Beatos: Dionisio, Eleuterio y Rústico de Montmartre, mártires; Juan Leonardi, fundador. Beato Juan Enrique Newman, cardenal. Feria (Verde)
DIOS COMUNICA EL ESPÍRITU
Ga 3, 1-5; Lc 11, 5-13
El don del Espíritu es el más preciado de los dones. Quien haya
experimentado el poder vivificante del Espíritu de Dios en su vida lo podrá
ratificar. Ni la salud, ni la fama, el bienestar material o la estima pública
se equiparan a la paz interior que suscita el Espíritu. San Pablo enfrentó
luchas interiores implacables, se confrontó radicalmente con el camino
cristiano y se rindió ante la enormidad del amor de Cristo. El Espíritu del
resucitado le permitió despojarse de todas las angustias que agrietaban su
existencia. De ese mismo Espíritu nos hace partícipes el Padre. Con frecuencia
andamos desorientados al momento de dirigimos al Señor. La retahíla de
peticiones encaminadas a conseguir bienes materiales nos aturde. Creemos de
manera ingenua, que la cuantía de las posesiones y lo prolongado de la vida son
más importantes que la presencia del Espíritu de Dios en nuestra vida. Quien
haya descubierto el gozo, la alegría y paz que suscita el Espíritu, comprenderá
la insistencia del Señor, que nos invita pedir la fuerza del Espíritu.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal
77, 23-25)
Abrió Dios las compuertas del cielo e hizo
llover sobre ellos el maná para que comiesen; les dio un trigo celeste, y el
hombre comió pan de ángeles.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que llevaste a cabo la obra de la redención humana
por el misterio pascual de tu Hijo, concédenos que, al anunciar llenos de fe
por medio de los signos sacramentales, su muerte y resurrección, recibamos cada
vez con mayor abundancia los frutos de la salvación. Por nuestro Señor
Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
¿Han recibido el Espíritu Santo por haber
hecho lo que manda la ley de Moisés o por haber creído en el Evangelio?
De la carta del apóstol
san Pablo a los gálatas: 3, 1-5
¡Insensatos gálatas! ¿Quién los ha ofuscado para que no le hagan
caso a la verdad, siendo así que les hemos presentado vivamente a Jesucristo
clavado en la cruz?
Sólo quiero preguntarles una cosa: ¿Han recibido el Espíritu Santo por haber
hecho lo que manda la ley de Moisés o por haber creído en el Evangelio? ¿Tan
insensatos son ustedes, que, habiendo comenzado movidos por el Espíritu,
quieren terminar haciendo obras meramente humanas? ¿Han recibido en vano tantos
favores? Espero que no. Vamos a ver: cuando Dios les comunica el Espíritu Santo
y obra prodigios en ustedes, ¿lo hace porque ustedes han cumplido lo que manda
la ley de Moisés, o porque han creído en el Evangelio?
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
¿Por qué se disgusto tanto?
La Carta a los Gálatas es uno de los documentos más fuertes del
Nuevo Testamento. Raya en la dureza. Pablo, hombre muy bien educado para los
estándares de su tiempo, sabía escribir con la cortesía propia de una
correspondencia amable, y por eso no faltan en sus epístolas elogios y
expresiones de afecto al saludar a las distintas comunidades. Incluso cuando
tiene que tratar temas dolorosos o escandalosos, como sucede en la Primera
Corintios, este apóstol une la severidad con la gentileza. Así sucede en casi
todos los escritos suyos menos en esta Carta a los Gálatas. Y uno se pregunta:
¿qué le disgustó tanto?
La dureza, aclarémoslo de una vez, no es por nada que ellos le
hayan hecho a él, No es su sensibilidad humana, o sea su "carne," la
que está protestando en la vehemencia de las palabras de esta Carta. Al
contrario, lo que le duele es la "carnalidad" de los gálatas, es
decir, la manera como ponen su confianza en las prácticas exteriores propias de
la Ley de Moisés y van descuidando más y más los elementos que son centrales de
nuestra fe.
¿Y cuáles son esos elementos? Se pueden resumir en dos: la gracia
y la fe. "Gracia," en griego: jaris, es una palabra que alude al amor
con que Dios nos ha amado, es decir, al regalo de su amor que nos perdona, nos
restaura, nos da victoria, y nos participa de la vida misma que hay en Dios.
Todo esto es regalo, no es algo que hayamos comprado o que podamos comprar, ni
siquiera si nos ponemos en la tarea de "ser buenas personas."
Y la fe es fundamentalmente entender que así son las cosas, o sea,
que por nuestras propias fuerzas nada podemos esperar sino desastre. Ni nuestra
inteligencia, ni nuestras tradiciones, ni los grupos a que pertenezcamos, ni
las ceremonias que realicemos, nada de eso por sí solo trae salvación, nada de
eso nos permite acceder a la gracia. Recibimos la gracia de Dios por un acto de
absoluta confianza en él, es decir, arrojándonos en su amor manifiesto en la
Cruz de Jesucristo, y en la gloria de su resurrección. Obrar así es tener fe.
Pablo, pues, quiere que esa predicación básica esté siempre ante
los ojos de los gálatas, y los nuestros por supuesto. Esto es tan vital, es tan
central a la predicación de este apóstol y está tan unido al valor de la Pasión
de nuestro Redentor, que olvidarlo es dejar sin fruto la labor de los genuinos
predicadores y mucho más que eso: hacer inútil el dolor de Cristo. Pablo no
puede tolerar algo así y por eso su voz se levanta.
Lucas I R/. Bendito sea el
Señor, Dios de Israel.
El Señor ha hecho surgir en favor nuestro un poderoso salvador en la casa de
David, su siervo. Así lo había anunciado desde antiguo, por boca de sus santos
profetas. R/.
Anunció que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que
nos aborrecen, para mostrar su misericordia a nuestros padres, y acordarse de
su santa alianza. R/.
El Señor juró a nuestro padre Abraham concedernos que, libres ya de nuestros
enemigos, lo sirvamos sin temor, en santidad y justicia, delante de él, todos
los días de nuestra vida. R/.
ACLAMACIÓN (Cfr. Hch 16.
14) R/. Aleluya, aleluya.
Abre, Señor, nuestros corazones, para que aceptemos las palabras de tu Hijo.
R/.
Pidan y se les dará.
Del santo Evangelio según
san Lucas: 11, 5-13
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Supongan que
alguno de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirle: 'Préstame,
por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que
ofrecerle'. Pero él le responde desde dentro: 'No me molestes. No puedo
levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo
estamos acostados'. Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se
levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia,
sí se levantará y le dará cuanto necesite. Así también les digo a ustedes:
Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque
quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre. ¿Habrá
entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pescado, le dé una
víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán? Pues, si ustedes, que son
malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial les
dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Insistir en la oración
Por su parte, el texto del evangelio nos invita a cultivar dos de
las cualidades propias de la verdadera oración: la confianza y la
perseverancia.
Aparentemente estas dos virtudes de la oración se oponen: el que
confía no tendría que insistir mucho, y el que insiste en su punto de vista y
en su ruego parece que no se está abandonando realmente en el querer divino.
Mas Cristo nos llama a cultivar las dos cosas: confianza y perseverancia.
La confianza es como el motor, es la fuente, es el impulso. La
perseverancia es como el reconocimiento de que nuestra voluntad necesita
prepararse para acoger la voluntad divina. En el fondo, va unida a la humildad.
Es propio del soberbio poner condiciones: "ahora o nunca". El
humilde, persevera.
Con otras palabras: el puente que une confianza y perseverancia se
llama "humildad". El humilde se vuelve niño que confía y se vuelve
amigo que sabe que la hora de su amigo será siempre la mejor hora.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, al celebrar el memorial de nuestra salvación, te pedimos
humildemente nos concedas que este sacramento de amor sea siempre para nosotros
un signo de unidad y un vínculo de amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
(Jn 6, 51-62)
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor. El que
coma de este pan, vivirá eternamente; pues el pan que voy a dar, es mi carne, y
lo doy para vida del mundo.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA
COMUNIÓN
Señor, que la participación en este banquete celestial nos
santifique, de modo que, por la recepción del Cuerpo y Sangre de Cristo, se
estreche entre nosotros la unión fraterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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