sus hijos.

Podemos ver, pues, cómo el cuerpo de este salmo se caracterizo por los siguientes contrastes: el elevarse y el abajarse del Señor el levantarse del trono y el dar asiento, el abajarse y el levantar al pobre y sacar al indigente.

Este salmo supone que nos encontrarnos en un lugar público y que la persona que lo compuso está rodeada de gente (1). La alabanza suele poner de manifiesto algunas acciones importantes de Dios. En este salmo, es su nombre lo que se convierte en motivo de alabanza. Ya se ha indicado en las dos partes del cuerpo (4-6 y 7-9) lo que representa este nombre y las consecuencias que tiene para la sociedad. Este salmo nos muestra cómo era la sociedad de aquel tiempo. De hecho, habla de pobres e indigentes que se arrastran por el polvo y viven en la basura (una imagen suficientemente conocida en los vertederos de las grandes ciudades). El salmo nada dice acerca de las causas que han dado lugar a la existencia de pobres e indigentes, pero sabemos cuáles son. Sólo se habla de dos situaciones extremas: por un lado, están los que viven en la basura; por el otro, los que viven entre lujos (los príncipes). Los príncipes eran, ciertamente, la elite dirigente de la sociedad, los «senadores y diputados». El Señor da muestras de una gran osadía e incluso parece un poco osado: al indigente nacido en medio de la basura lo sienta en un escaño de senador. Cambia lo establecido económico y social.

Otro detalle interesante se refiere al caso de la mujer estéril. En aquel tiempo y en aquella cultura, la esterilidad, además de relativamente frecuente, era sinónimo de castigo divino. Conviene, además, llamar la atención sobre el papel que jugaba la esposa-madre. Durante las comidas, tenía que estar de pie para servir a su marido y a sus hijos varones. También en esto, el Señor se muestra propicio. Hace fecunda a la mujer y la pone en el mismo nivel que los hombres (es decir, sentada). La mujer de este salmo ha recuperado, en un instante, toda su dignidad. Y se puede comparar con las grandes matriarcas del pasado, que tuvieron que hacer frente a este mismo tipo de discriminación: Sara, Rebeca, Raquel y otras...

Se menciona a Dios siete veces en total (seis como «Señor» y una de manera genérica como Dios). Esto sería suficiente para hablar del rostro que tiene Dios en este salmo. No obstante, podemos profundizar en esto un peco más. Este salmo muestra cómo el nombre del Señor provoca cambios radicales: el indigente se sienta con los príncipes, la estéril se sienta a la mesa rodeada por sus hijos. ¿Por qué tiene este salmo la valentía de afirmar estas cosas? Porque la primera y principal experiencia de Dios que tiene Israel consiste en el éxodo. El Señor está íntimamente vinculado a la liberación de la esclavitud en Egipto Ahí tuvo lugar el principal de los cambios espectaculares. Estableció su alianza con este pueblo a esclavitud, volviéndolo fecundo y príncipe en la Tierra Prometida, La opción de Dios por el débil, por el indigente y por lo estéril es tan clara como el sol de mediodía.

Después del exilio en Babilonia (que concluyó el 533 a.C.), los sacerdotes judíos alejaron a Dios de la vida del pueblo, recluyéndolo aislado en un cielo distante, majestuoso y glorioso. Este salmo acepta esta concepción de un Dios elevado. Pero esto no le impide mirar hacia la tierra, desencadenando un cambio social.

La encarnación de Jesús viene a culminar este salmo, en la Carta a los filipenses (2,6-11), Pablo muestra cómo tuvo esto lugar. El mismo Hijo de Dios bajo-“se rebajó”-a nuestra realidad y la vivió plena e intensamente, María cantó la radical transformación que Dios obró en ella (Lc 1,46-55). Jesús se mezcló con pecadores y marginados (Mt 9,9-13; Lc 15, lss). No sólo sacó de la exclusión a los marginados (pobres, enfermos, mujeres); fue más allá, liberando a la gente de unas cadenas aparentemente irreversibles, como es el caso de la muerte.

Este salmo se presta para las ocasiones en que querernos alabar el nombre del Señor y sus acciones de liberación y de vida; cuando querernos sentir cerca su presencia liberadora; cuando no nos conformamos con la idea de un Dios de gloria y majestad, pero distante, que no está comprometido con la justicia social...

Reflexión primera del Santo Evangelio: Lucas 11,29-32. ¿Qué señal ofrece este mesías para que le creamos?
Lucas pone en labios de Cristo, que va de camino hacia el misterio pascual que se consumará en Jerusalén, una serie de enseñanzas, exhortaciones, respuestas y reproches. Ahora le toca el turno a un grupo de ese pueblo de «dura cerviz» que tiene dificultades para acoger la Palabra de Dios. ¿Qué señal ofrece este mesías para que le creamos? ¿Qué ofrece de seguro? Se trata de una muchedumbre no muy diferente a la de Nínive, que no sabía distinguir entre el bien y el mal (cf. Jn 4,11); no muy diferente de los paganos, recién llegados a la fe, a los que se dirige Lucas; tal vez no muy diferente a nosotros, que siempre andamos a la búsqueda de algo extraordinario y, al mismo tiempo, inmediato.

El tono de la respuesta de Jesús es drástico. Habla de juicio y condena. Sin embargo, por detrás de la referencia a Jonás, a quien toma Jesús como símbolo de su muerte y resurrección, está todo el peso de la misericordia salvífica de Dios. Esta les había sido ofrecida a los ninivitas a cambio de una humilde conversión, a la reina del sur por su generosa búsqueda de la sabiduría. La Palabra de salvación pide tanto a los judíos como a los griegos un espíritu abierto: «Más bien, dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica» (Lc 11,28). Este anuncio de bienaventuranza contrasta todavía más con el juicio y la condena, que están reservados a quienes han recibido el tesoro de la Palabra revelada y, esclavos de una falsa fidelidad a la Ley, no saben reconocer las señales de la presencia del Salvador, y a quienes no son capaces de aceptar el duro lenguaje de la cruz ni se atreven a esperar en la resurrección.

Reflexión segunda del Santo Evangelio: Lucas 11,29-32
En el evangelio de hoy, Jesús invita a sus oyentes a «convertirse» y a "hacer penitencia". Les pone como ejemplo la ciudad pagana de Nínive, que se convirtió al escuchar la predicación de Jonás.

El libro de Jonás es una "parábola", un género literario que vemos usado frecuentemente por Jesús: se narra una historia ficticia para ilustrar una lección.

-Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad pagana, y proclama allí el mensaje que te doy para ella.

La historia es pues la de un profeta judío -del "pueblo escogido" que Dios envía para que predique, en tierra enemiga, a los paganos de Nínive. El profeta, de momento, por un reflejo egoísta, rehúsa ir allá y toma otra dirección.

Pero Dios se las arregla -con humor y con la ayuda de un enorme pez- para conducirlo a la fuerza a su misión.

¡Esta es HOY, como siempre, la orden de Dios! La Iglesia debe ser misionera, es enviada a los paganos para que les proclame el mensaje de Dios ¿Cómo podría ser yo mismo, especialmente durante esta cuaresma, portador de la Palabra de Dios para mis hermanos no-creyentes? ¿Cuál será mi manera de proclamar la "buena nueva", en mi barrio, en mis relaciones humanas, en mi familia, en mi lugar de trabajo?

-"Dentro de cuarenta días... Nínive será destruida".

En lenguaje violento, el lenguaje de los profetas, esto quiere decir: convertíos, haced penitencia, el reino de Dios está cerca... ¡es urgente! ¡dentro de un mes, será demasiado tarde!

Jesús repitió esas palabras.

De los cuarenta días de esa cuaresma que me ha sido dada, han pasado ya siete. ¿Qué he hecho de estos siete días primeros?

¿Sigo dándome, quizá, buenas excusas? «comprendedlo, no tengo tiempo, mi trabajo me absorbe». Había decidido dedicar un poco más de tiempo a la oración: ¿he avanzado algo en este sentido? Había tomado tal resolución: ¿continúo, quizá, en mi ronroneo habitual? Faltan todavía treinta y tres días para la Pascua. No hay tiempo que perder.

-Sin tardar, los Ninivitas creyeron en Dios. ordenaron un ayuno. Cada uno se convirtió de su mala conducta.

Lo que el "pueblo elegido", a pesar de las invitaciones apremiantes de muchos profetas y sacerdotes, no había hecho jamás -la conversión radical y colectiva- he ahí que un pueblo pagano lo hace, y a la voz de un solo profeta que cruza, un día, sus calles.

Esta es la lección que Dios quiere darnos HOY también.

Lección que Jesús repetirá explícitamente.

Ayúdanos, Señor. Ayuda a tu «pueblo elegido» del día de hoy, a convertirse, a vivir una verdadera cuaresma, a abandonar su mala conducta

Concédeme que sepa aprovechar bien el tiempo que me queda.

-Viendo su actitud, Dios renunció a enviarles el castigo con el que los había amenazado.

Dios ama a los paganos.

Dios ama a los pecadores.

Dios ama a todos los hombres.

A Dios no le agrada castigar. Todo el relato tiene por objeto llegar a esta conclusión: los Ninivitas van a poder "vivir"; su conversión les lleva a ser más felices, a vivir en plenitud. El mal comporta su propio castigo. El esfuerzo para hacer el bien, comporta también su recompensa.

Señor, cambia mi corazón.

Reflexión tercera del Santo Evangelio: Lucas 11,29-32
A Jesús no le gustaba que le pidieran "signos" y milagros. Quería que le creyeran a él por su palabra, como enviado de Dios, no por las cosas maravillosas que pudiera hacer. Aunque también las hiciera.

Así se entiende que les diga que el único "signo" que les va a dar es el de Jonás, y luego añade también el ejemplo de la reina de Sabá, quejándose de la poca fe de sus contemporáneos.

Jonás fue un pobre profeta, que predicó en Nínive sin hacer ningún milagro: pero los ninivitas le creyeron y se convirtieron. Mientras que a Jesús, "uno que es más que Jonás", y que, además, ha hecho signos sorprendentes que ya debieran bastar para reconocerle como el Mesías de Dios, no le acaban de creer. Y lo mismo la reina de Sabá, que vino desde lejos a escuchar la sabiduría de Salomón, y Jesús "es más que Salomón".

El "signo de Jonás" no se refiere aquí -como pasa en Mateo 12,38-40- a la resurrección de Jesús al tercer día, igual que Jonás había estado tres días en el vientre del pez. Lucas pone a Jonás mismo, a su persona, como signo, sin milagros, apoyado sólo en la palabra de Dios. En su caso, con éxito. En el de Jesús, con muchas más dificultades. Y eso que los ninivitas eran paganos, y los que no creían en Jesús, judíos.

b) Los paganos sí supieron reconocer la voz de Dios en los signos de los tiempos. Y los del pueblo elegido, no. Una vez más resuena la queja con que empieza el evangelio de Juan: "vino a su casa y los suyos no le recibieron' (Jn 1,11).

Los judíos se distinguían por pedir milagros, mientras que los griegos buscaban sabiduría (cf. 1 Co 1,22). Puede quedar retratada aquí nuestra generación, cuyo afán de cosas espectaculares y sensacionales, apariciones y revelaciones, es también insaciable.

El signo mejor que nos ha concedido Dios es Cristo mismo, su persona, su palabra.

Pero, por otra parte, nos debemos sentir aludidos nosotros, los cristianos "de casa", los más cercanos a Jesús, que también podemos buscar excusas para no acabar de creer en él, como sus paisanos de Nazaret, que le pedían que hiciera milagros (¿más?) para creer en él (Lc 4). ¿Qué estamos exigiendo nosotros: una voz misteriosa, un signo claro y milagroso?

El sábado afirmaba Jesús que los verdaderos discípulos son los que "escuchan la Palabra y la cumplen". Nosotros la escuchamos con frecuencia: pero ¿se puede decir que la ponemos en práctica a lo largo de la jornada? Si a Jonás le hicieron caso y a Salomón le vinieron a escuchar desde tan lejos, ¿no tendrán razones los ninivitas y la reina de Sabá para echarnos en cara nuestra falta de fe en el Maestro auténtico, Jesús?

¿Se puede decir que escuchamos la Palabra de Dios como María, la hermana de Marta, sentada serenamente a los pies de Jesús? ¿o como la otra María, la madre, que meditaba estas cosas en su corazón, y que adoptó como lema de su vida "hágase en mí según tu Palabra"?

Reflexión cuarta del Santo Evangelio: Lucas 11,29-32
LA UNICA SEÑAL: JESUS Y SU MENSAJE, COMO LA DE JONAS

En este pasaje Jesús pasa a respon­der a la segunda cuestión anterior («Otros, para tentarlo, le exigían una señal que viniera del cielo», 11,16). Al ver que la gente iba tomando partido a su favor (11,29a), se pone a denunciar la perversidad de los que se aprovechan de la gente que se acaba de liberar y que lo quieren comprometer también a él a lanzarse ciegamente a una empresa que llevaría al pueblo a un fracaso estrepitoso. De falsos mesías ha habido ya una colección. Son los que incitan el pueblo a tomar las armas en nombre de Dios («le exigen una señal que viniera del cielo»). Reclaman una señal espectacular, una intervención contundente de Dios en la histo­ria. Jesús les sale con algo imprevisto. En lugar de una señal irrebatible y prodigiosa, provocada por un deus ex machina que interviene en los asuntos humanos imponiendo su poder a diestra y siniestra con una «santa cruzada», les anticipa que su señal será el fracaso del Hombre, su muerte, en manos de los poderosos y explotadores del hombre.

Con una analogía, «la señal de Jonás», y dos ejemplos, «la reina del Sur» y «los ninivitas», Jesús responde de manera cate­górica a los que, en lugar de escuchar el mensaje, se dedican a comprometer la empresa de Dios entre los hombres: «Porque de la misma manera que Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive», invitándolos a la conversión, «así va a serlo también el Hombre para esta generación. La reina del Sur se pondrá en pie en el juicio para carearse con esta generación y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y hay más que Salomón aquí. Los habitantes de Nínive se alzarán en el juicio para carearse con esta generación y harán que la condenen, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás, y hay más que Jonás aquí» (11,30-32). 'Escuchar' la sabiduría de su mensaje, superior a la de Jonás, es la invitación que dirige Jesús, el Hombre por antonomasia, a todo hombre de buena voluntad: notad que los dos ejemplos han sido tomados intencionadamente a partir de personajes ajenos a la promesa hecha a Israel. Se han invertido los términos: los dirigentes religiosos y los responsables políticos de Israel serán condenados por el testimonio de extranjeros, considerados por ellos como depravados e incrédulos.

Lo extraordinario, frecuentemente, se convierte en el lugar donde se espera encontrar la presencia divina. El hombre se dirige allí donde pueden encontrarse soluciones mágicas a sus problemas, fuera del curso normal de los acontecimientos.

Esta forma de búsqueda de señales de la presencia de Dios nos ofusca y llega a hacernos cerrar los ojos ante la verdadera señal que El nos ofrece que, la mayoría de las veces, se presenta bajo las humildes apariencias de los hechos cotidianos de nuestra vida.

La Palabra de Dios en ellos toma la forma de una invitación a la conversión que muchas veces es rechazada porque no nos saca de lo cotidiano sino que pide una respuesta que no nos aleja de ese ámbito.

Por eso, en la vida se nos coloca frecuentemente ante la necesidad de tomar una decisión entre la Persona y la vida de Jesús, por un lado, y nuestro gusto por lo maravilloso, por otro. De esa decisión depende que nos situemos en medio de la generación malvada condenada por Jesús o entre los que aceptan la presencia de Dios como los ninivitas que supieron escuchar la predicación de Jonás y como la Reina del Sur que supo buscar la Sabiduría en Salomón.

La conversión no es otra cosa que reconocer las señales de vida ofrecidas por Dios, asumir su visión y la defensa que Dios hace de Ella. Aceptar la presencia de Dios en Jesús y en los hermanos y confiar en la capacidad de transformación que Dios ha ligado a su Palabra son el único camino válido para el Encuentro auténtico con Dios.

Lucas quiere expresar en este texto que presenta la rivalidad de Jesús con los fariseos, la forma falsa que tienen éstos para engañar al pueblo y para no aceptar la propuesta mesiánica de Jesús.
Jesús, quebranta las jerarquías establecidas, incluso las que apelan a la caridad. Pone en jaque la vida de los estudiosos de la ley y de los fieles del judaísmo. Jesús, nunca se afilió a la academia de los insoportables fariseos. Para ellos, Jesús es un galileo intratable. Un día cualquiera le piden a Jesús un signo que venga del cielo, algo hermoso, firmado por Dios. ¿Por qué? Continuamente está haciendo signos, a la vista de todos, pero para ellos esos signos son adornos de mal gusto, y además Jesús da la impresión de no tenerlos en cuenta cuando despide a los que son restituidos con un "anda en paz, tu fe te ha salvado". Pero los fariseos quieren un signo llamativo, que deje a todos sin aliento y les obligue a convertirse. Seguirán buscando ese prestigio tras el que corren como locos. Saludarán en Jesús a uno de sus hermanos, tan amigo como ellos de la ostentación.
Es evidente, que Jesús no quiere satisfacerles a ese precio. Jesús les aclara a los fariseos que no les dará ninguna señal, ya que ellos, estudiosos de la ley y de las tradiciones judías, conocen todos los signos y señales que Dios ha dado al pueblo a lo largo de su historia. El signo que Jesús les recuerda a ellos es el de Jonás. Este signo Jesús lo recuerda porque ha descubierto y desenmascarado la perversión y el empecinamiento de los fariseos y de los escribas y por eso sobre ellos caerá el juicio de los paganos de Nínive, convertidos a Dios, ocho siglos antes, por la predicación de Jonás. Lucas, deja de manifiesto que llega ahora alguien que es más que Jonás: es el enviado de Dios, y solamente encuentra objeciones y resistencia de parte de los que se sienten "dueños de Dios".
El símbolo de Jonás sigue allí llamándonos la atención para que también nosotros hoy revisemos nuestra vida, dejemos las falsas seguridades y comencemos a cambiar de actitud; la vida tenemos que irla haciendo crecer a la medida de Jesús, el ser humano ideal que sigue siendo para nosotros el mejor camino de acceder a Dios y a su Reino. Abandonemos, entonces, la actitud farisaica de autosuficientes y de creernos mejores que los demás.

Elevación Espiritual para este día.
Si no se impone ninguna ley al justo, porque, previniendo la ley y sin necesidad de ser llamado al orden por ella, cumple la voluntad de Dios por el instinto de caridad que reina en su alma, ¿cuánto deberemos estimar a los bienaventurados del paraíso, libres y exentos de toda clase de mandamientos, dado que del goce de la suma belleza y bondad de Dios en que se encuentran fluye y deriva una dulcísima, aunque absoluta, necesidad en sus espíritus de amar eternamente a la santísima divinidad? En el cielo, Teótimo, amaremos a Dios no obligados o constreñidos por la ley, sino atraídos y arrebatados por la alegría que tal objeto, perfectamente amable, proporcionará a nuestros corazones; entonces cesará la fuerza del mandamiento, para hacer sitio a la alegría, que será el fruto y la cima de la observancia del mandamiento. Nosotros estamos destinados, por tanto, a la alegría que nos ha sido prometida en la vida inmortal, durante la cual, en verdad, estaremos obligados a observarlo con gran rigor, porque es la ley fundamental que Jesucristo nuestro rey ha dado a los ciudadanos de la Jerusalén militante, para hacerles merecer la plenitud y la alegría de la Jerusalén triunfante.

Reflexión Espiritual para el día. 
Los judíos buscan en las Escrituras la vida eterna; por consiguiente, buscan en ellas a Dios y a su Hilo. Pero no buscan con la fe, sino con sus ideas prefabricadas. Buscan la vida eterna en la prolongación de sus propios deseos e ideas y no comprenden que, para alcanzarla, deberían hacer exactamente lo contrario: plasmar su vida terrena según el plan de Dios o, mejor aún, dejarla plasmar por su amor. No comprenden que su actividad principal debería ser la contemplación y abrirse a Dios a través de ella para dejarle obrar solo y secundario después —lo bien o lo mal que puedan— en su acción. La obra de los judíos debería consistir en dejar obrar en ellos mismos, aunque no de una manera pasiva y sin participar, sino ofreciéndose sin hablar, entregándose callando. En el fondo están llenos de sí mismos y, por eso, ciegos para las Escrituras de Dios.

La Escritura da testimonio del Señor. En la antigua alianza deja entrever su esencia y la predice. Los judíos, siguiendo la orientación de la Escritura, deberían llegar a él. En él encontrarían la vida. Es el Señor, no el hombre mismo, quien provee a la vida eterna de los hombres. Por eso el Señor pide sólo la fe, no la acción humana ni la acción humana autónoma. El sentido de la vida humana no debe ser ya el sentido que ésta se da por sí sola, sino el sentido que le da el Señor. Todo esto es visible también en la antigua alianza.

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia y el Magisterio de la Santa Iglesia: Agar, Sara y la Reina de Saba.
Agar. "Y también del hijo de la sierva haré una nación, porque es tu descendiente" Génesis 21:9-21

Agar había sido sacada de Egipto cuando era una niña y vendida como esclava. Probablemente había estado ya con Sara en Ur de los Caldeos. El caso es que entre muchos criados y criadas, Agar era tenida en gran estima por su ama. Esto es evidente por el hecho que cuando Sara quería que Abraham tuviera un hijo, cuando ella creía ser estéril, se la dio a Abraham, para que naciera de Agar el hijo de la promesa. Desde el punto de vista de Sara era imposible conceder mayor honor a una esclava.

Y con todo, esto constituyó un pecado delante de Dios, para los tres aunque menos para Agar. Era un pecado y como tal permaneció, pues el acto sexual no es permisible fuera del matrimonio. Es verdad que las costumbres de la época eran diferentes, pero esto no anula las leyes de Dios. Por tanto, los tres eran culpables. En el caso de Abraham y Sara a esta violación de los preceptos de Dios se añadía el pecado de la incredulidad. El intento de asegurar el Hijo de la promesa a través de Agar era el resultado de una falta de fe en la omnipotencia de Dios y la certeza de sus promesas. Agar, siendo una esclava era, naturalmente, la menos responsable por tener menos libertad.

Por tanto, no es de sorprender que ni resulte de este arreglo humano ninguna bendición. Agar "miraba con desprecio a su señora", ya antes de nacer Ismael, y se escapa de su dueña. Luego, cuando Sara dio a luz a un hijo, aparecen los celos entre las dos, celos que luego se trasladan de las madres a los hijos. Ismael se burla de Isaac. Aparece la discordia entre Abraham y Sara. Sólo después de la intervención de Dios Abraham despide a Agar. Esta vez sale para el desierto con el hijo.

Pero esto no completa el episodio de Agar, pues de él ha habido consecuencias visibles aún hoy. De Ismael proceden los árabes, de los cuales salió Mahoma. Así que la fuerza del Islam que todavía es potente en tres continentes, está en su origen unida al nombre de Agar.

De hecho, hay en esta circunstancia un misterio que no ha sido bien comprendido todavía. Es indudable que esta muchacha egipcia había llegado a un conocimiento del verdadero Dios en la tienda de Abraham. Por la gracia de Dios había aparecido la fe en su corazón. Y a través de esta promesa había en ella fe en el Mesías. Agar tiene que haber soñado que iba a dar a luz al antecesor del Mesías. Y así lo creería durante años, pero en el curso del tiempo sus ojos se abrirían y entró la desilusión.

Sin embargo, antes y después de esta ilusión de la fe, Agar fue objeto de un especial cuidado por parte de Dios. Dos veces tuvo el privilegio de ser testimonio de la aparición del Señor. La primera vez en el camino de Shur, cuando se había escapado; la segunda en el desierto de Beerseba, cuando Ismael se estaba muriendo de sed. Con toda esta atención por parte de Dios es natural que tenga un gran significado en la historia de su reino. Porque el Señor le dio ricas promesas. En el desierto de Beerseba le dijo claramente que haría de su hijo una gran nación. Antes le había dicho que "sería hombre fiero, la mano de todos contra él, su mano contra todos." Y a Abraham, Dios le dijo que daría prosperidad a Ismael por ser la simiente de Abraham. Todo esto está registrado en Génesis 16:10-12 y en 21:13, mucho antes del nacimiento de Mahoma. Vemos que la profecía se ha cumplido literalmente. Y con todo, esta página de la historia, que empieza con la fe de Agar y termina con la falsa fe del Islam, permanece envuelto en la niebla. Sólo se puede decir que el pueblo nacido de Agar ha sido empleado por Dios para disciplinar a su Iglesia. Pero hemos de considerar también que poseen grandes territorios que constituyen una barrera contra el paganismo. Todos ellos, muchos millones, creen en un solo Dios, y en la revelación profética de Dios. Hemos de recordar que los mahometanos reconocen a Jesús como profeta. Su error es no creer en Jesús como Mesías, y en colocar un falso profeta por encima de Él. Por ello permanecen en parte del Antiguo Testamento y rechazan el Nuevo. Colocan su fe en el contenido del Corán.

Esto es quizá lo que insinúa Pablo cuando en Gálatas 4:22 compara a Sara con una mujer libre y a Agar con una esclava, y místicamente lo interpreta significando que los que no encuentran al Mesías permanecen "hijos de la esclava", y los otros "hijos de la libre". Es posible que se refiera a la Jerusalén terrenal, y a la religión cristiana, que no busca su Jerusalén sobre la tierra, sino eternamente en los cielos.

Sea como sea, Agar aparece en las Escrituras por más razones que meramente estimular nuestra simpatía por el hecho que se perdió en el desierto. Aparece como un eslabón en la cadena de la Providencia insondable de Dios. El nombre de Agar está entrelazado con las raíces de la historia de la Iglesia de Dios.

La Reina de Saba "La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar" (Mateo 12: 42).

En ninguna parte de la Biblia se nos dice que la reina de Seba fuera una mujer pagana convertida. En realidad, se nos dice bastante para suponer que no se convirtió. Si se hubiera convertido se nos diría que al entrar en Jerusalén se dirigió al Templo para ofrecer sacrificios al Dios de Israel. En los dos puntos que se nos habla de ella, 1ª. Reyes 10 o en 2ª. Crónicas 9 no se dice nada de este hecho. Se nos habla de sus conversaciones con Salomón y de sus visitas a los palacios y la contemplación de sus riquezas... y nada más.

Es verdad que al final de su visita dijo: «Bendito Jehová tu Dios, que se agradó de ti para ponerte en el trono de Israel.» Pero éstas no son palabras extrañas incluso en la boca de una persona pagana, por el hecho mismo que podía reconocer el Dios de Salomón como uno de tantos. Dice «Jehová tu Dios», lo cual distingue el de Salomón del propio.

Lo mismo Jesús, cuando afirma que «la reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación y la condenará», no hace más que poner otro ejemplo como el de Nínive, que había de hacer lo mismo, o el de Sodoma y Gomorra, que darían testimonio contra la «presente generación», o sea, que eran superiores a ella. La reina de Seba era una mujer que se interesaba en las cosas. Sus intereses eran múltiples y variados: joyas, vestidos lujosos, y también el cultivo de la mente.

Había oído que había ascendido al trono de Israel un rey de profunda sabiduría, y grandes riquezas. Quiso conocerle. Ella misma había dedicado tiempo a las ciencias y las artes, hasta el punto que podía tener una profunda conversación con el rey: «le expuso todo lo que tenía en su corazón». Y Salomón le correspondió. Pensemos en lo que le costó el viaje suyo y de todo sus séquitos, de tierras lejanas. Pensemos en los dones de piedras preciosas, talentos de oro y especias en grandes cantidades. La reina pensó que conocer a Salomón valía todo esto. Oyó al rey, disfrutó de su conversación con él, satisfizo su curiosidad intelectual y su sentido artístico. Pero nada más.

Hoy vemos también muchas jóvenes, especialmente entre las clases pudientes, que sienten deseos de ampliar sus horizontes intelectuales, de alcanzar excelencia en el mundo de las artes, de las ciencias de las letras. Esta es una actividad digna de elogio. No hay por qué pensar que el fregadero, la escoba y las cazuelas son el destino exclusivo de la mujer. Elegir ser mediocre en la vida es una triste elección. Estas muchachas, con estas nobles ambiciones, si hubieran vivido en tiempo de Salomón habrían también emprendido el viaje a Jerusalén para extasiarse en los tesoros para los sentidos y para la mente que había en la corte del rey sabio y en la belleza externa del Templo.

Pero por desgracia, la mayoría de las veces, ocupadas con todos estos oropeles se olvidan de algo: «He aquí hay uno mayor que Salomón en este lugar.» Este les pide no que aprecien la belleza de su palabra y nada más; les pide que le entreguen su corazón y se rindan a su servicio. Por desgracia muy pocas de estas jóvenes de educación esmerada están dispuestas a obedecer este punto. Lo que les interesa es la cultura por amor a la cultura. Pueden incluso considerar que Jesús era mayor que Salomón. Pero no le consideran como Redentor de su pecado y de su culpa. Por tanto, no se sienten inclinadas a adherirse a Él ni a alabarle con agradecimiento. Se quedan donde se quedó la reina de Seba. Van a Jerusalén, se entusiasman y se marchan.

"Por fe Sara siendo estéril, recibió poder para concebir" Hebreos 11:11.

Sara es la primera mujer cuya fe se nos muestra para que la observemos, y esto específicamente en su función de mujer casada. Hay dos apóstoles que nos lo dicen. Primero es Pablo que indica que por fe pasó a ser madre (Hebreos 11:11); y segundo, Pedro, que ruega a las mujeres cristianas que sean como Sara, que " obedecía a Abraham llamándole señor" (1 Pedro 3:6). No sabemos qué clase de mujer era Sara como hija, en su casa, o como doncella. Se nos presenta ya como "la mujer de Abraham" y así permanece en la Biblia.

En algunos aspectos, Sara puede ser comparada con Ada y Zila: su hermosura, que es altamente alabada, por ejemplo; en el episodio de Agar (su sierva ofrecida a Abraham como esposa) vemos que seguía el ejemplo que habían dado las mujeres de Lamec. Se nos dice que fue deseada dos veces por otros hombres, primero por el Faraón y luego por Abimelec. Añadamos a esto sus celos entre ella y Agar, y tenemos la impresión que el malestar y desazón de Ada y Zila llena también la tienda de Sara. Sara nos es presentada como es: como una intrigante a veces; a veces como una heroína. Se nos presenta la vida de una mujer como era en aquellos días, una vida de negación personal para las mujeres.

Hay una diferencia importante en la situación de Sara con respecto a la de Ada y Zila. Interviene la gracia en esta situación patética. El misterio de la fe se realiza en su corazón. Por medio de esta fe la posición de la mujer es esencialmente ennoblecida, de modo que puede ser presentada como un modelo para las mujeres cristianas.

Esta fe, sin embargo, se expresa a través del curso natural de los sucesos. En realidad halla en la vida ordinaria la substancia en la cual puede echar raíces y empezar a crecer. Esta fe perfecta primero le induce a conducirse en la capacidad de madre conforme a las ordenanzas de Dios. Esta fe luego se fija en el Hijo que había de nacer, y de esta forma en el Mesías.

Como esposa de su marido cumple todos los requerimientos de los preceptos divinos. En el Paraíso Dios había dicho que la voluntad de la mujer debía ser sometida a la del marido y Sara busca su satisfacción en la obediencia a esta orden. Cuando Abraham sale de Ur de los Caldeos para ir a Canaán, ella deja a sus amigos para ir con él a un país extraño. Cuando es raptada al harén de dos príncipes extranjeros, permanece fiel a Abraham. En todo se adapta a las circunstancias. Recibe sus invitados y con ello, sin saberlo hospeda a ángeles. Y, finalmente, decide dar la preferencia a Agar antes de ver a su marido sin hijos.

Por esta actitud recobra la posición de dignidad que Dios había asignado a la mujer. La mujer teme ante la autoridad. Pedro dice a las mujeres cristianas: "Vosotras habéis venido a ser hijas (de Sara), si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza" (1 Pedro 3:6). Por tanto, ocupando exactamente la posición apropiada que Dios le ha ordenado, Sara consigue ser una mujer con dignidad. Luego, cuando Agar la provoca, afirma sus derechos como esposa, y Dios le dice a Abraham que debe tomar partido por Sara.

Sara no se aceptaba a sí misma. Es verdad que ella creyó que el Mesías procedería de su marido. Pero finalmente acabó creyendo que no iba a compartir este honor como madre. Por ello dio a Agar a Abraham. Cuando Dios se apareció a ella y a Abraham, y les dice que el hijo nacerá de su matriz, ella lo duda. Persiste en colocar la promesa sobre el hijo de Agar. Por ello se ríe. A pesar de su risa incrédula, sin embargo, acepta finalmente la esperanza de que el Mesías saldrá de su seno. El apóstol dice que "por fe recibió poder para concebir". Dios, en consecuencia, cumple dos cosas en ella. Por su Espíritu la fortalece y hace que su fe crezca. Además, crea en ella una nueva vida en su seno.

De esta manera pasa a ser la madre de Isaac y a través de él, del Mesías. Y es presentada a todas las mujeres cristianas como su madre. Todas son instadas a ser hijas de Sara, a fin de que pueda crecer en una fe bien fundada y progresiva.

Sara, sin embargo, tuvo momentos pecaminosos. El ceder a Agar fue un acto de incredulidad. Su risa fue también incrédula. A causa de su incredulidad Sara trató a Agar rudamente. Y las Escrituras no disimulan este hecho. Pero a pesar de todos sus pecados, Sara vivió por fe. Por fe recobró su valor como mujer. Por fe, de Sarai pasó a Sara. Comparada con Ada y Zila, Sara es una princesa entre las mujeres. +

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