Santos: Beatos Juan
Bautista y Jacinto de los Ángeles, mártires. Santos: José de Cupertino,
presbítero. Beato Carlos Eraña, mártir. Feria (Verde)
EL AGRADECIMIENTO
1 Co 15,1-11; Lc 7,36-50
Uno de los hilos que conectan estas dos lecturas es el
agradecimiento. La pecadora anónima que enjugó y besó insistentemente los pies
de Jesús estaba expresando efusivamente su agradecimiento por haber sido
perdonada sin condición alguna. La mujer se sintió tan acogida por la compasión
del Señor que no dudó en mostrarle su afectuosa gratitud. En el capítulo quince
de la carta a los Corintios el apóstol san Pablo refiere las formulas antiguas
que registraban los hechos fundamentales de la pasión y muerte del Señor. Como
colofón refiere también su propio llamado al apostolado, expresando su vieja
condición de perseguidor de los cristianos. La humildad del apóstol le permite
confesar delante de sus lectores la clave de su labor misionera: la gracia y el
favor de Dios habían transformado profundamente su vida, convirtiéndolo en un
misionero innovador e infatigable
.
ANTÍFONA DE ENTRADA
Los
santos mártires derramaron su sangre por Cristo aquí en la tierra; por eso han
obtenido el premio eterno en el cielo.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, creador y salvador de todas las naciones, que
en la región de Corea maravillosamente llamaste a la fe a un pueblo escogido
por ti y lo hiciste crecer por medio del glorioso martirio de los santos
Andrés, Pablo y sus compañeros, concédenos, por su intercesión, que también
nosotros, a ejemplo suyo, perseveremos fieles a tus mandamientos hasta el día
de nuestra muerte. Por nuestro Señor Jesucristo....
LITURGIA
DE LA PALABRA
Esto es lo que predicamos y lo que ustedes han creído.
De la
primera carta del apóstol san Pablo a los corintios: 15, 1-11
Hermanos: Les recuerdo el Evangelio que yo les predique y que
ustedes aceptaron y en el cual están firmes. Este Evangelio los salvará, si lo
cumplen tal y como yo lo prediqué. De otro modo, habrán creído en vano.
Les transmití, ante todo, lo que yo
mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras;
que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según estaba escrito; que se le
apareció a Pedro y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos
hermanos reunidos, la mayoría de los cuales vive aún y otros ya murieron. Más
tarde se le apareció a Santiago y luego a todos los apóstoles.
Finalmente, se me apareció también a
mí, que soy como un aborto. Porque yo perseguí a la Iglesia de Dios y por eso
soy el último de los apóstoles e indigno de llamarme apóstol. Sin embargo, por
la gracia de Dios, soy lo que soy, y su gracia no ha sido estéril en mí; al
contrario, he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la
gracia de Dios, que está conmigo. De cualquier manera, sea yo, sean ellos, esto
es lo que nosotros predicamos y esto mismo lo que ustedes han creído.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
De Vuelta a lo Esencial
Cuanto más leemos y conocemos de la comunidad de Corinto creo
que más admiramos la paciencia y caridad con que Pablo se dedicó a aquellos
fieles, que a menudo actuaban como infieles. La primera lectura de hoy, por
ejemplo, nos muestra que el apóstol estaba dispuesto prácticamente a volver a
iniciar la tarea de fundar esta comunidad, y por ello les recuerda los
rudimentos y bases primeras de la fe.
Nosotros, por nuestra parte, salimos ganando con todos esos
problemas y deficiencias de los corintios, porque todo eso sirvió para que
oyéramos más y más a este gran testigo del Evangelio, con lo cual nuestra fe
recibió y recibe gran cantidad de alimento saludable.
Lo que Pablo les recuerda es lo que suele llamarse el
"kerigma," por una palabra griega que quiere decir
"anunciar." Lo que leímos hoy, pues, es como el "primer
anuncio" de la fe, y en él se condensa la buena noticia: que Cristo murió
por nuestros pecados y que resucitó para nuestra salvación.
El retorno a lo esencial no es un modo de perder el tiempo.
Es recuperar las fuentes profundas de la alegría y también percibir de manera
nueva el impacto de ese regalo de amor que es el sacrificio de Nuestro Señor
Jesucristo. Si es bueno subir hasta las hojas y frutos para apreciar la dulzura
y bondad del árbol, también es bueno descender a sus raíces y ponderar la
profundidad de la que brota toda su savia y toda su fuerza. Tal es el ejercicio
de la oración y la meditación: ir de la raíz a las ramas para ver las
consecuencias de nuestra fe en todos los ámbitos, pero también saber volver de
las ramas a la raíz para percibir la grandeza y hermosura del don recibido, y
descansar en él.
Fr. Nelson Medina, O.P.
Del
salmo 117 R/. Te damos gracias, Señor, porque eres bueno.
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu
misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: "Su misericordia es
eterna". R/.
Escuchemos el canto de victoria que sale de la casa de los
justos: "La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro
orgullo". R/.
No moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha
hecho. Tú eres mi Dios, y te doy gracias. Tú eres mi Dios, y yo te alabo. R/.
ACLAMACIÓN
(Mt 11, 28) R/. Aleluya, aleluya.
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la
carga, y yo les daré alivio, dice el Señor. R/.
Sus pecados le han quedado perdonados, porque ha amado mucho.
Del santo Evangelio según san Lucas: 7, 36-50
En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con Él.
Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en
aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo,
tomó consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús,
y comenzó a llorar, y con sus lágrimas le bañaba los pies, los enjugó con su
cabellera, los besó y los ungió con el perfume.
Viendo esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a
pensar: "Si este hombre fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que
lo está tocando; sabría que es una pecadora".
Entonces Jesús le dijo: "Simón,
tengo algo que decirte. El fariseo contestó: "Dímelo, Maestro". Él le
dijo: "Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía
quinientos denarios, y el otro, cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les
perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?". Simón le
respondió: "Supongo que aquel a quien le perdonó más".
Entonces Jesús le dijo: "Has
juzgado bien". Luego, señalando a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a
esta mujer? Entré en tu casa y tú no me ofreciste agua para los pies, mientras
que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus
cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entró,
no ha dejado de besar mis pies. Tú no ungiste con aceite mi cabeza; ella, en
cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te digo: sus
pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En
cambio, al que poco se le perdona, poco ama". Luego le dijo a la mujer:
"Tus pecados te han quedado perdonados".
Los invitados empezaron a preguntarse
a sí mismos: "¿Quién es éste que hasta los pecados perdona?". Jesús
le dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado; vete en paz".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Una Predicación de J. Aldazábal para el Evangelio de Hoy
La escena la cuenta Lucas con elegancia y detalles muy
significativos. ¡Qué contraste entre el fariseo Simón, que ha invitado a Jesús
a comer, y aquella mujer pecadora que nadie sabe cómo ha logrado entrar en la
fiesta y colma a Jesús de signos de afecto!
Desde luego, perdonar a una mujer pecadora precisamente en
casa de un fariseo que le ha invitado, es un poco provocativo. No es raro que
se escandalizaran los presentes, o porque Jesús no conocía qué clase de mujer
era aquélla, o que no reaccionaba ante sus gestos, que resultaban cuando menos
un poco ambiguos.
Pero Jesús quería transmitir un mensaje básico en su
predicación: la importancia del amor y del perdón. El argumento parece fluctuar
en dos direcciones. Tanto se puede decir que se le perdona porque ha amado
("sus pecados están perdonados, porque tiene mucho amor"), como que
ha amado porque se le ha perdonado ("amará más aquél a quien se le perdonó
más"). Probablemente aquella mujer ya había experimentado el perdón de
Jesús en otro momento, y por ello le manifestaba su gratitud de esa manera tan
efusiva.
La escena nos hace repensar nuestra conducta con los que
consideramos "pecadores". ¿Cómo los tratamos: dándoles ánimos o
hundiéndoles más?
Podemos actuar con corazón mezquino, como los fariseos que
juzgan y condenan a todos, o como el hermano mayor del hijo pródigo que le
recrimina de una manera intransigente lo que ha hecho, o como Simón y los otros
convidados, que no deben ser malas personas (han invitado a Jesús a comer),
pero no saben ser benévolos y amar. O podemos portarnos como el padre del hijo
pródigo, y sobre todo como el mismo Jesús, que perdona a la mujer adúltera que
le presentan, y a Zaqueo el publicano, y tiene palabras de ánimo para esta
mujer que ha entrado en la sala del banquete y le unge los pies.
¿Dónde quedamos retratados, en los fariseos o en Jesús? No se
trata de que lo aprobemos todo. Como Jesús no aprobaba el pecado y el mal. Sino
de imitar su actitud de respeto y tolerancia. Con nuestra acogida humana,
podemos ayudar a tantas personas -drogadictos, delincuentes, marginados de toda
especie- a rehabilitarse, haciéndoles fácil el camino de la esperanza. Con
nuestro rechazo justiciero les podemos quitar los pocos ánimos que tengan.
Claro que, para ser benévolos en nuestros juicios con los
demás, antes tendremos que ser conscientes de que Dios ha empleado misericordia
con nosotros. Se nos ha perdonado mucho a nosotros y por tanto deberíamos ser
más tolerantes con los demás, sin constituirnos en jueces prestos siempre a
criticar y a condenar.
Dios es rico en misericordia. Lo ha demostrado en Cristo
Jesús. Y lo quiere seguir mostrando también a través de nosotros.
(J. Aldazábal de su libro de sermones
"Enséñame tus Caminos")
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Dios todopoderoso, recibe los dones que tu pueblo te presenta
y, por la intercesión de tus santos mártires, concédenos que también nosotros
seamos un sacrificio agradable a ti, que contribuya a la salvación de todo el
mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Mt 10, 32)
A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo
reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Alimentados con el pan de los fuertes en esta celebración de
los santos mártires coreanos, te suplicamos, Señor, que mediante nuestra íntima
y fiel unión a Cristo en la Iglesia, podamos contribuir con nuestros trabajos,
a la salvación de todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor
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