Hay más alegría en dar que en recibir. » (Jesús).
Había una vez un hombre que era muy rico. Era dueño de tantos negocios, tantas fábricas y tantos bancos, que todas las semanas, recibía en su palacio varios camiones cargados de dinero. Ya no sabía dónde ponerlo, ni en qué gastarlo. Todo lo que le gustaba se lo compraba: aviones, barcos, trenes, edificios, monumentos, etc. Siempre estaba buscando cosas para comprar.
Hasta que llegó un día en que este hombre ya tenía de todo. No había nada que no tuviera. Todo era suyo. Aunque había una cosa que no conseguía tener y por más que comprara cosas, nunca la encontraba. Era la alegría. Nunca encontró la tienda donde la vendían.
Se empeñó en buscarla costara lo que costara porque era lo último que le quedaba por tener Recorrió medio mundo en su busca, pero no daba con ella. Estando en un pequeño pueblo, se enteró de que un anciano sabio podría ayudarle. Vivía en lo alto de una montaña, en una humilde y pobre cabaña. Se dirigió hacia allí y cuando le encontró dijo:
-Me han dicho que usted podría ayudarme a encontrar la alegría.
El anciano le miró con una sonrisa y le dijo:
-Pues ya la ha encontrado amigo. Yo tengo mucha alegría.
-¿Usted? -respondió extrañado el hombre-. ¡Pero si usted no tiene más que una pobre cabaña y poco más!
-Es cierto, y gracias a ello tengo alegría, porque voy dando todo lo que tengo de más al que lo necesita -respondió el anciano.
-¿Y así se consigue la alegría? -preguntó el hombre.
-Así la he encontrado yo -dijo el anciano.
El hombre se marchó pensativo. Al cabo de un tiempo, se decidió a dar todo lo que no necesitaba a los que sí lo necesitaban. Con gran sorpresa, descubrió que haciendo eso, ya estaba alegre. Se había dado cuenta de que había más alegría en dar, y hacer felices a los demás, que en recibir y tener cosas sin compartirlas.
JOSÉ REAL NAVARRO
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