Esta es una historia verdadera ocurrida en Suiza, en un restaurante de autoservicio :
Una señora mayor que iba de viaje entró en un autoservicio. Fue a la barra y pidió un tazón de caldo, lo pagó, lo depositó en una bandeja y se dirigió a su mesa. Se sentó pero, cuando se disponía a tomar el caldo, se dio cuenta de que no había pedido pan. Se levantó, pidió un bollo de pan, lo pagó y regresó a su mesa.
Pero, ¡sorpresa!, un hombre de color se encontraba tranquilamente tomándose su caldo. La vieja se dijo a sí misma: “No me dejaré robar”. Dicho y hecho, se sentó al lado del negro, partió apresuradamente el pan en pedazos, los desmigó dentro del tazón y se puso a comer lo que quedaba de caldo en su tazón.
Seguidamente el negro se levantó y, segundos después, volvió a la mesa con un abundante plato de espaguetis y dos tenedores.
- Señora, le invito a compartir este plato, le dijo el negro.
La señora, sorprendida, se lo agradeció y comenzó a comer los espaguetis, alternándose con el negro, hasta que se acabaron.
Inmediatamente, el negro se levantó, se despidió de la vieja y se dirigió hacia la puerta del local. La vieja, sin salir de su asombro, lo siguió con la mirada. Pero justo cuando el negro iba a traspasar la puerta ella se dio cuenta de que su bolso había desaparecido. Pensó que la invitación había sido una eficaz estrategia de distracción que había dado lugar a una ingenua confianza.
Pero, cuando se levantó para gritar "¡al ladrón!", se dio cuenta de que dos mesas más allá había un tazón de caldo. Se acercó y comprobó que estaba lleno y que ya estaba frío. Era su tazón de caldo. Al lado de la mesa había una silla con su bolso colgado. Se había equivocado de mesa cuando volvió de comprar el pan.
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