(Nota, tema muy extenso pero bastante interesante, no dejen de leerlo. Camilo)
(Latín miraculum, de mirari,
"maravillarse").
En general, una cosa
maravillosa; la palabra se usó así en el latín clásico; en un sentido
específico, la Vulgata Latina designa con el
término miracula los portentos de una clase peculiar.
El texto griego lo expresa más claramente con los términos terata, dynameis, semeia, es
decir, portentos realizados por el poder sobrenatural como signos de alguna
misión o don especial y explícitamente adjudicados a Dios.
Estos términos se usan
habitualmente en el Nuevo Testamento y expresan el significado de miraculum de la Vulgata. Así San Pedro en su primer sermón habla de Cristo como aprobado de Dios,dynamesin, kai terasin kai semeiois (Hch. 2,22) y San Pablo dice que los signos de su apostolado fueron obrados, semeiois te kai terasin kai
dynamesin (2 Cor. 12,12). Su significado unido se halla en el término erga, es decir, obras, la
palabra usada constantemente en los Evangelios para designar los milagros de Cristo. Por lo tanto, el análisis de estos términos da la naturaleza y alcance del milagro.
Naturaleza
(1) La palabra terata significa literalmente
"maravillas", en referencia a los sentimientos de asombro provocados
por su ocurrencia, de ahí los efectos producidos en la creación material que apelan a, y son captados por, los sentidos, por lo
general por el sentido de la vista, a veces por el oído, por ejemplo, el bautismo de Jesús, la conversión de San Pablo. Así, aunque las obras
de la gracia divina, tal como la Presencia Sacramental, están por encima del
poder de la naturaleza, y debido sólo a Dios, pueden ser llamadas milagrosas sólo en el
sentido amplio del término, es decir, como efectos sobrenaturales, pero no son milagros, en el sentido aquí entendido, pues los
milagros en el sentido estricto son evidentes. El milagro cae bajo el alcance
de los sentidos, ya sea en la obra misma (por ejemplo, resucitar a los muertos a la vida) o en sus efectos (por ejemplo, los dones del conocimiento infuso en los Apóstoles). De la misma manera la justificación de un alma en sí misma es milagrosa, pero no es un milagro propiamente
dicho, a menos que se lleve a cabo de una manera sensible, como, por ejemplo,
en el caso de San Pablo.
La maravilla del milagro
se debe al hecho de que su causa está oculta, y se espera un efecto diferente
al que realmente ocurre. Por lo tanto, en comparación con el curso ordinario de
las cosas, el milagro se llama extraordinario. Al analizar la diferencia entre
el carácter extraordinario del milagro y el curso ordinario de la naturaleza,
los Padres de la Iglesia y los teólogos emplean los términos sobre, contrario a, y fuera de la naturaleza. Estos
términos expresan la forma en que el milagro es extraordinario.
Se dice que un milagro
está por encima de la naturaleza cuando el efecto que produce está por encima
de los poderes y las fuerzas nativas en las criaturas de las cuales las leyes conocidas de la
naturaleza son la expresión, como resucitar a un difunto, por ejemplo, Lázaro (Juan 11), el hijo de la viuda (1 Rey. 17). Se dice que un
milagro es exterior, o fuera de, la naturaleza cuando las fuerzas naturales
pueden tener el poder de producir el efecto, al menos en parte, pero no pueden
haberlo producido solas por sí mismas en la forma que realmente se produjo.
Así, el efecto en abundancia es muy superior al poder de las fuerzas naturales,
o se lleva a cabo instantáneamente sin los medios o procedimientos que emplea
la naturaleza. Como ejemplo tenemos la multiplicación de los panes por Jesús
(Jn. 6), la transformación del agua en vino enCaná (Jn. 2) ---pues la humedad de la atmósfera se cambia en vino
mediante procesos naturales y artificiales--- o la curación repentina de una
gran parte de tejido enfermo por un trago de agua. Se dice que un milagro es
contrario a la naturaleza cuando el efecto producido es contrario al curso
natural de las cosas.
El término milagro aquí implica la oposición directa del
efecto realmente producido a las causas naturales en acción, y su comprensión
imperfecta ha dado lugar a mucha confusión en el pensamiento moderno. Así Espinosa llama al milagro una
violación del orden de la naturaleza (proeverti,
“Tract. Theol. Polit.”, VI). Hume dice que es una "violación" o una
"infracción", y muchos escritores ---por ejemplo, Martensen, Hodge,
Baden-Powell, Theodore Parker--- utilizan el término para los milagros en su
conjunto. Pero cada milagro no es necesariamente contrario a la naturaleza, pues hay milagros por encima o fuera
de la naturaleza.
Una vez más, el término contrario a la naturaleza no significa "no natural" en
el sentido de producir la discordia y la confusión. Las fuerzas de la
naturaleza difieren en poder y están en constante interacción. Esto produce
interferencias y acciones contrarias de las fuerzas. Este es el caso de las
fuerzas mecánicas, químicas ybiológicas. Así, también, a cada
momento del día yo interfiero con y contrarresto las fuerzas naturales a mi
alrededor. Estudio las propiedades de las fuerzas naturales con el fin de
obtener el control consciente por acciones contrarias
inteligentes de una fuerza contra otra. La neutralización inteligente marca el
progreso en la química, en la física, ---por ejemplo, la locomotora de vapor, la aviación--- y en
las prescripciones del médico. El hombre controla la naturaleza, es más, puede
vivir sólo por la neutralización de las fuerzas naturales. Aunque todo esto
sucede a nuestro alrededor, nunca hablamos de fuerzas naturales violadas. Estas
fuerzas siguen trabajando según su especie, y ninguna fuerza se destruye, ni se
rompe ninguna ley, ni da lugar a la confusión. La introducción de la voluntad humana puede dar lugar a un desplazamiento de las fuerzas físicas, pero
no a una infracción de los procesos físicos.
Ahora bien, en un
milagro la acción de Dios en relación a su influencia en las fuerzas naturales es análoga
a la acción de la personalidad humana. Así, por
ejemplo, está en contra de la naturaleza del hierro el flotar,
pero la acción de Eliseo al elevar el hacha a la superficie del agua (2 Rey. 6) no es más una
violación, o transgresión, o una infracción de las leyes naturales que si él la
hubiese levantado con su mano. Una vez más, es de la naturaleza del fuego el
quemar, pero cuando, por ejemplo, los tres jóvenes se conservaron intactos en
el horno ardiente (Dan. 3) no hubo nada anormal
en el acto, como estos escritores usan la palabra, no más que lo habría al
erigir una vivienda totalmente a prueba de fuego. En el primer caso, como en el
otro, no hubo parálisis de las fuerzas naturales ni trastornos subsiguientes.
(Latín miraculum, de mirari,
"maravillarse").
En general, una cosa
maravillosa; la palabra se usó así en el latín clásico; en un sentido
específico, la Vulgata Latina designa con el
término miracula los portentos de una clase peculiar.
El texto griego lo expresa más claramente con los términos terata, dynameis, semeia, es
decir, portentos realizados por el poder sobrenatural como signos de alguna
misión o don especial y explícitamente adjudicados a Dios.
Estos términos se usan
habitualmente en el Nuevo Testamento y expresan el significado de miraculum de la Vulgata. Así San Pedro en su primer sermón habla de Cristo como aprobado de Dios,dynamesin, kai terasin kai semeiois (Hch. 2,22) y San Pablo dice que los signos de su apostolado fueron obrados, semeiois te kai terasin kai
dynamesin (2 Cor. 12,12). Su significado unido se halla en el término erga, es decir, obras, la
palabra usada constantemente en los Evangelios para designar los milagros de Cristo. Por lo tanto, el análisis de estos términos da la naturaleza y alcance del milagro.
Naturaleza
(1) La palabra terata significa literalmente
"maravillas", en referencia a los sentimientos de asombro provocados
por su ocurrencia, de ahí los efectos producidos en la creación material que apelan a, y son captados por, los sentidos, por lo
general por el sentido de la vista, a veces por el oído, por ejemplo, el bautismo de Jesús, la conversión de San Pablo. Así, aunque las obras
de la gracia divina, tal como la Presencia Sacramental, están por encima del
poder de la naturaleza, y debido sólo a Dios, pueden ser llamadas milagrosas sólo en el
sentido amplio del término, es decir, como efectos sobrenaturales, pero no son milagros, en el sentido aquí entendido, pues los
milagros en el sentido estricto son evidentes. El milagro cae bajo el alcance
de los sentidos, ya sea en la obra misma (por ejemplo, resucitar a los muertos a la vida) o en sus efectos (por ejemplo, los dones del conocimiento infuso en los Apóstoles). De la misma manera la justificación de un alma en sí misma es milagrosa, pero no es un milagro propiamente
dicho, a menos que se lleve a cabo de una manera sensible, como, por ejemplo,
en el caso de San Pablo.
La maravilla del milagro
se debe al hecho de que su causa está oculta, y se espera un efecto diferente
al que realmente ocurre. Por lo tanto, en comparación con el curso ordinario de
las cosas, el milagro se llama extraordinario. Al analizar la diferencia entre
el carácter extraordinario del milagro y el curso ordinario de la naturaleza,
los Padres de la Iglesia y los teólogos emplean los términos sobre, contrario a, y fuera de la naturaleza. Estos
términos expresan la forma en que el milagro es extraordinario.
Se dice que un milagro
está por encima de la naturaleza cuando el efecto que produce está por encima
de los poderes y las fuerzas nativas en las criaturas de las cuales las leyes conocidas de la
naturaleza son la expresión, como resucitar a un difunto, por ejemplo, Lázaro (Juan 11), el hijo de la viuda (1 Rey. 17). Se dice que un
milagro es exterior, o fuera de, la naturaleza cuando las fuerzas naturales
pueden tener el poder de producir el efecto, al menos en parte, pero no pueden
haberlo producido solas por sí mismas en la forma que realmente se produjo.
Así, el efecto en abundancia es muy superior al poder de las fuerzas naturales,
o se lleva a cabo instantáneamente sin los medios o procedimientos que emplea
la naturaleza. Como ejemplo tenemos la multiplicación de los panes por Jesús
(Jn. 6), la transformación del agua en vino enCaná (Jn. 2) ---pues la humedad de la atmósfera se cambia en vino
mediante procesos naturales y artificiales--- o la curación repentina de una
gran parte de tejido enfermo por un trago de agua. Se dice que un milagro es
contrario a la naturaleza cuando el efecto producido es contrario al curso
natural de las cosas.
El término milagro aquí implica la oposición directa del
efecto realmente producido a las causas naturales en acción, y su comprensión
imperfecta ha dado lugar a mucha confusión en el pensamiento moderno. Así Espinosa llama al milagro una
violación del orden de la naturaleza (proeverti,
“Tract. Theol. Polit.”, VI). Hume dice que es una "violación" o una
"infracción", y muchos escritores ---por ejemplo, Martensen, Hodge,
Baden-Powell, Theodore Parker--- utilizan el término para los milagros en su
conjunto. Pero cada milagro no es necesariamente contrario a la naturaleza, pues hay milagros por encima o fuera
de la naturaleza.
Una vez más, el término contrario a la naturaleza no significa "no natural" en
el sentido de producir la discordia y la confusión. Las fuerzas de la
naturaleza difieren en poder y están en constante interacción. Esto produce
interferencias y acciones contrarias de las fuerzas. Este es el caso de las
fuerzas mecánicas, químicas ybiológicas. Así, también, a cada
momento del día yo interfiero con y contrarresto las fuerzas naturales a mi
alrededor. Estudio las propiedades de las fuerzas naturales con el fin de
obtener el control consciente por acciones contrarias
inteligentes de una fuerza contra otra. La neutralización inteligente marca el
progreso en la química, en la física, ---por ejemplo, la locomotora de vapor, la aviación--- y en
las prescripciones del médico. El hombre controla la naturaleza, es más, puede
vivir sólo por la neutralización de las fuerzas naturales. Aunque todo esto
sucede a nuestro alrededor, nunca hablamos de fuerzas naturales violadas. Estas
fuerzas siguen trabajando según su especie, y ninguna fuerza se destruye, ni se
rompe ninguna ley, ni da lugar a la confusión. La introducción de la voluntad humana puede dar lugar a un desplazamiento de las fuerzas físicas, pero
no a una infracción de los procesos físicos.
Ahora bien, en un
milagro la acción de Dios en relación a su influencia en las fuerzas naturales es análoga
a la acción de la personalidad humana. Así, por
ejemplo, está en contra de la naturaleza del hierro el flotar,
pero la acción de Eliseo al elevar el hacha a la superficie del agua (2 Rey. 6) no es más una
violación, o transgresión, o una infracción de las leyes naturales que si él la
hubiese levantado con su mano. Una vez más, es de la naturaleza del fuego el
quemar, pero cuando, por ejemplo, los tres jóvenes se conservaron intactos en
el horno ardiente (Dan. 3) no hubo nada anormal
en el acto, como estos escritores usan la palabra, no más que lo habría al
erigir una vivienda totalmente a prueba de fuego. En el primer caso, como en el
otro, no hubo parálisis de las fuerzas naturales ni trastornos subsiguientes.
Este análisis muestra que:
·
(1) el milagro es esencialmente una apelación al conocimiento. Por
lo tanto, los milagros pueden distinguirse de los sucesos meramente naturales.
Un milagro es un hecho en la creación material, y caen bajo la observación de los
sentidos o viene a nosotros a través del testimonio, como cualquier hecho
natural. Su carácter natural se conoce por:
·
(a) a partir del conocimiento positivo de las fuerzas naturales,
por ejemplo, la ley de
gravedad, la ley de que el fuego quema. Decir que no conocemos todas las leyes
de la naturaleza, y por lo tanto no podemos conocer un milagro (Rousseau,
"Lett. De la Mont.", let III), está fuera de la cuestión, ya que
haría del milagro una apelación a la ignorancia. Puedo
no conocer las leyes del código penal, pero
puedo saber con certeza que en un caso
particular una persona viola una ley definitiva.
·
(b) A partir de nuestro conocimiento positivo de los límites de
las fuerzas naturales. Así, por ejemplo, no podemos saber la fuerza de un
hombre, pero sabemos que no puede por sí solo mover una montaña. Al ampliar
nuestro conocimiento de las fuerzas naturales, el progreso de la ciencia ha
reducido su ámbito y definido sus límites, como en la ley de la abiogénesis. Por
lo tanto, tan pronto como tenemos razones para sospechar que cualquier evento,
no importa cuán poco común o raro parezca, puede surgir debido a causas naturales o ser conforme al curso normal de
la naturaleza, inmediatamente perdemos la convicción de que es un milagro. Un
milagro es una manifestación del poder de Dios; siempre y cuando esto no está
claro, hay que rechazarlo como tal.
·
(2) Los milagros son signos de la Providencia de Dios sobre
el hombre, por
lo tanto son de un alto carácter moral,
simple y obvio en las fuerzas en acción, en las circunstancias de su obra, y en
su meta y propósito. Ahora la filosofía indica la posibilidad y la revelación enseña
el hecho de que los seres espirituales, buenos y malos,
existen, y poseen mayor poder que el del hombre. Aparte de la cuestión
especulativa en cuanto al poder natural de estos seres, tenemos la certeza de
·
(a) que Dios sólo puede realizar esos efectos que son llamados
milagros substanciales, por
ejemplo, la resurrección de los muertos;
los demonios que reconocen el poder de Cristo (Mt. 8,31), el testimonio
expreso de Cristo mismo (Mt. 24,24) y del Apocalipsis(Apoc. 9,14). El admitir
que estos espíritus pueden realizar milagros ---es decir, obras de habilidad e
ingenio que, en relación a nuestras fuerzas, puedan parecer milagrosas.--- sin
embargo estas obras carecen del sentido y la finalidad que las sellaría como el
lenguaje de Dios a los hombres.
Errores
Los deístas rechazan los milagros, pues niegan la Providencia de Dios. Los agnósticos también los niegan, y los positivistas los rechazan. Comte consideraba los milagros como el fruto de la
imaginación teología. El panteísmo moderno no tiene lugar para los milagros. Así, Espinosa afirmaba que la creación es el aspecto de una única substancia, es decir, Dios, y como él enseñaba que los milagros son
una violación de la naturaleza, por lo tanto serían una violación a Dios. La respuesta es,
primero, que la concepción de Dios y de la naturaleza de Espinosa es falsa, y segundo, que de
hecho, los milagros no son una violación a la naturaleza. Para Hegel la creación es la manifestación evolutiva de la única idea absoluta, es decir, Dios, y para los
neo-hegelianos (por ejemplo, Thos, Green) la conciencia se identifica con Dios;
por lo tanto, para ambos el milagro no tiene sentido.
Definiciones erróneas de lo sobrenatural llevan a definiciones
erróneas del milagro. Así:
(1) Bushnell define lo
natural como lo necesario y lo sobrenatural como lo que es libre; por lo tanto el mundo
material es lo que llamamos naturaleza, el mundo de la vida del hombre es sobrenatural. Así también el Dr.
Strong ("Baptist Rev.", vol. I, 1879), Rev. C.A. Row ("Supernat.
in the New Test.", Londres, 1875). En este sentido todo acto voluntario libre del hombre es un acto sobrenatural y un milagro.
(2) El sobrenaturalismo
natural propuesto por Carlyle, Theodore Parker, Prof. Pfleiderer, y, más
recientemente, Prof. Everett ("The Psychologic Elem. of Relig. Faith", Londres y Nueva York, 1902), Prof. Bowne ("Immanence
of God", Boston y Nueva York, 1905), Hastings ("Diction. of Christ
and the Gospels", s.v. "Miracles"). Así lo natural y lo
sobrenatural son en realidad uno: lo natural es su aspecto al hombre, lo sobrenatural es su aspecto a Dios.
(4) La teoría “relativa”
de milagros es por mucho la más popular entre los escritores no católicos. Esta opinión fue
propuesta originalmente para afirmar los milagros cristianos y al mismo tiempo afirmar la creencia en la uniformidad de la
naturaleza. Sus formas principales son tres:
·
(a) La concepción mecánica de Babbage (Tratados de Bridgewater): En
la opinión de Babbage, promovida luego por el duque de Argyll (Reino de la Ley)
se presenta la naturaleza como un vasto mecanismo enrollado al principio
y que contiene en sí mismo la capacidad para desviarse de su curso normal en
fechas determinadas. La teoría es ingeniosa, pero hace del milagro un evento
natural. Admite la presunción de los adversarios de los milagros, es decir, que
los efectos físicos deben tener causas físicas, pero esta hipótesis se contradice
con los hechos comunes de la experiencia, por ejemplo, la voluntad actúa sobre lamateria.
·
(b) La “ley” desconocida de Espinosa: Espinosa enseña
que el término “milagro” debe ser entendido con referencia a las opiniones de
los hombres, y que
significa simplemente un acontecimiento que no podemos explicar por otros
acontecimientos familiares a nuestra experiencia. Locke, Kant, Eichhorn, Paulus, Renan sostienen la misma opinión. Así, el
profesor Cooper escribe "El milagro de una época se convierte en el
funcionamiento normal de la naturaleza en la próxima" ("Ref. Cap.
R.", julio de 1900). Por lo tanto un milagro nunca ocurrió en realidad, y
es sólo un nombre para cubrir nuestra ignorancia. Así,
Matthew Arnold pudo pretender que todos los milagros bíblicos desaparecerán
con el progreso de la ciencia (Lit. y
la Biblia) y M. Muller que "lo milagroso se reduce a la mera
apariencia" (en. Rel., pref., p. 10). Los defensores de esta teoría asumen
que los milagros son una apelación a la ignorancia.
·
(c) La teoría de la “ley superior” de
Argyll de “universo no visto”: Trench,
Lange (sobre Matt. p. 153), Gore (Bampton Lect., p. 36) se propuso refutar la
afirmación de Espinosa de que los milagros no son naturales y productores de
desorden. Así, para ellos el milagro es muy natural, ya que se lleva a cabo de
conformidad con leyes de una naturaleza superior. Otros ---por ejemplo,
Schleiermacher y Ritschl---
denotan por ley superior, el sentimiento religioso subjetivo. Por lo tanto,
para ellos un milagro no es diferente de cualquier otro fenómeno natural, sino
que se convierte en un milagro por su relación con el sentimiento religioso. Un
escritor de "The Biblical World” (octubre, 1908) sostiene que el milagro
consiste en el significado religioso del fenómeno natural en su relación con la
apreciación religiosa como un signo de favor divino. Otros explican la ley superior
como la ley moral, o la
ley del espíritu. Por
lo tanto los milagros de Cristo son entendidos como ilustraciones de una
ley superior, más grandiosa, más comprehensiva que los hombres hayan conocido
hasta ahora, la venida de una nueva vida, de fuerzas superiores actuando de acuerdo a leyes superiores
como manifestaciones del espíritu en etapas superiores de su desarrollo. La
crítica de esta teoría es que los milagros dejarían de ser milagros: no serían
extraordinarios, pues se realizarían bajo las mismas condiciones. Lograr
milagros en virtud de una ley aún no entendida es negar su existencia. Así,
cuando Trench define un milagro como "un evento extraordinario que los
espectadores no puede reducir a ninguna ley conocida por ellos", la
definición incluye el hipnotismo y la clarividencia. Si por “ley superior”
denotamos la ley superior de la santidad de Dios,
entonces un milagro puede hacer referencia a esta ley, pero la ley superior en
este caso es Dios mismo y el uso de la palabra tiende a crear confusión.
Improbabilidad antecedente
El gran problema de la teología moderna es el lugar y el
valor de los milagros. En opinión de algunos escritores, su improbabilidad
antecedente, basada en el reinado universal de la ley es tan grande que no son
dignos de consideración seria. Así, su convicción de la uniformidad de la naturaleza llevó a Hume a negar el
testimonio de los milagros en general, según llevó a Baur, Strauss y Renan a
explicar los milagros de Cristo sobre bases naturales. El principio fundamental es que pase lo
que pase es natural, y lo que no es natural no ocurre. La profunda convicción
de la unidad orgánica del universo, un rasgo característico del pensamiento del siglo XIX, se basa
en la creencia en la uniformidad de la
naturaleza. Ha dominado una cierta escuela de literatura, y, con
George Eliot, Hall Came y Thomas Hardy, las operaciones naturales de la herencia, ambiente y ley necesaria gobiernan el mundo de la vida humana. Es el principio básico en los tratados de
sociología modernos.
Su principal exponente
es la ciencia-filosofía, una continuación deldeísmo del siglo XVIII sin la idea de Dios, y la opinión aquí presentada, de un
universo en evolución elaborando su propio destino bajo el dominio rígido de las leyes naturales inherentes,
encuentra sólo un tenue disfraz en la concepción panteísta, tan común entre los
teólogos no católicos, de un Dios inmanente, que es la base activa del mundo de desarrollo de acuerdo a la ley natural, es decir, el monismo de la mente o la voluntad. Esta creencia es la
brecha entre la antigua y la moderna escuela de teología, de acuerdo con
Delitzsch ("Deep Gulf between the Old and the Modem Theology", 1890;
Principal Fairbairn, "Studies in the Philos. of Hist. and Religion").
Max Müller encuentra el núcleo de la concepción moderna del mundo en la idea de
que "hay una ley y orden en todo, y que una cadena ininterrumpida de causas y efectos mantiene todo el universo en conjunto"
("Antrop. Relig.", pref ., p. 10). En todo el universo hay un mecanismo de la naturaleza y de la
vida humana, que presenta una cadena necesaria, o secuencia, de causa y efecto,
que no es, y no puede ser rota por una injerencia desde el exterior, como se
supone en el caso de un milagro. Este punto de vista es la base de las objeciones
modernas al cristianismo, la fuente del escepticismo moderno, y la razón de una disposición que prevalece entre los
pensadores cristianos a negarle a los milagros un lugar en evidencias
cristianas, y a basar la prueba para el cristianismo en
evidencias internas solamente.
Crítica:
(1) Este punto de vista
se basa en última instancia sobre el supuesto de que el universo material
existe por sí solo. Es refutado:
·
demostrando que en el hombre hay un alma espiritual totalmente distinta de la existencia orgánica e inorgánica, y que esta alma
revela un orden intelectual y moral totalmente distinto del orden físico;
·
al inferir la existencia de Dios a
partir de los fenómenos del orden intelectual, moral y físico.
(2) Este punto de vista
se basa también en un significado erróneo del término naturaleza. Kant hace una distinción entre el noúmeno y el fenómeno de una cosa, negó que podemos conocer
el noúmeno, es decir, la cosa en sí misma; todo lo que conocemos es el fenómeno, es decir, la
apariencia de la cosa. Esta distinción ha influido profundamente en el
pensamiento moderno. Como idealista trascendental, Kant negó que conozcamos el fenómeno real; para él sólo la
apariencia ideal es el objeto de la mente. Así, el conocimiento es una sucesión de apariencias ideales, y un milagro sería una
interrupción de esa sucesión. Otros, es decir, la Escuela del Sentido (Hume,
Mill, Bain, Spencer y otros), enseñan que, si bien no podemos conocer la substancia o esencia de las cosas, podemos y
captamos los fenómenos reales. Para ellos el mundo es un mundo fenomenal y es
una pura convivencia y la sucesión de fenómenos, donde el antecedente determina
al consecuente. En este punto de vista un milagro sería un salto inexplicable
en la (llamada) ley invariable de secuencia,
en cuya ley Mill basó su lógica. Ahora respondemos que el verdadero significado de la palabra naturaleza incluye tanto el fenómeno como el
noúmeno. Tenemos la idea de sustancia con un contenido objetivo. En realidad, el progreso
de la ciencia consiste en la observación
de, y la experimentación sobre las cosas con el fin de conocer sus propiedades
o potencias, que a su vez nos permiten conocer las esencias físicas de las
distintas sustancias.
(3) A través de la
concepción errónea de la naturaleza, el principio de causalidad se confunde con
la ley de la uniformidad de la naturaleza. Pero son cosas absolutamente
diferentes. El primero es una convicción primaria que tiene su origen en
nuestra conciencia interna. La segunda es
una inducción basada en una larga y cuidadosa
observación de los hechos: no es una verdad evidente por sí misma, ni es un principio universal y necesario, como ha demostrado el
propio Mill (Logic, IV, XXI). De hecho la uniformidad de la naturaleza es el
resultado del principio de causalidad.
No es cierto el
argumento principal de que la uniformidad de las normas de la naturaleza
gobierna los milagros fuera de consideración, debido a que implicarían una
ruptura en la uniformidad y una violación de la ley natural. Las leyes de la
naturaleza son los modos observados o procesos en que actúan las fuerzas
naturales. Estas fuerzas son las propiedades o potencias de las esencias de las
cosas naturales. Nuestra experiencia de causalidad no es la experiencia de una mera secuencia sino de una secuencia
debida a la necesaria operación de las esencias vistas como principios o
fuentes de acción.
Ahora bien, las esencias
son necesariamente lo que son e inmutables, por lo tanto sus propiedades, o
potencias, o fuerzas, en determinadas circunstancias, actúan de la misma
manera. Sobre esto, la filosofía escolástica basa la verdad de que la naturaleza es uniforme en su acción,
sin embargo, sostiene que la constancia de la sucesión no es una ley absoluta,
pues la sucesión sólo es constante siempre y cuando las relaciones nouménicas
permanezcan iguales. Así, la filosofía escolástica, al defender los milagros,
acepta el reinado universal de la ley en este sentido, y su enseñanza está en
acuerdo absoluto con los métodos efectivamente perseguidos por la ciencia
moderna en las investigaciones científicas. Por lo tanto, enseña el orden de la
naturaleza y el reino de la ley, y declara abiertamente que, si no hubiese
orden, no habría milagro.
Es significativo que la Biblia apela constantemente al reino de la ley en la naturaleza, al
tiempo que da fe de la ocurrencia real de los milagros. Ahora bien, la voluntad humana, al actuar sobre
fuerzas materiales, interfiere con las secuencias regulares, pero no paraliza
las fuerzas naturales o destruye su tendencia innata a actuar de una manera
uniforme. Así, un niño, al lanzar una piedra al aire, no altera el orden de la naturaleza o acaba con la ley de
gravedad. Sólo se trae una nueva fuerza y contrarresta las tendencias de las
fuerzas naturales, así como las fuerzas naturales interactúan y se
contrarrestan entre sí, como se demuestra en las bien conocidas verdades del
paralelogramo de fuerzas y la distinción entre la energía cinética y potencial.
La analogía entre un acto del hombre y un acto de Dios es completa en lo que se refiere a una ruptura en la uniformidad
de la naturaleza o una violación de sus leyes. El alcance de la potencia
ejercida no afecta el punto en cuestión. Por lo tanto la naturaleza física se
presenta como un sistema de causas físicas que producen resultados uniformes, y
sin embargo permite la interposición de la acción personal, sin afectar su
estabilidad.
La verdad de esta posición es tan manifiesta que Mill admite que el
argumento de Hume contra los milagros es válido sólo en el supuesto de que Dios
no existe, pues, dice, "un milagro es un nuevo efecto que se supone es
producido por la introducción de una nueva causa… de la adecuación de esa causa, si está
presente, no puede haber ninguna duda" (Logic, III, XXV). Por lo tanto, al
admitir la existencia de Dios, la "secuencia uniforme" de Hume no se sostiene como
una objeción a los milagros. Huxley también niega que los físicos nieguen la creencia en los milagros porque
los milagros son una violación de las leyes naturales, y rechaza la
totalidad de esta línea de argumento ("Some Controverted questions”, 209,
"Life of Hume", 132), y sostiene que una milagro es una cuestión de
pura y simple evidencia. De ahí que se ha abandonado la objeción a los milagros
basada en su improbabilidad antecedente. "The Biblical World” (octubre de
1908) dice: "El antiguo sistema rígido de ‘leyes de la naturaleza’ está
siendo interrumpido por la ciencia moderna. Hay muchos
acontecimientos que los científicos reconocen que son inexplicables por ninguna
ley conocida. Pero esta incapacidad de proporcionar una explicación científica
no es razón para negar la existencia de cualquier caso, si
está adecuadamente atestiguado. Así, el viejo argumento a priori contra de los milagros se ha
ido." Así, en el pensamiento moderno la cuestión del milagro es
simplemente una cuestión de hecho.
Lugar y valor de los
milagros en la visión cristiana del mundo
Como la gran objeción a
los milagros realmente se basa en opiniones filosóficas falsas del universo, por lo que es necesaria la verdadera visión del mundo para comprender su lugar y su valor.
El cristianismo enseña que Dios creó y gobierna el mundo. Este gobierno es su Providencia, la cual se muestra en el delicado ajuste y subordinación de
las tendencias propias de las cosas materiales, dando como resultado la
maravillosa estabilidad y armonía que prevalecen en toda la creación física, y
en el ordenmoral, que a través de la conciencia, ha de guiar y controlar las tendencias de la naturaleza del hombre a una
completa armonía en la vida humana. El hombre es un ser personal, con inteligencia y libre albedrío, capaz de conocer y servir a Dios, y creado para tal fin. Para él la naturaleza es
el libro de la obra de Dios que revela al Creador a través del designio visible
en el orden material y por medio de la conciencia, la voz del orden moral,
basado en la constitución misma de su propio ser. De ahí que la relación del
hombre con Dios es una personal. La Providencia de Dios no se limita a la revelación de sí mismo a través de sus obras. Él se ha manifestado de una
manera sobrenatural, lanzando un torrente de luz sobre las relaciones que deben
existir entre el hombre y Él mismo. La Biblia contiene esta revelación, y se llama el Libro de la Palabra de
Dios, el cual da el registro de la Providencia sobrenatural de Dios conducente
a la redención y a la fundación de la Iglesia cristiana. Aquí se nos dice que más allá de la esfera de la
naturaleza hay otro reino de la existencia, lo sobrenatural, poblado por seres espirituales y las almas de los difuntos. Ambas esferas, la natural y la sobrenatural,
están bajo el dominio de la Providencia de Dios. Así, Dios y el hombre son dos
grandes hechos. La relación del alma con su Creador es la religión.
La religión es el conocimiento, el amor y el servicio de Dios; su expresión se conoce como culto, y la esencia del culto
es la oración. Así, entre el hombre y
Dios hay una constante interacción, y en la Providencia de Dios el medio
señalado de esta relación es la oración. Mediante la oración el hombre habla
con Dios en los actos de fe, esperanza, caridad y contrición e implora su ayuda. En
respuesta a la oración Dios actúa en el alma por su gracia y, en circunstancias especiales, mediante los milagros. De ahí
que el gran hecho de la oración, como el nexo de unión del hombre con Dios,
implica una intervención constante de Dios en la vida del hombre. Por lo
tanto, en la visión cristiana del mundo, los milagros tienen un lugar y un
significado. Ellos surgen de la relación personal entre Dios y el hombre. La convicción de que los puros de
corazón son agradables a Dios, de algún modo misterioso, es universal; incluso
entre los paganos sólo se preparan ofrendas puras para el sacrificio.
Este sentido íntimo de
la presencia de Dios puede explicar la
tendencia universal a referir todos los fenómenos sorprendentes a causas sobrenaturales. El error y la exageración no cambian la naturaleza de la creencia fundada en la convicción
permanente de la Providencia de Dios. San Pablo apeló a esta creencia en su discurso a los atenienses (Hechos 17). En el milagro, por
lo tanto, Dios subordina la naturaleza física a un propósito más elevado, y
este propósito superior es idéntico a los más altos objetivos morales de la existencia. La concepción mecánica del mundo está en
armonía con lo teleológico, y cuando el propósito existe, ningún evento es aislado o sin
sentido. El hombre es creado por Dios, y un milagro es la prueba y la promesa de Su Providencia
sobrenatural. De ahí que podamos entender cómo, en la mentes devotas, incluso hay una presunción a favor y una
expectativa de milagros. Ellos muestran la subordinación del mundo inferior al
superior; son la ruptura del mundo superior sobre el inferior ("C.
Gent.", III, XCVIII, XCIX; Benedict XIV, 1, c; 1, IV, p. 1, c. I).
Algunos escritores
---por ejemplo Paley, Mansel, Mozley, Dr. George Fisher---
llevan la visión cristiana al extremo, y dicen que los milagros son necesarios para atestiguar la revelación. Los teólogos católicos, sin embargo, tienen
una visión más amplia. Ellos afirman:
(1) que los grandes objetivos principales de
los milagros son la manifestación de la gloria de Dios y el bien de los hombres; que los
fines particulares o secundarios, subordinados al primero, son confirmar la verdad de una misión o una doctrina de fe o moral, para
atestiguar la santidad de los siervos de Dios, para conferir beneficios y reivindicar
la justicia Divina.
(2) Por lo tanto enseñan
que la testificación de la revelación no es el fin primario, sino su fin secundario principal, aunque
no el único.
(3) Dicen que los
milagros de Cristo no eran necesarios, sino "muy adecuados y totalmente
acordes con su misión" (decentissimum et maximopere conveniens) ---Papa Benedicto XIV, IV, p. 1, c. 2, n. 3; Summa , III:43) como un medio para dar
fe de su verdad. Al mismo tiempo colocan los milagros entre las evidencias más fuertes y más
certeras de la revelación divina.
(4) Sin embargo, enseñan
que, como evidencias, los milagros no tienen fuerza física, es decir, asentimiento
absolutamente coercitivo, sino sólo una fuerza moral, es decir, no le hacen violencia al libre albedrío, aunque su apelación al
asentimiento es de la especie más fuerte.
(5) Que, como
evidencias, no son obrados para mostrar la verdad interna de las doctrinas,
sino sólo para dar razones manifiestas de por qué debemos aceptar las
doctrinas. De ahí la distinción: noevident vera, sino evidenter credibilia. Pues la
revelación, de la cual dan fe los milagros, contiene doctrinas sobrenaturales por encima de la
comprensión de la mente e instituciones
positivas en la Providencia sobrenatural de Dios sobre los hombres. Así que no
es cierta la opinión de Locke, Trench, Mill, Mozley y Cox, que la doctrina
prueba el milagro y no el milagro la doctrina.
(6) Finalmente, afirman
que los milagros en la Escritura y el poder de obrar milagros en la Iglesia son de fe divina, no, sin embargo,
los milagros en la historia de la Iglesia propiamente dichos. De ahí que enseñan que los primeros son
ambos evidencias de fe y objetos de fe; que los últimos son evidencias de
propósito para el cual son obrados, no, sin embargo, objetos de fe divina. Por
lo tanto esta enseñanza guarda de la otra visión exagerada propuesta
recientemente por los escritores no católicos, que afirman que los milagros se
consideran ahora no como evidencias sino como objetos de fe.
Testimonio
Un milagro, como
cualquier otro fenómeno natural, se conoce ya sea por la observación personal o
por el testimonio de los demás. En el milagro tenemos el hecho mismo como un
acontecimiento externo y su carácter milagroso. El carácter milagroso del hecho
consiste en esto: que su naturaleza y las circunstancias que
lo rodean son de tal naturaleza que nos vemos obligados a admitir que las
fuerzas naturales por sí solas no podrían haberlo producido, y la única
explicación racional es que se produjo por la interferencia de la agencia
divina. La percepción de su carácter milagroso es un acto racional de la mente, y es simplemente la aplicación del principio de causalidad con los métodos de inducción. Las normas generales que rigen la aceptación del testimonio se
aplican a los milagros como a otros hechos de la historia. Si tenemos evidencia certera para el hecho, estamos
obligados a aceptarlo. La evidencia de los milagros, en cuanto a los hechos
históricos en general, depende del conocimiento y veracidad de los narradores, es decir, los que dan testimonio
de la ocurrencia de los hechos deben saber lo que dicen y decir la verdad. La naturaleza extraordinaria del milagro
requiere una investigación más completa y precisa. No somos libres de rechazar tal
testimonio; de lo contrario hay que negar toda la historia en absoluto. No
tenemos más justificación racional para rechazar los milagros que para rechazar
los relatos de los eclipses estelares. Por lo tanto, aquellos que niegan los
milagros han concentrado sus esfuerzos con el propósito de destruir la
evidencia histórica de todos los milagros cualesquiera que sean y sobre todo la
evidencia para los milagros de los Evangelios.
Hume sostuvo que ningún
testimonio puede probar los milagros, pues es más probable que el testimonio
sea falso que los milagros sean ciertos. Pero
(b) La
“experiencia" de Hume puede significar: (a) la experiencia del individuo, y su argumento se hace absurdo (por
ejemplo, dudas históricas sobre Napoleón) o (b) la experiencia de la raza, que se
ha convertido en propiedad común y el tipo de lo que se puede esperar. Ahora,
de hecho, tenemos esto por testimonio; muchos hechos sobrenaturales son parte de esta
experiencia de la raza; Hume prejuzga esta parte sobrenatural, arbitrariamente la
declara falsa, que es el punto a ser probado y asume que milagroso es sinónimo de absurdo. El pasado, así
expurgado, es hecho la prueba del futuro, y debe impedir que los defensores
consistentes de Hume acepten los descubrimientos de la ciencia.
(c) Acosado, Hume se ve
obligado a hacer la distinción entre testimonio contrario a la experiencia y
testimonio no conforme a la experiencia, y sostiene que este último puede ser
aceptado ---por ejemplo, el testimonio del hielo para el príncipe de la India.
Pero esta admisión es fatal para su posición.
(d) Hume procede en el
supuesto de que, para los efectos prácticos, todas las leyes de la naturaleza son
conocidas, pero la experiencia demuestra que esto no es cierto.
(e) Todo su argumento
descansó sobre el principio filosófico rechazado de que la
experiencia externa es la única fuente de conocimiento, descansa sobre la base
desacreditada que los milagros se oponen a la uniformidad de la naturaleza como
violaciones de las leyes naturales y que fue propuesto a través del prejuicio
contra el cristianismo. De ahí que los escépticos posteriores se han alejado de la posición extrema de Hume y
enseñan, no que los milagros no pueden ser probados, sino que de hecho ellos no
son probados.
El ataque de Hume contra
los milagros en general se ha aplicado a los milagros de la Biblia, y ha recibido mayor peso a partir de la
negación de la inspiración divina. Aunque varía en
su forma, su principio básico es el mismo, a saber, el humanismo del Renacimiento aplicado a la teología. Así tenemos:
(1) Teoría de la
interpretación
El antiguo racionalismo de Semler, Eichhorn, de Wette y Paulo, quienes afirmaban la
credibilidad de los registros de la Biblia, pero afirmaban que eran una colección de
escritos compuestos por la inteligencia natural por sí sola, y a ser tratados en el mismo plano que
otras producciones naturales de la mente humana. Se deshicieron de lo sobrenatural mediante una audaz
interpretación de los milagros como hechos puramente naturales. Esto se conoce
como la teoría de la "interpretación", y hoy aparece bajo dos formas:
El racionalismo
modificado, que enseña que estamos justificados al aceptar una porción muy
considerable de los relatos evangélicos como sustancialmente históricos, sin
estar obligados a creer en milagros. De ahí que
den crédito a los relatos de los endemoniados y curaciones, pero
alegan que estas maravillas fueron obradas por, o de acuerdo con, la ley natural. Así tenemos la teoría
eléctrica de M. Corelli, la apelación a la "terapéutica moral" de Matthew Arnold, y la teoría psicológica propuesta por el Prof.
Bousset de Gottingen, en la que afirma que Cristo realizó milagros por facultades mentales naturales de un tipo superior
(cf. "N. World”, marzo de 1896). Pero el intento de explicar los milagros
del Evangelio, ya sea por los poderes
naturales de Cristo, es decir, la superioridad mental o moral, o por estados
particulares del receptor, curación por la fe, y fenómenos psíquicos afines, es arbitrario y no verdadero a los hechos. En muchos de los milagros no se requirió la fe, y
de hecho estuvo ausente; esto se muestra, en los milagros de poder, por el temor expresado por los Apóstoles, por ejemplo, cuando
Cristo calmó la tempestad (Marcos4,40), cuando Cristo caminó sobre las aguas (Mc. 6,51), en el
saque de los peces (Lucas 5,8), y en los milagros
de expulsar a los demonios. En algunos milagros
Cristo exige la fe, pero la fe no es la causa del milagro, sólo la condición para su ejercicio del
poder.
Otros, como Holstein,
Renan, y Huxley, siguen a De Wette, quien explica los milagros como la
interpretación emocional de acontecimientos comunes. Afirman que los hechos
ocurridos fueron sustancialmente históricos, pero que en la narración fueron
cubiertos con las interpretaciones de los escritores. Por lo tanto, dicen que,
en el estudio de los Evangelios, hay que distinguir entre los hechos tal como
realmente ocurrieron y las emociones subjetivas de los que fueron testigos de ellos, su fuerte excitación, la tendencia a la exageración y
la imaginación vívida. Por lo tanto
apelan no a la "falacias de los testimonios" tanto como a las
"falacias de los sentidos". Pero este intento de transformar a los Apóstoles
en nerviosos visionarios no puede ser considerado por una mente imparcial. San Pedro distinguió claramente entre una visión (Hechos 10,17) y una realidad
(Hch. 12), y San Pablo menciona dos casos de
visiones (Hch. 22,17; 2 Corintios 12), la segunda por vía de contraste con su vida misionera ordinaria de
trabajos y sufrimientos (2 Cor. 11).
Renan incluso va tan
lejos como para presentar la flagrante incoherencia de un Cristo, como dice él,
notable por la belleza moral de vida y doctrina, que sin embargo es culpable de engaño consciente, como, por ejemplo, en la fingida resurrección de Lázaro. Esta enseñanza es en
realidad una negación del testimonio. Los milagros de Cristo deben tomarse como
un todo, y en el entorno del Evangelio en el que se presentan como parte de su
enseñanza y su vida. Basado en la evidencia no hay ninguna razón para hacer una
distinción entre ellos ni interpretarlos para que sean lo que son. La verdadera
razón es prejuzgar sobre falsos fundamentos filosóficos
con el fin de deshacerse del elemento sobrenatural. De hecho, las conjeturas y
las hipótesis propuestas son mucho más improbables que los propios milagros.
Una vez más, ¿cómo explicar el gran milagro que el héroe de una leyenda sin
fundamento, el impotente y engañoso Cristo, podría convertirse en
el fundador de la Iglesia cristiana y de la civilización cristiana? Por último, este método viola los principios básicos de
interpretación; pues los escritores del Nuevo Testamento no están autorizados a hablar su propio idioma.
(2) Teoría del humanismo bíblico
La idea fundamental de la metafísica de Hegel (es decir, que las cosas existentes son la manifestación
progresiva de la idea, es decir, lo absoluto) dio una base filosófica para la
concepción orgánica del universo, es decir, lo divino como orgánico a lohumano. Así la revelación es presentada como un proceso humano, y la historia ---por
ejemplo, la Biblia--- es un registro de la experiencia
humana, el producto de la vida humana. Esta filosofía de la historia se
aplicó para explicar lo milagroso en los Evangelios y aparece bajo dos
formas: la Escuela de Tubinga y la Escuela Mística.
(a) La Escuela de
Tubinga: Baur considera el proceso hegeliano en su
aspecto objetivo, es decir, los hechos como cosas. Afirmó que los libros del Nuevo Testamento fueron estados a través de los cuales pasaron la vida humana y
pensamientos del cristianismo primitivo. Trató de
hacer con referencia al origen lo que Gibbon intentó con referencia a la
propagación del cristianismo, es decir, deshacerse de lo sobrenatural mediante la presunción tácita de que no hay
milagros, y por la enumeración de causas naturales, la principal de las cuales fue la idea mesiánica a la que Jesús mismo se acomodó. El elemento de evolución en el humanismo de Baur, sin embargo, lo obligó a negar que poseemos documentos
de la época de la vida de nuestro Señor, a afirmar que la literatura del Nuevo
Testamento fue el resultado de las facciones rivales entre los primeros
cristianos, y por tanto de una fecha muy posterior a la que
la tradición le atribuye, y que Cristo fue sólo la causa ocasional del cristianismo.
Aceptaba como genuinas sólo las Epístolas a los Gálatas,Romanos, 1 y 2 a los Corintios y el Apocalipsis. Sin embargo, las
Epístolas admitidas por Baur demuestran que San Pablo creía en los milagros y
afirmaba su ocurrencia real como hechos bien conocidos tanto en lo que se
refiere a Cristo y en lo que se refiere a sí mismo y a los demás Apóstoles (por ejemplo, Rom. 15,18; 1 Cor. 1,22; 12,10; 2 Cor. 12,12; Gál.
3,5, especialmente sus repetidas referencias a la Resurrección de Jesucristo, 1 Cor. 15). La alta crítica ha probado que son falsas las bases
sobre las que descansa la Escuela de Tubinga, a saber, que no existen registros
contemporáneos de la vida de Cristo, y que los
escritos del Nuevo Testamento pertenecen al siglo II. Por lo tanto Huxley
admite que esta posición ya no es sostenible (The Nineteenth Century, feb. de
1889), y de hecho ya no hay una Escuela de Tubinga en Tubinga. Harnack dice:
"En cuanto a las críticas de las fuentes del cristianismo, nos
encontramos, sin duda, en un movimiento de retorno a la tradición El marco cronológico en
el que la tradición estableció los primeros documentos se ha de aceptar en lo
sucesivo en sus rasgos principales." (The Nineteenth Cent., oct. de 1899).
Por lo tanto Romanes, dijo que el resultado de la batalla sobre los documentos
de la Biblia es una señal de victoria para el cristianismo (Thoughts on
Religion, p. 165). El Dr. Emil Reich habla de la quiebra de la alta crítica
("Contemp. Rev.", abril de 1905).
(b) La Escuela “Mítica” Strauss consideró el proceso hegeliano en su aspecto subjetivo.
Él se ocupó exclusivamente de los hechos como materia de conciencia con los primeros
cristianos. De ahí que consideró a Cristo dentro de la conciencia cristiana de la época, y sostuvo que el
Cristo del Nuevo Testamento fue el resultado de esta conciencia. No negó un núcleo
relativamente pequeño de realidad histórica, pero sostuvo que los Evangelios, tal y como los
poseemos, son invenciones míticas o fabulosas y adornos de fantasía y deben ser
considerados sólo como símbolos de ideas espirituales, por ejemplo, la idea
mesiánica. Strauss intentó remover el milagro ---o lo que él consideraba el
asunto no histórico--- del texto. Pero este punto de vista era demasiado
extravagante como para permanecer en boga luego de un cuidadoso estudio del
carácter veraz y positivo de los escritos del Nuevo Testamento, así como una
comparación de ellos con los libros apócrifos. Por lo tanto, ha sido
rechazada, y el propio Strauss confesó su decepción por el resultado de sus
trabajos (The Old and New Faith).
(3) La Escuela Agnóstica
Crítica
Su base es la idea
orgánica del universo, pero ve el proceso del mundo aparte de Dios, porque la razón no puede probar la existencia de Dios, y por lo tanto, para los agnósticos Él no existe (por ejemplo, Huxley); o para los agnósticos
cristianos, su existencia es aceptada sólo en fe (s.g., Baden-Powell).
Para ambos no existen los milagros, pues no tenemos manera de conocerlos. Así
Huxley admite los hechos de los milagros en el Nuevo Testamento, pero dice que
el testimonio en cuanto a su carácter milagroso puede ser inútil, y se esfuerza
por explicarlos por lascondiciones mentales subjetivas de los
escritores ("The XIX Cent.", marzo 1889). Baden-Powell (en
"Essays and Reviews"), Holtzmann (Die synoptischen Evangelien), y
Harnack (The Essence of Christianity) admiten los milagros según registrados en
los Evangelios, pero afirman que su carácter milagros está más allá del ámbito
de la prueba histórica, y depende de
las suposiciones mentales de los lectores.
Crítica: El verdadero problema
del historiador es establecer hechos bien autenticados y dar una explicación
del testimonio. Debe mostrar cómo estos eventos debieron haber tenido lugar y
cómo tal teoría sólo puede explicarlos. Él toma conocimiento de todo lo que se dice acerca de estos eventos por testigos competentes, y llega a
su conclusión a partir de su testimonio. Admitir los hechos y negar una
explicación es proporcionar grandísima evidencia de su verdad histórica, y mostrar cualidades no consistentes con el
historiador científico.
(4) La teoría del
protestantismo liberal
(a) Forma más antigua: En su forma más antigua, ésta fue defendida por Carlyle
("Life of Carlyle" de Froude), Martineau (Seal of Authority in
Religion), Rathbone Greg (Creed of Christendom), Prof. Wm. H. Green (Works, III
pp. 230, 253), propuesta como un credo religioso bajo el título de la “Nueva Reforma” ("The Nineteenth
Cent.", Mar., 1889) y popularizada por Mrs. Humphry Ward en "Robert
Elsmere." Según la vieja Reforma fue un movimiento para
destruir la autoridad divina de la Iglesia mediante la exaltación del carácter sobrenatural de la Biblia, así la nueva Reforma intentaba remover el
elemento sobrenatural de la Biblia y basar la fe en el cristianismo en el carácter moral superior de Cristo y la excelencia de su enseñanza moral. Está en estrecha simpatía
con algunos escritores sobre la ciencia de la religión, que ven en el
cristianismo una religión natural, aunque superior a otras formas. Al describir
su posición como "una rebelión contra la creencia milagrosa", sus
seguidores aún profesan gran reverencia a Jesús como "el amigo de Dios y del hombre, en quien, a través de toda la fragilidad
humana y la necesaria imperfección, ven el jefe natural de su vida interior, el símbolo de
esas fuerzas religiosas en el hombre que son primitivas, esenciales y
universales" ("The XIX Cent.", marzo de 1889).
A modo de crítica se
puede decir que esta escuela tiene su origen en el
supuesto filosófico de que la uniformidad de la naturaleza ha hecho el milagro
impensable ---una presunción ahora descartada. Una
vez más, tiene su base en la Escuela de Tubinga, que se ha demostrado ser
falsa, y requiere una mutilación de los Evangelios tan radical y al por
mayor que casi cada frase tiene que ser extirpada o reescrita. Los milagros de
Jesús son también una parte esencial de su vida y enseñanza para ser removidos
de este modo. Podríamos también expurgar los registros de los logros militares
de las vidas de Alejandro o de César. Strauss expuso las contradicciones de esta posición,
que una vez sostuvo (“Old Faith and the New”), y Von Hartmann considera que los teólogos liberales fueron los causantes de la desintegración del cristianismo
("Selbstersetzung des Christ", 1888).
(b) Forma más nueva: En su forma más reciente, ha sido defendida por los exponentes
de la teoría psicológica. Por lo tanto, donde la vieja escuela persiguió un objetivo,
ésta persigue un método subjetivo. Esta teoría combina la enseñanza básica deHegel, Schleiermacher y Ritschl. Hegel enseñó que las verdadesreligiosas son la representación figurativa
de las ideas racionales; Schleiermacher enseñó que las proposiciones de fe son los estados piadosos del corazón expresados
en el lenguaje; Ritschl, que la evidencia de la doctrina cristiana está en el "juicio
de valor", es decir, el efecto religioso en la mente. Sobre esta base, el profesor Gardner ("A Historical View
of the New Test.”, Londres, 1904) sostiene que ningún hombre razonable
profesaría refutar históricamente los milagros cristianos; que en los estudios
históricos debemos aceptar el principio de continuidad según lo dispuesto por
la evolución; que las afirmaciones del Nuevo Testamento se basan principalmente en la experiencia cristiana, en la que
siempre hay un elemento de teoría falsa; que hay que distinguir
entre el hecho real subyacente y su expresión externa defectuosa; que esta
expresión está condicionada por el ambiente intelectual de la época, y que desaparece para dar paso a una expresión más
elevada y mejor. De ahí que la expresión externa del cristianismo debe ser diferente ahora de lo que fue en otros tiempos. Por lo tanto, mientras que los milagros
pudieron haber tenido su valor para los primeros cristianos, no tienen ningún
valor para nosotros, pues nuestra experiencia es diferente a la de ellos. Así
M. Réville ("Liberal Chistianity", Londres, 1903) dice: "La fe
de un protestante no depende de la solución de un problema de crítica histórica; se basa en su propia experiencia del valor y el poder del Evangelio de Cristo", y "el Evangelio
de Jesús es independiente de sus formas locales y temporales” (págs. 54, 58).
Sin embargo, todo esto es filosofía, no historia, no es
cristianismo, sino racionalismo. De modo que invierte
el verdadero estándar de la crítica histórica, ---es decir, debemos estudiar
los acontecimientos pasados a la luz de su propio entorno, y no de la sensación
subjetiva por parte del historiador de lo que debía, podría o pudiese haber
ocurrido. No hay ninguna razón para restringir estos principios a las preguntas
de la historia religiosa; y si se extiende para
abarcar la totalidad de la historia pasada, conducirían a un escepticismo absoluto.
El hecho
La Biblia muestra que en todo momento que Dios ha obrado milagros para atestiguar la revelación de su voluntad.
(1) Los milagros del Antiguo Testamento revelan la Providencia de Dios sobre su pueblo
escogido. Son una prueba convincente de la
comisión de Moisés (Éxodo 3 y 4), manifestar al pueblo que Yahveh es Soberano Señor (Éx. 10,2; Deut. 5,25), y se representan como el “dedo de Dios" y “la mano
de Dios". Dios castiga al faraón por negarse a obedecer sus órdenes dadas por Moisés y sancionadas por milagros, y está
disgustado por la infidelidad de los judíos por los que Él hizo muchos milagros (Núm.14). Los milagros
convencieron a la viuda de Sarepta que Elías era "un hombre de Dios" (1 Reyes 17,24); en la disputa
entre Elías y los profetas de Baal, hicieron gritar al
pueblo "Yahveh es Dios" (1 Rey. 18,39); causaron que Naamán confesara que "no hay en toda la tierra otro
Dios que el de Israel" (2 Rey. 5,15);
llevaron a Nabucodonosor a promulgar un decreto público en honor de Dios cuando los tres jóvenes escaparon del horno ardiente (Daniel 3); y llevaron a Darío de emitir un decreto como sobre el escape
deDaniel (Dan. 5). El elemento ético es conspicuo en los milagros y está en consonancia con el
exaltado carácter ético de Yahveh,
"un rey de justicia absoluta, cuyo amor por su pueblo estaba condicionado por una ley de absoluta rectitud,
como ajena a la tradición semita y aria" , escribe
el Dr. Robertson Smith ("Religion of the Semites", p. 74, cf Kuenen,
Hibbert Lect, p. 124). De ahí la tendencia entre los escritores recientes sobre
la historia de la religión a postular la intervención directa de Dios a través de la
revelación como la única explicación de la concepción elevada de la Deidad establecida por Moisés y los profetas (R. Kettel,
"Geschichte der Hebraer", 1889 -92).
(2) El Antiguo
Testamento revela un alto concepto ético de Dios que hace milagros para altos
fines éticos, y despliega una dispensa de la profecía que conduce a Cristo. Cristo hace los
milagros en cumplimiento de esta profecía. Su respuesta a los mensajeros de San Juan Bautista fue que fueran y le contaran a Juan lo que habían visto (Lucas 7,22; cf. Isaías 35,5). Así, losPadres de la Iglesia, para probar la verdad del religión cristiana a partir de los milagros de Cristo, los unen a la profecía (Orígenes, "C. Celsum", I, II, San Ireneo, Adv Haer. L, II, 32; San Agustín, "C. Faustum", XII). Jesús profesó abiertamente el
hacer milagros. Apela repetidamente a sus "obras" como la prueba más
auténtica y decisiva de su filiación divina (Juan 5,18-36; 10,24-37) y de
su misión (Jn. 14,12), y por esta razón condena la obstinación de los judíos
como inexcusable (Jn. 15,22.24). Él hizo milagros para establecer el Reino de Dios (Mateo 12; Lc. 11), les dio a los Apóstoles (Mt. 10,8) y a los discípulos (Lc. 10,9.19) el poder de hacer milagros, instruyéndoles por
este medio a seguir el mismo método, y prometió que el don de milagros persistiría en la Iglesia (Marcos 16,17). A la vista de
sus obras maravillosas, los judíos (Mt. 9,8), Nicodemo (Jn. 3,2), y el ciego de nacimiento (Jn. 9,33) confiesa que hay
que atribuirlos al poder divino.
Pfleiderer acepta el
segundo Evangelio como obra auténtica de San
Marcos,
y este evangelio es un relato compacto de milagros obrados por Cristo. Ewald y
Weiss hablan de los milagros de Cristo como una tarea diaria. Los milagros no
son accidentales o externos al Cristo de los Evangelios, sino que están
inseparablemente vinculados a su doctrina sobrenatural y la vida sobrenatural
---una vida y doctrina que son el cumplimiento de la profecía y la fuente de la civilización cristiana. Los milagros constituyen la substancia misma de los relatos
evangélicos, de modo que, si se remueven, no quedaría ningún plan de trabajo
reconocible y ningún retrato inteligente del obrador. Tenemos la misma
evidencia para los milagros que la que tenemos para Cristo. El doctor Holtzmann
dice que los mismos rasgos cuya asombrosa combinación en una sola persona presenta el mayor tipo de evidencia histórica para su existencia están indisolublemente
relacionados con los milagros. A menos que aceptemos los milagros, no tenemos
la historia del Evangelio. Admitir que Cristo realizó muchos milagros, o
confesar que no lo conocemos en absoluto ---de hecho, que nunca existió. El Cristo histórico
de los Evangelios se nos presenta notable en el encanto de su personalidad, extraordinario en la elevación de la vida y belleza de
doctrina, sorprendentemente coherente en el tenor de vida, ejerciendo el poder
divino de diversas maneras y en todos sus actos. Se levanta supremo sobre, y
aparte de, su entorno y no puede ser considerado como el fruto de la invención individual o como el producto de la época. La más simple, clara y única
explicación es que el testimonio es verdadero. Los que lo niegan aún tienen que
ofrecer una explicación lo suficientemente fuerte como para soportar las
críticas de los propios escépticos.
(3) El testimonio de los Apóstoles sobre los
milagros es doble:
·
(a) Ellos predicaron los milagros de Cristo, especialmente la Resurrección. Así San
Pedro habla
de los “milagros, prodigios y señales” que Jesús hizo como un hecho bien
conocido para los judíos (Hechos 2,22),
y como publicados a través de Galilea y Judea (Hch. 10,37). Los Apóstoles se declaran a
sí mismos testigosde la
Resurrección (Hch. 2,32), dicen que la característica de un apóstol es que sea
un testigo de la Resurrección (Hch. 1,22), y su predicación en Jerusalénse basa
en la Resurrección (Hch. 3,15; 4,10; 5,30; 10,40), en Antioquía (Hch. 13,30 ss.), en Atenas (Hch. 17,31), en Corinto (1 Cor. 15), en Roma (Rom. 6,4), y
en Tesalónica (1 Tes. 1,10).
·
(b) Ellos mismos obraron milagros, prodigios y señales en
Jerusalén (Hch. 2,43), curaron al cojo (Hch. 3,14), sanaron a los enfermos, y
expulsaron demonios (Hch. 8,7-8), resucitaron a los muertos
(Hch. 20,10 ss). San
Pablo llama
la atención a los cristianos de Roma a sus propios milagros (Rom. 15,18-19), se
refiere a los muy conocidos milagros realizados en Galacia (Gál. 3,5),
invita a los cristianos de Corinto a ser testigos de los milagros que obró
entre ellos como señales de su apostolado (2 Cor. 12,12), y le da al don de
milagros un
lugar en la economía de la fe cristiana (1 Cor. 12). Así los Apóstoles obraron
milagros en sus viajes misioneros en virtud del poder que recibieron de Cristo (Mc. 3,15) y confirmado después de su
Resurrección (Mc. 16,17).
(4) El doctor Middleton
afirma que todos los milagros cesaron con los Apóstoles. Mozley y Milman le
atribuyen los milagros posteriores a mitos piadosos, al fraude y a la falsificación. Trench admite que pocos puntos presentan mayor dificultad que
el intento de determinar el período exacto en que el poder de hacer milagros
fue retirado de la Iglesia. Esta posición es una de sesgo polémico contra la Iglesia Católica, al igual que presunciones de varios tipos están
detrás de todos los ataques a los milagros de la Escritura.
Ahora bien, no estamos obligados a aceptar cada milagro
alegado como tal. La evidencia de testimonio es nuestra garantía, y para los
milagros de la historia de la Iglesia tenemos testimonio del tipo más completo. Si sucediese que,
después de una cuidadosa investigación, se descubre que un supuesto milagro no
lo es tal en absoluto, se le haría un claro servicio a la verdad. A lo largo del curso de la historia de la
iglesia hay milagros tan bien autenticados que su verdad no se puede negar.
·
Así Clemente de Roma y San Ignacio de Antioquíahablan
de los milagros obrados en su época.
·
San Ireneo se
burla de los magos de su
época diciendo que “no pueden dar la vista a los ciegos, ni oído a los sordos,
ni pueden expulsar los demonios, y que están muy lejos de resucitar a los
muertos, como Nuestro Señor lo hizo, y [[los Apóstoles], por la oración, y tal
como se hace con más frecuencia entre los hermanos, que incluso creen que es
imposible" (Adv. Haer., II).
·
San
Atanasio escribe
la vida de San
Antonio de lo
que él mismo vio y oyó de alguien que había estado durante mucho tiempo en compañía del santo.
·
San
Justino en su
segunda apología al senado romano apela a milagros obrados en Roma y bien
atestiguados.
·
Tertuliano reta a
los magistrados paganos a que realicen los milagros que obran los
cristianos (Apol., XXIII).
·
San Paulino, en la vida de San
Ambrosio, narra lo que ha visto.
·
San Agustín da una larga lista de milagros
extraordinarios hechos delante de sus propios ojos, menciona nombres y
detalles, los describe como muy conocidos, y dice que ocurrieron en los dos
años anteriores a la publicación de su relato escrito (De Civit. Dei., XXII,
VIII; Retract., I, XIII).
·
San
Jerónimo escribió
un libro para confutar a Vigilancio y probar que se debe venerar las reliquias, y citó milagros
obrados a través de ellas.
·
San Víctor, obispo de Vita, escribió la historia de los confesores africanos cuyas lenguas habían sido cortadas por
mandato de Hunerico, y quienes todavía retenían su poder de hablar, y reta al
lector a ir donde Reparato, uno de ellos que todavía vivía en el palacio del
emperador Zeno.
·
Sulpicio
Severo escribió
la vida de San Martín de Toursa partir de su propia
experiencia.
·
San Gregorio Magno le escribe a San Agustín de Canterbury no estar muy contento por los muchos
milagros que Dios se complacía en obrar a través de sus manos
para la conversión del pueblo de Gran Bretaña.
Por lo tanto Gibbon
dice: "La Iglesia cristiana, desde la época de los
Apóstoles y sus discípulos, ha reclamado una
sucesión ininterrumpida de poderes milagrosos, el don de lenguas, de visiones y de profecía, el poder de expulsar a
los demonios, de sanar a los
enfermos y de resucitar a los muertos" (Decline and Fall, I, págs. 264,
288); así los milagros están tan entrelazados con nuestra religión, tan vinculados con su
origen, su promulgación, su desarrollo y toda su historia, que es imposible
separarlos de la misma. La existencia de la Iglesia, el Reino de Dios en la tierra, en el que moran Cristo y su Espíritu Santo, se hicieron ilustres
por las vidas milagrosas de los santos de todos los países y todos los tiempos,
es un testimonio perpetuo que da testimonio de la realidad de los milagros
(Bellar. "De Notis Eccl.", LIV, XIV). Los registros bien atestiguados
se hallan en los procesos oficiales para la canonización de los santos. Mozley
sostuvo que existe una diferencia enorme entre los milagros del Evangelio y los de historia de la Iglesia, a través de la falsa noción de que el único propósito de los milagros era la
certificación de la verdad revelada: Newmanniega la afirmación y
demuestra que ambos son del mismo tipo y muy bien autenticados por la evidencia
histórica.
Lugar y valor de los
milagros de los Evangelios
Al estudiar los milagros
de los Evangelios quedamos impresionados por los relatos dados de su multitud, y
por el hecho que los evangelistas narran en detalle sólo una muy pequeña proporción de ellos; los
Evangelios hablan sólo en términos muy generales de los milagros que Cristo realizó en los grandes viajes misioneros a través de Galilea y Judea. Leemos que la gente, al ver las cosas que Él hacía, le seguían
en tropel (Mateo 4,25), al número de
cinco mil (Lucas 9,14), de modo que no
podía entrar en las ciudades, y su fama se extendió desde Jerusalén a través de Siria (Mt. 4,24). Su
reputación era tan grande que los sumos sacerdotes en consejo hablaban de Él como alguien que "hace muchos
milagros" (Juan 11,47); los discípulos de Emaús, como el “profeta, poderoso en obra y palabra delante de Dios y todo el pueblo" (Lc. 24,19), y San Pedro se lo describe a Cornelio como el predicador que hace prodigios (Hechos 10,38). Los evangelistas
hicieron una selección de la gran cantidad de acontecimientos milagrosos que
rodean la persona de Nuestro Señor. Es cierto que era imposible narrarlos todos
(Jn. 20,30). Sin embargo, podemos ver en los milagros narrados un doble motivo
para la selección.
(1) El gran propósito de
la redención fue la manifestación de la gloria de Dios en la salvación del hombre a través de la vida y obra de su Hijo
encarnado. Por lo tanto, es la obra suprema de la Providencia de Dios sobre los hombres. Esto
explica la vida y enseñanzas de Cristo, y nos permite comprender el alcance y
el plan de sus milagros. Se pueden considerar en relación con el oficio y
persona de Cristo como Redentor. Por lo tanto:
(a) tienen su origen en
la unión hipostática y siguen en la relación
de Cristo como Redentor con el hombre. En ellos podemos ver referencias a la
gran obra de redención que Él vino a realizar. Por lo tanto los evangelistas
conciben el poder milagroso de Cristo como una influencia que irradia de Él (Marcos 5,30; Lc. 6,19), y losteólogos llaman a los milagros de
Cristo obras teándricas (Bellar, "Controv.", I, lib V, c. VII).
(b) Su objetivo es la
gloria de Dios en la manifestación de la gloria de Cristo y en la salvación de
los hombres, como por ejemplo en el milagro de Caná (Jn. 2,11), en la Transfiguración (Mt. 17), la resurrección de Lázaro (Jn. 11,15),
la última oración de Cristo por los Apóstoles (Jn. 17), la Resurrección de Jesucristo (Hch. 10,40).San Juan abre su Evangelio con la Encarnación del Verbo Eterno y añade “vimos su gloria (Jn. 1,14). De ahí que San Ireneo (Adv. haer., V) y San Atanasio (Incarn.) enseñen que las obras de Cristo fueron las
manifestaciones del Verbo Divino quien al principio hizo todas las cosas y
quien en la Encarnación desplegó su poder sobre la naturaleza y el hombre, como una
manifestación de la nueva vida impartida al hombre y una revelación del carácter y propósitos de Dios.
Las repetidas referencias a la “gloria de Cristo” en los Hechos y en las Epístolas tiene relación con sus milagros. La fuente y propósito de los
milagros de Cristo es la razón para su íntima conexión con su vida y enseñanza.
El propósito de los milagros fue una misión salvadora y redentora, como lo fue
la doctrina y la vida del eterno Hijo de Dios.
(c) Su motivo fue la
misericordia; la mayoría de los milagros de Cristo fueron obras de misericordia. No fueron realizados con miras a sobrecoger a los hombres por
el sentimiento de omnipotencia, sino mostrar compasión por la humanidad pecadora y doliente. No
deben ser considerados como actos de simpatía aislados o transitorios, sino
como impulsados por una misericordia profundo y permanente que caracteriza al
oficio de Salvador. La redención es una obra de misericordia, y los milagros
revelan la misericordia de Dios en la obra de Su Hijo encarnado (Hch. 10,38).
(d) Por lo tanto podemos
ver en ellos un carácter simbólico. Eran signos, y en un sentido especial significaron, por el
lenguaje típico de los hechos externos, la renovación interior del alma. Así, al comentar sobre el milagro del
hijo de la viuda de Naím, San Agustín dice que Cristo resucitó
a tres de la muerte del cuerpo, pero a miles de la muerte del pecado a la vida de la gracia divina (Serra. de verbis Dom., XCVIII al XLIV).
El alivio que Cristo le trajo al cuerpo representó la liberación. Él estaba
trabajando en las almas. Sus milagros de curaciones y sanaciones fueron la
imagen visible de su obra espiritual en la guerra con el mal. Estos milagros, que se resumen en la
respuesta de Jesús a los mensajeros de Juan (Mt. 11,5), son explicados
por los Padres de la Iglesia con referencia a los males del alma (Summa, III:44). El motivo y
el significado de los milagros explican la moderación que Cristo mostró en el
uso de su poder infinito. Reposo en la fuerza es un rasgo sublime en el carácter de Jesús, el cual proviene de la posesión consciente del poder que debe
utilizarse para el bien de los hombres. Rousseau confiesa, "Todos los
milagros de Jesús fueron útiles sin pompa o despliegue, pero simples como sus
palabras, su vida, toda su conducta" (Lettr. de la Montag., Pt. I, lett.
III). Él no los realizó con miras a ser un mero obrador de milagros. Todo lo
que Él hizo tiene un significado cuando se mira en la relación de Cristo con el
hombre. En la clase conocida como los milagros de poder, Jesús no muestra una
simple superioridad mental y moral sobre los hombres ordinarios. En virtud de su misión redentora
Él prueba que Él es el Señor y el
Maestro de las fuerzas de la naturaleza. Así, con una palabra calma la
tempestad, con una palabra multiplicó unos pocos panes y peces para que miles
festejaran y se saciaran, con una palabra curó leprosos, expulsó demonios, resucitó los muertos a
la vida, y, finalmente, le puso el gran sello a su misión al resucitar de la
muerte, como había anunciado explícitamente. Así Renán admite que "incluso
lo maravilloso en los Evangelios no es más que buen sentido sobrio comparado con lo que
encontramos en los escritosapócrifos judíos o las mitologías hindúes o europeas" (Stud. in Hist. of Relig., págs. 177, 203) .
(e) Por lo tanto los
milagros de Cristo tienen una importancia doctrinal. Ellos tienen una conexión
vital con su enseñanza y su misión, ilustran la naturaleza y el propósito de su
reino, y muestran una relación con algunos de las más grandes doctrinas y principios de su
Iglesia. Su catolicidad se muestra en los milagros del siervo del centurión (Mt. 8) y la mujer sirofenicia (Mc. 7). Los milagros sabáticos revelan su propósito, es decir, la salvación del hombre, y demostrar que el Reino de Cristo marca el paso de la antigua Ley. Sus milagros enseñan el poder de la fe y la respuesta dada a la
oración. La verdad central de su enseñanza fue su vida. Él vino a dar vida a los
hombres, y enfatiza esta enseñanza resucitando a los muertos, especialmente en
el caso de Lázaro y su propia Resurrección.
La enseñanza sacramental de los milagros se manifiesta en el milagro de Caná (Juan 2), en la curación del
paralítico, para demostrar que tenía el poder de perdonar los pecados [y utilizó este poder (Mt. 9) y se lo dio a los Apóstoles (Jn. 20,23)], en la multiplicación de los panes (Jn. 6) y en la
resurrección de los muertos. Por último, el elemento profético de la suerte del individuoy de la Iglesia se muestra en los milagros
de aquietar la tempestad, de Cristo sobre las aguas, del saque de los peces, de
la dracma y la higuera estéril. Jesús hace del milagro de Lázaro, el tipo de laresurrección general, al igual que los Apóstoles toman la Resurrección de Cristo
para denotar la salida del alma de la muerte del pecado a la vida de la gracia, y para ser una promesa y profecía de la victoria sobre el pecado y la muerte y de la resurrección
final (1 Tes. 4).
(2) Los milagros de
Cristo tienen un valor probatorio. Este aspecto se deduce naturalmente de las
consideraciones anteriores. En el primer milagro en Caná Él "manifestó su gloria", por lo tanto losdiscípulos "creyeron en Él" (Jn. 2,11). Jesús apeló
constantemente a sus "obras" como evidencias de su misión y su
divinidad. Él declara que sus milagros tienen mayor valor probatorio que el
testimonio de San Juan Bautista (Jn. 5,36), su fuerza lógica yteológica como evidencias es
expresa por Nicodemo (Jn. 3,2). Y a los milagros Jesús añade la evidencia de la
profecía (Jn. 5,31). Ahora bien, su valor como evidencias para la gente que
vivía entonces se encuentra no sólo en el despliegue de omnipotenciade su misión redentora, sino también en la multitud de sus
obras. Así, los milagros no registrados tuvieron un alcance probatorio en su
misión. Así que podemos ver una razón probatoria para la selección de los
milagros según narrados en los Evangelios.
·
(a) Esta selección fue guiada con el propósito de aclarar los
principales acontecimientos en la vida de Cristo que lo llevaron a su Crucifixión y para
mostrar que ciertos milagros definidos (por ejemplo, la curación de los leprosos, la
expulsión de los demonios de una manera maravillosamente superior a
los exorcismos de losjudíos, los
milagros sabáticos, la resurrección de Lázaro) causaron que los jefes de la sinagogaconspiraran
y lo mandaran a matar.
·
(b) Una segunda razón para la selección fue el propósito expreso
de probar que Jesús es el Hijo de
Dios (Juan20,31).
Por lo tanto, para
nosotros, que dependemos de los relatos evangélicos, el valor probatorio de los
milagros de Cristo proviene de un número relativamente pequeño narrados en
detalle, aunque de un tipo más estupendo y claramente sobrenatural, algunos de los cuales se llevaron a cabo casi en privado y
seguido por órdenes estrictas de no publicarlos. Al considerarlos como
evidencias en relación con nosotros hoy día, podemos añadirles la constante
referencia a la multitud de milagros no registrados en detalle, su conexión
íntima con la vida y enseñanzas de Nuestro Señor, su relación con las profecías
del Antiguo Testamento, su propio carácter profético que se cumple en el desarrollo de
su reino en la tierra.
Providencias especiales
La oración es una gran realidad, que se expresa de una manera persistente,
y entra íntimamente en la vida de la humanidad. Tan universal es el acto de oración que
parece un instinto y una parte de nuestro ser. Es el hecho fundamental de la religión y la religión es un fenómeno universal de la raza humana. La filosofía cristianaenseña que, en su naturaleza espiritual el hombre es hecho a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto su alma se vuelve instintivamente a su Creador en aspiraciones de culto, deesperanza y de intercesión.
El valor real de la
oración ha sido un tema vital para la discusión en los tiempos modernos. Algunos, como O.B. Frothringham
(Recollections and Impressions, p. 296), Drobisch y Herbart (Pfleiderer,
"Phil. De
la Religión", II, p. 296), sostienen que su valor reside únicamente en que
es un factor en la cultura de la vidamoral, que da el tono y la fuerza de carácter. Así, el profesor Tyndall, en su famoso discurso de Belfast,
propuso este punto de vista, y sostiene que la ciencia moderna ha demostrado
que el valor físico de la oración es increíble (Fragments of Science). Basó su
afirmación en la uniformidad de la naturaleza. Pero ya no se sostiene que esta
base sea un obstáculo a la oración por beneficios físicos. Otros, como
Baden-Powell (Order of Nature), admiten que Dios contesta la oración por
favores espirituales, pero niega su valor para efectos físicos. Pero su base es
la misma que la de Tyndall, y además una respuesta para beneficios espirituales
es, de hecho, una interferencia por parte de Dios en la naturaleza.
Ahora la filosofía cristiana enseña que Dios, en respuesta a la oración, no sólo confiere
favores espirituales sino que a veces interfiere con el curso ordinario de los
fenómenos físicos, de modo que, como resultado, eventos particulares suceder lo
contrario de lo que deberían. Esta interferencia se lleva a cabo en los
milagros y providencias especiales.
Cuando nos arrodillamos
a rezar no siempre le pedimos a Dios que obre milagros o que nuestras vidas
sean prodigios constantes de su poder. El sentido de nuestra pequeñez le da un
espíritu humildey reverencial a nuestra
oración. Confiamos en que Dios, a través de
Su infinito conocimiento y poder, realizará lo que pedimos de algún modo mejor conocido
para Él. Por lo tanto, por providencias especiales nos referimos a los
acontecimientos que suceden en el curso de la naturaleza y de la vida a través
de la instrumentalidad de las leyes naturales. No podemos discernir
en el propio evento o en su forma de ocurrir cualquier desviación del curso de
las cosas conocidas. Lo que sí sabemos, sin embargo, es que los eventos se
forman en respuesta a nuestra oración. Las leyes de la naturaleza son
invariables, sin embargo, un factor importante que no se debe olvidar: que las
leyes de la naturaleza pueden producir un efecto, las mismas condiciones deben estar presentes.
Si las condiciones varían, los efectos también varían. Al alterar las
condiciones, otras tendencias de la naturaleza se hacen predominantes,
y las fuerzas que de otro modo realizarían sus efectos ceden a las fuerzas más
fuertes. De esta manera nuestra voluntad interfiere con el funcionamiento de las fuerzas naturales y con
las tendencias humanas, como se demuestra en nuestras relaciones con los
hombres y en la ciencia del gobierno.
Ahora bien, si tal poder
recae en los hombres, ¿puede Dios hacer menos? ¿No podemos creer que, en nuestra oración, Dios puede hacer que
las condiciones de los fenómenos naturales se combinen de modo que, a través de
su agencia especial, podamos obtener el deseo de nuestro corazón, y sin
embargo, de manera que, para el observador común, el evento ocurra en su lugar
y hora ordinarios? Para el alma devota, sin embargo, todo es diferente.
Reconoce el favor de Dios y está devotamente agradecida por el cuidado
paternal. Sabe que Dios ha ocasionado el asunto de alguna manera. Cuando, por
lo tanto, oramos por la lluvia, o para evitar una calamidad, o para evitar los
estragos de la peste, no pedimos tanto por milagros o signos de su omnipotencia; le pedimos que Él, que tiene el cielo en sus manos y escudriña
el abismo, escuchará nuestras peticiones y, en su buen y propio modo,
conseguirá la respuesta que necesitamos.
Fuente: Driscoll, John T. "Miracle." The Catholic
Encyclopedia. Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/10338a.htm>.
Traducido por Luz María
Hernández Medina. rc
LOS MILAGROS
1. ¿Qué es un milagro? Se llama milagro a un hecho sensible
sin explicación natural que sólo la omnipotencia divina puede realizar.
2. ¿Para qué sirven los milagros? La finalidad de los milagros puede ser
múltiple:
·
Los milagros refuerzan la fe. Como sólo Dios puede realizarlos,
es lógico que aumente la fe de quienes conocen el hecho.
·
Los milagros manifiestan el amor y la providencia divinas, que
cuida la vida espiritual de sus hijos.
·
Con frecuencia los milagros causan un bien terreno. Por ejemplo,
curaciones.
3. ¿Son necesarios los milagros? Algún milagro es necesario para
conocer que es Dios quien está detrás de una afirmación o un mandato. Sin
embargo, la abundancia de milagros no es necesaria para la fe, sino muestra del
amor divino.
4. ¿Los milagros son eficaces para la
fe? No siempre, pues las
disposiciones personales influyen mucho. Recordemos que la libertad humana
permanece, y puede rechazar la fe aunque se vean milagros.
Por ejemplo, los fariseos reconocen los milagros que Jesús realiza y deciden
matarlo. Judas mismo hizo milagros y entregó al Señor. En el siglo XX, el sol
de Fátima bailó en el cielo ante
70.000 personas, pero no todas se hicieron santas. Podemos decir que los
creyentes aceptan los milagros y reactivan su fe. En cambio, los ateos niegan
los milagros porque su ateísmo les impide aceptarlos aunque sean evidentes.
5. ¿Ejemplos de milagros? Los milagros más conocidos se recogen
en la Biblia, en el antiguo testamento y en el nuevo, principalmente en los evangelios. Nuestro Señor Jesucristo realizó muchas
curaciones, resucitó muertos, multiplicó panes, calmó tempestades, caminó sobre
las aguas, resucitó...
6. ¿Hay milagros válidos para el
hombre actual? Sí. Y en
abundancia. Por ejemplo:
·
Hay milagros antiguos muy bien documentados que siguen siendo
válidos hoy, siempre que uno acepte honradamente los datos históricos. Aquí se incluyen
los milagros narrados en los evangelios.
·
Hay milagros bien acreditados en los casos de beatificación.
Cada vez que la Iglesia nombra santa a una persona, acepta que se han
comprobado al menos dos milagros realizados por su intercesión. En estos temas
la Iglesia es muy cuidadosa.
·
Hay milagros que permanecen visibles ante cualquiera.
7. ¿Ejemplos de estos últimos
milagros? Hay bastantes y es
fácil comprobarlos, pero esto no cambiará la fe ni la conducta, salvo que se
trate de un hombre bueno que busque a Diossinceramente.
Seleccionemos tres milagros:
·
milagros eucarísticos: Lanciano.
·
milagros marianos: Guadalupe.
·
milagros de santos: san Jenaro y san Pantaleón.
MILAGROS EUCARÍSTICOS
Los milagros de Jesús
¿Por qué Jesús hacía milagros? ¿qué características
tenían? Las Bodas de Caná, la Pesca Milagrosa...
por la
abundancia de milagros que hacía. Jesús rodea su predicación del reino de
muchas curaciones y expulsiones de demonios.
Los milagros son el lenguaje de Dios. La naturaleza habla
de la gloria de Dios. Para los ojos despiertos, que no están nublados por la
rutina, toda la creación es un canto de alabanza al Creador que pregona: Él nos
ha hecho. La belleza del mundo es palabra hermosa que habla de Dios. Todo habla
de Dios y de su esplendor de gloria. Pero el milagro tiene un lenguaje
especial. Es el lenguaje privado de Dios. Sólo Él puede emitir una palabra que
vaya más allá de los límites que ha querido establecer en la naturaleza. Los
milagros hablan del amor omnipotente del eterno. Y Dios habla en Jesús con
tantos milagros que, al cabo de los tres años, casi se acostumbran a esa
grandeza. Todos los milagros de Jesús son para el bien; nunca realiza ningún
milagro para castigar o hacer caer fuego del cielo sobre los injustos o los
malhechores. Los que los observan, ven el dedo de Dios que señala: mirad a mi
Hijo. Los beneficiados se gozan. Los ciegos se llenan de alegría, al ver; los
paralíticos saltan de gozo, y los leprosos estrenan nueva convivencia al quedar
limpios.
Es significativa la cantidad de milagros destinada a
sanar las enfermedades. El dolor es un efecto del pecado de origen. Cristo, al
vencer al dolor, quiere demostrar que viene a vencer a su causa que es el
pecado. No sana todas las enfermedades, sólo unas pocas, aunque sean cientos.
Porque el dolor se va a convertir en instrumento del amor más grande. Gran
misterio el del dolor; pero mayor aún el del amor que, en el dolor, no deja de
querer. Jesús dará a conocer su mesianidad por medio de los milagros, pero cada
milagro será un signo elocuente de lo que viene a traer al mundo: una felicidad
nueva, traída por un amor generoso y fuerte, que llega de lo Alto.
Conozcamos los milagros que Jesús realizó: La boda de Caná. En Caná y Cafarnaúm realiza algunos milagros. La primera pesca milagrosa. El endemoniado en la sinagoga. La suegra de Pedro. La curación del paralítico. Curación de dos ciegos y un endemoniado mudo. La curación del leproso. La resurrección del hijo de la viuda de Naím. La curación del paralítico de la piscina de Siloé. La tempestad calmada. El endemoniado de Gerasa La hija de Jairo y la hemorroísa. Primera multiplicación de los panes. Otros milagros en la región de Tiro y Sidón. El demonio mudo y la fe. La curación del ciego de nacimiento. Jesús cura a una mujer en sábado. El ciego Bartimeo. La resurrección de Lázaro. |
Dios hizo y hace milagros. Dios ha intervenido e interviene activamente en las vidas de algunas personas a día de hoy, curándolas o realizando algún otro tipo de bien para ellas. Sin embargo, cientos de miles de niños inocentes mueren cada año por hambre, enfermedades, y desastres naturales. Muchos de esos niños son creyentes, hijos de padres creyentes. ¿Por qué Dios permanece inactivo ante rezos y plegarias mientras cientos de miles de niños inocentes sufren y mueren cada año? ¿No son los niños inocentes merecedores de un milagro que evite su sufrimiento y muerte?
ResponderEliminarBuenos dias Dubitante, Dios no permanece impasible ante tanto sufrimiento de inocentes, Dios en un Padre amoroso que sufre por todos y cada uno de sus hijos;nos ama mas que nadie nos podrá amar jamás, por eso sufre ante cada pena que tengamos nosotros, pero como es un Padre Amoroso, no un padre que impone; nos dió la libertad suficiente para que elijamos en camino delobien o el camino del mal. Por lo que somos nosotros mismos los responsables de los males que pueblan la tierra, somos nosotros mismos los reponsables de que los niños -seres inocentes- sufran el egoismo yu la maldad de los mayores. Somos nosotros los únicos responsables de los desastres e injusticias de la tierra. NO HAGAMOS RESPONSABLE A DIOS DE LO QUE ÚNICAMENTE SOMOS NOSOTROS RESPONSABLES.
ResponderEliminares* quise decir.
ResponderEliminarDios como el Padre del Hijo Pródigo está cada dia pendiente por si volvemos a su lado, para alegrarse lo mismo que el Buen Pastor se alegra de una sola oveja que vuelve al Rebaño.
ResponderEliminarRecemos para que las personas vuelvan la mirada hacia nuestro Padre Amoroso, y dejen de hacer daño a su prójimo, esa es la felicidad que El quiere para nosotros.
El no es feliz con el sufrimiento de sus hijos, solo pidamos para que cese el mal en el mundo, recemos para que todos nos convirtamos y tomemos el camino del Bien, y no el camino del mal, la maldad y la injusticia, solo así haremos mas facil nuestro paso por este mundo hacia LA TIERRA PROMETIDA, QUE ES LA GLORIA DE DIOS.
NO CULPEMOS A DIOS DEL DAÑO QUE SOLO EL HOMBRE HACE.
ResponderEliminarHola Camilo,
ResponderEliminarGracias por tu respuesta, pero yo no me refiero al mal causado por el hombre. Pensemos en el tsunami del océano Índico en 2004, donde casi 300.000 personas perdieron la vida. ¿Fue la elección o la culpa de miles de niños inocentes morir en ese tsunami, tal vez mientras rezaban y suplicaban a Dios? ¿Hay algún hombre responsable de ese terremoto y tsunami? La cuestión no es si Dios sufre también con ese mal o no, la cuestión es por qué Dios permite que suceda, cuando está claro que en otras ocasiones sí actúa milagrosamente para salvar a ciertas personas. ¿Por qué permitió que miles de niños inocentes fueran masacrados en ese tsunami?
Dubitante, En referencia a lo que dices sobre los Tsunamis y demás desastres "naturales", sencillamente te digo que mires en ellos la mano del hombre, cómo poco a poco vamos deteriorando y destruyendo la propia naturaleza. Ahí tienes la mano del hombre, como por ejemplo, la construcción de diques donde no deben estar, la lucha indiscriminada por extraer petróleo de las profundidades del mar, etc etc, ahí tienes tambien el propio sufrimiento de Dios por la mandad nuestras, por nuestro egoismo.
ResponderEliminar¿Culpamos tambien a Dios de la construcción indiscriminada de ciudades donde existe un elevado de riesgo de producirse realmente movimientos naturales de la madre naturaleza?
POR FAVOR, REPITO, NO CULPEMOS A DIOS DE NUESTRO PROPIO EGOISMO.
¿Culpamos tambien a Dios del engaño de los hombres contruyendo vivienda con msteriales de baja calidad para poder enriquecerse a costa de la vidas perdidas en caso de terremotos, repito, por la utilización de materiales de baja calidad?.
ResponderEliminarPOR FAVOR, DEJEMOS DE CULPAR A DIOS y dejemos al lado nuestro egoismo y nuestro afan de enriquecernos sin mirar el daño que nosotros mismos causamos a nuestros semejantes.
Hola Camilo,
ResponderEliminar¿Y no era el hombre también la causa del problema en los casos en que Dios sí hizo un milagro?
No voy a entrar a discutir si el hombre fue la causa de un terremoto y un tsunami que afectó a al menos ocho países. Parecería que ahora el hombre y no Dios es quien controla la naturaleza a su antojo y capricho. Supongo que el hombre es causa y culpable de la malaria, las tormentas e inundaciones, las sequías, los meteoritos y hasta del cáncer infantil.
No estamos buscando un culpable del desastre. La pregunta Camilo, es por qué en unos casos Dios sí ha actuado para remediar algo de lo que el hombre también era culpable, y en otros no ha hecho ese milagro, dejando sufrir y morir a niños inocentes. Esa es la pregunta. Gracias por tu respuesta.
Cada cual mirémos hacia nuestro interior, miremos nuestras vidas. Y si aún así no hemos comprendido el mensaje de Dios, y el Amor tan inmenso que nos mostró al entregarnos a su único Hijo muriendo en la Cruz por salvarnos: Y si aún así seguimos desconfiando de Dios, sencillamente, pobre es nuestra fé, Buenos dias. Un saludo
ResponderEliminarNo uno solo, miles de hijos únicos murieron en el tsunami. Muchos padres perdieron a su único hijo mientras pedían clemencia a Dios. En efecto, mi fe es pobre y estoy explicando el porqué: porque al ver que dios evita milagrosamente algunos pequeños males personales pero no evita la muerte y sufrimiento incesante de miles de niños inocentes, no puedo mirar hacia otro lado. No puedo mirar hacia mi interior, ni hacia mi vida, ni hacia mi creencia inculcada desde pequeño. Miro la realidad sencillamente como es.
ResponderEliminarTanto analizar extensamente todos los detalles de los milagros, tantos pormenores sobre cada uno, tanto escudriñar las más mínimas cuestiones para que ahora, ante una situación donde miles de niños inocentes sufren y ningún milagro pone remedio, ¿miremos hacia otro lado? ¿Es precisamente este el momento de dejar de pensar, para pasar cerrar los ojos y encerrarse ciegamente en la creencia? ¿Para qué entonces todo ese análisis y escudriñamiento anteriores, si la fe basta y sobra? ¿Por qué tanto esfuerzo en absorber todo lo que interesa a nuestra fe si cerramos los ojos ante todo lo que la cuestiona?
Lamentablemente no soy teólogo, te aconsejo que busques uno bueno o, un buen sacerdote que te ayude a fortalecer tu fé y a aclarar tus dudas, solo te puedo decir, como dijo Torcuato Luca de Tena en: "Los renglones torcidos de Dios"; sólo El sabe el porqué de las cosas.
ResponderEliminarAsi que te vuelvo a decir, busca un buen teólogo o sacerdote que te ayude a disolver tus dudas.
Un saludo
Precisamente lo que busco es entender por qué mi pregunta no es ningún problema para tí, que eres una persona normal como yo. Yo tampoco estaría a la altura para conversar con un teólogo. Entonces, los caminos del señor ¿son inescrutables o no lo son? ¿Por qué tú personalmente dedicas tanto esfuerzo y energía para escrutar los caminos del señor en todo lo que ello engrandece tu fe y cierras los ojos o dejas para otros una cuestión tan clara y sencilla como el sufrimiento de los niños inocentes? Hay miles de explicaciones de los porqués de Dios, miles de atribuciones de hechos milagrosos positivo a Él, y seguro que tú podrías explicarme los designios divinos si hablamos de amor y compasión. En todo lo que es bueno no tenemos duda en que sí entendemos perfectamente todo lo que hay que entender, y lo explicamos y analizamos con un detalle y una profundidad incansables. ¿Por qué sólo lo malo es lo que no se puede entender, hay que cerrar los ojos y es tema para expertos? Después de millones de homilías explicando los porqués de Dios ¿tan complicado ha de ser entender por qué miles de niños inocentes deben sufrir y morir? ¿Tan complicado como para que ni siquiera te preocupe como cuestión? Eso es lo que verdaderamente me gustaría entender.
ResponderEliminarNo te digo que estés a la altura de un teólogo ni muchisimo menos, pero él sabrá explicar mejor que yo.
ResponderEliminarY si yi dedico tanto esfuerzo como tu dices para escrutar los caminos del Señor (siempre con mayúscula) es sencillamente porque aún me falta muchísimo por aprender.
Por supuesto que tengo muchísimas dudas y lagunas, que las dejo en manos de Dios, con la esperanza de que algún día lejano o cercano (si Él me considera merecedor) Él mismo me las pueda aclarar; a eso yo le llamo fe, no "cierras los ojos o dejas para otros una cuestión tan clara y sencilla como el sufrimiento de los niños inocentes?" como has dicho tu.
Tambien dices que hay miles de explicaciones de los porqué de Dios, llevas razón, pero eso es algo que nunca nosotros como mortales podremos comprender, a aceptarlos es a lo que llamamos FE.
Yo no cierro los ojos a NADA, es Dios el que me ayuda a entender lo que como Padre Bueno, entiende que debo conocer.
NADA malo viene de Dios,porque Dios es Bueno y nada malo sale de Él. Todos los males de la tierra son causados por la mano del hombre, manos a las que Dios les otorgó el libre albedrío; por lo cual si decidimos tomar el camino del mal, somos UNICAMENTE RESPONSABLES NOSOTROS.
Para terminar te hago una pregunta muy sencilla con muy facil respuesta:
Si ocurre algún accidente de tráfico porque un chalado o irresponsable no cumple las normas básicas de circulación, wl responsable del mismo es Dios, el que fabricó el coche o el chalado que lleva el coche y ha procvocado el accidente?. la respuesta es bien sencilla, ¿no?, pues aplícala a todos los males que ocurren en el mundo y no cometas el error de culpar a Dios de algo que solo comete el hombre (y me incluyo yo cobn mis pecados), pues Dios solo quiere que seamos felices, o lo que es lo mismo cumplamos sus mandamientos.
NO OLVIDES NUNCA QUE EL MAL NO ES CREACIÓN DE DIOS SINO DE LOS HOMBRES
Has vuelto a la búsqueda de culpables, y no es ese el problema. Si quieres pensar que el hombre es responsable de los movimientos de las placas tectónicas que causaron el terremoto que causó el tsunami, puedes pensarlo. Un terremoto no es comparable a un accidente de coche. Ya sucedían los terremotos y los desastres naturales antes de que existiera ningún tipo industria petrolífera o de otro tipo, cuando apenas unos miles de hombres se dedicaban a la caza y la agricultura. Igualmente puedes culpar a los países pobres por no usar materiales de suficiente calidad en sus casas para prevenir terremotos. Supongo que son culpables de su pobreza ¿por qué eligen ser pobres, pudiendo ser ricos y ambiciosos, y tener casas de lujo, antiterremoto? !Culpables de su desgracia!. Supongo que un niño con leucemia también es culpable, o tal vez es que algún hombre en algún momento ha provocado que exista la leucemia con su maldad.
ResponderEliminarPuedes creer todo eso aunque sea totalmente irracional, pero no es ese el tema, sino la presencia selectiva e injustificada de milagros que ayudan a ciertas personas de manera arbitraria, y no a niños indefensos e inocentes, sea cual sea la causa original del problema. Dios ha solucionado con milagros sólamente algunos de los males creados por el hombre, y otros de esos males creados por el hombre los ha consentido con todas sus dolorosas consecuencias. ¿Quien puede atreverse a explicar y a llamar bondad a los primeros si nadie entiende las razones ni el porqué de los segundos? Dios sí es escrutable, pero sólo en la medida en que convenga a los creyentes.
La fe es creer cosas que no podemos entender. Es creer cosas contradictorias e injustificadas, que no tienen prueba suficiente. Fe es mantener unas ideas preconcebidas, inculcadas por el entorno y basadas en el utilitarismo de la esperanza y en el miedo a la condenación eterna. Fe es creer que entendemos sin problemas lo que conviene a nuestras ideas preconcebidas, atribuir explicaciones arbitrarias mientras tanto signifiquen algo positivo, y creer que lo que no conviene a esas ideas preconcebidas es mejor no explorarlo más.
La fe me recuerda al fanatismo de cualquier tipo. Dos fanáticos de dos equipos de fútbol discutiendo sobre una jugada polémica. Cada uno tiene la idea preconcebida de que en realidad la decisión correcta es la que beneficia a su equipo. Lo cree de verdad en su interior. Por tanto por mucho que discutan y vean la repetición mil veces a cámara lenta, seguirán creyendo en su idea preconcebida. Eso es tener fe. Ser irracional y mantener ideas preconcebidas e injustificadas a pesar de cualquier razonamiento.
No quiero vivir en ese fanatismo y en esa ceguera, prefiero examinar y entender toda la realidad, sea buena o mala, y sean cuales sean las consecuencias.
En ningún momento he culpado a los paises pobres de su pobreza, todo lo contrario, he culpado a los poderosos de aprovecharse de los paises pobres para enriquecerse a costa de ellos aun poniendo en riesgo sus vidas, no tergiverses mis palabras.
ResponderEliminarY FE ES SENCILLAMENTE CREER EN LO QUE NO VEMOS, en ningún momento he hablado de fanatismo, eres tú el que se empeña en buscar donde no hay.
Eso es todo.
Pido a Dios te dé la suficiente capacidad de entendimiento, para que salgas de tu ceguera.
Sé feliz. Y que Dios te guarde.
(Con esto termino mis respuestas que no llevan a ningúm sitio)