Primera lectura: (Ezequiel 18,25-28)
Marco: El capítulo 18 plantea este interrogante ¿Han de pagar los hijos las
consecuencias de los pecados de los padres o la responsabilidad es individual?
Ezequiel introduce responsabilidad personal aunque formando parte de un pueblo
ligado por la alianza. Tanto el quebrantamiento de esta alianza como su
cumplimiento alcanza a la persona individual con su propia responsabilidad.
Reflexiones
1ª) ¡Es necesario revisar los criterios
de remuneración!
¿Es injusto mi proceder?... Dos
presupuestos: En primer lugar, la comprensión corporativa que prevaleció en
Israel durante muchos siglos. El sujeto responsable de los actos morales rectos
o defectuosos es la comunidad, el pueblo en su conjunto. Los miembros
participan de esta responsabilidad colectiva no como personas individuales sino
en cuanto son parte del conjunto. En segundo lugar, hay que recordar que una
parte de Israel se encuentra ya en el exilio de Babilonia y siente que están
sufriendo las consecuencias de un pasado del que ellos no son responsables
directos sino herederos. Los padres quebrantaron la ley y los hijos sufren las
consecuencias. Esta realidad se les antoja injusta.
Y, como en aquella comprensión de la
religiosidad y retribución todo se refiere directamente a Dios, sería injusto
el proceder de Dios. Dios procede siempre con justicia, pero se ha acomodado
pedagógicamente al desarrollo cultural y religioso del su pueblo. Es un caso
singular y significativo de la pedagogía de Dios. Ha llegado el momento de
descubrir y poner en marcha otro registro: sin romper la unidad y comunión
profunda del pueblo y su destino, y en ese marco, en adelante cada miembro ha
de asumir su propia e intransferible responsabilidad sea para bien o para mal.
Estamos ante una comprensión conjunta y armónica entre la responsabilidad
colectiva y la personal. Estas palabras de Ezequiel nos advierten a los hombres
de hoy que hemos de estar atentos a la conjugación armoniosa de las dos
responsabilidades.
Hoy como ayer, la fe es un don que se
vive en Iglesia pero que recibe cada miembro desde el momento que se incorpora
a ella y, por medio de ella, a Cristo. Los creyentes y discípulos de Jesús son
llamados a proclamar ante el mundo la armoniosa conjunción de la intervención
de Dios en la historia y responsabilidad libre y personal del hombre. Los
creyentes, con su vida y su palabra, han de hacer creíble esta armonía entre la
acción de Dios y la respuesta libre del hombre y de las comunidades humanas.
2ª) ¡Siempre es posible la
rectificación!
Él mismo salvará su vida. Ciertamente en
el ambiente religioso en que se desenvuelve y al que se dirige el profeta,
estas palabras eran novedosas y de no fácil comprensión. En el tejido de una
nueva responsabilidad en el orden moral, el planteamiento de la respuesta ha de
ser nuevo. En el itinerario de respuesta a la alianza de Dios, expresión de su
voluntad salvadora, caben profundas rectificaciones por parte del hombre. La
predicación profética caracterizada por las amenazas y severas advertencias
intentaba solicitar del hombre una respuesta acogedora y creyente a la voluntad
de Dios. Se trata de una pedagogía utilizada por Dios para urgir el cambio, la
rectificación, la restauración moral. Ezequiel traduce ahora todas aquellas
advertencias, que se dirigían al pueblo en su conjunto, a los individuos de
este pueblo. Cada uno puede rectificar su conducta; cada uno puede y debe tomar
decisiones personales y libres frente a Dios y su alianza. Todo depende de la
respuesta libre y amorosa del hombre a la oferta gratuita y amorosa de Dios.
Oferta y respuesta libre, he ahí una
nueva aportación de la profecía a la actitud del hombre frente a Dios. Los
hombres de hoy necesitan saber que el comportamiento de Dios es el de un
verdadero Señor que sigue ofreciendo la salvación a todos y a cada de los
hombres pero, a su vez, el hombre debe estar atento a la respuesta adecuada en
el hoy de Dios. La religión cristiana es una relación amorosa y libre del
hombre con un Dios personal que ha proyectado la felicidad del hombre.
Segunda lectura: (Filipenses 2,1-11)
Marco: El contexto tiene como tema la vida de comunidad que está quebrada o
bajo la amenaza de quebrarse. La gravedad de la situación queda patente por que
el apóstol se ve obligado a proponer el ejemplo de la kénosis* de Jesús. La
lectura tiene dos partes: una en que Pablo alienta a los filipenses a tomar en
serio su vida común fraterna y una segunda que recoge un himno antiguo en honor
de Cristo preexistente, encarnado-humillado y finalmente exaltado.
Reflexiones
1ª) ¡No hagáis mi vida de prisionero más
dolorosa y penosa!
Si queréis darme el consuelo de
Cristo... Una lectura de 1Cor 13 completaría el ejercicio del amor como una
realidad transformadora porque procede de Dios a través de Cristo Jesús. La vida
de las primeras comunidades adolecía de graves problemas. Una lectura atenta de
las cartas paulinas (especialmente Corintios, Efesios, Gálatas y Filipenses)
nos permitiría percatarnos de la situación delicada en que vivían aquellas
comunidades, aunque las motivaciones no siempre eran las mismas.
En el caso de la carta a los Filipenses
el principal escollo para la comunión fraterna, aparte de los generales, es la
rivalidad de algunos ministros del evangelio que se contraponen a Pablo y
aprovechan la ocasión de su encarcelamiento para realizar su labor personal de
tensión y medrar así en la comunidad. Estas palabras responden a una situación
real de la comunidad. Esta carta es iluminadora para la historia de la Iglesia
en su etapa de peregrinación por este mundo. Hoy como ayer estas palabras del
apóstol siguen teniendo un valor singular. Nuestro mundo está inclinado a la
rivalidad, a la competencia, muchas veces, desleal en todos los ámbitos
humanos.
Los creyentes en Jesús, navegando acaso
contracorriente, pueden ofrecer otro programa, otra forma de conducir la vida
humana. El testimonio vivo de unos hombres y unas mujeres que caminan en medio
del mundo pero que creen en otra posibilidad de convivencia humana y religiosa,
conducida por otros valores, podría aportar al mundo un talante y un estilo
nuevos.
2ª) ¡El punto de referencia para una
vida en armonía es la kénosis* del Hijo de Dios!
Tened entre vosotros los sentimientos
propios de una vida en Cristo Jesús... Este himno (prepaulino) celebra la
carrera completa de Cristo Jesús: preexistencia en el seno del Padre desde toda
la eternidad, encarnación real en el tiempo asumiendo en todo nuestra condición
humana, menos en el pecado, y asumiendo la humillación final de la cruz, pero
que ha sido exaltado ya para siempre y sobre todas las cosas.
El apóstol invita a los creyentes a
realizar el mismo itinerario de Jesús, pero a partir de la historia y
proyectado hacia la eternidad. La vida en comunión es una realidad viva para la
Iglesia y debe orientar su mirada a Jesús mismo en su camino para reavivarla y
restaurarla. La Iglesia que es comunión se manifiesta y crece en comunidades
más reducidas que han de caminar en la misma dirección ya que Jesús tiene
fuerza y capacidad para que este proyecto de comunión universal entre todas se
pueda realizar.
Pablo sabe entretejer armoniosamente su
pensamiento cristológico y la urgencia parenética para la comunidad. Doctrina y
vida son en Pablo un tejido inseparable. En esta ocasión la relación entre las
dos realidades ofrece una perspectiva del todo singular. Hoy como ayer, la
comunión entre los creyentes y entre los hombres necesita también una revisión
profunda. Esta palabra de Pablo ofrece a la Iglesia universal, expresada en
pequeñas células comunitarias, un punto de referencia siempre válido. La
esperanza cristiana no es un don sólo para cada creyente, tiene una vertiente
comunitaria muy firme y eficaz.
Evangelio: (Mateo 21,28-32)
Marco: Forma parte del quinto bloque narrativo del relato
mateano. Estamos en Jerusalén, centro de la salvación. Pero el Salvador es
rechazado por el pueblo de Dios en la persona de sus dirigentes: sumos
sacerdotes y los ancianos del pueblo.
Reflexiones
1ª) ¡El nuevo pueblo de Dios ya no puede
confiar en privilegios!
¿Qué os parece? Un hombre tenía dos
hijos. Jesús advierte a los máximos dirigentes que el punto de referencia y la
seguridad del pueblo no es el templo y el esplendor de su culto, sino la
actitud que se adopte frente a la voluntad de Dios que es la fuente de la
salvación para los hombres y de la identidad del pueblo de Dios. La predicación
profética insistía una y otra vez en que sólo en el encuentro y realización de
esa voluntad se garantizaba la pervivencia del pueblo y su significación.
Este breve relato recoge una larga
historia de rechazos y rebeldía del pueblo contra Dios. Los dos hijos
representan dos estamentos: los piadosos y los proscritos (publicanos,
pecadores, etc) Es necesario realizar el proyecto de Dios con fidelidad,
constancia y tenacidad. La salvación se realiza en un itinerario humano y
dentro de la historia. Los dirigentes, que representan a un pueblo rebelde y
testarudo frente a los mandatos de Dios, han dicho que sí pero no lo han realizado
con coherencia.
Todo se redujo a un sí manifestado en un
culto vacío pero sin traducción en una vida comprometida amorosamente con Dios
y con los hombres (las dos partes de las estipulaciones de la alianza). Frente
a ellos hay una multitud que ha dicho no a la voluntad de Dios pero luego se
arrepiente y entra en la dinámica salvadora de Dios. Este es el que realmente
realiza lo que Dios quiere y desea de los hombres.
Hoy, como ayer, es necesario seguir
proclamando esta parábola y su significación en un mundo que parece alejarse
cada vez más de ese Dios Padre amoroso que manifiesta su voluntad para que el
hombre realice su proyecto y su destino humano. El Dios revelado por Jesús,
sobre todo en la cruz, es un Dios amoroso y fuente de libertad y felicidad. Es
necesario que los creyentes en Jesús, con humildad y coherencia, sean testigos
convincentes de este Dios de Jesús y manifiesten al hombre su verdadero rostro
salvador, amoroso y humanizador.
2ª) ¡Los contrastes desconcertantes de
Jesús en su actuar y en su hablar!
Os aseguro que los publicanos y las
prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios... La
expresión «os aseguro» significa en labios de Jesús la afirmación firme de la
última voluntad de Dios de la que él es el último portavoz y mensajero. Estas
palabras invitan al lector a prestar la máxima atención porque el Maestro va a
exponer una parte central de su mensaje y de su misión. En el marco de la etapa
final de la vida terrena de Jesús este comienzo solemne advierte al lector de
su sentido dramático.
Jesús repetirá gestos y acciones
simbólicas que se acumulan como una urgencia dramática, incluso trágica, pero
salvadora. Algunos de esos gestos se prolongan hasta la última Cena. Para la
comprensión de esta palabra proclamada de modo más intenso en la etapa final,
es necesario recorrer el itinerario completo de las manifestaciones de la
misericordia de Dios a través de Jesús. Sabemos por el relato evangélico que
Jesús compartía la mesa con los pecadores y convivía con ellos.
Este comportamiento era escandaloso para
los piadosos de Israel (los fariseos). Las palabras y los gestos de Jesús se
acumulan con creciente intensidad. Pero ciertamente todos aquellos gestos y
encuentros de Jesús con los necesitados del perdón y de la rehabilitación
terminaban con una misma exhortación: yo tampoco te condeno, vete en paz y no
peques más. En este marco de la vida global de Jesús hay que entender estas
expresiones paradójicas voluntariamente queridas por él.
Lo realmente paradójico era su
sorprendente vida y comportamiento que rompía con las reglas más elementales de
una convivencia y un comportamiento correcto en Israel: todo se observaba, se
calculaba y se medía cuando se trataba de compartir mesa y mantel. Pero Jesús
actuaba a su estilo, es decir, a su estilo desconcertante pero liberador. Era
necesario ofrecer al mundo el verdadero rostro de su Padre. Y su Padre es así,
siente profundamente la situación de sus hijos extraviados y quiere atraerlos a
su misericordia amorosa para que sean felices. Durante mucho tiempo han ignorado
la verdadera voluntad de Dios.
Pero ha llegado el momento de
encontrarse con Él frente a frente a través de Jesús. Hoy como ayer es
necesario que se siga proclamando este valor y talante desconcertante del
Evangelio, pero también la urgente llamada a creer en el amor de Dios que
transforma la vida y aleja al hombre del peor mal que padece, es decir, el
pecado y la situación de pecado. Si Dios es amor y libertad y vida, el pecado
es todo lo contrario: es causa de odio y enfrentamientos, de muerte e infortunio
para el hombre.
Acaso hoy debería el discípulo de Jesús
manifestar con especial valentía esta verdad y ayudar a corregir el posible
espejismo en que podría caer la sociedad actual. Sólo en el acceso a la
voluntad de Dios a través de Jesús adquirirá el hombre su dignidad, su libertad
y su felicidad.
Fr.
Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
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