1. Preparación
Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.
2. La palabra de Dios
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: -«Tú eres el Hijo de Dios.» Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. Pero él les dijo: -«También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.» Y predicaba en las sinagogas de Judea. (Lucas 4, 38-44).
1. Jesús, en la sinagoga de Nazaret, se había presentado como el Mesías, el Ungido de Dios para liberar a los que sufrían atrapados por el mal. Ayer veíamos que comenzaba a realizar esa misión, librando a uno de la posesión de “un demonio inmundo”. Y hoy vemos que libra de la fiebre a la suegra de Pedro. Ella, libre de la enfermedad, se levanta enseguida y se pone a servirles. Jesús cura para que el liberado se ponga al servicio de los otros; el servicio y la entrega es signo de liberación. A mí, Señor, ¿qué “fiebres” me hacen vivir encerrado en mí mismo y me paralizan e impiden ponerme al servicio de los demás? Ayúdame, Señor. Acércate a mí e increpa a esas “fiebres” para que, libre, pueda levantarme y ponerme a servirte a ti y a mis hermanos.
2. Al ponerse el sol, la gente lleva a Jesús enfermos de toda clase, y él los sana y los libra de los malos espíritus. Los enfermos y posesos eran los más abandonados de aquella sociedad. Dependían de la caridad pública, y religiosamente eran considerados impuros, rechazados por Dios, y no podían participar en la vida de la comunidad. Pero Jesús no los rechaza, sino que los acoge, les impone las manos y quedan curados, y los demonios los abandonan. Con esta autoridad sobre el mal muestra Jesús que, por él, Dios está actuando en el mundo y está venciendo el mal - físico y moral- que atenaza a los hombres y les hace sufrir… Señor, también nosotros nos sentimos a veces atrapados por el mal, dominados por los “demonios” del egoísmo, la codicia, la intransigencia, la insolidaridad, la acepción de personas. Líbranos, Señor; pon tu mano sobre nosotros y líbranos de ellos, para que seamos tolerantes con todos y los aceptemos como son.
3.Al amanecer, Jesús se retiró a orar. En el evangelio con frecuencia vemos a Jesús retirarse para estar a solas con el Padre en la oración. Para ello busca el ambiente apropiado en el retiro y el silencio. ¿Busco yo tener tiempo para orar y estar a solas con el Padre, o el activismo loco no me deja?... Pero “la gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.” Han visto el bien que hace e intentan retenerlo. Podríamos decir que quieren monopolizar a Jesús y su obra. Siempre el egoísmo. Aparece hasta cuando se trata del bien que el Señor realiza. Como si el bien, para que nos resulte satisfactorio, deba ser sólo para nosotros. A aquella gente les dice: «También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.» Jesús ha venido para todos, y a todos se ha de entregar… Los que creemos en Jesús estamos llamados a continuar su misión de anunciar el Reino a todos y hacerlo presente en nuestros ambientes con nuestras obras de amor y servicio. ¿Lo hacemos? ¿Qué “enfermedades” y “demonios” están oprimiendo a la gente que nos rodea? ¿Qué podemos hacer para ayudarles a librarse de ellos? ¿Por qué no lo hacemos? Arráncame, Señor, de las comodidades y egoísmos que me impiden cumplir mi misión de continuador de tu obra.
3. Diálogo con Dios
A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.
03/08/2014
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