Santos: Pelagia de Antioquía, eremita; Sergio y Baco de Roma, mártires; Thais o Taid de Egipto, penitente. Feria (Verde)
NO NOS DEJES CAER EN LA
TENTACIÓN
Ga 2,1-2.7-14; Lc 11,1-4
Con la intención de conjuntar desde algún punto de vista los dos
pasajes que nos ofrece la liturgia podemos resaltar el tema de la tentación. En
la Carta a los Gálatas se nos refiere el incidente ocurrido en Antioquía entre
Pedro, Bernabé y Pablo. Los dos primeros se mostraron inseguros ante la presión
ejercida por los cristianos partidarios del conservadurismo ritual y la
circuncisión. Su falta de firmeza y su debilidad se convirtieron en piedra de
tropiezo para algunos hermanos que no dejaron de observar su inconsistencia.
Cayeron en la tentación de la popularidad. En cambio, san Pablo no vaciló, aun
a costa de enfrentar el rechazo de los judaizantes. La oración del Señor que
nos refiere el tercer evangelio en una versión abreviada, concluye con una
súplica humilde: "no nos dejes caer en tentación". El Señor que sabe
de nuestra fragilidad nos anima a ponernos en manos del Señor, pidiéndole
fortaleza para no ceder ante los embates del mal. Si reconocemos nuestra
flaqueza, estaremos más vigilantes para no dejarnos arrastrar por el remolino
del egoísmo.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Ef 6,
2-3)
Honrarás a tu padre y madre es un mandamiento
muy importante, que lleva consigo esta promesa: Te irá bien y vivirás largo
tiempo en la tierra.
ORACIÓN COLECTA
Dios trino y uno, en quien encuentra origen y fundamento toda
relación familiar, escucha nuestras súplicas y concédenos imitar las mismas
virtudes y el amor de la santa familia de tu Hijo, a fin de que, reunidos todos
en tu casa, podamos algún día gozar de la felicidad eterna. Por nuestro Señor
Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
Reconocieron la gracia que me había sido
dada.
De la carta del apóstol
san Pablo a los gálatas: 2,1-2. 7-14
Queridos hermanos: Después de catorce años volví de nuevo a Jerusalén
con Bernabé y también con Tito. Regresé porque Dios me lo había revelado. Ahí,
en una reunión privada con los dirigentes, les expuse el Evangelio que predico
a los paganos. Hice esto para que mis trabajos pasados y presentes no
resultaran inútiles.
Todos reconocieron que yo había recibido la misión de predicar el Evangelio a
los paganos, como Pedro había recibido la de predicarlo a los judíos. Porque
aquel que le dio poder a Pedro para ejercer el apostolado entre los judíos, me
lo dio a mí para ejercerlo entre los paganos.
Así pues, Santiago, Pedro y Juan, que eran considerados como las columnas de la
Iglesia, reconocieron la gracia que Dios me había dado y nos dieron la mano a
Bernabé y a mí, en señal de perfecta unión y para expresar su acuerdo de que nosotros
nos dirigiéramos a los paganos y ellos a los judíos. Lo único que nos pidieron
fue que nos preocupáramos por los pobres, cosa que he procurado cumplir con
solicitud.
Más tarde, cuando Pedro fue a Antioquía, yo me le enfrenté, porque era digno de
reprensión. En efecto, antes de que llegaran algunos judíos enviados por
Santiago, Pedro solía comer con los paganos convertidos; pero después empezó a
apartarse de ellos por temor a los judíos recién llegados. Los demás judíos
convertidos imitaron su ejemplo, tanto que hasta el mismo Bernabé se dejó
arrastrar por aquella conducta contradictoria. Entonces, cuando vi que Pedro no
procedía rectamente, conforme a la verdad del Evangelio, le dije delante de
todos: "Si tú, que eres judío, vives como un pagano y no como un judío,
¿por qué quieres ahora obligar a los paganos convertidos a que vivan como
judíos?".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
¿Controversias de Alto Nivel?
Es comprensible: hay personas que con la mejor buena voluntad desearían
que no hubiera una sola discusión más al interior de la Iglesia. Quisieran que
todo estuviera tan claro para todas las personas que la idea de una disensión o
altercado les indispone y enerva. La primera lectura de hoy nos invita a tener
una perspectiva distinta. Queda claro que hasta cierto punto es normal que
mientras caminamos en esta tierra haya disputas y queda claro también que algo
bueno puede salir de ellas.
Es interesante notar la actitud de Pablo: por una parte reconoce de
lleno y sin ambages la autoridad de los apóstoles a los que llama
"columnas." Más interesante aún notar su motivación interior y
personal: "no sea que tanto entonces como ahora me estuviera esforzando
inútilmente." Esas palabras indican la convicción de un hombre que sabe
que apartarse de la comunión con la Iglesia es "esforzarse inútilmente."
Se pueden lograr cosas pero será esfuerzo perdido en buena parte. A la larga,
el que no edifica junto a los apóstoles no edifica para Cristo.
Pero esa obediencia de Pablo va unida a lo que podríamos llamar un gran
sentido crítico. Pablo no es un tonto ni un cobarde. Se da cuenta de las cosas
y obra en consecuencia, denunciando el doblez incluso en la cabeza más alta de
la Iglesia. No deja de ser cristiano por criticar y hacer ver su punto de
vista. Es decir, en él se juntan una obediencia auténtica y un espíritu fuerte
que se pliega sólo ante la verdad. Algo así necesita siempre la Iglesia.
Que alaben al Señor todas las naciones, que lo aclamen todos los pueblos. R/.
Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre. R/.
ACLAMACIÓN (Rm 8, 15) R/. Aleluya, aleluya.
Hemos recibido un espíritu de hijos, que nos hace exclamar: ¡Padre! R/.
Señor, enséñanos a orar
Del santo Evangelio según san Lucas: 11, 1-4
Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus
discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus
discípulos". Entonces Jesús les dijo: "Cuando oren, digan: Padre,
santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos hoy nuestro pan de cada día y
perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquel
que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
La Oración del Señor
El Padre Nuestro ha sido motivo continuo de meditación para los
cristianos a lo largo de los siglos. Hoy damos la palabra a un teólogo
contemporáneo, Emiliano Jiménez Hernández, quien en su obra "Padrenuestro.
Fe, oración y vida", nos ofrece una preciosa catequesis sobre el evangelio
de hoy. La he tomado de una página de comentarios bíblicos desde el ámbito
católico: http://www.mercaba.org , el cual recomiendo vivamente. Lo que sigue
es de Jiménez Hernández.
Tertuliano dice que el Padrenuestro es "la síntesis de todo
el Evangelio". Es la "oración del Señor", porque Él nos la
enseñó y porque es la oración que El dirigía al Padre. El se ha encarnado,
vivido y muerto en cruz para santificar el nombre del Padre. Para ello ha
orado: "Padre, glorifica tu nombre". Él nos ha anunciado el reino de
los cielos y con El ha llegado a nosotros el reino de Dios. Su vida, su
alimento y su muerte no han sido otra cosa que "hacer la voluntad de
Dios" en la tierra como eternamente la ha hecho en el cielo. Su
"pan" es toda palabra que sale de la boca del Padre. Del Padre espera
cada día el alimento, sin tentarlo a cambiar las piedras en pan. Y Él, el
inocente, sin pecado alguno, ¿cómo ha pedido "perdónanos nuestras deudas?
"Al que no conoció pecado, Dios le hizo pecado por nosotros" (2Cor
5,21). Nuestras deudas eran en realidad deudas suyas, nuestros pecados eran sus
pecados: no porque Él los cometiera, sino porque cargó con nuestros pecados.
Con toda verdad podía orar "perdónanos nuestras deudas como nosotros
perdonamos a los que nos ofenden". "Y líbranos del mal", para
eso ha venido al mundo: para vencer al Maligno.
También la "oración sacerdotal" de Jesús, que recoge
Juan, inspira, desde dentro, las grandes peticiones del Padrenuestro: la
preocupación por el Nombre del Padre (Jn 17,6. 11.12.26), el deseo de su Reino
(la Gloria: Jn 17,1.5.10.23-26), el cumplimiento de la voluntad del Padre, de
su designio de salvación (Jn 17,3.6-10.25) y la liberación del mal (Jn 17,15).
Según Tertuliano, sólo Dios podía enseñarnos cómo quiere que le
recemos. Sólo de Él podía venirnos la oración del Padrenuestro. "Esta
oración del Señor Jesucristo, pronunciada por sus divinos labios y animada por
su Espíritu, sube al cielo por su gracia y encomienda al Padre lo que el Hijo
nos ha enseñado". La oración es el muro que protege nuestra fe; es nuestra
arma contra el enemigo que nos rodea. Protege nuestra fe como los brazos de
Cristo en la cruz protegen al mundo. Por ello, al rezar el Padrenuestro,
"nosotros no sólo alzamos las manos hacia el Padre, sino que también las
extendemos (1 Tim 2,8). Así imitamos la pasión del Señor y, orando, profesamos
nuestra fe en Cristo". Y san Cipriano nos dice:
Cristo, que nos ha traído a la vida, también nos ha enseñado a
orar, para que orando al Padre como Él nos ha enseñado seamos escuchados con
más facilidad. Ya antes había dicho que estaba cerca la hora en que "los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad" (Jn 4,23).
Ahora cumple su promesa, para que nosotros, que hemos recibido el espíritu y la
verdad a través de su obra de santificación, adoremos en espíritu y en verdad.
Pues la oración espiritual es solamente aquella que nos ha enseñado Cristo, del
cual nos viene también el Espíritu Santo. Para el Padre solamente es verdadera
la oración salida de la boca del Hijo, que es la verdad. Es amiga y familiar la
oración que se hace a Dios con sus mismas palabras, la misma oración de Cristo
presentada ante Él. Cuando oramos, el Padre debe reconocer las palabras de su
Hijo: que el que está en nuestro corazón esté también en nuestros labios. Lo
tenemos de "abogado por nuestros pecados" junto al Padre (1Jn 2,1-2);
por eso, como pecadores, cuando oremos por nuestros pecados hagámoslo con las
mismas palabras de nuestro abogado. Él ha dicho que "todo lo que pidamos
al Padre en su nombre, lo obtendremos" (Jn 16,23). Obtendremos más
eficazmente lo que pedimos en el nombre de Cristo si lo pedimos con su misma
oración.
Cada una de las siete peticiones, cuando se ora de verdad, empieza
a cumplirse en el momento mismo en que es formulada. Al pronunciar el nombre de
Dios Padre ya estamos glorificando su nombre. Si deseamos que venga a nosotros
su reino, nuestro deseo atestigua que pertenecemos ya al reino. Al pedir que se
cumpla su voluntad, nos abandonamos confiadamente a ella. En la medida en que
verdaderamente pedimos el pan de cada día estamos aceptando lo que Dios nos da
cada día. Si perdonamos a nuestros deudores, ya nosotros hemos sido perdonados
por Dios. En fin, al pedir el auxilio divino contra las tentaciones y los
asaltos del maligno, ya nos aseguramos la victoria contra todos los enemigos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación que vamos a
ofrecerte por nuestras familias, para que las conserves en tu gracia y en tu
paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
(Is 49, 15)
¿Puede acaso una madre olvidarse de su creatura? Aunque hubiera
una madre que se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti, dice el Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA
COMUNIÓN
Haz, Señor, que tus hijos, alimentados con este sacramento,
podamos imitar siempre los ejemplos de la Sagrada Familia, a fin de que,
después de las penalidades de esta vida, gocemos de su compañía eternamente.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
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