Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

18 de agosto de 2014

LECTURAS DEL DÍA 18-08-2014


LUNES DE LA XX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. 18 de Agosto del 2014 . 4º semana del Salterio. (Ciclo A) TIEMPO ORDINARIO. AÑO DE LA FE..SS. Elena em, Alberto Hurtado pb, Fermín ob, Agapito mr, Beato Manés de Guzmán. Santoral Latinoamericano. SS. Elena, Laura, Alberto Hurtado

¿Qué más se le puede pedir a la vida que ser joven y, además, rico? Sin embargo, este joven, a pesar de tener todo asegurado, se siente inseguro de su religión y acude a un ‘gran maestro’ para resolver su angustia. La respuesta de Jesús no podía ser más simple, directa y contundente: respetar la vida en todas sus manifestaciones, desde la más elemental como ‘no matar’, hasta la más compleja como ‘amar al prójimo como a sí mismo’. Pero el joven se resiste a aceptar lo que significan los mandamientos y, todavía más, lo que Jesús le pide. No se puede ser joven y rico, y no hacer con ese capital económico y humano algo realmente significativo por los demás. Francisco de Asís, ante un dilema semejante, entregó su vida al servicio de los pobres y sus riquezas en función de su misión. Por el contrario, cuando Jesús le traduce al joven rico las enseñanzas tradicionales en términos de optar por los pobres, el joven huye espantado. – En nuestra época muchas personas se sienten cansadas de la religiosidad tradicional y buscan cualquier innovación para serenar su angustia; sin embargo, la novedad del evangelio aún no ha sido completamente comprendida, y el llamado a transformar este mundo sigue vigente.

LITURGIA DE LA PALABRA

Ez 24, 15-24: Ezequiel servirá de señal: harán lo mismo que él ha hecho
Interleccional: Dt 32, 18-21. Despreciaste a la Roca que te engendró.
Mt 19, 16-22: ¿Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, así tendrás un tesoro en el cielo? 
La preocupación por la vida eterna, lleva a un joven a establecer un diálogo con Jesús. A este respecto, el joven, quien dice ser cumplidor de todos los mandamientos expresados en la ley, sabe que algo hace falta; él sabe que su riqueza es consecuencia del empobrecimiento de otros, así que no basta con cumplir al pie de la letra los mandamientos, pues es necesario expresar el amor eficaz al prójimo desinstalándose de toda riqueza y poniendo el dinero al servicio de los pobres; después vendrá el seguimiento de Jesús. Pero todo eso es lo que más le cuesta al joven, que parece ser muy rico.

No siempre hemos comprendido con claridad la envergadura de nuestro compromiso bautismal, que nos configura misioneros al servicio de la vida, y por ende provoca la desinstalación para vivir al servicio del prójimo como camino para la configuración con Cristo. Por otra parte hemos caído históricamente en una idolatría del dinero como razón de ser de la existencia. Trabajamos para tener dinero, estudiamos para tener más dinero y nos asociamos para conseguir más dinero; esa es la lógica de las sociedades capitalistas que nos han invertido los valores convirtiendo lo instrumental en lo esencial y lo realmente esencial en secundario.

Dejemos que el cuestionamiento de Jesús llegue a quienes han hecho de la acumulación de capital la razón de ser de su existencia. Esos poderosos de la tierra son los directos responsables del empobrecimiento, el hambre y la indigencia de más de la mitad de la humanidad. Para ellos va el llamado innegociable del señor Jesús: vendan lo que tienen y devuelvan a los pobres lo que les pertenece.

PRIMERA LECTURA
Ezequiel 24, 15-24
Ezequiel os servirá de señal: haréis lo mismo que él ha hecho 
Me vino esta palabra del Señor: "Hijo de Adán, voy a arrebatarte repentinamente el encanto de tus ojos no llores ni hagas duelo ni derrames lágrimas; aflígete en silencio como un muerto, sin hacer duelo; líate el turbante y cálzate las sandalias; no te emboces la cara ni comas el pan del duelo." Por la mañana, yo hablaba a la gente; por la tarde, se murió mi mujer; y, a la mañana siguiente, hice lo que se me había mandado.

Entonces me dijo la gente: "¿Quieres explicarnos qué nos anuncia lo que estás haciendo?" Les respondí: "Me vino esta palabra del Señor: "Dile a la casa de Israel: 'Así dice el Señor: Mira, voy a profanar mi santuario, vuestro soberbio baluarte, el encanto de vuestros ojos, el tesoro de vuestras almas.

Los hijos e hijas que dejasteis caerán a espada. Entonces haréis lo que yo he hecho: no os embozaréis la cara ni comeréis el pan del duelo; seguiréis con el turbante en la cabeza y las sandalias en los pies, no lloraréis ni haréis luto; os consumiréis por vuestra culpa y os lamentaréis unos con otros.

Ezequiel os servirá de señal: haréis lo mismo que él ha hecho. Y, cuando suceda, sabréis que yo soy el Señor."'

Palabra de Dios.

Salmo Interleccional: Deuteronomio 32
R/. Despreciaste a la Roca que te engendró. 
Despreciaste a la Roca que te engendró, y olvidaste al Dios que te dio a luz. Lo vio el Señor, e irritado rechazó a sus hijos e hijas. R.

Pensando: "Les esconderé mi rostro y veré en qué acaban, porque son una generación depravada, unos hijos desleales." R.

"Ellos me han dado celos con un dios ilusorio, me han irritado con ídolos vacíos; pues yo les daré celos con un pueblo ilusorio, los irritaré con una nación fatua." R.

SANTO EVANGELIO.
Mateo 19, 16-22
Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, / así tendrás un tesoro en el cielo

En aquel tiempo se acercó uno a Jesús y le preguntó: "¿Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna? Jesús le contestó: "¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". El le preguntó: "¿Cuáles?". Jesús le contestó: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo". El muchacho le dijo: "Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?". Jesús le contestó: "Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego vente conmigo". Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.

Palabra del Señor.

Reflexión del la Primera Lectura: Ez 24, 15-24. Ezequiel os servirá de señal: haréis lo mismo que él ha hecho.

Con el capítulo 24 se cierra la primera parte del libro de Ezequiel y también la primera de la actividad del profeta. Ezequiel, sacerdote, llevado a Babilonia en la primera deportación judía, fue llamado por Dios para desarrollar su un ministerio en la tierra del exilio. Durante seis años anunció un juicio inminente. Ahora el asedio a Jerusalén está ya a las puertas: Ezequiel recibe la revelación de la fecha exacta y la orden de anunciar el acontecimiento no sólo con palabras, sino con su propia experiencia personal. Se trata de una experiencia dolorosa: le es arrebatada la persona a quien más quiere, su mujer, «la que hace tus delicias» (v. 16), y se le manda también no manifestar ningún signo de duelo (vv 16ss). Este extraño comportamiento suscita, como es natural, la curiosidad de la gente (v. 19). Y éste es el resorte que hace desencadenar la profecía.

Lo que le ha sucedido a Ezequiel debe ser una señal para los israelitas en el exilio. Ha llegado la hora más trágica de su historia: su amada ciudad caerá en manos de los babilonios, sus hijos que se queden en la patria morirán. La catástrofe será tan fuerte y tan imprevista que no tendrán ni la fuerza ni el tiempo necesario para hacer luto y sólo podrán gemir en silencio (vv. 22ss). En vez de derramar lágrimas de desesperación y manifestar su dolor al exterior, harán mejor en entrar en la intimidad de su alma para reconocer el mal que ha causa do todo esto: haber olvidado a su Dios, que los ama como un esposo ama a su esposa. De este modo conseguirán arrepentirse sinceramente, reanimar su esperanza y volver a ponerse en el camino recto. Reaccionar ante el dolor con llantos y lamentos es algo instintivo, pero las lágrimas no lo son todo y por sí solas no cambian nada; al menos, no sirven para hacer eficaz el potencial salvífico y sapiencial encerrado en el misterio del dolor.

En el camino hacia el Calvario, cargado con la cruz, dirá Jesús a las mujeres que derramaban lágrimas por él: «Mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vosotras y por vuestros hijos» (Lc 23,28).

Reflexión del salmo Interlacional: Dt 32. Despreciaste a la Roca que te engendró.«Moisés, ante toda la asamblea de Israel, pronunció hasta el fin las palabras de este cántico» (Dt 31,30). Así se introduce el cántico recién proclamado, tomado de las últimas páginas del libro del Deuteronomio, precisamente del capítulo 32. De él la liturgia de Laudes ha seleccionado los primeros doce versículos, reconociendo en ellos un gozoso himno al Señor que protege y cuida de su pueblo con amor en medio de los peligros y de las dificultades de la jornada. El análisis del cántico ha revelado que se trata de un texto antiguo, pero posterior a Moisés, en cuyos labios fue puesto para conferirle un carácter de solemnidad. Este canto litúrgico se remonta a los inicios de la historia del pueblo de Israel. No faltan en esa página orante referencias o semejanzas con algunos salmos y con el mensaje de los profetas. Así, se convirtió en una expresión sugestiva e intensa de la fe de Israel.

El cántico de Moisés es más amplio que el pasaje propuesto por la liturgia de Laudes, que constituye sólo su preludio. Algunos estudiosos han creído detectar en esta composición un género literario que se define técnicamente con el vocablo hebreo rîb, es decir, «pleito», «litigio procesal». La imagen de Dios que se nos presenta en la Biblia no es de ningún modo la de un ser oscuro, una energía anónima y violenta, o un hado incomprensible. Es, por el contrario, una persona que tiene sentimientos, actúa y reacciona, ama y corrige, participa en la vida de sus criaturas y no es indiferente a sus obras. Así, en nuestro caso, el Señor convoca una especie de tribunal, en presencia de testigos, denuncia los delitos del pueblo acusado y exige una pena, pero su veredicto está impregnado de una misericordia infinita. Sigamos ahora las etapas de esta historia, considerando sólo los versículos que nos propone la liturgia.

Se mencionan inmediatamente los espectadores, testigos cósmicos: «Escuchad, cielos; (...) oye, tierra...» (Dt 32,1). En este proceso simbólico Moisés actúa casi como un fiscal. Su palabra es eficaz y fecunda como la de los profetas, expresión de la palabra divina. Notemos la significativa serie de imágenes que se usa para definirla: se trata de signos tomados de la naturaleza, como la lluvia, el rocío, la llovizna, el chubasco y el orvallo, gracias a los cuales la tierra verdea y se cubre de brotes (cf. v. 2).

La voz de Moisés, profeta e intérprete de la palabra divina, anuncia la inminente entrada en escena del gran juez, el Señor, cuyo nombre santísimo pronuncia, exaltando uno de sus numerosos atributos. En efecto, el Señor es llamado la Roca (cf. v. 4), título que aparece con frecuencia en nuestro cántico (cf. vv. 15, 18, 30, 31 y 37); es una imagen que exalta la fidelidad estable e inquebrantable de Dios, opuesta a la inestabilidad y a la infidelidad de su pueblo. El tema se desarrolla mediante una serie de afirmaciones sobre la justicia divina: «Sus obras son perfectas; sus caminos son justos; es un Dios fiel, sin maldad; es justo y recto» (v. 4).

Después de la solemne presentación del Juez supremo, que es también la parte agraviada, la atención del cantor se dirige hacia el acusado. Para definirlo recurre a una eficaz representación de Dios como padre (cf. v. 6). A sus criaturas, tan amadas, las llama hijos suyos, pero, desgraciadamente, son «hijos degenerados» (cf. v. 5). En efecto, sabemos que ya el Antiguo Testamento presenta una concepción de Dios como padre solícito con sus hijos, que a menudo lo defraudan (cf. Ex 4,22; Dt 8,5; Sal 102,13; Si 51,10; Is 1,2; 63,16; Os 11,1-4). Por eso, la denuncia no es fría, sino apasionada: « ¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato? ¿No es él tu padre y tu creador, el que te hizo y te constituyó?» (Dt 32,6). Efectivamente, no es lo mismo rebelarse contra un soberano implacable que contra un padre amoroso.

Para hacer concreta la acusación y lograr que la conversión aflore de un corazón sincero, Moisés apela a la memoria: «Acuérdate de los días remotos, considera las edades pretéritas» (v. 7). En efecto, la fe bíblica es un «memorial», o sea, es redescubrir la acción eterna de Dios que se manifiesta a lo largo del tiempo; es hacer presente y eficaz la salvación que el Señor donó y sigue ofreciendo al hombre. El gran pecado de infidelidad coincide, entonces, con la «falta de memoria», que borra el recuerdo de la presencia divina en nosotros y en la historia.

El acontecimiento fundamental, que no se ha de olvidar, es el paso por el desierto después de la salida de Egipto, tema central del Deuteronomio y de todo el Pentateuco. Así se evoca el viaje terrible y dramático en el desierto del Sinaí, «en una soledad poblada de aullidos» (cf. v. 10), como se dice con una imagen de fuerte impacto emotivo. Pero allí Dios se inclina sobre su pueblo con una ternura y una dulzura sorprendentes. Además del símbolo paterno, se alude al materno del águila: «Lo rodeó cuidando de él; lo guardó como a las niñas de sus ojos. Como el águila incita a su nidada, revolando sobre los polluelos, así extendió sus alas, los tomó y los llevó sobre sus plumas» (vv. 10-11). El camino por la estepa desértica se transforma, entonces, en un itinerario tranquilo y sereno, porque está el manto protector del amor divino.

El cántico evoca también el Sinaí, donde Israel se convirtió en aliado del Señor, su «porción» y su «heredad», es decir, su realidad más valiosa (cf. v. 9; Ex 19,5). De este modo, el cántico de Moisés se transforma en un examen de conciencia coral para que, por fin, a los beneficios divinos ya no responda el pecado, sino la fidelidad.

Reflexión primera del Santo Evangelio: Mt 19, 16-22. Si quieres llegar al final, vende lo que tienes, así tendrás un tesoro en el cielo. 
Todos y cada uno deseamos la vida y la Felicidad eternas, y cada uno de nosotros pregunta qué debe hacer para obtenerla. Así le preguntaban a Juan el Bautista sus oyentes, movidos por su predicación (cf. Lc 3,10), así le preguntaba la gente a Pedro después del sermón del día de Pentecostés (cf. Hch 2,37). Ahora le plantea la pregunta a Jesús un joven que anda a la búsqueda, un joven que quiere hacer algo para conseguir la vida eterna, que quiere pasar a la acción su deseo profundo. Jesús se complace de la buena voluntad y le guía de manera gradual.

Con la contra pregunta: « ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno?, y la afirmación: «Uno solo es bueno» (v. 17), recuerda el hecho de que la búsqueda de la vida eterna es, a fin de cuentas, la búsqueda de alguien. Lo «bueno» no es un principio ético abstracto, sino que tiene un rostro. Tras esta premisa, le indica Jesús a su interlocutor el camino según la doctrina tradicional: observar los mandamientos, que son expresiones explicitas— de la voluntad divina. Pero el joven no se contenta con algo que le parece bastante obvio y piensa que todo eso ya lo ha cumplido (v. 20). Busca algo más, algo que vaya más allá de lo ya conocido y practicado. Entonces Jesús le hace la propuesta: «Si quieres ser perfecto...» (v. 21) Jesús aprecia el esfuerzo encaminado a ir más allá. Él mismo, en efecto, en el sermón de la montaña, exhorta a no contentarse con el mínimo indispensable, sino a apuntar a lo máximo posible: « Vosotros sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48). Ahora pone a este joven en el camino justo, dándole sugerencias concretas: dar todo a los pobres y seguir a Jesús.

Los bienes, mientras no son compartidos con los hermanos, alejan al hombre del Bien sumo, que es Dios: «Porque donde está tu tesoro, allí está también tu corazón» (6,21). Para iniciar el seguimiento de Cristo es necesario tener el corazón en el lugar adecuado. Por desgracia, no es el caso de este joven, que, aunque dotado de buenas intenciones, no consigue despegar. Para él, sus bienes son todavía sus «muchos bienes» (v. 22b). Al final, «se fue muy triste» (v. 22a),

A los judíos exiliados se les brinda la ocasión de reconocer el verdadero rostro de Dios en el dolor que va más allá de las lágrimas. «Cuando esto suceda… sabréis que yo soy el Señor». El joven rico, en cambio, por propia iniciativa y repleto de celo juvenil, busca el camino para obtener la vida eterna: pide consejo sobre lo que es bueno y sobre lo que se debe hacer para alcanzarlo.

Tenemos aquí dos modalidades de «trascendencia», es decir, de ir el hombre más allá de sí mismo. Una toma el camino del descenso. Cuando el hombre toca el fondo de su miseria, cuando experimenta su extrema impotencia, se encuentra ante un momento de gracia en el que se le invita a descubrir la presencia misteriosa del Dios que lo sostiene. «El sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre; es uno de esos puntos en los que el hombre está en cierto sentido “destinado” a superarse a sí mismo»: así escribe Juan Pablo I en la carta apostólica Salvifici doloris (n. 2).

El otro camino es un impulso hacia lo alto. El hombre descubre que puede más, que debe ir más allá de lo que es necesario y se le exige; entonces Dios lo anima y lo impulsa a dar el salto. La vida del hombre es una trama de altos y bajos, de impulsos y caídas, de entusiasmos y depresiones, pero Dios está siempre dispuesto a salirle al encuentro en cualquier punto del camino: «Si subo hasta los cielos, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro» (Sal 139,7).

Reflexión segunda del Santo Evangelio: Mt 19, 16-22. ¿Por qué me llamas bueno ? 
Este célebre encuentro de Jesús con el joven rico se halla referido por los tres Sinópticos. Se ha puesto de relieve las diferencias entre Mateo y los otros dos Sinópticos. El joven (sólo Mateo le llama así) se dirige a Jesús llamándole «Maestro» (Maestro «bueno» añaden Marco y Lucas). Lo más sorprendente se encuentra en la respuesta de Jesús: “¿me preguntas acerca de los buenos?” « Uno solo es el bueno» Nuestro evangelista ha intentado, como es su costumbre, evitar el escándalo que supondrían las palabras de Jesús según la versión de Marcos y Lucas: « ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios» (Mc 10, 18). Entonces, ¿Jesús no era bueno? ¿Cómo se explican estas palabras?

Evidentemente Mateo intentó suavizar las palabras de Jesús y la paradoja que suponen, porque, si él no era bueno, ¿con qué derecho interviene en la vida de un hombre imponiéndole las mismas exigencias que a los discípulos más estrictos? Lo que Marcos parece negar de palabra, lo afirma con los hechos. Mateo dice, más suavemente, lo mismo que Marcos: uno solo es “bueno” (V.17). Dios no es mencionado por su nombre. Se le designa por uno de sus sucedáneos, “el bueno”, que se habían inventado para no pronunciar por respeto el nombre de Dios. Es la única vez que, en todo el Nuevo Testamento se llama así a Dios. Por el contrario «lo bueno » se llamaba, desde el profeta Amós, a todo aquello que se halla exigido por la voluntad de Dios: «buscad lo bueno y viviréis» (Am 5, 14) es frase paralela con “buscadme y viviréis” (Am 5, 4. 6). Cuando alguien preguntaba por «lo bueno» estaba situándose en la recta relación con Dios.

Jesús contesta enumerando alguno de los mandamientos y añade el precepto del amor al prójimo (Lev 19, 18), que era considerado como el resumen más acabado de la ley. El joven rico afirma que él ha cumplido todo eso. Entonces Jesús, sin criticar este esfuerzo desplegado en el cumplimiento de la ley, le abre las exigencias del reino de Dios que él predicaba (en la línea de las célebres antítesis, 5, 20ss, y en las exigencias de perfección como el Padre celestial es perfecto, 5, 48; ver los comentarios correspondientes)

Al joven rico le parece excesivo el precio que tiene que pagar para entrar en el discipulado de Jesús, porque era muy rico. El esperaba de Jesús otra cosa: que le hubiese mandad o hacer obras buenas, dar limosna en mayor cantidad, algo que pudiese hacer desde su riqueza sin perturbar su vida. Para ser discípulo de Jesús se pide que el hombre entero —sin distinción entre lo que él es y lo que tiene— siga las directrices del maestro y llegue, cuando la voluntad de Dios así se exprese, a renuncias totales, a la total desvinculación de aquello en lo que el hombre suele apoyarse, teniendo como motivación última “el reino de los cielos”

Reflexión tercera del Santo Evangelio: Mt 19, 16-22.El joven rico.

Los Padres de la Iglesia sostienen que la exhortación a ser perfectos está dirigida a todos los amigos de Jesús. Rezamos el Padre nuestro: las palabras de esta oración contienen toda la perfección del cielo y de la tierra. El problema es «cómo» llegar a la perfección. En la vida, crecemos y nos desarrollamos gradualmente. El progreso psicológico no es igual para todos y, también en el camino de la salvación, algunos proceden más rápidamente y otros son más lentos. San Basilio no admite una actitud tibia y un camino medio para el cristiano. Cree que la conversión a Dios debe ser total: cuando el hombre comprende que quiere vivir unido a Cristo, inmediatamente, todo el evangelio debería convertirse en su regla de vida Su amigo Gregorio Nacianceno no es tan radical. La vida está hecha de etapas; y en el crecimiento espiritual se pone en práctica primero una virtud y después otra, en el esfuerzo continuo por mejorar. La perfección es un fin común, pero el camino para alcanzarla puede ser más o menos largo.

Si quieres entrar en la vida; si quieres ser perfecto.

La conciencia del ritmo personal de la vida espiritual llevó a la distinción entre los llamados preceptos y los consejos. Los preceptos son el mínimo requerido, el escalón más bajo del recorrido hacia la perfección, la base para «entrar en la vida». Quien los trasgrede comete pecado. Los consejos son una ayuda para obtener un bien superior, la perfección.

Ningún cristiano puede robar; pero no todos deben renunciar a lo que poseen más allá de lo necesario para la vida cotidiana. Renunciar a lo superfluo con amor al prójimo lleva adelante en el camino espiritual y, por esto, los religiosos toman este consejo como programa de vida y hacen voto de pobreza. Todos los cristianos, cuando oran, piden pureza de corazón, pero no todos eligen la virginidad, sólo quien busca una pureza más radical para una relación más íntima con Dios. Orando, decimos «hágase tu voluntad»; es decir, la obediencia es una virtud cristiana fundamental y, también Jesús decía que sólo hacía lo que le pedía el Padre que está en los cielos (Jn 5, 19). Pero la obediencia religiosa conlleva confiarse plenamente al padre espiritual o al superior, para que interpreten la voluntad de Dios en las distintas situaciones de la vida cotidiana. Por tanto, preceptos y consejos conducen al mismo fin.

Este célebre encuentro de Jesús con el joven rico se halla referido por los tres Sinópticos. Se ha puesto de relieve las diferencias entre Mateo y los otros dos Sinópticos. El joven (sólo Mateo le llama así) se dirige a Jesús llamándole «Maestro» (Maestro «bueno» añaden Marco y Lucas). Lo más sorprendente se encuentra en la respuesta de Jesús: “¿me preguntas acerca de los buenos?” « Uno solo es el bueno» Nuestro evangelista ha intentado, como es su costumbre, evitar el escándalo que supondrían las palabras de Jesús según la versión de Marcos y Lucas: « ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios» (Mc 10, 18). Entonces, ¿Jesús no era bueno? ¿Cómo se explican estas palabras?

Evidentemente Mateo intentó suavizar las palabras de Jesús y la paradoja que suponen, porque, si él no era bueno, ¿con qué derecho interviene en la vida de un hombre imponiéndole las mismas exigencias que a los discípulos más estrictos? Lo que Marcos parece negar de palabra, lo afirma con los hechos. Mateo dice, más suavemente, lo mismo que Marcos: uno solo es “bueno” (V.17). Dios no es mencionado por su nombre. Se le designa por uno de sus sucedáneos, “el bueno”, que se habían inventado para no pronunciar por respeto el nombre de Dios. Es la única vez que, en todo el Nuevo Testamento se llama así a Dios. Por el contrario «lo bueno » se llamaba, desde el profeta Amós, a todo aquello que se halla exigido por la voluntad de Dios: «buscad lo bueno y viviréis» (Am 5, 14) es frase paralela con “buscadme y viviréis” (Am 5, 4. 6). Cuando alguien preguntaba por «lo bueno» estaba situándose en la recta relación con Dios.

Jesús contesta enumerando alguno de los mandamientos y añade el precepto del amor al prójimo (Lev 19, 18), que era considerado como el resumen más acabado de la ley. El joven rico afirma que él ha cumplido todo eso. Entonces Jesús, sin criticar este esfuerzo desplegado en el cumplimiento de la ley, le abre las exigencias del reino de Dios que él predicaba (en la línea de las célebres antítesis, 5, 20ss, y en las exigencias de perfección como el Padre celestial es perfecto, 5, 48; ver los comentarios correspondientes)

Al joven rico le parece excesivo el precio que tiene que pagar para entrar en el discipulado de Jesús, porque era muy rico. El esperaba de Jesús otra cosa: que le hubiese mandad o hacer obras buenas, dar limosna en mayor cantidad, algo que pudiese hacer desde su riqueza sin perturbar su vida. Para ser discípulo de Jesús se pide que el hombre entero —sin distinción entre lo que él es y lo que tiene— siga las directrices del maestro y llegue, cuando la voluntad de Dios así se exprese, a renuncias totales, a la total desvinculación de aquello en lo que el hombre suele apoyarse, teniendo como motivación última “el reino de los cielos”

Reflexión cuarta del Santo Evangelio: Mt 19, 16-22.EL JOVEN RICO: EL OFRECIMIENTO DE UNA AMISTAD "NUEVA".

Ante todo, reflexionemos juntos sobre el episodio de Jesús con el joven rico, exegéticamente lleno de problemas; sólo me referiré a alguno.

Esta narración, hasta hace unos veinte años, se la consideraba como el pasaje típico de la vocación religiosa. Sobre la base de esta narración se distinguía la doble vocación: la observancia de los mandamientos, la aceptación de los consejos evangélicos, sobre todo de la pobreza. En cambio, si leen a los exégetas de los últimos diez, quince años, se darán cuenta que casi nadie considera esta pasaje como típico de la distinción entre vocación común y vocación a la perfección. En esto, me parece, nos hemos alineado con la opinión, común desde hace siglos entre los protestantes, los cuales siempre han negado la distinción entre los dos estados.

Ahora nosotros, sin negar la realidad de esta llamada a la perfección en la Iglesia, reconocemos que en este trozo se habla del hombre, no se tiende a dividir a la gente en dos categorías: hasta aquí para todos, después sigue la elección. Es un pasaje que habla de la existencia humana, de la situación existencial, como se dice, de la vida de cada día, por tanto, de cada uno de nosotros. Por eso en cierto modo nos vemos en él, aunque se trata de un trozo difícil de explicar en todos sus particulares.

Les propongo una explicación, que me parece corresponde al conjunto y que encuentro muy clara en los comentarios exegéticos. Vemos, pues, que Jesús se dirige hacia Jerusalén, y cerca de la ciudad se tratan dos grandes problemas de la existencia humana que se encuentran en este capítulo: el problema del matrimonio, del divorcio y del celibato, en la primera parte, y después el problema de la riqueza. Entre los dos, como intermedio y punto de referencia, encontramos la frase de Jesús respecto de los pequeños: "El que no se haga como estos pequeños no entrará en el reino".

Leámoslo así, con sencillez, sin profundizar demasiado el contexto, sino tratando de comprender, palabra por palabra, lo que nos dice. Pidámosle al Señor que nos haga entrar en esta situación, que también esta vez la leamos desde adentro.

-La confianza en el "poseer" y en el "hacer".

He aquí que uno viene y dice: Maestro, ¿qué tengo que hacer para poseer la vida eterna?. Si reflexionamos bien, esta pregunta es de por sí muy significativa, porque ninguno de nosotros, como nos enseña la sicología moderna, abre la boca sin revelarse a sí mismo, sin revelar su mundo interior.

Este hombre pregunta: "¿Qué tengo que hacer?" Aquí ya nos parece un hombre muy preocupado del "hacer": qué tengo que hacer yo, qué bienes tengo que emplear. Después sabremos que es rico: es un hombre acostumbrado a comprar, sabe que todo tiene un precio, que el hombre rico puede hacer muchas cosas. Cree que tiene mucha confianza en la eficiencia: Señor, ponme una meta, aunque sea alta, de modo que yo pueda intentar. Un hombre que dice inmediatamente cuánto cuesta, estoy dispuesto a pagar. Es, pues, un hombre práctico.

"Para poseer la vida". Aquí también el verbo significa: para que yo la tenga en mano, esté seguro de tenerla. Es un hombre acostumbrado a comprar y a poseer mediante el dinero, por tanto hasta la vida eterna la quiere con seguridad.

Jesús, con mucha amabilidad, no lo rechaza, me parece, aunque hago una lectura que no es muy evidente por las palabras. Supongo que este hombre se presenta con un poco de vanidad, porque se necesita una cierta seguridad de sí para hacer semejante pregunta delante de toda la gente que escuchaba. Jesús se presta al juego, ve que este hombre en el fondo tiene buena voluntad (Marcos añade nada menos que Jesús "lo amó"), aunque probablemente es un poco pretencioso y quiere hacer buena figura delante de toda la gente. Jesús le contesta comenzando a corregirlo con amabilidad. La frase es muy misteriosa, y los exégeta se ponen también aquí sus problemas. Dice: "¿Qué me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno sólo es el bueno". ¿Qué quiere decir? Se entiende Marcos, en donde el joven pregunta: "Maestro bueno" y Jesús contesta: "Uno sólo es bueno: Dios". Pero aquí, ¿en qué sentido lo entendió Mateo?.

Yo lo leo así, precisamente según la hipótesis sicológica que he hecho: este es un hombre bastante preocupado de las cosas y Jesús le dice: cuidado, el bien no es una cosa, sino una persona. Tú te preocupas por hacer una cierta cantidad, en cambio estamos en el mundo de las relaciones, de las cualidades. No se trata de un bien, sino de una persona buena. Jesús no continúa, se limita a hacer benévola corrección a esta actitud demasiado mercantil de quien lo ha interrogado; vuelve sobre la pregunta, corrigiéndola también, no "si quieres poseer la vida", sino "si quieres entrar en la vida". Dios te ofrece la vida, por tanto, no es que tú puedas poseerla; sino, si quieres participar en ella, observa los mandamientos.

Jesús no se desconcertó, no dijo absolutamente nada de nuevo, se quedó en el terreno de la pregunta, corrigiéndola suavemente, de modo que la persona comprenda que no está en la justa posición, de preguntar partiendo de una cierta presunción, tal vez inconsciente, pero de la que Jesús trata de revelarle la existencia. Jesús le da una respuesta que se encuentra en el libro del Levítico, en toda la tradición Vetero-testamentaria. Para tener una respuesta del género, tan evidente, no había necesidad de hacer una pregunta tan solemne, en medio de la muchedumbre.

¿Qué edad tendría? Claro que no era un muchachito; el término "rico" indica un hombre joven, de unos 25 a 30 años, un hombre que ya tiene algo propio, tiene un porvenir por delante. Todavía no se ha casado, por eso está reflexionando sobre sí mismo, tiene ambiciones, aun de carácter filantrópico y moral, un hombre que sabe que la vida no se juega con poco, sino que hay que gastarla en cosas grandes.

Este hombre añade: "¿Cuáles mandamientos?". Aquí también Jesús sigue en su terreno, le da una respuesta evidente: "No matar, no robar, no fornicar, no decir falsos testimonios, honrar al padre y a la madre, amar al prójimo como a sí mismo". Como notan muy bien los exégetas, y como lo pueden ver ustedes también, aquí Jesús habla de la segunda Tabla de los mandamientos, es decir, de las relaciones con el prójimo: ten buenas relaciones con el prójimo, dice Jesús, no lo engañes en nada, da a cada uno lo que le pertenece: las cosas, la esposa, el honor al padre y a la madre, la verdad a todos.

Solamente Mateo añade una cosa que disturba un poco a los exégetas, es decir, el mandamiento general: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Es bastante indicativo, porque con esta palabra de Jesús Mateo hace referencia exactamente al juicio final.

Prácticamente Jesús le contesta: ten buenas relaciones con todos, más aun, ámalos a todos.

-La exigencia de "algo más".

El diálogo debería haber terminado aquí, pero llega la sorpresa, pues el discurso continúa, como si Mateo quisiera contestar a una pregunta implícita: ¿cómo se pueden hacer obras de caridad sin cambiar el corazón? O también: ¿cómo es posible querer hacer estas obras de caridad y sin embargo no hacerlas, no ser capaces ni siquiera de verlas cuando se presentan? Hay algo más, pues, que el ejercicio material de las obras de caridad, hay algo más profundo.

En efecto, el joven dice: "Todo esto lo he observado". Por tanto, este joven no sólo ha sido honesto en la administración de su patrimonio, no ha robado, no ha mentido, ha honrado a sus padres, sino que también ha amado: ha dado limosnas, ha sido generoso con los pobres, se ha preocupado de los enfermos... E insiste: "¿Qué me falta todavía?".

Aquí me detengo un momento, pues quisiera preguntarle a este joven: ¿pero qué te pasa, por qué sigues preguntando? Por qué no dices: gracias, Señor, todo esto lo he observado y me voy para mi casa contento; ¿por qué te pones en problemas, haciendo todavía una pregunta que te hará quedar mal? El joven podría contestar: sentía que a pesar de todo no estaba satisfecho. Mi pregunta era una pregunta sincera. Había hecho todo bien, tenía amigos, administraba bien mis riquezas, me consideraban una persona honesta, pero yo soy joven, me siento llamado a hacer cosas grandes en la vida, yo quiero saber...

En el fondo de nosotros mismos se encuentra esta exigencia de algo más: nos damos cuenta que no es suficiente hacer "razonablemente" bien las cosas. O mejor, ya lo hemos visto y volveremos a verlo, hacer razonablemente bien las cosas es imposible, a menos que nos abramos a algo más.

Este joven ha comprendido perfectamente que el hombre, que es deseo infinito, de profundidad, de relaciones sin límites, no se detiene en las cosas ordinarias, a menos que acepte una existencia superficial y vana. En nosotros hay algo que exige más, que exige profundidad de relaciones, relaciones personales que van hasta el fondo, y esto se verifica principalmente con Dios. Por eso, este joven pregunta todavía: ¿qué me falta? También aquí encontramos esa presunción: quiero llegar a la plenitud.

-Una petición paradójica.

Ahora la respuesta se hace solemne: "Le dijo Jesús". Al principio Jesús se había quedado en la superficie, pero al ver que la persona salió con algo mejor, esto es, en el fondo se ha demostrado verdadera, expresando el deseo de aquel "más" que hace ver que la pregunta no era sólo conveniencia humana, sino auténtica sed de saber, entonces también Jesús va a la profundidad, destapa las cartas: "Si quieres ser perfecto, anda, vende cuanto tienes y dalo a los pobres; y tendrás un tesoro en los cielos; después, ven y sígueme".

Fijémonos en el modo como se formula esta respuesta: "Si quieres ser perfecto". Aquí Jesús no habla de una acción supererogatoria, sino que dice: si verdaderamente quieres ser lo que como hombre estás llamado a ser, haz este acto paradójico que hasta ahora no te ha venido ni siquiera a la mente, es decir, libérate de todo lo que es la vida habitual, de todo lo que es la rutina de tu existencia, de todo aquello sobre lo que te apoyas, sin saberlo, y que hace tu vida tan inmóvil, tan estática, tan carente de sorpresas, tan burguesamente honesta.

Tienes que aceptar hacer aquel gesto paradójico que nadie hace casi nunca, en tu situación, que la gente considera loco: ¿qué le ha pasado, ahora, que le dio por vender todos sus bienes? ¡Se ha vuelto loco! Probablemente tenía deudas secretas, jugaba, no lo sabíamos, pero ahora finalmente se descubre todo; lo creíamos quién sabe quién... Así la gente comienza a maliciar.

A este joven le disgusta no sólo dejar todo, sino también el qué dirá la gente, el ser tenido por loco o que quién sabe qué se propone, porque en el fondo la gente no cree nunca que uno haga las cosas porque quiere hacerlas, por generosidad. Este hombre se siente llevado por Jesús a una situación que para él es verdaderamente absurda.

Jesús le explica amablemente el porqué de esta paradoja que se le pide: "Tendrás un tesoro en los cielos". Habitualmente, ¿por qué no logras equilibrar tu vida? Porque tu tesoro está en las cosas que posees. Probablemente ni siquiera te das cuenta, porque hasta ahora te has apoyado en ellas como en una evidencia; pero cuando te falten, verás realmente cómo te maniataban; verás cómo llegarás a ser libre, si pones tu punto de equilibrio fuera de ti, en los cielos, es decir, en Dios: verás cómo llegarás a una relación con Dios.

Hasta ahora era una relación de comodidad, de quien se siente seguro y entonces le ofrece a Dios su vida, su fidelidad, la observancia de los mandamientos, pensando: en todo caso estoy tranquilo, tengo las cosas que me sostienen. En cambio, así te colocas en una relación de enemistad con la sociedad que te rodea, que, como mínimo, por lo menos no te comprenderá; así te pones en una situación de dependencia total delante de Dios, te la jugaste toda por él. Hasta ahora podías jugar en dos ruletas distintas, apuntabas a veces aquí y a veces allá; ahora lo haces sobre una sola, por tanto tienes que perder el equilibrio por la fuerza. ¿Ves la racionalidad de esta paradoja? Tendrás un tesoro en los cielos. Sólo entonces podrás seguirme.

Nos encontramos aquí ante un concepto muy importante para Mateo; para él es necesario seguir a Jesús. En cambio, este hombre no podía seguirlo porque no había perdido el equilibrio. Sólo entonces, continúa Jesús, serás lo que verdaderamente debes ser, tendrás la plenitud de la vida y la autenticidad a la que aspiras secretamente, habrás vencido ese sutil descontento que te corroe, que está presente en todas las cosas que haces bien, en todas las alabanzas que recibes, en todos los honores que te brinda la gente a quien sirves. Entonces serás auténtico. Esta es la propuesta de verdad.

-La imposibilidad de salir de la propia esclavitud.

Conocemos la respuesta que Mateo transmite con toda solemnidad. "Al oír esto, el joven se fue entristecido". Estas palabras se pueden entender como la Palabra de salvación definitiva, clara, la que necesitabas. Tú insististe por tenerla, la pediste repetidamente, tres veces: ahora se te ha dado, ahora ya conoces la verdad, sabes que en el fondo estás apegado a tus cosas, a tu mundo, a tus costumbres: comprendes que los demás te han marcado como rico y tú no te puedes liberar de esta marca, estás condenado a seguir así marcado, muy a pesar tuyo.

"Y el joven se fue entristecido". ¿Por qué triste?. Porque se dio cuenta que era esclavo. Extraña condición la de este joven que llegó libre, orgulloso, seguro de sí, y se va reconociendo su esclavitud, reconociéndose estancado en su vida, esclavo del juicio ajeno y de lo que posee y con un porvenir cerrado. "Se fue porque tenía muchas riquezas", o mejor muchas cosas que lo poseían.

En esta meditación les sugiero que no se queden aquí, sino que vayan a casa con este joven, que lo acompañen y vean lo que hace. Ciertamente comenzará a dar órdenes, se presentará airoso, tratará de olvidar, pero por la noche estará inquieto: ¿por qué me metí en esto? ¿Por qué hice esa pregunta? ¿No había sido mejor estar en casa? ¿Y mañana qué voy a hacer? Ahora voy a hacer cosas grandes, trabajaré...

Pero siempre vivirá con ese descontento: se fue entristecido, porque se dio cuenta que no es auténtico, no es verdadero. Podemos seguirlo durante los días siguientes, aparentemente contento, lleno de alegría, airoso. Tal vez se vuelva más piadoso, más devoto, trate de rezar más, para demostrarse a sí mismo que es una persona honesta, justa, recta. Va al Templo, da grandes ofertas a la sinagoga, limosnas a los pobres, todos lo consideran una persona verdaderamente devota, religiosa, pero no se siente satisfecho.

Podemos seguir adelante con la fantasía, para luego regresar al Evangelio, aunque no nos estemos alejando demasiado. Yo creo que a un cierto punto este joven debió de pensar: quiero otra vez hablar con Jesús, no me basta con la primera vez, no me doy por vencido. Lo busca, se informa y decide, porque no puede ya vivir sin ir a buscarlo.

Supongamos que nos pide consejo a cada uno de nosotros para saber, cuando volverá donde Jesús, qué decir, cómo comportarse.

Tal vez le diremos: toma una póliza y escribe: "todas mis riquezas las doy a los pobres" y la entregas a Jesús. ¿Sería el comportamiento justo? O, ¿qué otro consejo le podremos dar? ¿Cómo podríamos decirle que se presente a Jesús siendo auténtico, no haciéndose lo que no es?.

Si este joven es honesto, como lo presenta el Evangelio, al final elegirá el camino justo. Es decir, probablemente se acerca a Jesús en un momento en el que estaba un poco solo (ya no se atreve a hablar delante de la gente, porque la otra vez había quedado impresionado con una respuesta pública) y le dirá: Señor, tú dijiste la verdad. Tienes razón, soy muy malo, pero ya no puedo más. No tengo nada que traerte, todas mis riquezas están allá, pero no sirven. No entiendo por qué no logro moverme. Te pido, Señor, que me expliques qué es lo que está sucediendo en mí. Haz que yo entienda mejor.

Señor, comprendo que no soy un héroe. Veo mi incapacidad, mi pobreza; no soy nada, pero ahora te lo digo, y al decírtelo me siento más tranquilo. Te pido una sola cosa: hazme comprender por qué no he sido capaz, por qué no he aceptado, por qué todavía me siento pesado, tan dividido internamente...

Y volvamos al Evangelio. Jesús le dirá: mira, tú no podías menos de comportarte así. Tal vez nos parezca extraño, pero empezaría precisamente por excusarlo: no podías obrar de otro modo, porque tu tesoro estaba allá y tú no podías cambiar el lugar de tu tesoro.

Elevación Espiritual para este día 

«¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es bueno». ¿Qué es lo que impulsa a Jesús a dar esta respuesta al joven y qué ventaja espera obtener de ella? En primer lugar, Jesús quiere elevar gradualmente su alma, enseñarle a huir de toda adulación, levantarlo de la tierra y acercarlo a Dios. Quiere persuadirle a buscar los bienes futuros, a desear el conocimiento de aquel que es verdaderamente bueno y constituye la raíz y la fuente de todos los bienes, a fin de que dé a Dios la gloria que le es debida. « En cuanto a vosotros, no llaméis a nadie maestro en la tierra»: dice esto para enseñarnos a distinguir entre él y todos los hombres y a reconocer quién es el principio y el origen de todos los seres.

Debemos señalar por otra parte, que este joven, con semejante deseo, demuestra un fervor insólito para aquel tiempo. Todos los que se acercan a Cristo lo hacen para tentarle o para obtener de él la curación de alguna enfermedad de ellos mismos o de sus propios parientes.

Este joven, en cambio, se acerca a Jesús para preguntarle sobre la vida eterna. Se parece a una tierra feraz donde, no obstante, hay una gran cantidad de zarzas que sofocan la simiente. Considera, por otra parte, que se declara presto a obedecer los mandamientos de Cristo: « ¿Que he de hacer de bueno para obtener la vida eterna?».

Reflexión Espiritual para el día. 
La respuesta de Jesús es la que lo desenmascara. Él nombró los mandamientos y, al nombrarlos, los confirma de nuevo como mandamientos de Dios. El joven se siente atrapado de nuevo. Esperaba poder desembocar en una conversación poco comprometedora sobre problemas eternos. Esperaba que Jesús le ofreciese una solución a su conflicto ético. Pero Jesús no se preocupa de su problema, sino de él mismo.

« ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es bueno». ¿Qué es lo que impulsa a Jesús a dar esta respuesta al joven y qué ventaja espera obtener de ella? En primer lugar, Jesús quiere elevar gradualmente su alma, enseñarle a huir de toda adulación, levantarlo de la tierra y acercarlo a Dios. Quiere persuadirle a buscar los bienes futuros, a desear el conocimiento de aquel que es verdaderamente bueno y constituye la raíz y la fuente de todos los bienes, a fin de que dé a Dios la gloria que le es debida. « En cuanto a vosotros, no llaméis a nadie maestro en la tierra»: dice esto para enseñarnos a distinguir entre él y todos los hombres y a reconocer quién es el principio y el origen de todos los seres.

Debemos señalar por otra parte, que este joven, con semejante deseo, demuestra un fervor insólito para aquel tiempo. Todos los que se acercan a Cristo lo hacen para tentarle o para obtener de él la curación de alguna enfermedad de ellos mismos o de sus propios parientes.

Este joven, en cambio, se acerca a Jesús para preguntarle sobre la vida eterna. Se parece a una tierra feraz donde, no obstante, hay una gran cantidad de zarzas que sofocan la simiente. Considera, por otra parte, que se declara presto a obedecer los mandamientos de Cristo: « ¿he de hacer lo bueno para obtener la vida eterna?».

La respuesta de Jesús es la que lo desenmascara. Él nombró los mandamientos y, al nombrarlos, los confirma de nuevo como mandamientos de Dios. El joven se siente atrapado de nuevo. Esperaba poder desembocar en una conversación poco comprometedora sobre problemas eternos. Esperaba que Jesús le ofreciese una solución a su conflicto ético. Pero Jesús no se preocupa de su problema, sino de él mismo.

La única respuesta a la preocupación suscitada por el conflicto ético es el mandamiento de Dios, que implica la exigencia de no seguir discutiendo y obedecer por fin. Sólo el diablo ofrece una solución al conflicto ético; continúa preguntando y no te verás obligado a obedecer. Jesús no se fija en el problema del joven, sino en él mismo. No toma en serio el conflicto ético que el joven se toma tan en serio. Lo único que le interesa es que el joven termine escuchando el mandamiento y obedeciendo. Precisamente donde el conflicto ético quiere ser tomado en serio, donde atormenta y esclaviza al hombre, no dejándole llegar al acto de obediencia que le tranquilizaría, es donde se revela toda su impiedad, y es también allí donde conviene desenmascararlo en su ausencia impía de seriedad, como desobediencia definitiva. Sólo es serio el acto de obediencia que pone fin al conflicto y lo destruye, el que nos deja libres para llegar a ser hijos de Dios. Este es el diagnóstico divino que se da al joven.

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia y el Magisterio de la Santa Iglesia: Comentario al Evangelio por: San Atanasio (295-373), Obispo de Alejandría, Doctor de la Iglesia. 
La Vida de San Antonio, Padre de Monjes, 2-4: «Tendrás un Tesoro en el Cielo»

Después de la muerte de sus padres, cuando Antonio tenía entre dieciocho y veinte años..., un día entró en la iglesia en el momento en que leían el Evangelio y escuchó lo que dijo el Señor a un rico: «Si quieres ser perfecto, ves, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres; después, ven, sígueme y tendrás un tesoro en el cielo.» Antonio tuvo la sensación de que esta lectura estaba dicha para él. Salió inmediatamente y dio a los habitantes del pueblo todas sus propiedades familiares. Después de haber vendido todos sus bienes muebles, repartió entre los pobres todo el oro que la venta de sus bienes le había proporcionado, poniendo a un lado una pequeña parte para mantener a su hermana.

Otro día que entró también en la iglesia, oyó que el Señor decía en el Evangelio: «No os preocupéis por el día de mañana» (Mt 6,34). No pudiendo soportar el haber guardado alguna parte de sus bienes, la distribuyó también entre los más pobres. Confió a unas vírgenes conocidas y fieles que vivían juntas en una casa, el cuidado de su hermana para que la educaran. Y desde entonces, viviendo cerca de su casa, se consagró al trabajo ascético, atento sobre sí mismo y perseverando en una vida austera...

Trabajaba con sus propias manos porque había escuchado esta frase: «Si alguno no quiere trabajar, que no coma» (2Tes 3,10). Compraba su alimento de pan con lo que ganaba y distribuía entre los indigentes el resto que le quedaba. Oraba sin cesar porque había aprendido que es necesario «orar sin cesar» (Lc 21,36) en privado. Prestaba tal atención a lo que leía de las Escrituras que no se olvidaba de nada sino que lo retenía todo; desde entonces su memoria podía suplir sus libros. Todos los habitantes del pueblo y la gente de bien que lo visitaban asiduamente, viéndole vivir así, le llamaban amigo de Dios. Unos lo amaban como si fuera su hijo, otros como si fuera su hermano.+

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