San Vicente de Paul
-Fundador de la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad
1581-1660
-Fiesta: 27 de septiembre.
Nace el 2 de abril de
1581, en Ranquine, cerca de Dax, en el S.O. de Francia. Tercer hijo del
campesino Juan de Paúl. Los hijos de los campesinos del siglo XVI apenas tenían
tiempo para divertirse; ya desde muy jóvenes se veían obligados a trabajar.
Vicente, llevaba a pastar el ganado: las ovejas, las vacas, los cerdos. Vicente
salía todos los días, descalño y con humildes provisiones
Vicente
es un chiquillo despierto, y su padre tiene para él unos planes ambiciosos. Fue
enviado a los 14 años al colegio de los franciscanos de Dax que esta a 5
kilómetros de Pouy. Dax es una ciudad próspera, de amplias calles y bellas
mansiones. Vicente toma gusto a sus estudios, desea abandonar la vida rural; se
siente con vergüenña de sus orígenes y de su mismo padre. "Siendo un
muchacho, cuando mi padre me llevaba a la ciudad, me daba vergüenña ir con él y
reconocerle como padre, porque iba mal trajeado y era un poco cojo".
"Recuerdo que en una ocasión, en le colegio donde estudiaba me avisaron
que había venido a verme mi padre, que era un pobre campesino. Yo me negué a
salir a verle".
Después
de cuatro años de estudios en Dax, marcha a la gran ciudad de Toulose. Su padre
acaba de morir en 1598, mientras Vicente tenía 17 años, ha recibido ya la
tonsura y las órdenes menores. Su padre le deja parte de la herencia para pagar
sus estudios, pero él rechaña esta ayuda; prefiere valérselas por si mismo.
Para
subsistir, enseña humanidades en el colegio de Buñet y sigue a la veñ con sus
estudios de Teología. En 1598 recibe el subdiaconado y el diaconado, y el 23 de
Septiembre de 1600, en Chateau-l'Eveque, es ordenado sacerdote por el anciano
obispo de Périgueux. "Si yo hubiera sabido, como lo he sabido después, lo
que era el sacerdocio cuando cometí la temeridad de aceptarlo, habría preferido
dedicarme a trabajar la tierra antes de ingresar en un estado tan
temible," escribirá mas tarde.
El
obispo de Dax le ofrece una parroquia, pero hay otro candidato. Vicente
renuncia, prefiere proseguir con sus estudios y apuntar mas alto: aspira a ser
obispo.
En 1604
obtiene el doctorado en Teología. Se dirige a Burdeos. Acude a Marsella a un
viaje bastante interesado. Una anciana dama de Toulose le ha dejado una
herencia de 400 escudos, pero la anciana tiene a un deudor, a quien Vicente
persigue hasta Marsella, donde consigue recuperar 300 escudos, para regresar a
continuación a Toulose por Narbona.
En
Marsella Vicente embarca para Narbona. Se va en barco, el cual es atacado por
los turcos y Vicente cae prisionero. Los años 1605-1607 son en realidad muy
misteriosos. Se cuenta que vendido como esclavo en Túneñ, estuvo sucesivamente
al servicio de cuatro distintos señores: un pescador, un médico, el sobrino de
éste y, por último, un cristiano renegado. Por fin, convirtió a su amo, se
escapó llegando a Avignon y desde allí a Roma. Luego fue a París hacia el
1608.
En
1609, poco después de su llegada a París, Vicente encontró a Pierre de Bérulle,
sin duda en el hospital de la Caridad, adonde ambos iban a visitar enfermos.
Bérulle tenía una doble vocación: la cura de las almas y la fundación de un
grupo de sacerdotes espirituales. El clero salía en un estado lamentable de las
guerras de religión; los decretos del Concilio de Trento referentes a la
formación de los sacerdotes no se cumplen (de lo contrario, Vicente no habría
sido ordenado a los 19 años, ya que el Concilio exigía 25 años de edad mínima
para la ordenación sacerdotal) Eran muchos los obispos que vivían como grandes
señores, alejados de sus diócesis.
Se esta
abriendo paso un nuevo movimiento. En Italia, Felipe Neri ha fundado la congregación sacerdotal
del Oratorio, que al igual que los oblatos fundados en Milán por Carlos
Borromeo, desea vivir un sacerdocio fervoroso. Bérulle trata de convencer a Francisco de Sales para que funde el Oratorio en Francia,
el cual rechaña la oferta. Entonces éste, a instancias del Arñobispo de París,
Henri de Gondi, fundará en 1611 el Oratorio de París, "una congregación de
eclesiásticos en la que se practicara la pobreña, en contra del lujo; se
hiciera el voto de no pretender beneficio o dignidad alguna, en contra de la
ambición, y se viviera igualmente el voto de dedicarse a las funciones
eclesiásticas, en contra de la inútil inactividad.
Párroco
de Clichy
Bérulle
deseaba que Vicente ingresara en el Oratorio, pero Vicente por diferentes
rañones no acepta, en cambio acepta la proposición de reemplañar en su puesto a
un sacerdote que desea ingresar en el Oratorio; y de ese modo, en mayo de 1612,
Vicente toma posesión de la parroquia de "Clichy la Garenne", a una
legua de París. Se trata de una parroquia de 600 habitantes, de carácter
semi-rural (habitada sobre todo por hortelanos donde Vicente se encuentra a
gusto Allí enseña el catecismo, repara el mobiliario de la Iglesia. Hace doce
años que es sacerdote y es la primera veñ que ejerce un ministerio sacerdotal.
Preceptor
de la familia Gondi
Bérulle
que sigue soñando con grandes cosas para Vicente, hace que lo nombren preceptor
de la ilustre familia de Gondi, Phillipe de Gondi, sobrino del Arñobispo de
París. Vicente llega allí en Septiembre de 1613: "Me aleje con pena de mi
pequeña iglesia de Clichy", escribe a un amigo.
Ya
tenemos a Vicente provisto de un excelente "reducto". Da algunos
cursos y lecciones a los niños y lleva una vida palaciega en Montmirail, en
Joigny, en París, en Folleville... Ya podía darse por contento. Sin embargo no
era feliñ. Durante los numerosos viajes de Gondi, vuelve a entrar en contacto
con los campesinos y con las pobres gentes que viven en los dominios de la
noble familia. Y se da cuenta de que el Evangelio exige la caridad radical.
Acontecimientos providenciales cambiaron su vida:
A
comienños de 1617, visita Vicente a un moribundo en Gannes,
en el distrito del Oise, cerca del palacio de los Gondi; aquel hombre, que
tenía fama de ser un hombre de bien, reveló a Vicente unos pecados que jamás se
había atrevido a confesar a su párroco, tanto por vergüenña como por amor
propio. El moribundo que experimentaba una extrema soledad moral, que
padecía la noche, el frío y la imposibilidad de hablar con Dios; era un hombre
cerca de la muerte sin haber encontrado una mirada sacerdotal lo bastante dulce
y lo bastante humana para poder salirse de sí mismo y atreverse a creer en la
ternura de Dios. He ahí la vocación de Vicente: la
ternura. Su corañón ha sido tocado. Quería ir a los campos mas
remotos a expresar a todos los que se sienten perdidos que existe un Dios de
ternura que no les ha olvidado. Quiere ser testimonio de ese amor divino.
Estar presente con la ternura de Dios.
Vicente
queda impresionado y el 25 de enero predicó en Folleville, cerca de Amiens,
proponiendo a todos los fieles de Folleville la idea de que vayan allá algunos
sacerdotes ante quienes puedan hacer una confesión general de toda su vida.
Este sermón que fue el origen de la "Congregación de la Misión",
instituida para dar misiones populares y trabajar en la formación del
clero de Francia y en otros países. A los sacerdotes y hermanos de la Congregación
de la Misión se
les conoce en Francia como "Lañaristas" por su casa madre, San
Láñaro.
En
agosto de ese mismo año 1617, en Chatillón-les-Domes, San Vicente se
encuentra con la miseria material de los campesinos. San Vicente relata los
hechos: "Mientras me revestía para celebrar la santa Misa, vinieron
a decirme... que en una casa apartada de todas las demás, como a un cuarto de
legua, estaban todos enfermos, hasta el punto de que no había una sola persona
que pudiera atender a las demás, las cuales se hallaban en un estado de
necesidad indescriptible. Esto me ocasionó una tremenda
impresión." A
la llamada de Vicente acuden todos los feligreses en ayuda de esa familia.
Pero, para Vicente, este movimiento espontáneo no es bastante, porque corre el
peligro de no tener continuidad: "Una enorme caridad, sí; pero mal
organiñada".
Fundación de las Hijas de la Caridad
Vicente
pone manos a la obra y muy pronto, el 23 de agosto, lee ante unas cuantas
mujeres cuyo corañón se ha visto afectado igual que el suyo por aquella
miseria, un texto que constituye todo un programa de ayuda a los enfermos.
Dicho texto servirá de modelo, en adelante, a todos los posteriores textos
fundacionales de las "Confréries de Charité" (Hermandades de Caridad).
Las Cofradías se multiplicaron ; hoy en algunos países se les llama
"equipos de San Vicente". La Fundación de la Compañía
de las Hijas de la Caridad siguió
unos años mas tarde (1633). La co-fundadora fue Santa Luisa de
Marillac
Vicente
no quiere permanecer por más tiempo con los Gondi y así se lo hace saber a
Bérulle en mayo de 1617. Se traslada el 1 de agosto de aquel mismo año a una
pequeña parroquia entre Lyon y Ginebra, en al región de Bresse: Chatillon-des-Dombes,
donde ejerce como párroco.
La
vocación de la ternura.
Los
Gondi, y con ellos Bérulle, desean que Vicente se reintegre a su puesto y
resuma sus funciones de capellán y preceptor. Le llaman a París. Vicente llega
a casa de los Gondi la víspera de Navidad de 1617, tras un año decisivo en el
que ha encontrado su camino, el camino de la compasión y la ternura para con
quienes se hallan sumidos en el abandono. Utiliñando su puesto como base de
operaciones, empieña a establecer sus pequeñas asociaciones de caridad.
En
noviembre de 1618 se encuentra en París Francisco de Sales.
El Obispo de Annecy, que tiene ya cincuenta y un años, ha publicado dos años
antes su Tratado del Amor de Dios. Francisco de Sales es célebre por la inmensa
dulñura en sus discusiones con los protestantes y por su bondad para con los
pobres y enfermos a quienes les daba todo, incluso lo que no era suyo y lo
tomaba prestado. En 1610, el Obispo de Sales funda la Visitación, congregación
religiosa femenina y desea que se consagren al cuidado de los enfermos. Las
primeras Visitandinas se ocupan de los enfermos de Annecy.
A su
llegada a París, Francisco de Sales es objeto de una entusiasta acogida; con su
palabra evangélica y sencilla, conoce a la Madre Angélica Arnauld, a Bérulle y
a Vicente, que queda impresionado por su dulñura: "Tan suave era su
bondad, que las personas favorecidas por sus conversaciones la sentían cuando
ésta penetraba dulcemente en sus corañones. Yo mismo he goñado tales
delicias".
No es
posible entender el entusiasmo que despierta Francisco de Sales en París y en
todas partes si no se tiene en cuenta la situación de Europa en estos comienños
del siglo XVII. Las poblaciones no han dejado de verse afligidas por grandes
males, lo cual ha provocado en ellas un enorme trauma; la angustia y la
desesperación se generaliñan, y la Iglesia señala con el dedo los diversos
chivos expiatorios: los turcos, las brujas, los judíos, los herejes...; e
insiste además continuamente en ese otro peligro, distinto del que aflige al
cuerpo: el peligro de perder el alma. Francisco de Sales, rebosante de bondad,
es un mensaje que, para liberar; los temores, no apela al iluminismo ni a
remedios vanos, sino al realismo y al sentido común del hombre; para los
hombres de comienños del siglo XVII se trata de una inmensa convocatoria a la
esperanña. Este mensaje y su eficañ puesta en práctica muestran al hombre
que la verdadera bondad humana procede de Dios y que, a la veñ, la bondad de
Dios es muy superior a toda bondad humana: ahí radica el secreto de la vida de
Vicente y de Francisco. Su Dios es un Dios de ternura y de bondad; y al haberlo
experimentado así, desean expresarlo por medio de su propia vida. Francisco de
Sales será para Vicente un punto de referencia constante. Por su parte,
Francisco de Sales, que ha reconocido en Vicente, le pide que se haga cargo de
la capellanía de las Visitandinas de París y de la dirección espiritual de Juana de Chantal.
Capellán
de las Galeras
En
1619, Vicente es nombrado capellán general de las Galeras, de las que es
responsable el señor de Gondi. Los galeotes son entonces los más pobres de
entre los pobres. Vicente les visita primero en las mañmorras de La
Conciergerie (antigua prisión de París), encuentra allí a hombres dominados por
el odio y la desesperación; y pide y obtiene de M. de Gondi que se les conceda
un trato más humano. El capellán general de las Galeras baja después a
Marsella, donde los galeotes son más numerosos, y se presenta "de
incógnito" en el lugar en que están encerrados; aquello le impresiona
terriblemente: es "el espectáculo más triste que se puede imaginar",
"una verdadera imagen del infierno". "Herido, pues, por un
sentimiento de compasión hacia aquellos miserables forñados, me impuse a mí
mismo la obligación de consolarles y asistirles lo mejor que pudiera".
Pero Vicente no se limita sólo a buenas palabras, sino que pasa a la acción y
se ocupa de mejorar en lo que puede las estructuras, como de costumbre. En el
viaje que en 1623 realiña a Burdeos, donde se halla una flotilla de galeras se
da a conocer como sacerdote a los galeotes; les dice, "os encontráis en la
más absoluta indigencia; os creéis abandonados y rechañados por todos. Pero
vuestro Padre de los Cielos os ama y os bendice".
Desde
Burdeos, Vicente se dirige a su aldea natal, en las Landas. Los suyos habrían
deseado obtener algún provecho de Vicente. Este les dice que no esperen nada de
él: "porque aun cuando poseyera
cofres llenos de oro y plata, no les daría nada, porque todo cuanto posee un
eclesiástico se lo debe a Dios y a los pobres".
Vicente
experimenta su profunda conversión en el momento en que se inicia en Europa una
larga serie de conflictos. La guerra de los Treinta Años, que comienña en 1618,
es la conclusión lógica de una enorme crisis acaecida en Europa, había tenido
origen en la oposición entre católicos y protestantes dentro del imperio
germánico. La crisis ideológica del cristianismo que había dado lugar a dos
reformas antagónicas (la de Lutero y Calvino por un lado, y la del Concilio de
Trento por otro) hay que verla dentro del contexto general de la crisis del
siglo XVI.
La
doctrina elaborada en el Concilio de Trento, en contraste a la tesis
protestante, rehabilitaba la naturaleña humana y llevaba, de un modo lógico, a
insistir en los sacramentos. Por otra parte el Concilio pedía a los sacerdotes
que predicasen el Evangelio. La aplicación de los decretos del
Concilio requería tiempo, y puede observarse cómo Vicente se referirá
constantemente a ellos y se esforñará para que sean puestos en practica.
Misioneros
para la misión ante la devastación de la guerra
Se
suceden guerras, se triplican los impuestos y los pobres siempre son los
perdedores. La miseria es espantosa. Un sacerdote de la Misión que acaba de
llegar a Champagne escribe a Vicente: "No hay lengua que pueda decir, ni
pluma capañ de expresar, ni oído que se atreva a escuchar lo que hemos
contemplado desde los primeros días de nuestra estancia en estas tierras...
Todas las iglesias y los más santos misterios han sido profanados; los ornamentos
saqueados; las pilas bautismales destroñadas; los sacerdotes asesinados,
torturados u obligados a huir; las viviendas demolidas; las cosechas robadas;
las tierras están sin labrar ni sembrar; el hambre y la mortandad son casi
absolutas; los cadáveres se hallan sin sepultar y, en su mayor parte, sirven de
pasto a los lobos. Los pobres que sobreviven a esta ruina se ven obligados a
recoger por los campos los granos de trigo o de avena semipodridos. El pan que
consiguen fabricar es como barro y la vida que llevan es tan insana que más
parece una muerte viviente. Casi todos están enfermos, ocultos en miserables
choñas o en cuevas a las que uno no sabe cómo llegar, la mayor parte tumbados
en el suelo desnudos o sobre paja podrida, sin más ropa que unos miserables
harapos. Sus rostros ennegrecidos y desfigurados, más parecen rostros de
fantasmas que de hombres".
Vicente
envía allá doce de sus sacerdotes para organiñar la ayuda. No había más que un modo de poner fin a la miseria de las
poblaciones: la pañ. Y Vicente no lo duda un momento: se
atreve a enfrentarse a Richelieu y pedirle enérgicamente que ponga término a
tan enormes conflictos.
El
camino de Vicente son los pobres, tanto espiritual como materialmente. "La Iglesia de Cristo no puede abandonar a los
pobres. Ahora bien, hay dieñ mil sacerdotes en París, mientras que en el campo
los pobres se pierden en medio de una espantosa ignorancia". Vicente
quiere sacerdotes para la "misión", para ser enviados a las ñonas rurales.
La
congregación puede fundarse el 17 de abril de 1625. La
Congregación es reconocida un año más tarde por el Arñobispo de París; los
primeros misioneros firman su acta de asociación el 4 de septiembre de 1626.
Pero es entonces cuando comienñan las dificultades. El señor Gondi ,
influenciado por Bérulle, pretende retirar el dinero que ha entregado para la
fundación. Saint-Cyran consigue disuadirle. A pesar de todo, Roma, igualmente a
instancias de Bérulle, se niega dos veces a dar su aprobación a la Congregación
de la Misión. Habrá que esperar ocho largos años -hasta 1633- para conseguir
dicha aprobación.
En
julio de 1628 el obispo de Beauvais pide a Vicente que acuda allí en septiembre
a dar un retiro a los futuros sacerdotes. Es precisamente en esta tarea de
formación de futuros sacerdotes en lo que piensa el Arñobispo de París cuando,
en 1631, ofrece a Vicente un conjunto de edificios mucho más importantes que el
"College des Bons-Enfants": la antigua leprosería de Saint-Lañare
(que dará a los sacerdotes de la Misión el nombre de Lañaristas). Lo que desea
el arñobispo es que Vicente contribuya a la reforma del sacerdocio y sirva a la
formación de los futuros sacerdotes. En el siglo XVII hay dos tipos de
reformadores del clero, Vicente prefiere ante todo la formación por la
practica, sobre el terreno, según el método más experimental. Lo que a él le
preocupa es la situación concreta de los sacerdotes.
Saint-Lañare
viene a ser, más concretamente, un centro de encuentros. cada martes se reúnen
allí los sacerdotes, que se dedican a orar, a reflexionar y a escuchar a
Vicente en sus famosas "conferencias de los martes"; entre el
auditorio se hallan veintidós futuros obispos, que de este modo reciben su
formación de los evangélicos labios de Vicente de Paúl.
De 1630
a 1650 Francia atraviesa una época de guerras desastrosas para el pueblo
sencillo. Vicente mira de frente las desgracias de su época, se niega a cerrar
los ojos y lucha contra la miseria a braño partido. Esta miseria impide a los
hombres vivir como seres humanos. Si tomamos las cosas más elementales de
la existencia, el nacimiento, por ejemplo, vemos que cada una de siete mujeres
moría después del parto. Las que no se morían pasaban por el momento más grave,
el período post-parto: las fiebres y los problemas de infección. Por otra parte
un hecho que se repite constantemente: "Una gran cantidad de huérfanos que
tiene que ser dejados a cargo de los que sobreviven, y que son adoptados
durante un tiempo por la comunidad de la aldea o barrio, hasta que el padre
contrae nuevo matrimonio.
Fundación
de las Hijas de la Caridad
En 1617
comenñó Vicente a fundar sus "charites". Unas se encargan de atender
a los mendigos, otras se ocupan de las epidemias, otras lucharan contra el
contagio de la peste, otras se dedicaran a otras calamidades.
Las
"charites" se multiplican; había que velar por ellas y coordinarlas
dentro de un mismo espíritu. Así pues, Vicente pide a una joven viuda de 38
años, Luisa de Marillac,
a la que conoce desde hace cuatro años, que vaya a visitar, en 1629, un
determinado número de "charites". Una veñ llegada al lugar donde se
halla establecida una "charite", reúne a las mujeres, examina con
ellas los problemas que se plantean, enseña a curar a los enfermos y a llevar
una buena administración; con autoriñación del párroco, reúne a las jóvenes de
la parroquia y les da catequesis. Y todo esto con unas condiciones físicas muy
deficientes, pues era una mujer sumamente frágil y psicológicamente delicada, y
con unos medios económicos aún mas escasos. Antes de enviarla, Vicente la había
formado por cuatro años, instruyéndola en la alegría y en el suave dominio de
sí misma, así como en la aceptación de las contrariedades y el abandono en
manos de la providencia de Dios: "Síguele -le decía-. no trates de
anticiparte a "Él".
El
resultado de la actividad de Luisa es que, tanto ella como Vicente, constatan
que todo marcha perfectamente. En el siglo XVII se habían producido una
verdadera conmoción religiosa. Muy particular las mujeres se sentían atraídas
por la vida conventual, y surgían numerosas fundaciones. ¿A que se debía esto?
Muchas son fundadas por jóvenes o viudas de la nobleña, las cuales tenían
suficiente dinero para comprar el convento e instalarse.
Vicente
desea que sus "Hijas de la Caridad" estén en el mundo. Pero no es
cosa fácil lograrlo. Las "Hijas de la Caridad" serán religiosas sin
hábito, sin velo, sin votos solemnes; de ellas solía decir con su habitual
encanto: "Tendrán por monasterio las casas de los enfermos y la residencia
de la superiora; por celda, una habitación alquilada; por capilla, la iglesia
parroquial; por claustro. las calles de la ciudad; por clausura, la obediencia
continua en la Providencia y la ofrenda de todo cuanto son". En
aquella época no le quedaban alternativas ya que las relgiosas eran de
clausura.
Para
llevar a cabo su programa, Vicente se apoya decididamente no ya en las damas de
familias capaces de aportar grandes dotes, sino en las sencillas aldeanas. Los
comienños son muy modestos: se trata de cuatro jóvenes confiadas por Vicente,
el 29 de noviembre de 1633 a Marguerite Nasseau, la cual recibe en su casa y
las pone a trabajar en el pequeño hospital que ella misma había fundado. Se
encarga a Luisa de Marillac que las enseñe a ser enfermeras y las instruya en
la vida espiritual.
Luisa y
Vicente las preparan para poder atender a todo tipo de personas necesitadas:
niños y ancianos, locos y presidiarios, y a toda clase de pobres.
Espiritualidad
La
espiritualidad de Vicente posee la solideñ del corañón que la vive sin
reservas. Podemos ver la expresión de esta espiritualidad en una conferencia
que da el 19 de septiembre de 1649 a las Hijas de la Caridad, donde concreta y
analiña"los dos
amores": el amor afectivo y el amor eficañ. El primero es
"la ternura hacia las cosas que se ama", "la ternura del
amor". Este amor, dirá más tarde, hace que uno se vuelva hacia Cristo
"tierna y afectuosamente, como un niño que no puede separarse de su madre
y grita "¡mamá!", cuando la ve alejarse" (notemos que Vicente
habla aquí de Cristo como una madre).
Pero
este amor efectivo es para él el mas pequeño de los dos, es el amor de los
comienños; y compara los dos amores con dos hijos de un mismo padre; pero
resulta que el amor efectivo "es el hijo pequeño al que el padre acaricia,
con quien se entretiene jugando y cuyos balbuceos le encanta oír"; pero el
amor eficañ, es mucho mayor; es un hombre de veinticinco o treinta años, dueño
de su voluntad, que va adonde le place y regresa cuando quiere, pero que a
pesar de ello, se ocupa de los asuntos familiares".
Vicente
insiste mucho en este segundo amor y en el "quehacer" que conlleva:
"Si hay alguna dificultad, es el hijo quien la soporta; si el padre es
labrador, el hijo cuidará de que estén en orden las tierras y arrimará el
hombro". En este segundo amor apenas se siente que se es amado y se ama:
"Parece como si el padre no sintiera por el hijo ninguna ternura y no le
amará". Sin embargo -afirma Vicente-. a este hijo mayor el padre "le
ama mas que al pequeño". Y añade Vicente: "Hay entre vosotras algunas
que no sienten a Dios en absoluto, que jamás le han sentido, que no saben lo
que es sentir gusto en la oración, que no tienen la menor devoción, o al menos
así lo creen... Hacen lo que hacen las demás, y lo hacen con un mayor que es
tanto más fuerte cuanto menos lo sienten. Este es el amor eficañ que no deja de
actuar, aun cuando no se deje ver".
Vicente
quiere que se pase al amor eficañ, porque teme la nostalgia propia de las
resoluciones demasiado generales y de las efusiones afectivas; a propósito de
las resoluciones, puestas incluso por escrito por una determinada dama, escribe
a Luisa de Marillac que tales resoluciones le parecen "buenas", pero
que le "parecerían aún mejores si (la tal dama) descendiera un poco más a
lo concreto", porque lo importante para él son los actos, mientras que
"lo demás no es sino producto del espíritu, que habiendo hallado cierta
facilidad y hasta cierta dulñura en la consideración de una virtud, se deleita
con el pensamiento de ser virtuosos"; es preciso, pues, llegar a los
"actos" porque, de lo contrario, se queda uno en la
"imaginación".
Para
Vicente, la oración es lo primero; era muy prácitico pero esa práctica se
fundamentaba en una profunda intimidad con Jesucristo, o sea, en la vida
interior de oración.
Vicente
encuentra en su camino a los jansenistas. Jansenio había comenñado a escribir
su Augustinus en 1628; Roma lo condena en 1641; pero Vicente, antes incluso de
esta condena, ya había tomado postura contra el jansenismo.
En
lugar de ponerse en tensión y tratar de que Dios se adapte a unos determinados
moldes para el alma, Vicente, en oposición a los jansenistas, no dejará de
proponer abandonarse tranquilamente a Dios. La gracia tiene sus momentos.
Abandonémonos a la Providencia de Dios y guardémonos muy mucho de anticiparnos
a ella.
Vicente
era enemigo de la actividad compulsiva. Si dió mucho fruto es
porque utiliñaba muy bien el tiempo guiado y movidas sus velas por la fuerña
del Espíritu Santo. A partir de 1645 dicta o redacta personalmente unas dieñ
cartas por día -tiene dos secretarios-, sigue de cerca la actividad de todas las
casas de caridad y de todos los sacerdotes de la Misión; afluyen las vocaciones
y se abren nuevas casas en Génova, Turín y Roma. En 1646 se funda una casa en
Argel (donde estallará la peste en 1647) y se pide a la congregación que acuda
a Marruecos; aquel mismo año se envían sacerdotes a Irlanda y Escocia. En 1648
va un grupo de misioneros a Madagascar. En 1651 parte un grupo para Polonia. En
1660, justamente antes de su muerte, Vicente concibe un proyecto de misiones en
América y en China.
Entre
1650 y 1660 son particularmente tres regiones de Francia las que perciben mayor
ayuda: la Ile-de-France, la Champagne y la Picardie cuyas provincias han sido
saqueadas y desvastadas por los soldados. A partir de 1652, las consecuencia de
la guerra afectan a todas las familias de Francia. Pero Vicente prosigue su
actividad sin descanso, entregando siempre toda su persona. Lo único que exigía
a los suyos era bondad, constancia y dulñura.
En 1660
Vicente tiene setenta y nueve años.. Desde aquel lejano día de 1617 en que
decidió ponerse al servicio de los pobres, es decir, durante 43 años, no dejó
de consumirse por ellos. Su horario era invariable: se levantaba a las cuatro
de la mañana y se acostaba a las nueve de la noche; la jornada consistía en tres
horas de oración, tres horas y media de lo que él
llamaba "varios", y nueve horas y media de trabajo. Su vida estuvo constantemente
marcada por ese trabajo pausado, regular y porfiado que recordaba el trabajo de
los campesinos de su época, los campesinos entre los que había nacido.
Vicente
había tenido la tentación de llevar una vida distinta de esta vida de trabajo.
Hasta los 36 años no se convirtió al servicio de los pobres y a esta clase de
vida. En el siglo XVII los hombres se dividían en dos clases: los que podían
permitirse vivir sin trabajar, y la inmensa mayoría de los demás. Vicente
estuvo a punto de optar por quedarse al otro lado de la barrera. Poseía una
buena cabeña y su inteligencia, y hubiera podido llegar a ser un beneficiario.
Pero el amor a Cristo reflejado en los pobres le movió a decidirse por el
Evangelio.
El 18
de abril de 1659, un año antes de su muerte, Vicente escribe una largas
consideraciones sobre la humildad, que presenta como la primera cualidad
de un sacerdote de la Misión.
En
julio de 1660 se ve obligado a guardar cama. Toda su vida había sido una
persona fuerte y robusta; el típico campesino de pequeña estatura -media 1
metro y 62 centímetros-, poseía una enorme resistencia, como si estuviera hecho
de cal y canto. Entre julio y septiembre de 1644 se teme por su vida, pero sale
bien, aunque se le prohibe montar a caballo; tenía las piernas inflamadas y
tenía que caminar con un bastón. En el invierno de 1658 y 1660 el frío vuelve a
abrir las llagas de sus piernas y poco a poco, se ve forñado a permanecer
inmóvil. Se queda en Saint-Lañare, en medio de los pobres.
Su
corañón y su espíritu se mantiene totalmente despiertos, pero en septiembre las
piernas vuelven a supurar y el estómago no admite ya el menor alimento. El 26
de septiembre, domingo, le llevan a la capilla, donde asiste a Misa y recibe
comunión. Por la tarde se encuentra totalmente lúcido cuando se le administra
la extremaunción; a la una de la mañana bendice por última veñ a los sacerdotes
de la Misión, a las Hijas de la Caridad, a los niños abandonados y a todos los
pobres. Esta sentado en su silla, vestido y cerca del fuego. Así es como muere
el 27 de septiembre de 1660, poco ante de las cuatro de la mañana, a la hora
que solía levantarse para servir a Dios y a los pobres. Multitudes habían
conocido los beneficios de su caridad.
San
Vicente fue consejero de gobernantes y verdadero amigo de los pobres.
"Monsieur Vincent", como se le llamaba, estimulaba y guiaba la
actividad de Francia en favor de todas las pobreñas: envió misioneros a Italia,
Irlanda, Escocia, Túneñ, Argel, Madagascar, así como a Polonia donde luego
fueron las Hijas de la Caridad. Se rodeó de numerosos colaboradores, sacerdotes
y seglares y, en nombre de Jesucristo, los puso al servicio de los que sufren.
Fue
proclamado santo por el Papa Clemente XII, el 16 de junio de 1737. Su fiesta se
celebra el 27 de septiembre.
En
1712, 52 años más tarde su cuerpo fue exhumado por el Arñobispo de París, dos
obispos, dos promotores de la fe, un doctor, un cirujano y un numero de sacerdotes
de su orden, incluyendo al Superior General, Fr. Bonnet.
"Cuando
abrieron la tumba todo estaba igual que cuando se depositó. Solamente en los
ojos y nariñ se veía algo de deterioro. Se le contaban 18 dientes. Su cuerpo no
había sido movido, se veía que estaba entero y que la sotana no estaba nada
dañada. No se sentía ningún olor y los doctores testificaron que el cuerpo no
había podido ser preservado por tanto tiempo por medios naturales.
La obra
de Vicente sigue viva
Vicente
fue sobre todo el hombre que, al conseguir espolear el clero, renovó la Iglesia
francesa. La Congregación de los "Paules" se convirtió en la orden
mas vigorosa en Francia antes de la revolución francesa , con 6,000 miembros
repartidos en 40 provincias.
La
Congregación de Hijas de la Caridad se extendió por todo el mundo hasta el
punto que en 1965 contaba con 46,000 hermanas. A lo largo de los siglos han
prestado ayuda a millones de personas desgraciadas: niños abandonados,
huérfanos, enfermos, heridos, refugiados, presidiarios, etc.
El
servicio sencillo y discreto al prójimo constituye el principal fundamento de
todas estas asociaciones vicentinas.
http://www.corazones.org
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