Corazón de misionero, eso es lo que todos deberíamos ser. Llevar en el pecho a Cristo, no sólo con el crucifijo colgado al cuello como algo ornamental.
Mostrar que soy cristiano con la vida y con la acción. Desde los criterios más pequeños, hasta los grandes sacrificios que nos pide el Señor.
Con los labios le anunciamos pero con la vida le encarnamos, aumentando el número de los cristianos ya no sólo por bautismo sino sobretodo por la transformación del corazón.
"Al pecho llevo una cruz..." dice la canción, pero no es fardo pesado sino reflejo del amor a Quién me amó primero.
¡Quiero gritarlo al mundo! ¡Cristo es el Amor! No de esos pasajeros sino el auténtico y verdadero que por mi la vida entregó.
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