«El amor es como el fuego, que si no se comunica se apaga» (Proverbios).
Una extraña enfermedad comenzó a extenderse por todo el mundo. Los que la padecían, notaban que su corazón se iba haciendo cada vez más pequeño. Iban perdiendo las fuerzas y la alegría. Sólo tenían ganas de estar acostados. Los médicos no entendían cómo era posible esto. Por más medicinas que daban, no conseguían curarlos. Algunos intentaron hacer trasplantes de corazón. Pero una vez colocado el nuevo corazón, volvía otra vez a hacerse pequeño.
Ya no sabían qué hacer. Entre tanto, la enfermedad se iba contagiando rápidamente a más personas. Los hospitales ya estaban llenos y continuamente seguían apareciendo nuevos enfermos. Pronto, todo el mundo estaba enfermo del corazón. Todos estaban acostados en sus camas esperando el final. Bueno, casi todos.
Había una persona que no había sido contagiada. Era un anciano, que al contrario de todos, tenía un gran corazón. Su corazón era más grande de lo normal. Se dedicó a cuidar a los enfermos.
Se dio cuenta de que si al enfermo le cogía la mano y le sonreía, su pequeño corazón comenzaba a crecer Y cuando dejaba de cogerle, el corazón dejaba de crecer Pronto descubrió lo que nadie había podido descubrir Esa extraña enfermedad que encogía los corazones, la provocaba la falta de amor.
Se puso manos a la obra. Empezó a cuidar enfermo por enfermo. Les cogía la mano y les sonreía. Cuando tenían un corazón grande para amar, ya podían levantarse de la cama y ayudarle a curar a otros enfermos. Pronto se fue extendiendo por todo el mundo esta nueva medicina, desconocida para muchos. Empezaron a aparecer en todas partes, personas de gran corazón. Todo el mundo se curó y su corazón volvió a latir con fuerza. Desde entonces, nadie más volvió a padecer de aquella extraña enfermedad. Bastaba con cogerse de la mano y sonreír.
por JOSÉ REAL NAVARRO
No hay comentarios:
Publicar un comentario