Santos: José María de
Yermo y Parres, fundador; Jenaro de Nápoles, mártir; Guillermina Emilia de
Rodat, fundadora. Memoria libre (Blanco)
LA
CENTRALIDAD DE LA RESURRECCIÓN
1 Co 15,
12-20; Lc 8, 1-3
En la
cultura griega como bien sabemos, sonaba paradójico afirmar la resurrección.
Por esa razón san Pablo argumenta con firmeza sobre la centralidad de dicho
acontecimiento. Negar la resurrección de Cristo implica vaciar de sentido la fe
cristiana. No queda sustentada nuestra salvación; además, dado que el verdadero
cristiano enfrenta adversidades por causa de su fe, si sus padecimientos en
esta vida, no encuentran consuelo en la venidera, resultamos engañados por una
falsa promesa. Las mujeres que seguían a Jesús y que se solidarizaban con su
causa, sirviendo a sus discípulos, no apostaban su vida en vano. Habían
conocido por anticipado la fuerza vivificadora de Dios, a través de las
curaciones que Jesús había obrado en su favor. Las mujeres curadas sabían por
propia experiencia que la palabra de Jesús acarreaba una mejoría sustancial en
sus condiciones de vida.
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 111, 9)
Al pobre
da con abundancia, obra siempre conforme a la justicia; su frente se alzará
llena de gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Dios de
misericordia y todopoderoso, que encendiste en el corazón de san José María de
Yermo y Parres, presbítero y fundador, un amor ardiente a favor de los pobres y
desamparados, concédenos que, a ejemplo suyo, descubramos en cada hermano el
rostro de Cristo, tu Hijo, y nos pongamos a su servicio con sincera caridad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Si Cristo
no resucitó, vana es la fe de ustedes.
De la
primera carta del apóstol san Pablo a los corintios: 15, 12-20
Hermanos:
Si hemos predicado que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que
algunos de ustedes andan diciendo que los muertos no resucitan? Porque si los
muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, nuestra
predicación es vana, y la fe de ustedes es vana.
Seríamos, además, falsos testigos de Dios, puesto que hemos afirmado falsamente
que Dios resucitó a Cristo: porque, si fuera cierto que los muertos no
resucitan, Dios no habría resucitado a Cristo. Porque si los muertos no
resucitan, tampoco Cristo resucitó.
Y si Cristo no resucitó, es vana la fe de ustedes; y por lo tanto, aún viven
ustedes en pecado, y los que murieron en Cristo, perecieron. Si nuestra
esperanza en Cristo se redujera tan sólo a las cosas de esta vida, seriamos los
más infelices de todos los hombres. Pero no es así, porque Cristo resucitó, y
resucitó como la primicia de todos los muertos.
Palabra
de Dios. Te
alabamos, Señor.
Comentario:
En la primera lectura de hoy san Pablo dice aquella frase que seguramente
hemos oído y repetido muchas veces: "Si Cristo no resucitó, vana es
nuestra fe." El hecho de que el apóstol haga una aseveración tan fuerte,
que luego refuerza diciendo: "si no resucitó, seguís con vuestros
pecados", demuestra dos cosas: primera, que estamos ante una afirmación
que es absolutamente central para nuestro ser de cristianos; segunda, que ya
desde los primeros tiempos hubo quienes negaron la resurrección real de Cristo.
Tal negación o resistencia a creer lo que está dicho de manera tan patente
en los Evangelios ha acompañado y acosado al cristianismo desde el día mismo de
la Pascua de Nuestro Señor, y no nos debe escandalizar. Debemos, eso sí, estar
en guardia contra las nuevas formas de esta negación. Habrá quienes nos digan
--como lo oí yo dicho por un sacerdote en una universidad
"católica"-- que una cosa es creer en la resurrección y otra creer
que el cuerpo de Cristo resucitó. Según estos ágiles pensadores, la resurrección
es el "movimiento espiritual de reconciliación, amor y perdón," cosa
que tuvo pleno éxito... mientras que el cuerpo de Cristo se corrompía en el
sepulcro.
La resurrección corporal es importante porque el cuerpo es importante.
Cuando yo pienso en que van a matar una "idea" mía no siento lo mismo
que si van a mutilar una parte de mi cuerpo o si me anuncian que seré ahorcado.
Y el cuerpo es importante porque el ser humano no es ni su alma ni sus ideas ni
sus recuerdos. Hemos sido hechos por Dios como seres en cuerpo y alma, y si
Cristo vino a restaurar todo nuestro ser, su mensaje y su victoria son para
todo nuestro ser.
Del salmo
16 R/. Atiéndeme, Dios mío, y escucha mi oración.
Señor, hazme justicia y a mi clamor atiende; presta oído a mi súplica, pues mis
labios no mienten. R/.
A ti mi voz elevo, pues sé que me respondes. Atiéndeme, Dios mío, y escucha mis
palabras; muéstrame los prodigios de tu misericordia, pues a quien acude a ti,
de sus contrarios salvas. R/.
Protégeme, Señor, como a las niñas de tus ojos, bajo la sombra de tus alas
escóndeme, pues yo, por serte fiel, contemplaré tu rostro y al despertarme,
espero saciarme de tu vista. R/.
ACLAMACIÓN
(Cfr. Mt 11, 25) R/. Aleluya, aleluya.
Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los
misterios del Reino a la gente sencilla. R/.
Los
acompañaban algunas mujeres, que los ayudaban con sus propios bienes.
Del santo
Evangelio según san Lucas: 8, 1-3
En aquel
tiempo, Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva
del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido
libradas de espíritus malignos y curadas de varias enfermedades. Entre ellas
iban María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana,
mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que los
ayudaban con sus propios bienes.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Mujeres junto al ministerio de Jesús
Sólo Lucas, en el evangelio de hoy, nos
dejó constancia de un rasgo muy peculiar del ministerio público de Jesús: la
presencia de mujeres que lo acompañaban y le ayudaban con sus bienes.
Esta actitud puede ser calificada de
revolucionaria, pues en vano buscaríamos en las páginas del Antiguo Testamento
un ejemplo parecido. Sin embargo, no es la única actitud que refleja el modo
peculiar en que Cristo manifiesta un modo distinto de relacionarse con la
mujer, así como en otro sentido, ha manifestado modos nuevos de acercamiento a
otros de los que eran excluidos en la sociedad de aquel tiempo: los pecadores,
los leprosos, los niños, los enfermos.
Esto quiere decir que Jesús, dejándose
acompañar por este grupo en el que había mujeres de diverso rango y condición,
no está obrando de un modo extraño al mensaje central de su Evangelio: está
mostrando más bien que la gracia por él ofrecida trae una renovación de todas
las cosas y que ese tipo de exclusiones no caben en los discípulos del Reino.
Por otro lado, toda esta libertad de
Cristo en su obrar no implica que él mismo no tenga en cuenta los lugares
distintos que tienen unas u otras personas en la comunidad que está naciendo de
su palabra. Aquellos, por ejemplo, que quieren tomar el modo de obrar de Jesús
para decir que las mujeres deben recibir el ministerio ordenado tendrían que
responder por qué Cristo, que vemos que obra en todo con tanta libertad, no
tomó esa opción ni en una sola ocasión.
Por eso el Papa el 22 de mayo de 1994, en
su Carta Apostólica "Ordinatio Sacerdotalis", nos escribía:
"Cristo eligió a los que quiso (cf. Mc. 3, 13-14; Jn. 6, 70), y lo hizo en
unión con el Padre por medio del Espíritu Santo (Hch. 1, 2), después de pasar
la noche en oración (cf. Lc. 6, 12). Por tanto, en la admisión al sacerdocio
ministerial, la Iglesia ha reconocido siempre como norma perenne el modo de
actuar de su Señor en la elección de los doce hombres, que él puso como
fundamento de su Iglesia (cf. Ap. 21, 14). En realidad, ellos no recibieron
solamente una función que habría podido ser ejercida después por cualquier
miembro de la Iglesia, sino que fueron asociados especial e íntimamente a la
misión del mismo Verbo encarnado (cf. Mt. 10, 1. 7-8; 28, 16-20; Mc. 3, 13-16;
16, 14-15). Los Apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus
colaboradores que les sucederían en su ministerio. En esta elección estaban
incluidos también aquellos que, a través del tiempo de la Iglesia, habrían
continuado la misión de los Apóstoles de representar a Cristo, Señor y Redentor".
Lo que concluimos de aquí es que la mujer
tiene un lugar muy cercano al corazón y la misión de Cristo, pero que ese lugar
no está hecho sólo de gente ordenada sacramentalmente.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Acoge,
Señor, las ofrendas de tu pueblo, para que, al celebrar la obra de la caridad
inmensa de tu Hijo, seamos confirmados en el amor a ti y al prójimo, a ejemplo
de san José María. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Cfr. Jn 13, 35)
En esto
reconocerán todos que ustedes son mis discípulos: en que se aman los unos a los
otros, dice el Señor.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Renovados
por este santo sacramento, concédenos, Señor, seguir los ejemplos de san José
María, que te honró con su incansable piedad y con su inmensa caridad hizo
tanto bien a tu pueblo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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