1ª Lectura (Números 21,4b-9): De
paso por el desierto
Este texto del libro de los Números nos resulta hoy una verdadera leyenda
religiosa, casi pagana, propia de un pueblo del desierto que tiene que
defenderse contra los adversarios más naturales de ese hábitat. No podía ser de
otra manera y no merecería la pena entrar en una interpretación historicista
del relato (como sería el pensar que esta tradición habría nacido en contacto
con las minas de cobre en la Arabá, en Timna, cuando el pueblo pasa por allí).
Sabemos que a la religión se le ha dotado de tradiciones y leyendas que a veces
pueden resultar demasiado culturalistas. Eso es lo que sucede en este caso. Los
hombres siempre han recurrido a artes extrañas e incluso las han plasmado en
ritos religiosos con los que quiere expresar que solamente es posible que Dios
nos defienda.
2ª Lectura (Filipenses 2,6-11):La
solidaridad divina se ha humanizado
Son muchos los que piensan que Filipenses 2:6-11 es en su esencia un
antiguo himno cristiano. Pablo lo tomó, lo adaptó y lo retocó, con objeto de
que sirviera para poner ante la comunidad de Filipos el "modelo" de
la deidad velada en el misterio de su anonadamiento. Los creyentes alababan al
Hijo de Dios: porque "se despojó a sí mismo" (v. 7) y escogió dejar
de lado sus propios derechos y privilegios para convertirse en hombre. Y no
cualquier hombre, sino un siervo humilde, esclavo, con lo que ello significaba
en aquél ambiente. Y murió, pero no con una muerte humana, sino inhumana: la "mors
turpissima" que se despreciaba en aquella sociedad, como se repudiaba a
los esclavos y a los que hambreaban tener la dignidad que su conciencia y su
corazón les dictaban.
No es determinante que insistamos o pongamos de manifiesto si las dos
estrofas del himno tienen el mismo equilibrio; tampoco el trasfondo
(background) que las sustenta, aunque resulte erudito. Es una pieza, sin
embargo, que quiere cantar antes que nada la kénosis (el vaciamiento, el
despojamiento) de lo divino en lo humano. No se trata tampoco de que ésto lo
entendamos ontológicamente, porque no es la ontología del ser divino y el
humano que aquí prevalece. Es verdad que antes de que Jesús, el Señor y el Hijo
de Dios, fuera uno de nosotros, preexiste en una «prehistoria” divina a la que renuncia
para llegar a la kénosis. Esa, y no otra, es la razón de la alabanza de este
himno que se cantaba en alguna comunidad paulina. Esa prehistoria es
importante, porque no se está hablando simplemente de la aparición de un hombre
extraordinario, como otros hombres maravillosos han aparecido en la historia.
¡No! "Apparuit Deus in humanitatem suam".
Entonces ¿qué significa kénosis? Entre las muchas cosas que Me pueden decir
elegimos ésta: la solidaridad con los que no son nada en este mundo. Esa es la
razón por la que se compuso este himno. Y no se trata de una simple solidaridad
social, sino de radicalidad antropológica. Si se hizo esa opción antropológica
es porque a Dios le interesa el hombre, la humanidad y, de la humanidad,
aquellos que han sido reducidos a lo inhumano. La muerte en la cruz es la
máxima expresión de lo inhumano y hasta ahí llegó. Y ello no es una simple
representación estética. Por medio está toda una vida y unas opciones
proféticas en medio de un pueblo quo adora a Dios, pero que le llevan a una
condena. No eligió concretamente la muerte en la cruz en el misterio de su
kénosis; eso quedaba a decisiones de los que podían resolver y decidían sobre
la vida y la muerte de las personas. Y esos precisamente, emperadores y reyes,
querían recorrer un camino opuesto al del Hijo: dejar de ser hombres para ser
adorados como dioses. Algunos lo consiguieron con mucha sangre y crueldad, pero
su divinidad se ha esfumado. Que Pablo haya añadido 'y una muerte de cruz"
-como muchos creen-, es para dejar bien asentada esa solidaridad radical.
Por eso se le dio un nombre nuevo. El nombre es una misión, Su nombre es
Jesús, el que tuvo siendo hombre en esta historia, pero desde la cruz ese
nombre viene a ser fuente de salvación: Dios es mi salvador, significa. El
crucificado, pues, ya no es un maldito, sino el bendito porque ha sabido llegar
a "entregarse" por todos. Y al nombre de Jesús... La cruz no es
adorada, no puede serio, La cruz es un patíbulo y sigue siendo un patíbulo para
muchos. En la cruz hay que poner un nombre, una persona, una historia real, un
Hijo, que es lo que le da sentido. Allí, en la cruz, se resuelvo toda una
historia de amor de Dios por la humanidad. Y esa historia la realiza Jesús, el
crucificado, que por su solidaridad con la humanidad es glorificado.
Evangelio (Juan 3,13-17): El amor
crucificado es glorificado
El diálogo con Nicodemo es una de las estampas más significativas del
evangelio de Juan. Nicodemo, desde "su noche", viene -según el
evangelista- a encontrarse con Jesús ¿por qué? Habría que pensar en el
trasfondo de la comunidad joánica, así como en el acercamiento de algunos
judíos a los cristianos, para poder entender esta escena. Hubo enfrentamientos
muy fuertes entre judíos y cristianos, y esto se refleja en este evangelio.
Pero también hubo judíos que con toda su carga religiosa y su tradición querían
buscar la verdad, la luz, el agua viva, el nuevo maná. Los israelitas en el
desierto protestaban contra el maná y vinieron serpientes. Estos conceptos
teológicos son muy propios del evangelio de Juan.
En concreto, los vv. 13-17 corresponden a una reflexión teológica, sobre palabras
de Jesús, que tienen una carga soteriológica de envergadura. Aquí se ha querido
ir más allá de lo que el mismo Jesús pudo decir en su vida histórica. Porque no
podemos olvidar que este evangelio se construye con una ideología soteriológica
que se pone de manifiesto desde la misma presencia de Jesús en la
"encarnación". Jesús es el "revelador" de la salvación y
quien se encuentra con él y cree en él, se encuentra con la vida. El texto,
además, intenta superar la escena religioso-culturalista de la primera lectura
(Núm 21,8). Ahora los hombres no tienen que mirar a una serpiente en su
"abrasador" (saraf: cf Is 30,6), sino al trono de la cruz, donde ha
sido elevado el Hijo del hombre. Ahora la salvación no queda en mirar a un
animal venenoso, por mucho simbolismo que tuviera en la antigüedad y en la
Biblia.
En la cruz está el "hijo del Hombre". El "abrasador" es
una cruz que los hombres han levantado para quien revelaba a Dios de una forma
nueva e inaudita. Y esto lo explica la teología joánica como "amor"
de Padre al mundo. Es, probablemente, la afirmación soteriológica más decisiva
de estas palabras del evangelio. El Hijo de Dios ha venido entregado por el
Padre "para salvar" al mundo. El mundo en San Juan son los hombres
que no aceptan el proyecto salvífico de Dios. Bien, pues ese Dios no odia al
mundo, sino que lo ama y así lo muestra en el misterio de la entrega del Hijo.
Podríamos atrevemos a decir que el texto evangélico de hoy es una
"versión" joánica del himno de la carta a los Filipenses, ni más, ni
menos. Con un trasfondo distinto, pero que viene a misma verdad.
Se ha dicho que este es también un texto de profundo calado escatológico,
muy propio de la teología joánica. ¡Es verdad! El juicio de nuestra salvación
futura no es una decisión jurídica y enrevesada de última hora ante un ficticio
tribunal divino. Esa es una imagen apocalíptica poco feliz. Es en el presente
donde se está decidiendo nuestro porvenir salvífico. Ello es posible al aceptar
por la fe al que ha sido "elevado a lo alto", en la cruz, donde se
inicia su gloria. En la teología del cuarto evangelio la elevación en la cruz
es la glorificación; por eso se permite proclamar: "y yo cuando sea
elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí, Decía esto para significar de
qué muerte iba a morir." (Jn 12,32-33). Toda una garantía que
teológicamente es irrenunciable: el Dios de nuestra salvación es un Dios que
ama al mundo que lo rechaza. No un dios perverso o rencoroso. Es un Dios que
quiere ser aceptado, que quiere ser amado, desde el amor que Él mismo ha
mostrado en su Hijo entregado hasta la muerte en la cruz. Esa es su gloria esa
es nuestra garantía.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
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