“Yo te bendigo, Señor,
en todo momento”… cuando me levanto tan pronto suena la alarma… a la misma
hora… todos los días… elevo mi mirada a Dios… en una pequeña plegaria de
entrega… de agradecimiento… de amor…
“Yo te bendigo, Señor,
en todo momento”… cuando durante el día, levanto el teléfono espiritual, para
comunicarme contigo… derramando el corazón en cada palabra… ante los
acontecimientos inesperados… ante las contrariedades del diario vivir… ante la
convivencia con las almas… ante las propias necesidades personales del alma…
siempre… siempre… buscando esa comunicación… ese consuelo… esa protección… esa
palabra que sostiene y fortalece…
“Yo te bendigo, Señor,
en todo momento”… cuando tomo el Santo Rosario en mis manos y lo rezo con
devoción, con esperanza, con el corazón…
“Yo te bendigo, Señor, en todo momento”… cuando al sentarme a la mesa, hago
una pequeña oración de agradecimiento por los alimentos… recordándome de las
almas que en esos instante tienen tanta hambre y nada que comer… ofreciendo el
deseo de reparar haciendo el propósito de no comer por comer, y mucho menos
comer manjares deliciosos que no son necesarios para la salud ni del cuerpo ni
del alma… evitando desperdiciar comida… comiendo lo que me disgusta o no me
apetece por su presentación…
“Yo te bendigo, Señor, en todo momento”… cuando cultivo la virtud a pesar
de todo… simplemente porque Tu me lo pides… porque Tu lo esperas de mi… porque
es la mejor forma de procurar y avanzar en la santidad personal… en la libertad
de espíritu… en la posesión de la verdadera caridad…
“Yo te bendigo, Señor, en todo momento”… cuando al llegar la hora de
descanso puedo hacer detenidamente, con exquisito cuidado y arrepentimiento…el
examen de conciencia… preparando el alma para la pronta confesión… que es el
Tribunal de la Divina Misericordia…
“Yo te bendigo, Señor, en todo momento”… cuando participo de la Santa Misa
diaria… con atención, devoción, y amor… para crecer, para conocer, para vivir,
para sanación… para santificación, … en una intima comunión contigo, mi Señor…
“Yo te bendigo, Señor, en todo momento”… cuando cultivo tu Santa Palabra…
aplicándola y viviéndola en todo su esplendor… en cada detalle del diario
vivir…
“Yo te bendigo, Señor, en todo momento”… cuando me abandono a tu Santa
Voluntad, aceptándola, viviéndola y amándola…en todas las circunstancias…
“Yo te bendigo, Señor,
en todo momento”… cuando te contemplo descubriéndote en las almas… en el amigo
y en el enemigo… en el pequeño y en el grande… en joven y en el anciano… en el
pobre y en el rico… en el sabio y en el ignorante… en el obrero y en el
profesional… en el político y el religioso… en el de ambulante y en el
trabajador… en el sano y en el enfermo… en cada prójimo… sin diferencias… sin
preferencias… sin temores… sin apegos… sin nada… que no seas Tu… mi Señor…
Simplemente porque te amo...con todo mi corazón...con toda mi alma...
porque Tu eres Dios... mi dulce Dios...mi eterno Dios... mi adorado Dios...
hoy, mañana y siempre...
...Desde la Soledad del Sagrario...
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