1. Preparación
Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.
Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.
2. La palabra de Dios
«En el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel departe de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David, y el nombre de la virgen era María. Y habiendo entrado donde ella estaba, le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba que significaría esta salutación. Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin. María dijo al ángel: ¿De que modo se hará esto, pues no conozco varón? Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá será llamado Santo, Hijo de Dios (...). Dijo entonces Maria: He aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia.» (Lucas 1, 26-38)
- El evangelio nos narra, Madre, el anuncio que te hizo Gabriel de parte de Dios. Él te saluda como “la-llena-de-gracia”. Tú eres, pues, María, la llena de gracia, la llena del favor de Dios, la colmada del amor de Dios. Que eso es lo que en la Biblia significa gracia: el amor, el cariño, el favor con que Dios quiere a su pueblo. Después añade el ángel:“El Señor está contigo”. A nosotros, en la misa, -comenta P. Schillebeck- el sacerdote nos saluda diciendo: ”El Señor esté con vosotros”. Y ora para que así sea, ya que siempre hay algún rincón de nuestro corazón donde todavía no hemos recibido a Dios. En ti, María, por el contrario, no hubo un solo rincón de tu corazón que fuera extraño a Dios. Tú pertenecías del todo a Dios. Ruega por nosotros, Madre, para que no hurtemos a Dios ningún rincón de nuestro corazón. Que le dejemos entrar en todos.
- Después de saludarte, el ángel te da a conocer la misión que Dios te ha asignado: ser la Madre del Mesías, del Salvador: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin." No temas, María –te dice-. La misión es grande; pero más grande y poderosa es la gracia del Señor. Y El está contigo. Tu respuesta, Madre, ante esta oferta de Dios es ponerte a su disposición: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." ¡Qué generosidad la tuya, María. ¡Qué libres le dejas las manos a Dios! ¡Con qué confianza te abandonas en las manos del Padre-Dios para que El haga de ti lo que quiera! Y no sólo hoy; ese sí lo irás repitiendo en todas las circunstancias de tu vida. Aun en los momentos más oscuros. Señor, que hoy, mirando a María, aprenda esa disponibilidad, que aprenda a decir sí a tus planes sobre mí. Que no trate de escabullirme, cuando escuche en mi corazón tus llamadas. Dame un corazón generoso como el de María.
- «Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir: ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte». Ven, Señor Jesús, abre la puerta de mi cautiverio, líbrame de la oscura tiniebla del pecado. Que pueda conminar en libertad por los caminos del tu amor y del amor a los demás. Madre, el Evangelio de hoy narra el momento de la anunciación: el día en el que conociste con claridad tu vocación, la misión que Dios te pedía y para la que te había estado preparando desde que naciste. «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios.» No tengas miedo, madre mía, pues aunque la misión es inmensa, también es extraordinaria la gracia, la ayuda que has recibido de parte de Dios
- « ¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón?» Madre, te habías consagrado a Dios por entero. ¿Cómo ahora te pide Dios ser madre? No preguntas con desconfianza, como exigiendo más pruebas antes de aceptar la petición divina. Preguntas para saber cómo quiere Dios que lleves a término ese nuevo plan que te propone. «El Espíritu Santo descenderá sobre ti.» Dios te quiere, a la vez, Madre y Virgen. «He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra.» Madre, una vez claro el camino, la respuesta es definitiva, la entrega es total: aquí estoy, para lo que haga falta. ¡Qué ejemplo para mi vida, para mi entrega personal a los planes de Dios!
- En este pasaje se condensa la historia del diálogo intenso y fecundo de Dios con la Humanidad. Especialmente con la humanidad que está dispuesta a escuchar al Señor y a seguir su camino. Sorprende, Madre, que algo tan grande y magnífico, sea expresado con tanta sencillez. Ese ‘sí’ definitivo tuyo -una humilde una mujer de Nazaret- es el que inicia una nueva etapa en la historia de la humanidad, porque tu “sí” abre las puertas de nuestro mundo a tu Hijo, el Salvador.
- María, Tú eres modelo de correspondencia a la gracia. Ayúdame, Madre, a ser generoso con Dios. Que, una vez tenga claro el camino, no busque arreglos intermedios, soluciones fáciles. Sé que si te imito, Madre, seré enteramente feliz… Tú oyes con atención lo que Dios quiere, preguntas lo que no entiendes. Y luego, te entregas toda al cumplimiento de la voluntad divina: «he aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra». ¡Qué prontitud y generosidad la tuya, María! Que aprenda hoy de ti que el verdadero señorío, la verdadera libertad, se obtiene precisamente con la obediencia fiel a la voluntad de Dios y con el servicio desinteresado a los demás.
3. Diálogo con Dios
A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.
07/10/2014
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