Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

2 de septiembre de 2014

Martes, 2 de Setiembre de 2014. Comentarios de las Lecturas,

1Cor. 2, 10-17. Estas expresiones paulinas probablemente no han sido suficientemente valoradas por quienes creemos en Cristo y de Él hemos recibido su Vida y su Espíritu. Preferimos continuar meditando las Palabras del Señor para amoldar a ellas nuestro comportamiento. No es que esto no sea bueno, pues por lo menos a partir de convertirnos en discípulos del Señor podremos reorientar nuestra vida con la Fuerza que nos viene de lo alto. Sin embargo hoy se nos habla acerca de cómo nosotros poseemos el mismo Espíritu de Dios. Mediante Él conocemos a Dios pues Él se nos ha revelado a cada uno de nosotros. Aun cuando la Revelación de Dios ha sido dada ya en Cristo Jesús a la humanidad entera, mientras cada uno de nosotros no reciba esa Revelación y la haga suya en su propia vida como una experiencia personal de Dios, difícilmente podremos decir que seamos hombres de fe y que hayamos sido transformados en Cristo Jesús como hijos de Dios. Abramos nuestro corazón a la Vida y al Espíritu de Dios, para que Él, por medio de su Iglesia, continúe revelando su amor y su misericordia a la humanidad entera, y ofreciéndole su perdón para que todos puedan participar de la misma Vida divina que el Señor ofrece a todos.

Sal. 145 (144). El Señor a nadie excluye de su amor. Él quiere que la humanidad entera se salve. Él conoce nuestra vida; Él sabe bien de nuestra respuesta amorosa a la Vida que nos concede en Cristo Jesús. Pero ante Él no se ocultan nuestras miserias y pecados. Sin embargo, siendo Misericordioso para con todos, siempre está dispuesto a perdonarnos con gran generosidad. Por eso al amor hemos de corresponder con amor. No podemos sólo pasar la vida recibiendo los dones que proceden de Dios. El Don más preciado que el Señor nos concede son la Vida Divina, ofrecida a nosotros en Cristo Jesús; y el Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo a nosotros, como fruto de la Redención de Cristo, concediendo así apoyo al que tropieza y alivio al agobiado. Alabemos por todo esto al Señor. Alabémoslo con una vida llena de fidelidad a los dones recibidos y con un amor servicial a nuestro prójimo, amor nacido del amor que nos viene de Dios.

Lc. 4, 31-37. Mientras el anuncio de la Palabra de Dios no se realice de tal forma que propicie que esa Palabra sea liberadora y salvadora, sino que sólo nos sirva para vanagloriarnos por haberla expuesto de un modo magistral conforme a los criterios humanos, estaríamos perdiendo el tiempo, que debe ser tiempo de gracia y no de futilidades. El Señor nos ha enviado a trabajar por su Reino. Y esto conlleva un trabajo constante, a impulsos del Espíritu Santo, para que desaparezca todo signo de maldad y de muerte de entre nosotros. Efectivamente el Señor ha venido a destruir el reino del mal, que se había posesionado de muchos corazones, pues Dios a nadie ha creado para su condenación, sino para su salvación. Por eso el Evangelio no puede ser desvirtuado de su poder salvador. El Señor no nos lo confió para que mercáramos con Él, sino para que se convierta en fuente de amor y de salvación para el mundo entero. Y puesto que el Evangelio es Cristo, a nosotros corresponde entregarlo a la humanidad entera sin intenciones torcidas, sino para que todos encuentren en Él el único camino de salvación.

El Señor ha venido para convertirse en fuente de perdón para nosotros. Él quiere concedernos la Salvación. Pero no basta con reconocer en Jesús al Hijo de Dios. Eso lo hace también el Malo, y sin embargo no por eso se salva, sino que tiembla ante el glorioso Nombre de Jesús. No vengamos a la Eucaristía sólo a invocar al Señor con los labios. Vengamos para entrar en comunión de vida con Él, de tal forma que en verdad seamos transformados en criaturas nuevas en su presencia. Ante Cristo renunciemos a todo aquello que nos ha alejado del amor a Dios y del amor al prójimo. Entrando en Comunión de Vida con el Señor y participando de su mismo Espíritu dejémonos renovar por Él, para que no sólo conozcamos el amor de Dios sino que lo experimentemos, de tal forma que podamos ser capaces de testificarlo en nuestra vida diaria.

La Iglesia, Sacramento de Salvación, ha sido enviada para liberar a todo hombre de sus diversas esclavitudes al mal y al pecado, sin olvidar liberarlo también de todo aquello que le oprime a causa de las injusticias y de la pobreza. Antes que nada la Iglesia debe vivir con intensidad su relación con el Señor. Jesús mismo nos da ejemplo, en muchas ocasiones, de cómo no sólo anunciaba el Reino con las palabras y mediante muchos signos, sino que también se retiraba, Él sólo, a orar ante su Padre Dios; igualmente acudía al culto en la Sinagoga, todos los sábados, como era su costumbre. Así la Iglesia no puede perder su relación personal con el Señor mediante la oración y la escucha fiel de su Palabra. Sólo a partir de entonces podrá cumplir con fidelidad su misión de un modo eficaz; sólo entonces el anuncio del Evangelio se hará con toda la fuerza salvadora que le viene del mismo Dios, y que la Iglesia testifica con sus palabras y sus obras. Puesto que poseemos el mismo Espíritu de Dios, dejemos que Él sea el que dé testimonio de Dios desde nuestra propia vida; testimonio que se convertirá en fuente de amor, de perdón y de misericordia, pues no seremos nosotros, sino Dios mismo quien continúe realizando su obra salvadora en el mundo por medio nuestro.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber ser dóciles al Espíritu Santo para que, transformados por Él en criaturas nuevas en Cristo Jesús, podamos colaborar de un modo eficaz en la construcción del Reino de Dios entre nosotros hasta lograr que, por obra del mismo Espíritu Santo, la Palabra de Dios se encarne en el corazón de la humanidad entera. Amén.

Homiliacatolica.com

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