Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados
En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO
NOTICIAS SOBRE S.S.FRANCISCO

Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

23 de agosto de 2014

LECTURAS DEL DÍA 23-08-2014

SÁBADO DE LA XX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. Feria. O SANTA ROSA DE LIMA, virgen Memoria libre. 23 de Agosto del 2014 . 4º semana del Salterio. (Ciclo A) TIEMPO ORDINARIO. AÑO DE LA FE..SS. Rosa de Lima vg, Eugenio ob, Abundio e Ireneo mrs. Santoral Latinoamericano. SS. Rosa de Lima, Donato
LITURGIA DE LA PALABRA 


Ez 43, 1-7a: La gloria del Señor entró en el templo 
Salmo 84: La gloria del Señor habitará en nuestra tierra. 
Mt 23, 1-12: Hagan lo que ellos digan, pero no los imiten 

Decía un famoso sicólogo que “el mejor consejo es no dar consejos”, con lo cual ya echaba a perder su buen consejo. Los consejos, por lo general, tienen la forma de un recetario, es decir, si pasa esto haz aquello. Otros son tan genéricos que bien podían formar parte de los horóscopos que abundan en los medios masivos de comunicación. El evangelio, sin embargo, no nos da recetas, ni consejos ni orientaciones ambiguas. Los evangelios, acordes con el estilo de enseñanza de Jesús, nos proporcionan principios y criterios con los que podemos discernir, ante las diferentes situaciones, cuál es la actitud que debemos tomar frente a una realidad y cuál es la decisión correspondiente. Los mismos preceptos del Antiguo Testamento son tomados en general como «orientación» y no como camisa de fuerza, ya que la fidelidad a Dios es un problema de obediencia al Espíritu y no de mecánica aplicación de unas ideas. – La enseñanza que hoy leemos en el evangelio nos ayuda a comprender cómo Jesús reconocía la verdad, incluso en la boca de sus opositores; pero, al mismo tiempo, urgía la necesidad de asumir criterios efectivos que superaran la interpretación mecánica y anacrónica de la Escritura. 

PRIMERA LECTURA. 
Ezequiel 43, 1-7a 
La gloria del Señor entró en el templo 


En aquellos días, el ángel me condujo a la puerta oriental: vi la gloria del Dios de Israel que venía de oriente, con estruendo de aguas caudalosas: la tierra reflejó su gloria. 


La visión que tuve era como la visión que había contemplado cuando vino a destruir la ciudad, como la visión que había contemplado a orillas del río Quebar. 

Y caí rostro en tierra. La gloria del Señor entró en el templo por la puerta oriental. Entonces me arrebató el espíritu y me llevó al atrio interior. La gloria del Señor llenaba el templo. 

Entonces oí a uno que me hablaba desde el templo -el hombre seguía a mi lado-, y me decía: Hijo de Adán, éste es el sitio de mi trono, el sitio de las plantas de mis pies, donde voy a residir para siempre en medio de los hijos de Israel." 

Palabra de Dios. 

Salmo responsorial: 84 
R/. La gloria del Señor habitará en nuestra tierra. 

Voy a escuchar lo que dice el Señor: "Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos." La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra. R. 

La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo. R. 

El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos. R. 

SANTO EVANGELIO. 
Mateo 23, 1-12 
No hacen lo que dicen 

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos diciendo: "En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente a los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en la sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame "maestros". Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar jefes, porque uno solo es vuestro Señor, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. 

Palabra del Señor.

Reflexión de la Primera lectura: (Ezequiel 43,1-7a). La gloria del Señor entró en el templo.Los últimos capítulos del Libro de Ezequiel están consagrados a una visión algo sorprendente en la que el profeta imagina el Israel del mañana: traza las líneas de un Templo imaginario y perfecto, da los nuevos ritos del culto venidero, entrevé el papel futuro de los sacerdotes del retorno del exilio.

¿Somos capaces, HOY, de esta utopía constructora? En medio de nuestros actuales días desgraciados, ¿somos capaces de soñar en la perfección del mañana que Dios nos invita a preparar?

-El enviado del Señor me condujo hacia el pórtico del nuevo templo, el pórtico que mira a oriente...

El Templo imaginario está orientado. Por una de sus puertas entra el «sol naciente».

Cada amanecer tiene allí lugar una brillante salida de sol.

-Y he ahí que la gloria de Dios llegaba de la parte de oriente, con un ruido como el de muchas aguas, y la tierra resplandecía de su gloria.

La «Gloria». El «Peso real», la «Densidad», la «Presencia» de Dios. ¿Soy yo también capaz de dejarme deslumbrar por la Gloria de Dios? ¿Soy capaz de contemplar en la naturaleza el resplandor de la Gloria de Dios? ¿Es el mundo para mí un mundo sin relieve, insulso, banal, un simple juego de fuerzas anónimas y materiales? o bien ¿soy de los que ven transparentarse el rostro de una Inteligencia y de un Amor excepcionales?

¿Veo la tierra resplandeciente de Aquel que le dio su esplendor? Océano, montaña, cosmos... ¿son signos parlantes para mí?

-Esta visión me recordaba la que yo había visto, cuando vine para la destrucción de la ciudad, y como la que había visto junto al río Kebar.

Hemos meditado (Ezequiel 9, 10) sobre el abandono del Templo por parte de Dios. Dios había seguido a los deportados. Ezequiel le encontraba de nuevo en el espectáculo del río Kebar. Con sus fieles que retornan a Jerusalén, la Gloria de Dios retorna también.

¿Cómo hablar de la omnipresencia divina de manera más manifiesta?

-Entonces caí rostro en tierra.

Concédenos, Señor, saber adoptar ante Ti las actitudes más convenientes para captar la Presencia.

Ayúdanos a entrar en comunicación con lo invisible con todo nuestro ser, alma y cuerpo.

-La Gloria del Señor llegó al Templo por el pórtico que mira a oriente. El Espíritu me levantó y me introdujo en el atrio interior: he ahí que la Gloria del Señor llenaba el Templo.

Y oí una voz que venía del Templo: «Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde se posan mis pies. Aquí habitaré, en medio de los hijos de Israel para siempre.»

Hay altos lugares, privilegiados para la presencia divina.

Me corresponde a mí descubrirlos, saber llegar hasta ellos y recogerme en ellos. Con tales palabras, Ezequiel trataba de infundir esperanza en los deportados. Al leerlas no olvidemos que, exteriormente, todo parecía entonces contradecir este ensueño.

Tampoco para nosotros la Presencia de Dios es una evidencia que se impone fácilmente, es un acto de Fe y de Esperanza que amplifica nuestras mejores investigaciones intelectuales.

El fragmento que leemos hoy, sin ser de los más emotivos de Ezequiel, con todo, es importante en la perspectiva del profeta.

De hecho, el capítulo 43 (del que leemos hoy una primera parte), con el retorno de la gloria de Yahvé, da el tema central de los capítulos 40-48. Los capítulos anteriores preparan el terreno para este acontecimiento, y los posteriores expresan las consecuencias.

Los primeros versículos del capítulo 40 (inicio de la lectura) quieren sólo subrayar la importancia de todo lo que leeremos después: por eso se indica con tanta precisión el día, el mes, el año (573), y por eso se invita al profeta a prestar máxima atención a cuanto escucha y ve.

Pero el centro es el capítulo 43: al volver del exilio, Ezequiel intenta poner en marcha, dentro de la nueva situación, las nuevas instituciones que, de alguna forma, corresponden a las del pasado. Pero como primer paso es necesaria la presencia de la gloria de Yahvé, que -recordémoslo- salió del templo de Jerusalén en castigo por los pecados del pueblo (c. 10). Por eso, una vez reconstruido (cc. 40-42), vuelve la gloria del Señor a llenar el templo.

De aquí la necesidad de la santidad es decir apartarse de todos los pecados y de todas las abominaciones, entre las cuales destaca la idolatría (vv 7 y 9) («prostitución»), y la poca distinción entre espacio sagrado (el templo) y espacio regio (el palacio real), es decir, la falta de respeto a la santidad de Yahvé.

Pero las cosas no son totalmente como antes: Dios lo ha renovado todo. Por eso, de ahora en adelante, no volverán a profanar el templo, porque es un «templo nuevo»; ellos, con la vergüenza de los pecados pasados, emprenderán una nueva vida, una vida santa.

Hay que recordar los fracasos anteriores, las experiencias pasadas, para no volver a caer en los mismos fallos.

Ezequiel, al reorganizar el pueblo tras el exilio, lo tiene muy en cuenta.

Cierto que para Ezequiel es muy importante todavía el aspecto externo: el templo, bien separado del palacio, es religión sincera. Pero éste es un buen principio para toda sociedad creyente, que necesita de estructuras externas, aunque su culto no reciba la plenitud en un templo material, sino en la adoración en «espíritu y verdad», ya que nuestro Dios es espíritu (Jn 4 24); un Espíritu presente en cada cristiano por el amor: «Si nos amamos unos a otros Dios está con nosotros» (1 Jn 4,12.16).

Reflexión del Salmo 84. La gloria del Señor Habitará en nuestra tierra. 

Este es un salmo de súplica colectiva. El pueblo está reunido y clama pidiendo que el Señor lo restaure y le dé la salvación (5-8).

Tiene tres partes: 2-4; 5-8; 9-14. En la primera (2-4), el pueblo recuerda el pasado reciente. Reconoce que el Señor ha sido bueno. Seis son las acciones de Dios en favor de Israel de las que se hace memoria: «has favorecido», «has restaurado» (2), “has perdonado”, «has sepultado» (3), «has reprimido» y «has frenado» (4). Estas acciones se refieren al final del exilio en Babilonia (año 538 a.C.). En cambio, en la segunda parte (5-8), el pueblo tiene la sensación de que el Señor se ha olvidado de todos estos favores, pues Israel necesita ser restaurado nuevamente. Surge, así, la súplica, caracterizada por cuatro peticiones: «restáuranos», «renuncia» (5), «muéstranos» y «concédenos» (8). Comparando la primera parte con la segunda, nos damos cuenta de lo siguiente: en la primera, el Señor había restaurado a los cautivos de Jacob (2b); ahora, en la segunda, estas mismas personas necesitan nuevamente ser restauradas (5ª). Antes, Dios había reprimido su cólera y había refrenado el incendio de su ira contra el pueblo (4); ahora, Israel tiene la sensación de que Dios ha desatado su ira y ha dado rienda suelta a su cólera, y el pueblo no sabe cuándo terminará esta situación (6). En la primera parte, el pueblo tenía vida y se alegraba; ahora, la vida y la alegría sólo son objeto de esperanza y mera expectativa (7). Antes, el pueblo sintió el amor del Señor y experimentó su salvación; ahora, se ve en la necesidad de pedir estas mismas cosas (8).

De en medio del pueblo surge una voz, que habla en nombre de Dios. Es la tercera parte (9-14). Este profeta anónimo afirma que el Señor anuncia la paz para quienes le son fieles (9). La paz, para el pueblo de la Biblia, significa plenitud de vida y de bienes. La salvación está próxima y la gloria de Dios volverá nuevamente a habitar en la tierra (10). El universo en su totalidad va a participar en una inmensa coreografía, Se trata de la danza de la vida, que está a punto de comenzar. Ya están formándose las parejas: el Amor con la Fidelidad, la Justicia con la Paz. (11- 12). Es una danza universal, pues de la tierra brota la Fidelidad y desde el cielo baja la Justicia. La coreografía del universo comienza con una inmensa procesión que recorre la tierra. Al frente va la Justicia, detrás le sigue el Señor y, después de él, la Salvación (14). ¿Cómo se va a concretar todo esto? Por medio de un intercambio de dones. El Señor envía la lluvia a la tierra, y la tierra da su fruto (13) para que el pueblo viva y celebre su fe, alegrándose con el Señor (7).

Este salmo da por supuesto que el pueblo está reunido y, además, vive una situación de catástrofe nacional. Estamos en el período posterior a la vuelta del exilio en Babilonia (2b). El texto menciona cuatro veces la tierra (2a. Todo parece indicar que estamos en un tiempo de sequía (13a), de hambre. El pueblo clama al Señor pidiéndole que le restaure, que le perdone y, sobre todo, que le dé vida. Cuando la tierra no da su fruto, el pueblo carece de vida (7a) y no tiene motivos para hacer fiesta (7b). No se habla de enemigos, pero ya sabemos cómo vivía el pueblo a su regreso de Babilonia. Políticamente, depende del imperio persa, económicamente, está bajo su explotación. Tenía que aumentar la producción para satisfacer el tributo a los persas. Si la tierra produjera, podrían vender los productos y comprar plata para enviarla en pago por el tributo a que les había sometido el imperio persa. En caso de que no lloviera, la situación empeoraba notablemente. A esto hay que añadir la corrupción interna. El libro de Nehemías (capítulo 5) muestra con toda claridad a qué situación llegó el pueblo a causa de todo esto. Sin ser los dueños de la tierra y sin que esta produjera sus frutos, el pueblo carecía de vida.

Se trata, por tanto, de una súplica por la vida que brota de la tierra. Se le pide a Dios que responda con la salvación, que envíe la lluvia a la tierra, para que dé su fruto y produzca vida que le permita al pueblo celebrar y hacer fiesta. Entonces, tendrá lugar una gran celebración, la fiesta de la vida, que abarcará todo el universo: una danza a la que se verán arrastrados Dios y el pueblo, el cielo y la tierra, dando así comienzo a la procesión de la vida. Dios camina con su pueblo, precedido por la Justicia y seguido por la Salvación.

La primera parte (2-4) nos hace ver que Dios sigue liberando a su compañero de alianza. La segunda (5-8) habla de la ausencia de este compañero liberador. Su ausencia representa la falta de vida. La tercera (9-14) apunta a la esperanza en el Señor, aliado y liberador, capaz de devolver la vida Amor, Fidelidad, Justicia, Paz y Salvación son los rasgos característicos de este Dios que camina con su pueblo. Es un Dios que habita en el cielo, pero que hace brotar la Fidelidad de la tierra (12).

Además de lo dicho, este salmo pone de manifiesto que el Dios de Israel está vinculado a la tierra, símbolo de vida. Entre el Señor y la tierra hay un diálogo abierto y un intercambio de bienes. Dios envía la lluvia y la tierra le proporciona alimento al pueblo; el pueblo, por su parte, lo celebra con Dios, ofreciéndole las primicias. Conviene recordar, también, que el Señor camina con su pueblo precedido por la Justicia y seguido por la Salvación (14).

Al margen de lo que ya se ha dicho a propósito de los salmos de súplica colectiva, no está de más establecer algunas relaciones con Jesús. El es el amor y la fidelidad de Dios con respecto a la humanidad (Jn 1,17), el verdadero Camino hacia la Vida (Jn 14,6). El anciano Simeón, al tomar al niño Jesús en sus brazos, afirma estar viendo la gloria divina que habita en medio del pueblo (Lc 2,32). Jesús perdonó los pecados y, en lugar de airado, se mostró misericordioso, manso y humilde de corazón con los sencillos y los pobres, restaurando la vida de cuantos estaban oprimidos...

Es bueno rezar este salmo a partir de los clamores del pueblo que implora la libertad, la vida, la tierra (lluvia), la salud, la justicia; podemos rezarlo cuando tenemos la impresión de que Dios no nos escucha; cuando sentimos que camina con nosotros. La liturgia propone este salmo para el tiempo de Adviento, abriéndonos a todo tipo de espera y esperanza, preparándonos para la venida de Dios...

Reflexión primera del Santo Evangelio: Mateo 23,1-12. No hacen lo que dicen. 
El capítulo 23 de Mateo contiene una serie de invectivas contra los fariseos y los maestros de la Ley y marca la cima de la tensión acumulada desde el capítulo 21. Aquí Jesús no se dirige directamente a ellos, sino a la gente y a sus discípulos, poniéndoles en guardia contra un peligro que el Evangelio puede correr siempre en la historia: la discrepancia entre lo que se dice y lo que se hace, entre la enseñanza y el testimonio. La intención ele Jesús no es aplastar a personas determinadas o rebatir sus doctrinas, sino denunciar su hipocresía, es decir, la interpretación y la practica aberrantes de una enseñanza en sí justa, condenando su comportamiento orgulloso.

En los vv. 1-4, Jesús desenmascara a los fariseos y a los maestros de la Ley en su actitud de fondo: se apoderan de la autoridad de enseñar, legislan para los otros, pero no hacen lo que dicen. Los vv. 5-7 indican, sin embargo, el motivo de su obrar: «Todo lo hacen para que los vea la gente», cuidan más las apariencias que el ser, les gusta ser honrados y estimados.

En los 8-12, Jesús pasa al «vosotros», interpelando directamente a sus discípulos, a los de entonces y a los de todas las generaciones. Al contrario de la lógica de los fariseos y los maestros de la Ley, la verdadera grandeza en la comunidad cristiana consiste en ser pequeño, y la verdadera gloria, en servir con humildad. La comunidad está formada por hermanos y hermanas, los títulos y los honores son relativos, porque «el Maestro» es sólo Jesús, y «el Padre» es sólo uno, el de los ciclos.

La página de Ezequiel refleja la línea teológica marca durante el exilio, una línea que se prolongará también tras el retorno: la reconstrucción de Israel implica la restauración del culto centrado en el templo de Jerusalén. El pueblo deberá mantenerse en presencia de Dios con pureza y humildad para recibir las abundantes bendiciones del Señor que proceden de su templo.

El lugar sagrado, así como las fiestas (el tiempo sagrado), constituyen un elemento importante en toda religión, aunque no deben ser convertidos en absolutos, con perjuicio de la actitud interior Jesús hablará de la adoración «en espíritu Y en verdad» en la nueva economía salvífica iniciada con él, verdadero templo, verdadera fiesta, verdadero espacio y momento de encuentro con Dios (cf. Jn 4,23). Además del tiempo y del lugar sagrados, otro elemento importante son las personas sagradas, es decir, las personas con una relación íntima con Dios y que tienen la tarea de guiar a otros a Dios. Los maestros de la Ley y los Fariseos hubieran debido asumir este papel, junto con los sacerdotes y otros jefes del pueblo, en tiempos de Jesús. Sin embargo, se limitaban a enseñar, sin dar testimonio, puesto que no hacían lo que decían: y al obrar de este modo sus palabras estaban vacías, carecían de significado y no producían ningún efecto.

La dura crítica lanzada por Jesús sigue siendo actual en nuestros días. El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan».

Reflexión segunda del Santo Evangelio: Mateo 23,1-12.

La presente sección comienza un ataque durísimo a los escribas y fariseos, que se prolonga a lo largo de todo el capítulo 23. Mateo ha sistematizado y coleccionado aquí todas las recriminaciones que Jesús hizo a los dirigentes espirituales de su pueblo. Interesa ver, en primer lugar, quiénes eran los escribas y fariseos.

Los escribas (según las antiguas versiones) o letrados (según las nuevas) eran los doctores de la Ley, profesionales de la Ley de Moisés con reconocimiento oficial, Hombres de gran influencia en la sociedad por su tarea específica de formar a los demás, dictar sentencia en los tribunales y determinar el sentido de la Ley y las normas de conducta. Una clase que estaba desplazando a la antigua aristocracia judía. Normalmente el estudio de la Ley lo hacían compatible con otra profesión que les daba para vivir.

Los fariseos no constituían una clase especial. Aunque su origen es oscuro, debe remontarse al tiempo de los Macabeos (siglo segundo antes de Cristo). Sus antecesores fueron los Hasideos, defensores más entusiastas e intransigentes de la Ley, cuando tuvo lugar la helenización de Palestina (2, 42)- Los fariseos del tiempo de Jesús seguían la misma trayectoria. La Ley era absolutamente válida e intangible para ellos. Vivían bajo la convicción de tener en ella todas las normas reguladas del orden religioso y civil, tanto a nivel de sociedad como de individuo. Se consideraban a sí mismos como los “puros”, separados de los demás, y constituían un grupo integrado, en general, por laicos piadosos, algunos de los cuales adquirían una verdadera especialización en la Ley, que interpretaban literalmente, y consideraban válida hasta en sus más mínimos y nimios detalles. Constituían un elemento muy importante en la sociedad judía con gran influencia sobre ella, sobre todo, por la administración de la justicia y la formación de los demás. Aquí había un punto de contacto con los escribas. Tanto es así que algunos doctores de la Ley pertenecían a la secta de los fariseos.

Nosotros hemos unido estas dos clases «escribas y fariseos» como si se tratase del mismo grupo. Pero, originariamente, eran bien distintos, nuestra unión obedece a que, frecuentemente, también aparecen unidos en el evangelio. Pero la razón de esta unión en el evangelio es la crítica dura que Jesús hizo de los dos grupos, aunque fuese por razones distintas; ambos eran opresores del pueblo: los escribas aplicando el peso de la Ley a los de más, aunque ellos eran poco escrupulosos y no presumían de ser santos; los fariseos por su puritanismo exclusivista, que había quitado a la Ley todo su humanitarismo y prescindía olímpicamente de las necesidades del prójimo. Por eso Jesús les llama «hipócritas».

Al estilo de Moisés, los escribas y fariseos interpretaban la Ley y juzgaban a los transgresores. Eran, en este sentido, continuadores de Moisés (por eso se dice que se sientan en la cátedra de Moisés; ¿había también una Cátedra en los lugares de reunión desde la que impartía sus enseñanzas? Probablemente sí). Pero estos jueces oficiales no eran precisamente modelos de conducta a seguir. Se les echa en cara lo siguiente: a) habían hecho de la Ley un yugo «insoportable» para los demás (He 15, 10); pero los escribas, especialistas en ella, siempre encontraban alguna excusa para no cumplirla; b) actuaban siempre de cara a la galería, para ser vistos y alabados, sin un principio interior verdaderamente determinante de la conducta humana y que sitúa al hombre frente a Dios y al prójimo en auténtica profundidad c) las filacterias eran cajitas en las que llevaban escritos algunos pasajes cortos de la Ley (Deut 6, 11; Ex 13). Estaba mandado en la Ley hacerlo así para inculcar la obediencia de la misma y para que no se olvidasen sus preceptos. La misma finalidad tenían los «flecos, del manto (Núm 15, 38ss; y sabemos que Jesús mismo se adaptó a esta costumbre de su época, ver Mt 9, 20 y el correspondiente comentario que allí se hace); d) ambición de figurar y ser respetados. Soberbia y vanagloria por razón de su influencia. e) Les gustaba que les llamasen «Rabbí». Como título oficial de doctor no aparece hasta después del 70. En tiempos de Cristo era un título honorífico dado espontáneamente a maestros cualificados. Si Jesús prohíbe esto a sus discípulos, la prohibición debe entenderse desde el texto de Jeremías (Jer 31, 34): cuando llegue la plenitud de los tiempos, todos serán enseñados por Dios. De ahí que único maestro sea Dios. Porque todos vosotros sois hermanos. Por la ley del paralelismo, lo lógico sería esperar: todos vosotros sois discípulos. Los discípulos de Jesús son hermanos, porque son hijos del Padre celestial.

f) ¿A quién llamaban «padre»? Aquí se ataca el privilegio del que tanto se gloriaban los judíos: llamaban «padres» a los patriarcas, especialmente a Abraham (3, 9; Jn 8, 33). Desde la aparición de Jesús ha aparecido un nuevo orden de cosas, con la revelación de la paternidad de Dios y de nuestra filiación g) ¿A qué se refiere el otro titulo de «maestro-preceptor», prohibido también a los discípulos de Jesús? Alguna diferencia tiene que haber con el título de «Rabbí» ya mencionado. Probablemente el último título mencionado aluda más que a la categoría de «maestro» a la de «dirigente». Aquí, el único dirigente es Cristo. Nótese que no es mencionado Dios en el contrapunto sino Cristo. Y ello para destacar que el único camino hacia Dios es Cristo.

Entre los discípulos de Jesús (así termina nuestra perícopa) la máxima dignidad es el servicio: a mayor servicio prestado mayor dignidad y a mayor dignidad mayor el servicio exigido. El que se ensalza o enorgullece será humillado por Dios y el que se humilla ante él será por él exaltado.

Reflexión tercera del Santo Evangelio: Mateo 23,1-12. Los escribas y Fariseos. 
Algunos son maestros de profesión pero, en cierto sentido, todos somos maestros. Cada uno de nosotros enseña algo a los demás, Y lo hace en distintas ocasiones, incluso simplemente indicando un Camino. El maestro debe saber lo que enseña, para no inducir a los demás a error, y tendrá el mismo valor que lo que enseña. Cristo es maestro universal. Por medio de Él ha sido creado todo (Col 1,16). Él conoce al Padre y nos lleva a Él; por tanto, es verdad y vida (Jn 14,6). Hay quienes ironizan sobre Jesús maestro diciendo: ¿Enseña Cristo también matemáticas y medicina? Parece extraño, pero así es. Él ha creado la inteligencia que han recibido médicos y matemáticos y, con su inteligencia, participan en el plan de la salvación. Todo lo que los hombres saben y pueden saber viene directamente de Cristo. El nos revela, de modo directo e inmediato, los conocimientos para la vida eterna. El es camino, verdad y vida.

También los padres enseñan pero, a diferencia de los maestros, no transmiten sólo conocimientos: dan la vida. Cristo es maestro que da vida y sin embargo, no quiere ser llamado Padre. También Él recibe la vida del Padre que está en los cielos, en quien tiene origen todo el bien en el cielo y en la tierra (Ef. 3,15). Jesús tampoco quiere que los discípulos sean llamados «padre». Pero parece que a esto último no han obedecido, El título «padre», en la tradición cristiana, se da habitualmente a religiosos y sacerdotes, a veces, en la misma lengua de Jesús, abbá. ¿Por qué? El apelativo «padre» tiene la función de recordar a religiosos y sacerdotes que no tienen que calumniar sólo el conocimiento sino, también, la vida de Dios. Y es lo pueden hacer sólo en unión con Cristo y según la vocación que les ha dado el Padre celestial. El Padre es la única fuente de vida para quienes creen, escuchan la palabra de Dios y la observan. También ellos son, como dice Jesús, madres de los hijos de Dios (Mt 12,50).

Nadie Puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre, dice un viejo adagio. Al igual que Cristo es maestro, la Iglesia también enseña y da a luz a los hijos para la vida eterna, según la vocación recibida de Dios Padre. La Iglesia es cuerpo de Cristo (Col 1, 1 3). Como dice el concilio Vaticana II no se puede comparar la Iglesia con ninguna otra sociedad humana. Existen muchas instituciones con distintas finalidades que, a veces, para alcanzar sus objetivos, intervienen con métodos de coerción. Los que forman parte de estas instituciones son miembros, no hijos.

Sin embargo, en la Iglesia se vive el misterio de su maternidad, desde el bautismo hasta la extremaunción. No es sólo una afirmación, es un hecho real. Los sacramentos y las oraciones de la Iglesia hacen lo que dicen y esto es posible porque la Iglesia dice las palabras de Cristo, presente en cada acto suyo. Al igual que la Madre ha dado su cuerpo para que naciera el Salvador, del mismo modo, la Iglesia le presta la voz para que hable a los pueblos. Le da visibilidad místicamente a través de aquellos que envía a todo el mundo en su nombre.

Reflexión cuarta del Santo Evangelio: Mateo 23,1-12.En el capitulo 23, Mateo agrupó varias frases de Jesús "contra los fariseos". 
-En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos.

Tomaron un poder oficial desde el punto de vista religioso.

Fueron lo que hoy se llama "un grupo de presión".

-Haced pues y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque "ellos dicen" y "no hacen".

Primera crítica: son buenos disertadores, son teóricos. Su ideal es válido, pero no lo ponen realmente en práctica en su vida. Ayúdame, Señor, a detectar esa distancia entre "lo que digo" y "lo que hago". Hazme clarividente y realista.

-Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas.

Segunda crítica: "oprimen" a los demás con sus grandes principios, son muy exigentes para los demás y muy poco para sí mismos. Saben lo que se tendría que hacer. "No hay más que..." Ayúdame, Señor, a ser bueno con los demás y exigente para conmigo. Haz que sepa descargar del peso a los demás... y que yo mismo no sea una carga para los que me rodean.

-Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres...

Filacterias, orlas, primeros puestos, saludos.

Tercera crítica: Actúan no para Dios, sino "para ser vistos".

Buscan recibir honores y destacar entre los demás.

Es la puerta abierta a la vanidad que da importancia a lo que no la tiene... y también a la hipocresía, que conserva una fachada de honorabilidad cuando todo el interior está podrido.

Ayúdame, Señor, a ver todos los gérmenes de fariseísmo que estén en mí.

-Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbi"... -Maestro- Ni llaméis a nadie "Padre"...

Ni tampoco os dejéis llamar "Doctores"....

Efectivamente Jesús persigue todos los "títulos" que uno puede darse a sí mismo. Pero Jesús condena también esa pretensión de ser el guardián de la ortodoxia: la religión de Jesús no es una religión "profesoral", en sentido despectivo, donde están los que "saben" y deben enseñar su saber a los demás. Encontrar a Dios, entrar en relación con Dios no es privilegio de los exégetas, de los teólogos, de los sabios. La abuela ancianita que ha vivido toda su vida desvelándose por los demás y rezando sencillamente sus oraciones, sabe y tiene mejor conocimiento de Dios, que todos los doctores en teología.

-Vosotros sois todos hermanos y tenéis un solo Padre, el del cielo, y un solo Doctor, Cristo...

Sí, los mismos apóstoles no hacen mas que transmitir "lo que han recibido".

No convendría disputar sobre las palabras, porque el lenguaje cambia y los "términos" del tiempo de Jesús no tienen hoy la misma resonancia sensible.

De todos modos, en esas palabras de Jesús, hay una profunda reivindicación de igualdad: la sola apelación entre nosotros verdaderamente evangélica, debiera ser la de "¡hermano!" Pero, más allá de las palabras, es la actitud lo que cuenta.

Los cristianos de hoy ¿están preparados para esa conversión?

-El mayor entre vosotros sea vuestro servidor. El que se humille, será ensalzado. El que se ensalza, será humillado.

¿Cuándo haremos por fin caso de esas consignas repetidas de humildad y de servicio?

Examinar detenidamente en mí todos mis instintos de superioridad... todos mis fariseísmos.

Ayer los fariseos le preguntaban a Jesús, seguramente con no muy buena intención, cuál era el mandamiento principal. Hoy escuchan un ataque muy serio de Jesús sobre su conducta: «haced lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen».

Los fariseos eran buenas personas, deseosas de cumplir la ley, pero en su conducta mantenían unas actitudes que Jesús desenmascara repetidamente. Su lista empieza hoy y sigue durante tres días de la semana próxima:

- se presentan delante de Dios como los justos y cumplidores;

- se creen superiores a los demás;

- dan importancia a la apariencia, a la opinión que otros puedan tener de ellos, y no a lo interior;

- les gustan los primeros lugares en todo;

- y que les llamen «maestro», «padre» y «jefe»;

- quedan bloqueados por detalles insignificantes y descuidan valores fundamentales en la vida;

- son hipócritas: aparentan una cosa y son otra;

- no cumplen lo que enseñan: obligan a otros a llevar fardos pesados, pero ellos no mueven ni un dedo para ayudarles...

b) El estilo que enseña Jesús a los suyos es totalmente diferente. Quiere que seamos árboles que no sólo presenten una apariencia hermosa, sino que demos frutos. Que no sólo «digamos», sino que «cumplamos la voluntad de Dios». Exactamente como él, que predicaba lo que ya cumplía. Así empieza el Libro de los Hechos: «El primer libro (el del evangelio) lo escribí sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio» (Hch i, l ).

Hizo y enseñó. ¿Se podría decir lo mismo de nosotros, sobre todo si somos personas que enseñan a los demás y tratan de educarles o animarles en la fe cristiana?

¿Mereceríamos alguna de las acusaciones que Jesús dirige a los fariseos?

Repasemos, como mirándonos a un espejo, esta lista de defectos y con sinceridad respondámonos a nosotros mismos. Porque puede ser que también caigamos en lo de buscar los primeros lugares y lo de cuidar la apariencia exterior, y lo de no cumplir lo que recomendamos a los demás...

Jesús ataca, sobre todo, a los que de alguna manera son dirigentes en la sociedad, porque dicen una cosa y hacen otra. Él quiere que aquellos de entre nosotros que tengan alguna clase de autoridad no se hagan llamar «maestros, padres, jefes»: que entiendan esa autoridad como servicio («el primero entre vosotros será vuestro servidor»), que no se dejen llevar del orgullo («el que se enaltece será humillado»). El mejor ejemplo nos lo dio el mismo Jesús, cuando, en la cena de despedida, se despojó de su manto, se ciñó la toalla y empezó a lavar los pies a sus discípulos: «si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros» (Jn 13,14).

Tendremos que corregir lo que tengamos de fariseos en nuestras actitudes para con Dios y para con el prójimo.

Elevación Espiritual para este día 
¿Quién, según tú, es más grande en el Reino de los Cielos? Los discípulos iban discutiendo sobre quién sería el más grande en el Reino de los Cielos, mientras que, a no dudar, a los ojos de Dios es considerado más grande el que se muestra más humilde, como precisamente dice él: «El que se exalta será humillado, y e/que se humilla será exaltado». Por eso, no injustamente, para acabar con una contienda tan inútil, «Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. El que se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos”».

Reflexión Espiritual para el día. 
La humilitas tiene que ver también con el sentido del humor. El que es humilde posee el sentido del humor. Consigue reírse de sí mismo. Se desintereso de sí mismo. Puede mirarse de una manera serena, porque se ha permitido a sí mismo ser tal como es, una persona de la tierra y del cielo, con defectos y debilidades y, al mismo tiempo, digna de amor y de valor.

Te deseo que el ángel de la humildad te dé el coraje de aceptarte y de amarte en tu dimensión terrena y en tu humanidad. Entonces brotarán de ti esperanzo y confianza para todos aquellos con quienes te encuentres. El ángel de la humildad creará a tu alrededor un espacio en el que los otros encontrarán el coraje para bajar a su realidad y para subir después a la verdadera vida. La humildad entendida como el valor para mirar de frente nuestra propia verdad, es el distintivo de uno espiritualidad auténtica. El que se ha vuelto presuntuoso, el que se pone por encima de los otros —que son oprimidos por sus caprichos y por sus necesidades—, no ha encontrado todavía su verdad.

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia y el Magisterio de la Santa Iglesia
: Censuro la infidelidad del pueblo Judío. 
san Ezequiel, profeta, hijo del sacerdote Buzi, que elegido durante la visión de la gloria de Dios que tuvo en su exilio en el país de los caldeos, y puesto como atalaya para vigilar a la casa de Israel, censuró por su infidelidad al pueblo elegido y previó que la ciudad santa de Jerusalén sería destruida y su pueblo deportado. Estando en medio de los cautivos, alentó a éstos a tener esperanza y les profetizó que sus huesos áridos resucitarían y tendrían nueva vida.

Cuando vive, ya se ha terminado el imperio asirio con la caída de Nínive; ahora los poderosos son los caldeos, con Nabucodonosor.

Es una época dificultosa para el pueblo de Israel. En Jerusalén reina Joaquín, hijo del piadoso rey Josías que murió en la batalla de Megiddo (609 a. C.). En un primer momento, Joaquín intenta halagar al coloso babilónico, pero termina uniéndose en coalición con pequeñas potencias contra Nabucodonosor. Jeremías ya dio la voz de alerta, sugiriendo la sumisión, pero el orgullo de los elegidos la hizo imposible. En 598 los babilonios ponen cerco a Jerusalén y capitula Judá. Su precio es la deportación de gran parte de la población, entre ellos el rey Jeconías, hijo de Joaquín que murió durante el asedio. Con los deportados va también el joven Ezequiel que será el profeta del exilio.

Dos etapas enmarcan su acción profética. La primera es antes de la destrucción de Jerusalén por los caldeos (598 a. C.). Aquí el hombre de Dios se encuentra con un pueblo ranciamente orgulloso y lleno de falso optimismo, fruto de la presunción. "¿Cómo va Dios a abandonarnos? ¡Están las Promesas! Es imposible una catástrofe total". Así razonaban ante los requerimientos del profeta. Es verdad que siglo y medio antes había permitido Dios la desaparición de Samaría, el Reino del Norte; pero Jerusalén es otra cosa; Yavé habita en ella. Pensaban que pasaría como en tiempos de Senaquerib, un siglo antes, cuando tuvo que abandonar el asedio por una intervención milagrosa; ahora Dios repetiría el prodigio. Ezequiel no piensa como ellos. Afirma y predica que Jerusalén será destruida con el Templo. Dice a todos que ha llegado la hora del castigo divino para el pueblo israelita pecador; sólo queda aceptar con compunción y humildad los designios punitivos de Yavé. A esta altura el profeta tiene una misión ingrata porque es un agorero de males futuros y próximos. Para la gente sencilla y las autoridades pasa por ser considerado como un judío despreciable que no tiene categoría para comprender los altos designios del Pueblo; es un derrotista ciego de pesimismo.

La segunda fase de su profecía se desarrolla una vez consumada la catástrofe. Ahora ha de levantar los ánimos oprimidos; debe dar esperanzas luminosas sobre un porvenir mejor. Creían sus compatriotas deportados que Dios se había excedido en el castigo, o que les había hecho cargar con los pecados de los antepasados. "¡Nuestros padres comieron las agraces y nosotros sufrimos la dentera!", es el grito unánime de protesta. Ezequiel se preocupará de hacerles ver que Dios ha sido justo y que el castigo no tiene otra finalidad que la de purificarlos antes de pasar a una nueva etapa gloriosa nacional.

Y esto lo hace Ezequiel empleando un estilo que no tiene nada que ver con el de los profetas preexílicos Amós, Oseas, Isaías y Jeremías; no goza de su sencillez y frescor. Ezequiel pertenece a la clase sacerdotal, está cabalgando entre dos épocas y se aproxima a la literatura apocalíptica del judaísmo tardío. Frecuentemente su mensaje viene expresado con el simbolismo de las visiones y también con el simbolismo de su propia existencia. Es conocidísima la visión "de los cuatro vivientes" (c. 1) en la que, toda la creación simbolizada en el hombre, el toro, el león y el águila, son el trono del Creador que viene triunfante y esplendoroso a visitar a los exiliados de Mesopotamia. Y el expresivo contenido de la visión del "campo lleno de huesos" (c. 37) que reviven por el poder de Yavé, cubriéndose de nervios y carne, cobrando vida nuevamente. O la otra del "Templo que mana un torrente de aguas" (c. 47) para regar y hacer feracísima la nueva tierra con plenitud edénica. En todas ellas está vivo el mensaje de restauración nacional; volverá del exilio un pueblo purificado y vendrá con certeza una teocracia mesiánica.

Fue la vida profética de Ezequiel un período de veinte años (593-573) de amplia actividad para salvar las esperanzas mesiánicas de sus compañeros de infortunio, al derrumbarse la monarquía israelita.

Quizá hoy en la Iglesia convenga también un nuevo tipo religioso que, surgido en horas de aturdimiento y desaliento general, sea instrumento de Dios para salvar la crisis de conciencia que trae el desmoronamiento de los principios. Bien puede estar el secreto en copiar la fidelidad de Ezequiel. +

Copyright © Reflexiones Católicas

No hay comentarios:

Publicar un comentario