(RV).- (Con audio) En la homilía de la misa que celebró el domingo 14 con el sacramento del matrimonio de 20 parejas italianas, tomando la imagen de las serpientes que mordían al pueblo de Dios en el desierto, de la liturgia de la Exaltación de la Cruz, el Obispo de Roma, habló de un antídoto “más fuerte que el veneno del tentador”; habló de la fuerza de la gracia; de la misericordia que brota de la cruz, como una fuerza que cura, pero que además “regenera y encausa de nuevo la vida conyugal y familiar”.
Se trata ciertamente de la gracia del misterio sagrado del matrimonio; del sacramento. Pero me parece importante resaltar esta afirmación de Francisco sobre este poder de Dios capaz de curar, regenera y encausar “mantener y renovar” el amor, cuando el amor humanamente se pierde, se hiere, se agota”.
Dijo el Papa: “Esto me lleva a pensar en las parejas de esposos que “se sienten cansadas del camino” de la vida conyugal y familiar. El cansancio del camino se convierte en agotamiento interior; pierden el gusto del Matrimonio, no encuentran ya en el Sacramento la fuente de agua. La vida cotidiana se hace pesada, y tantas veces ‘da náusea’.”
Hablando de la cruz de Jesús que aparece prefigurada en la cruz con la serpiente que Moisés hizo en el desierto, Francisco explicó: “El remedio que Dios da al pueblo vale también, especialmente, para los esposos que, “extenuados del camino”, son mordidos por la tentación del desánimo, de la infidelidad, de mirar atrás, del abandono. También a ellos Dios Padre les entrega a su Hijo Jesús, no para condenarlos, sino para salvarlos: si confían en Él, los cura con el amor misericordioso que brota de su Cruz, con la fuerza de una gracia que regenera y encauza de nuevo la vida conyugal y familiar”.
“El amor de Jesús, que ha bendecido y consagrado la unión de los esposos, es capaz de mantener su amor y de renovarlo cuando humanamente se pierde, se hiere, se agota. El amor de Cristo puede devolver a los esposos la alegría de caminar juntos; porque eso es el matrimonio: un camino juntos de un hombre y una mujer, en el que el hombre tiene la misión de ayudar a la mujer a ser mejor mujer, y la mujer tiene la misión de ayudar a su marido a ser más hombre. Esta es la misión que tienen entre ustedes. Es la reciprocidad de la diferencia. No es un camino llano, sin problemas, no, no sería humano. Es un viaje comprometido, a veces difícil, a veces complicado, pero así es la vida.”
El Sucesor de Pedro manifestó en vísperas ya del Sínodo sobre los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la Evangelización: “Las familias son el primer lugar en que nos formamos como personas y, al mismo tiempo, son los “ladrillos” para la construcción de la sociedad.” Y el Vicario de Cristo dio un consejo a los noveles esposos: Que aunque haya peleas “jamás terminen la jornada sin hacer la paz”. Es suficiente un pequeño gesto y así se sigue caminando. El matrimonio es símbolo de la vida, de la vida real, no es una ‘novela’. Es el sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia, un amor que encuentra en la Cruz su prueba y su garantía”.
jesuita Guillermo Ortiz
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