Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

19 de septiembre de 2014

LECTURAS DEL DÍA 19-09-2014

VIERNES DE LA XXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO O SAN JENARO, obispo y mártir, Memoria libre. 19 de Septiembre del 2014 . 4º semana del Salterio. (Ciclo A) TIEMPO ORDINARIO. AÑO DE LA FE..SS. Jenaro ob mr, Alonso de Orozco pb, Mariano er, María de Cervelló vg, Mº Emilia de Rodat vg. Santoral Latinoamericano. SS. Jenaro, Susana. 

LITURGIA DE LA PALABRA

1Co 15,12-20: La resurrección, fundamento de nuestra fe
Salmo responsorial 16: Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Lc 8,1-3: Las mujeres que seguían a Jesús
La tradición nos ha hecho creer que Jesús sólo tenía discípulos varones. Sin embargo, el evangelio de Lucas nos muestra en forma clara y directa que en el grupo de seguidores de Jesús había también mujeres. Es que no podría ser de otra manera, pues el reino anunciado e inaugurado por Jesús es para varones y mujeres por igual. Con este gesto de acogida igualitaria en su grupo más cercano y predilecto, Jesús recupera la dignidad de la mujer convocándola junto con los varones como destinataria y al mismo tiempo mensajera del reino. Hay que tener en cuenta que Jesús se mueve en un ambiente patriarcal y androcéntrico; “machista”, diríamos gráficamente hoy. Por eso su actitud es desafiante, provocadora y novedosa. A lo largo de la historia del cristianismo –y a partir del momento mismo de la Resurrección- las mujeres han jugado un papel muy importante, ya sea con su asombroso valiente testimonio martirial, la iluminación, sostenimiento y práctica de la fe, así como la expansión y consolidación de innumerables comunidades cristianas. La historia eclesiástica exhibe con honor a los doctoras de la Iglesia Teresa de Jesús, Catalina de Siena y Teresa de Lisieux, junto a pléyades de monjas, religiosas, misioneras, catequistas, servidoras y animadoras de la Palabra que han sido verdaderas “diaconisas”, aunque no se les haya reconocido oficialmente su ministerio. Mujeres auténticas y abnegadas trabajan con eficiencia en otras tantas comunidades desde el silencio elocuente y profético. Sin embargo, al interior de nuestras iglesias falta mucho camino por recorrer para incluir y reconocer al nivel que corresponde el ministerio de la mujer dentro de la comunidad eclesial. 

PRIMERA LECTURA
1Corintios 15, 12-20
Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido 

Hermanos: Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que lo muertos no resucitan?

Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo.

Además, como testigos de Dios, resultamos unos embusteros, porque en nuestro testimonio le atribuimos falsamente haber resucitado a Cristo, cosa que no ha hecho, si es verdad que los muertos no resucitan.

Porque, si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido.

Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados.

¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.

Palabra de Dios

Salmo responsorial: 16
R/. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño. R.

Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. Muestra las maravillas de tu misericordia, tú que salvas de los adversarios a quien se refugia a tu derecha. R.

Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme. Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré e tu semblante. R.

SANTO EVANGELIO
Lucas 8, 1-3
Algunas mujeres acompañaban a Jesús y le ayudaban con sus bienes 

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

Palabra del Señor


Reflexión de la Primera lectura: 1 Corintios 15,12-20 .Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido
-"¿Cómo es posible que haya entre vosotros quienes dicen...?"

Una vez más, Pablo partirá de una pregunta, de una duda, de una dificultad de fe de la gente de su tiempo: griegos, mentes muy racionalistas tendían a pensar que la resurrección del «cuerpo» -enterrado, o incinerado... ¡descompuesto!- era imposible, filosóficamente hablando. De otra parte es verdad que la resurrección de la carne es un objeto de «fe»: no hay que entretenerse en imaginar cómo sucederá la cosa, es un gran misterio... y el hombre moderno, en esto, ha heredado mucho del hombre griego... con facilidad duda él también.

KERIGMA/GRITO: 

-Proclamamos -gritamos- que Cristo ha resucitado de entre los muertos.

En efecto, en el texto auténtico, hay escrito el término «grito», -Kerigma en griego-. Pablo dice que «está gritando al mundo que Jesús ha resucitado». Un grito es una palabra... pero una palabra vehemente, toda ella cargada de afectividad y de emoción, una palabra activa que remueve al que la oye y lo hace sobresaltarse... es en fin una palabra urgente: se grita en el peligro para alertar rápidamente a todos los que están alrededor...

Mi fe en Cristo resucitado ¿tiene estos caracteres? ¿Es una fe apagada, fría, formal? o bien penetra hasta el hondón de mi alma. ¿Puedo decir que mi Fe compromete todo mi ser: intelecto, corazón, acción?

-Si Cristo no resucitó, vacío es nuestro mensaje, vacía también vuestra fe, sin objeto...

¡La resurrección es la piedra angular, el punto esencial de la nueva religión! Si esto no fuera verdad, todo llegaría a ser «vacío», «nada»: tanto el mensaje de los apóstoles como la fe de los fieles, que es la respuesta al mensaje.

La alegría pascual es la señal del «cristiano», su característica principal. ¿Se nota en mí que creo en ella? ¿Aparece a través de mi conducta, en mis relaciones humanas frente al sufrimiento, frente a la muerte? ¿Y en todas las dificultades que pesan sobre mí?

¡Gracias, Señor! Ayúdame a testimoniar contigo tu buena nueva.

-Si Cristo no ha resucitado somos convictos de falsos testigos de Dios...

En efecto, es Dios quien se ha comprometido en la resurrección. Su veracidad, su verosimilitud sería cuestionable en ese punto esencial de "su plan sobre el mundo". Directamente Dios ha comprometido su verdad en esta apuesta: o bien la resurrección existe, tal como Dios ha dicho... o bien habría que confesar la inexistencia de Dios... Y entonces llegamos a ser «falsos testigos», defendemos una causa que no tiene defensa, somos unos impostores hablando de Dios.

¿Es así como Dios está presente en mis convicciones esenciales? o bien, ¿soy tan sólo un hombre que tiene algunas convicciones filosóficas o ideológicas, válidas, pero discutibles porque son sólo «humanas»?

¿Trato verdaderamente de ser testigo de Dios? o bien, ¿lo soy de «mí mismo», de mis ideas, de mis opciones?

-Si Cristo no resucitó, estáis todavía en vuestros pecados... Por tanto, los que durmieron en Cristo... perecieron... Actua hoy

Este es el tercer argumento.

La resurrección es una «fuerza activa» que destruye el pecado y la muerte. En efecto el misterio pascual tiene dos caras:

--es ante todo un hecho histórico que sucedió una vez en Jerusalén. . .

--es también una realidad permanente que trabaja en el corazón del mundo, cada día...

La vida divina, que hizo surgir a Jesús de la muerte, continúa en todas partes sacando al hombre del pecado y de la muerte. ¿Es ésta mi fe?
------Si, por un lado, la resurrección de Jesús constituye el fundamento de nuestra fe, por otro, fundamenta nuestra esperanza: por esta verdad Pablo está dispuesto a jugarse su credibilidad personal, y lo hace con las cartas descubiertas.

Eso es lo que intuyó en el camino de Damasco y lo que le ha mantenido siempre en el curso de su vida apostólica: encontró a alguien que está vivo, a alguien que había vencido a la muerte. No tiene la menor duda de que de aquella victoria brota para todo creyente el don de esperar más allá de toda posibilidad humana. Se trata de una esperanza no sólo terrena, sino ultraterrena: por eso nosotros, los cristianos, no hemos de ser compadecidos, sino, al contrario, podemos consolar y confortar a los otros. En efecto, Cristo resucitado es «anticipo de quienes duermen el sueño de la muerte» (v. 20), es «primogénito entre muchos hermanos» (Rom 8,29): tras él y gracias a él, el alegre acontecimiento de la resurrección es y será experimentado por todos aquellos que, mediante la fe, lo reciben como el Salvador.

La esperanza cristiana se expresa también en estos términos: la muerte ha sido derrotada; la vida nueva en Cristo ha sido inaugurada ya; en Cristo viviremos para siempre la plenitud de la vida en la totalidad de nuestro ser humano: cuerpo, alma y espíritu. No se trata, por tanto, de una esperanza equiparable a criterios humanos, sino de una esperanza-don, prenda de un bien futuro, que superará cualquier previsión humana.

Reflexión del Salmo 16. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Es un salmo de súplica individual. Una persona inocente está viviendo la dura experiencia de ser perseguida y, por eso, se dirige al Señor pidiendo justicia y venganza contra cuantos la oprimen.

Podemos señalar seis partes: 1-2; 3-5; 6-9; 10-12; 13-14; 15. La primera (1 -2) es una súplica. El justo pide la intervención del Señor para que haga justicia. La segunda (3-5) es una declaración de inocencia. El Señor puede sondear el corazón (es decir, la conciencia) del justo, pero no encontrará en él malicia alguna. Aquí tenemos la imagen del herrero (3b) que purifica con fuego los metales. La tercera parte (6-9) es nuevamente una súplica. El justo le pide al Señor que lo guarde como a las niñas de sus ojos. Compara a Dios con un águila inmensa que protege a su cría bajo las alas (8). En la cuarta (10-12), el justo habla abiertamente de los que lo rodea para matarlo. Cierran sus corazones con grasa (es decir, tienen la conciencia totalmente embotada) y tratan de acabar con el justo.

Aparece aquí la imagen del león hambriento y la del cachorro agazapado, al acecho, en su guarida (12). En la quinta parte (13-14) volvemos a encontrar la súplica. El justo pide la intervención del Señor como un Dios guerrero (13) que salva al inocente y castiga a sus enemigos, acabando con la descendencia de los malvados. La última parte (15) es la conclusión. El justo inocente tiene el convencimiento de que, al despertarse, quedará saciado con la imagen del Señor; es decir, con la declaración de su inocencia.

En este salmo se habla de la «noche» (3) y del «despertar» (15). Todo hace pensar que esta oración de súplica nació en el templo, que funcionaba como una especie de tribunal supremo. Una persona inocente es acusada y perseguida a muerte. No teniendo a quien recurrir, se refugia en el templo. Durante la noche le expone su caso a Dios, jurando su inocencia (3-5). Por la mañana, uno de los sacerdotes del templo, después de examinar su causa, se dispone a dictar sentencia en nombre del Señor (2). El justo tiene el convencimiento de que será declarado inocente (15), y pide que condenen a los que lo buscaban para matarlo (13-14).

Resulta interesante la descripción de los enemigos del justo. En un primer momento se les llama «hombres» (4) y se dice que suelen transgredir las normas de Dios. A continuación reciben los calificativos de «agresores» (7), «injustos» (9) que oprimen, «malvado» (13); son «enemigos mortales» (9) que cercan al justo para eliminarlo. Hablan con boca arrogante (10). Sus pasos rodean al justo, sus ojos anuncian que ha llegado la hora de asestar el golpe. La comparación con el león ávido de presa y con su cachorro al acecho (12) lo dice todo: están dispuestos a matar sin el menor atisbo de piedad. En todo esto se advierte una terrible progresión que conduce a la muerte del justo. Se trata de hombres-fiera, capaces de devorar a quien se les oponga. De no haber corrido al templo en busca de refugio, el justo ciertamente habría muerto a manos de sus enemigos asesinos.

¿Qué es lo que, de hecho, habría sucedido con el justo? ¿Cuál habría sido la acusación? Afirmando su inocencia, dice que su súplica no proviene de labios mentirosos (1). Además, si el Señor sondea y examina su conciencia (su corazón), no encontrará en él ningún rastro de maldad (3). Asegura no haber faltado con la boca (3), ni haber desviado sus pasos de las huellas de Dios (5). Conciencia, boca y pasos representan la integridad total de la persona: en su pensamiento, en sus palabras y en sus acciones. ¿Por qué, entonces, la acusación y la persecución? No lo sabemos. Pero, en los salmos, es frecuente ver cómo se persigue a los justos por incomodar a los malvados. Tal vez sea este un caso más. Conviene señalar; también, que se trata de un justo que está solo, contra un grupo de malvados organizados, que van engendrando descendientes y herederos de la injusticia (14).

El justo cree en el Dios que escucha su clamor; que presta oídos a su súplica (1), en el Dios que se alía con el justo, su protector. El justo es, para Dios, como las niñas de los ojos. Dios lo protege como el águila que esconde a su cría a la sombra de sus alas (8). Es, por tanto, el Dios de la Alianza, comprometido con la justicia «en cuerpo y alma», como un guerrero victorioso (13). De hecho, este salmo habla del «oído» de Dios (1 .6), de su «rostro» (2.15), de sus «ojos» (2), de sus «labios» (4), de sus «huellas» (5), de su «derecha» (7), de las «niñas de sus ojos» (8), de sus «alas» (8), de su «mano» (14) y de su «semblante» (15). Todas estas referencias al cuerpo demuestran que Dios está vitalmente comprometido con la justicia y con el justo que lucha por ella.

¿Y Jesús? Como ya hemos visto a propósito de otros salmos de súplica, también Jesús estuvo vitalmente comprometido con los que padecieron la injusticia, llegando incluso a dedicarles una bienaventuranza: «Bienaventurados los perseguidos a causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos» (Mt 5,10). El evangelio de Juan afirma que Jesús conocía el interior de las personas (2,25).

Podemos rezar este salmo cuando somos objeto de injusticias, cuando nos sentimos amenazados o injustamente perseguidos, o cuando querernos solidarizarnos con alguien que atraviesa por alguna de estas situaciones. Cuando querernos que se haga justicia en una sociedad injusta donde reina la impunidad. Cuando necesitarnos fuerzas y luz que nos ilumine en la lucha por la justicia, en la defensa de los derechos humanos, en la búsqueda de una mayor conciencia ciudadana...

Reflexión primera del Santo Evangelio: Lucas 8,1-3. Algunas mujeres acompañaban a Jesús y le ayudaban con sus bienes
Al final de esta sección de su evangelio (6,20—8,3), Lucas nos informa sobre las personas que acompañaban a Jesús en su ministerio público. Como los otros evangelistas, escribe que con Jesús estaban los Doce, pero, a diferencia de los otros, nos hace saber que había también «algunas mujeres que había liberado de malos espíritus y curado de enfermedades» (v. 2). Lucas nos hace saber incluso sus nombres.

No hay motivo para maravillarse por estas noticias lucanas Sabemos ya que este evangelista, en virtud de su particular sensibilidad, reserva siempre una gran atención a la presencia de las mujeres en la vida de Jesús. Aquí, sin embargo, no las presenta sólo como destinatarias de su Palabra y de sus gestos taumatúrgicos, sino también como ayudantes y asistentes de su ministerio público. Esto nos interesa, muy en particular desde el punto de vista histórico: porque constatamos que Jesús fue capaz de redimir y de liberar a algunas mujeres de alguna situación espiritual negativa, atrayéndolas así al interior del círculo de su persona y de su gracia, y confiándoles tareas de asistencia respecto a él y respecto a los discípulos.

En consecuencia, Jesús supo valorar la presencia y el servicio de algunas mujeres durante u vida pública y eso desencadenó, ciertamente, la crítica y la malevolencia de algunos de sus contemporáneos, que tenían más bien una actitud de instrumentalización y de explotación hacia las mujeres. También desde este punto de vista, que presenta aspectos de gran actualidad, muestra Lucas a Jesús como el liberador del que tenía una necesidad extrema la humanidad.

La esperanza, tanto en la vida cristiana como, de más general, en la historia de la humanidad, es, antes que nada, un don, un don que baja de lo alto, un don gratuito e inmerecido, un don que revela el corazón del donante. En efecto, Dios, en Cristo Jesús, resucitado de entre los muertos, quiere dar, día tras día, a todos y cada uno motivos siempre nuevos para esperar en su divina y omnipotente misericordia. Creer en la resurrección de Jesús significa para nosotros volver a fundamentar nuestra esperanza en Dios. La esperanza cristiana tiene un carácter exquisitamente cristológico «Cristo, mi esperanza, ha resucitado», exclama, según la liturgia, María Magdalena dirigiéndose a los apóstoles. En este grito suyo podemos reconocer también el nuestro, que sube de nuestro corazón cada vez que la sombra del pecado amenaza con encerrarlo y entristecerlo.

La esperanza cristiana es también una virtud, una actitud que hemos de asumir ante Dios en señal de reconocimiento y gratitud. Desde este punto de vista, esperar significa, para nosotros, vivir en plenitud nuestra fe, manteniéndola abierta no sólo al acontecimiento pasado de la resurrección de Jesús, sino también al acontecimiento escatológico de nuestra resurrección y de todo lo creado. La esperanza —ha dicho alguien— es la más pequeña pero también la más preciosa de las virtudes: afortunada presentación de un don excepcional de Dios a sus criaturas, gracias al cual podemos mantener siempre abierto nuestro corazón a las sorpresas de Dios.

Reflexión segunda del Santo Evangelio: Lucas 8,1-3. La invitación de un Fariseo.
Dividimos el texto en dos unidades fundamentales (7, 6-50 y 8, 1-3), ocupándonos principalmente de la primera, entrada sobre el tema del amor y del perdón. El contexto de la escena es un banquete; Jesús participa como invitado y dos personas muy distintas (un fariseo y una prostituta) vienen a ofrecerle sus dones.

El fariseo le invita a una comida material. Evidentemente, sería exagerado el acusarla de mala voluntad; quizá siente respeto por Jesús, cuando le llama. Sin embargo, en el fondo de su gesto existe un rasgo de juicio y dominio; por eso se atreve a sancionar la actitud del maestro. Tiene su verdad hecha, conoce ya a Dios y no necesita que nadie le enseñe la nueva profundidad del reino y de la vida.

La publicana no está invitada, pero viene. Sabe que Jesús ofrece un mensaje salvador, ha conocido su calidad de hombre que se entrega totalmente a los demás y por eso viene a ofrecerle simplemente lo que tiene: el perfume que utiliza en su trabajo, sus lágrimas, sus besos. Tomado en sí mismo, ese gesto resulta ambivalente, El publicano, regido por las normas de una moral estricta, condena a la mujer, reprueba su gesto de liviandad y juzga a Jesús que ha permitido que le traten de una forma semejante. Jesús, en cambio, ha interpretado la actitud de la mujer como un efecto de su amor, como expresión de gratitud por haber sido comprendida y perdonada.

La visión de Jesús se ilumina a partir de una parábola (7, 41—43): de dos deudores insolventes amará más al Señor aquél a quien le ha sido perdonada la mayor de las deudas. Aplicando la parábola se precisa la actitud del fariseo y de la prostituta.

Todo el evangelio está mostrando ese mensaje: Jesús ofrece el perdón de Dios a los hombres insolventes de la tierra. Entre ellos se encuentran el fariseo y la prostituta. El fariseo no se ha preocupado de aceptar ese perdón, piensa que sus cuentas están claras, se siente plenamente en paz y, por lo tanto, le resbalan las palabras de Jesús que aluden al don de Dios que borra los pecados. Convida a Jesús, pero lo hace por curiosidad; en el fondo no la ama, porque no se reconoce (no quiere ser) perdonado.

La mujer, en cambio, se sabe pecadora; ante Dios y ante los hombres confiesa que su deuda es impagable; por eso se ha sentido condenada. Pero ahora que Jesús ha llegado a la ciudad, una vez que ha proclamado su palabra de gracia universal, ella se ha sentido (se ha sabido) perdonada. Por eso, superando todos los convencionalismo aprovecha la ocasión y viene hasta Jesús para demostrarle su agradecimiento y su amor: la grandeza del perdón que Dios le ha concedido se demuestra a partir de la grandeza del amor que ese perdón ha suscitado.

En torno a esta relación de Jesús con la pecadora hemos añadir unas notas marginales: 1) en sentido estricto el amor de la mujer es siempre una respuesta, porque el primer paso lo ofrece el mismo Dios que perdona a todos por medio de Jesús. Sin embargo, no podemos olvidar que en la historia de cada vida la dialéctica perdón-amor puede revestir modalidades diferentes, de tal manera que en algún caso el amor en vez de ser un signo o consecuencia puede venir a convertirse en principio del perdón. 2) Como ejemplo de una existencia humana fundada en la gratitud por el perdón que ha sido concedido se sitúan las mujeres del texto siguiente de san Lucas (8, 1-3); esas mujeres, que han sido curadas, liberadas, perdonadas por Jesús, han respondido a su don con un gesto de amor comprometido, que las convierte en auténticas discípulas (seguidoras) del maestro. 3) Este rasgo de un amor total con que se responde al perdón (al don de gracia) de Jesús se ajusta más a la tipología de la mujer, de tal manera que una parte de la espiritualidad femenina puede basarse en estos Fundamentos; sin embargo, no debemos olvidar que la misma espiritualidad de los varones puede y debe responder a este principio del perdón y del amor como respuesta. 4) Es curioso señalar que en esta caracterización del seguimiento de Jesús, Lucas concede ventaja a la mujer (es tipo de auténtica discípula), cosa inaudita y revolucionaria en la sociología humana y religiosa de aquel tiempo.

Reflexión tercera del Santo Evangelio: Lucas 8,1-3 A quien mucho ama, mucho se le perdona.
Tenemos que hacer algunas observaciones acerca de la redacción de Lucas, comparada con la de los otros sinópticos (Mt 26,6-13; Mc 14,3-9) y la de Juan en la unción de Betania (Jn 12,1-8).

En Lucas, el relato se centra simplemente en una mujer pecadora; en Marcos y Mateo, por el contrario, no se supone en no supone en modo alguno que la mujer sea pecadora. En Juan, ella se llama María, hermana de Marta. En Lucas, no se dice el nombre y el anfitrión es Simón el Fariseo; en Marcos, es simplemente Simón; en Mateo, Simón el leproso; en Juan, la escena tiene lugar en una casa en la que María sirve y Lázaro está a la mesa (en Betania), etc. Es difícil establecer la identidad de la pecadora. Pero eso no es importante en la narración de Lucas.

Hay quien ha pensado que las fracturas del texto o dificultades para leerlo en una lectura sincrónica se deben a que el texto es heterogéneo. Según este presupuesto, en el v. 47a, el amor aparece como causa del perdón, y 47b es su efecto. En los v v. 37.38.44.46, los gestos de la mujer demuestran un gran amor, lo que le hace merecer el perdón de sus faltas: de ahí la conclusión 47a. Pero en los V 40-43 se ha incluido una parábola, cuya lección es la inversa: un perdón mayor produce un amor mayor; de ahí la conclusión 47b. Pero, en realidad, la parábola (vv. 40-43) tiene la finalidad primaria de mostrar el perdón de Dios: la pecadora está amando mucho porque Dios le ha perdonado mucho (vv 42 y 47b). No es intención de Lucas decir cómo obtuvo la mujer el perdón, pero ve que es precisamente a partir del amor y el arrepentimiento: a eso se refieren probablemente los vv. 47a.48.50: “quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor”, “tus pecados quedan perdonados”, “tu fe te ha salvado”. Éste es el estilo literario de Lucas. En otras ocasiones, afirmaciones globales que hay que matizar o que él mismo, matiza.

Para percatarse de la coherencia del texto, el lector debe observar que la parábola está dirigida a fortalecer una idea clara: a quien mucho se le perdona, es que mucho ama; a la mujer, se le está perdonando mucho, dado el amor que manifiesta. Su amor es un indicativo de lo que se le está perdonando.

a) Que Dios perdona a quien se arrepiente.

h) Que los gestos de la mujer, aunque escandalosos para los fariseos, son auténticos para Dios, que ve los corazones. Esta observación es impresionante. Dios acepta al hombre y a la mujer como ellos son en cada instante de su vida. Y acepta las manifestaciones de amor que cada uno pueda dar de acuerdo con su situación de fe y de ética en el momento de su aquí Lucas pone el énfasis en el hecho de que es Jesús quien otorga el perdón de los pecados. La reacción de los dos participantes es similar a la de los fariseos y los maestros de la Ley en la curación del paralítico (Lc 5,21). Después de la plática sostenida con el fariseo, ya no es necesaria una refutación explícita de su réplica. El episodio termina remarcando la confianza y la fe de la mujer: al fin y al cabo, ha significado su salvación.

Reflexión cuarta del Santo Evangelio: Lucas 8,1-3
Lucas es el único que menciona los nombres de las mujeres que acompañaban a Jesús a lo largo de sus viajes.

-Jesús iba caminando por pueblos y aldeas, proclamando la "Buena" Noticia.

Es preciso, de vez en cuando, volver a meditar, sobre ese tema. "evangelio"... ¿"euaggelion", en griego? "buena noticia" en castellano.

Así, ¡lo que Jesús proclama es algo bueno! Un predicador no debería jamás hablar sobre una cuestión de Fe, sin haber experimentado antes, en el fondo de su ser ¡de qué manera el "sujeto que se propone tratar" es algo "bueno" para el hombre! ¡EI Reino de Dios es una buena noticia!

Un catequista no debería jamás presentar ni una sola lección de catecismo, sin haber experimentado antes, en el fondo de sí mismo de ¡qué modo, lo que dirá a los niños, es "bueno" para ellos!

Un cristiano no debería jamás hablar de su Fe a incrédulos o indiferentes sin haber valorado antes ¡cuán "buena" es para él esa Fe! De otro modo ¿cómo podría "proclamarla"?

-Lo acompañaban los doce, y algunas mujeres...

El pasado martes vimos a Jesús hacer una resurrección en atención a una mujer, la viuda de Naím. Ayer Jesús rehabilitaba a una mujer, la pecadora, en casa de Simón.

Ningún evangelista, sino Lucas, asignó un mayor papel a las mujeres: pensemos en la función esencial de María en los relatos de la infancia de Jesús... pensemos en el episodio de Marta y María (Lc 10, 38) que es él el único en relatarlo.

-Mujeres que Jesús había curado de malos espíritus y de enfermedades...

Lucas insiste, algo machaconamente pensamos, sobre ese punto: ¡eran antiguas endemoniadas! Esta afirmación subraya que, para el Antiguo Testamento, como para muchas viejas civilizaciones, la mujer estaba marcada, por una especie de "interdicto", objeto de fuerzas misteriosas (Lc 4, 38;13, 16. 8, 43).

Las mismas mujeres acabaron por someterse a esa trágica "marginación": la Samaritana, a quien Jesús pidió agua, se sorprende de que un judío se atreva a hablar a una mujer (Juan 4, 9). Vemos pues que Jesús libera totalmente a la mujer: ni en su mente ni en sus actitudes concretas hace diferencia alguna entre el hombre y la mujer.

El evangelista afirma que, con los Doce, había un grupo de mujeres que seguían a Jesús.

-María, "Magdalena" de sobrenombre... -¡que había sido liberada de siete demonios!-, Juana, mujer de Kuza, el intendente de Herodes... Susana... y muchas más...

No olvidemos que los rabinos de la época excluían a las mujeres del círculo de sus discípulos. No olvidemos que según la organización del Judaísmo de aquel tiempo las mujeres apenas formaban parte de la comunidad: podían participar al culto de la sinagoga, pero no estaban obligadas a ello. La liturgia empezaba cuando, por lo menos, diez hombres estaban presentes, mientras que a las mujeres no se las contaba.

Ahora bien, la tradición nos relata que las primeras apariciones del resucitado fueron hechas a las mujeres (Lucas 24, 10) y precisamente a las que Lucas anota aquí. Habiendo acompañado a Jesús desde el comienzo de su ministerio público, todo como los Doce, eran iguales a los hombres para el anuncio de la "buena nueva".

-... Que le ayudaban con sus bienes.

Realismo del evangelio: se necesita dinero para poder anunciar el evangelio. Si los Doce y Jesús parecen tan libres, sin cuidados materiales, ¡es porque hay mujeres que cuidan de ellos! Trabajo capital que permite todo el resto.

¿Soy una acomplejada por mis tareas humildes? o bien ¿sé darles un valor divino?

Elevación Espiritual para este día 

El Mesías, pues, tenía que padecer, y su pasión era totalmente necesaria, como él mismo lo afirmó cuando calificó de hombres sin inteligencia y cortos de entendimiento a aquellos discípulos que ignoraban que el Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria. Por que él, en verdad, vino para salvar a su pueblo, dejando aquella gloria que tenía junto al Padre antes que el mundo existiese; y esta salvación es aquella perfección que había de obtenerse por medio de la pasión, y que había de ser atribuida al guía de nuestra salvación, como nos enseña la carta a los Hebreos cuando dice que él es el guía de nuestra salvación, perfeccionado y consagrado con sufrimientos (Heb 2, 10).

Y vemos, en cierto modo, cómo aquella gloria que poseía como Unigénito, y a la que por nosotros había renunciado por un breve tiempo, le es restituida a través de la cruz en la misma carne que había asumido; dice, en efecto, san Juan, en su evangelio, al explicar en qué consiste aquella agua, que dijo el Salvador que manaría como un torrente de las entrañas del que crea en él. Decía esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado (cf: Jn 7,38ss): aquí el evangelista identifica la gloria con la muerte en cruz. Por eso el Señor, en la oración que dirige al Padre antes de su pasión, le pide que lo glorifique con aquella gloria que tenía junto a él antes de que el mundo existiese.

Reflexión Espiritual para el día
La persistencia en la recitación de los salmos es óptima si va acompañada de la atención perseverante, pero es la calidad de las oraciones lo que da vida al alma y la hace fecunda. La calidad existe cuando la salmodia y las invocaciones son hechas con el Espíritu presente en la mente. Quien considera el sentido contenido en las Escrituras, mientras reza y recita los salmos, reza en su mente. Estos pensamientos divinos constituyen, en su corazón, otros tantos grados espirituales: el alma se ve arrebatada en el aire luminoso, encendida y pura se levanta hasta el cielo y contempla los bienes preparados a los santos. Consumida por atormentadores deseos, expresa con los ojos el fruto de la luz derramando lágrimas a mares bajo la iluminadora energía del Espíritu. Dulce es el sabor de estos bienes, tanto que hace inútil la toma de alimentos en esos instantes. Este es el fruto de la oración que nace de la calidad de la salmodia en el alma orante.

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia y el Magisterio de la Santa Iglesia: La fe tiene sentido porque Cristo ha resucitado.
-"¿Cómo es posible que haya entre vosotros quienes dicen...?"

Una vez más, Pablo partirá de una pregunta, de una duda, de una dificultad de fe de la gente de su tiempo: griegos, mentes muy racionalistas tendían a pensar que la resurrección del «cuerpo» -enterrado, o incinerado... ¡descompuesto!- era imposible, filosóficamente hablando. De otra parte es verdad que la resurrección de la carne es un objeto de «fe»: no hay que entretenerse en imaginar cómo sucederá la cosa, es un gran misterio... y el hombre moderno, en esto, ha heredado mucho del hombre griego... con facilidad duda él también.

-Proclamamos -gritamos- que Cristo ha resucitado de entre los muertos.

En efecto, en el texto auténtico, hay escrito el término «grito», -Kerigma en griego-. Pablo dice que «está gritando al mundo que Jesús ha resucitado». Un grito es una palabra... pero una palabra vehemente, toda ella cargada de afectividad y de emoción, una palabra activa que remueve al que la oye y lo hace sobresaltarse... es en fin una palabra urgente: se grita en el peligro para alertar rápidamente a todos los que están alrededor...

Mi fe en Cristo resucitado ¿tiene estos caracteres? ¿Es una fe apagada, fría, formal? o bien penetra hasta el hondón de mi alma. ¿Puedo decir que mi Fe compromete todo mi ser: intelecto, corazón, acción?

-Si Cristo no resucitó, vacío es nuestro mensaje, vacía también vuestra fe, sin objeto...

¡La resurrección es la piedra angular, el punto esencial de la nueva religión! Si esto no fuera verdad, todo llegaría a ser «vacío», «nada»: tanto el mensaje de los apóstoles como la fe de los fieles, que es la respuesta al mensaje.

La alegría pascual es la señal del «cristiano», su característica principal. ¿Se nota en mí que creo en ella? ¿Aparece a través de mi conducta, en mis relaciones humanas frente al sufrimiento, frente a la muerte? ¿Y en todas las dificultades que pesan sobre mí?

¡Gracias, Señor! Ayúdame a testimoniar contigo tu buena nueva.

-Si Cristo no ha resucitado somos convictos de falsos testigos de Dios...

En efecto, es Dios quien se ha comprometido en la resurrección. Su veracidad, su verosimilitud sería cuestionable en ese punto esencial de "su plan sobre el mundo". Directamente Dios ha comprometido su verdad en esta apuesta: o bien la resurrección existe, tal como Dios ha dicho... o bien habría que confesar la inexistencia de Dios... Y entonces llegamos a ser «falsos testigos», defendemos una causa que no tiene defensa, somos unos impostores hablando de Dios.

¿Es así como Dios está presente en mis convicciones esenciales? o bien, ¿soy tan sólo un hombre que tiene algunas convicciones filosóficas o ideológicas, válidas, pero discutibles porque son sólo «humanas»?

¿Trato verdaderamente de ser testigo de Dios? o bien, ¿lo soy de «mí mismo», de mis ideas, de mis opciones?
-Si Cristo no resucitó, estáis todavía en vuestros pecados... Por tanto, los que durmieron en Cristo... perecieron...

Este es el tercer argumento.

La resurrección es una «fuerza activa» que destruye el pecado y la muerte. En efecto el misterio pascual tiene dos caras:

--es ante todo un hecho histórico que sucedió una vez en Jerusalén. . .

--es también una realidad permanente que trabaja en el corazón del mundo, cada día...

La vida divina, que hizo surgir a Jesús de la muerte, continúa en todas partes sacando al hombre del pecado y de la muerte. ¿Es ésta mi fe? +

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