Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

16 de agosto de 2014

LECTURAS DEL DÍA 16-08-2014

SÁBADO DE LA XIX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. Feria. O SAN ESTEBAN DE HUNGRÍA. Memoria libre. 16 de Agosto del 2014 . 3º semana del Salterio. (Ciclo A) TIEMPO ORDINARIO. AÑO DE LA FE.. SS. Esteban de Hungría re, Roque cf, Teodoro ob. Santoral Latinoamericano. SS. Roque, Esteban de Hungría
LITURGIA DE LA PALABRA 

Ez 18,1-10.13b.30-32: Juzgaré a cada uno según su proceder 
Salmo responsorial 50: Oh Dios, crea en mí un corazón puro. 
Mt 19,13-15: Dejen que los niños se acerquen a mí 

 Para muchos de nosotros, escuchar un texto como el del profeta Ezequiel que nos propone la liturgia de la Palabra este día, donde se nos dice quiénes y por qué serán condenados, tal vez pueda producirnos cierta satisfacción interior porque no habremos cometido la lista de iniquidades que el profeta enumera; pero, ¡atención!: lo que Dios manifiesta al pueblo de Israel y a nosotros no sólo se refiere a actos puntuales de conducta muy condenables, sino al amor a Dios y al prójimo que debe brotar de la actitud de conversión, el que ha de traducirse en un compromiso cotidiano de fidelidad y solidaridad creativa y efectiva. Cuántas veces hemos sido como los discípulos del evangelio de hoy, obstáculo para que otros tengan la oportunidad de encontrarse con el Señor. Ser discípulo no es tarea fácil; más bien es un compromiso estricto de negación de muchas de nuestras tendencias, para ir en pos de aquél que es el camino, la verdad y la vida. Permitamos -desde un testimonio de vida coherente, donde no existan la mentira, la injusticia, el odio y el orgullo-, el encuentro de los otros como el de nosotros con Jesucristo en nuestro diario vivir. 


PRIMERA LECTURA.
Ezequiel 18, 1-10. 13b. 30-32 
Os juzgaré a cada uno según su proceder 

Me vino esta palabra del Señor: "¿Por qué andáis repitiendo este refrán en la tierra de Israel: "Los padres comieron agraces, y los hijos tuvieron dentera"? Por mi vida os juro -oráculo del Señor- que nadie volverá a repetir ese refrán en Israel. Sabedlo: todas las vidas son mías; lo mismo que la vida del padre, es mía la vida del hijo; el que peca es el que morirá. 

El hombre que es justo, que observa el derecho y la justicia, que no come en los montes, levantando los ojos a los ídolos de Israel, que no profana a la mujer de su prójimo, ni se llega a la mujer en su regla, que no explota, sino que devuelve la prenda empeñada, que no roba, sino que da su pan al hambriento y viste al desnudo, que no presta con usura ni acumula intereses, que aparta la mano de la iniquidad y juzga imparcialmente los delitos, que camina según mis preceptos y guarda mis mandamientos, cumpliéndolos fielmente: ese hombre es justo, y ciertamente vivirá -oráculo del Señor-. 

Si éste engendra un hijo criminal y homicida, que quebranta alguna de estas prohibiciones, ciertamente no vivirá; por haber cometido todas esas abominaciones, morirá ciertamente y será responsable de sus crímenes. 

Pues bien, casa de Israel, os juzgaré a cada uno según su proceder -oráculo del Señor-. Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos, y no caeréis en pecado. Quitaos de encima los delitos que habéis perpetrado y estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo; y así no moriréis, casa de Israel. Pues no quiero la muerte de nadie -oráculo del Señor-. ¡Arrepentíos y viviréis!" 

Palabra de Dios 

Salmo responsorial: 50 
R/.Oh Dios, crea en mí un corazón puro. 

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R. 

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. R. 

Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. R. 

SANTO EVANGELIO 
Mateo 19, 13-15 
No impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los cielos 

En aquel tiempo le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos les regañaban. Jesús dijo: "Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los cielos". Les impuso las manos y se marchó de allí. 

Palabra del Señor.

Reflexión de la Primera Lectura: Ez 18, 1-10.13b.30-32. Os juzgaré a cada uno según su proceder.
Buscar excusas para nuestras propias culpas, achacar a los otros los males que sufrimos es algo instintivo. En ambos casos intentamos desviar de nosotros mismos la responsabilidad del pasado, el compromiso con el presente y el futuro. También en tiempos de Ezequiel existía este juego de echarse las culpas unos a otros, apoyándose en textos de la Escritura (Dt 5,9; 29,18-21; Ex 20,5) y en proverbios como los citados y referidos por el mismo Ezequiel (por ejemplo, 18,2). La palabra del profeta representa un giro crucial en el pensamiento sobre la solidaridad y sobre la retribución: cada uno carga con la responsabilidad de sus propios actos, cada uno tendrá la retribución que merezca por ellos.

Aunque ya desde los comienzos se conocía una responsabilidad individual (Gn 18,25), había predominado el concepto de responsabilidad colectiva (Jos 7). Ezequiel se convierte en el teorizador de la responsabilidad individual. El profeta llama a la conversión, pero choca contra la mentalidad fatalista de sus contemporáneos: ¿de qué les sirve convertirse, si están pagando las culpas de sus padres? Ante esta concepción popular; Ezequiel muestra que la Ley lanza una llamada a la responsabilidad personal. La salvación de un individuo no depende de sus antepasados, ni de sus parientes más próximos (Ez 18,10-18), ni siquiera de su pasado (vv. 21-23). Lo que cuenta siempre de verdad es la disposición actual del corazón (vv. 5-9). Según esta mentalidad, existe un remedio para un pasado de iniquidad: la conversión para obtener la vida (vv 30-32).

Esta llamada no ha perdido actualidad. Todavía hoy, con una mentalidad fatalista o gregaria, nos referimos al «destino» o a la «pertenencia» a un grupo para quitarnos de encima la responsabilidad de lo que hemos hecho o de lo que haremos, para no comprometernos propiamente. Ciertamente, constituye siempre un problema vivo mostrarse solidarios con la comunidad sin alienamos de nosotros mismos, cargar con las propias responsabilidades sin aislarnos de ella. La conversión y las obras de justicia y de caridad deben ser personales sin ser individualistas.

Reflexión del Salmo 50. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
Es un salmo de súplica individual. El salmista está viviendo un drama que consiste en la profunda toma de conciencia de la propia miseria y de los propios pecados; es plenamente consciente de la gravedad de su culpa, con la que ha roto la Alianza con Dios. Por eso suplica. Son muchas las peticiones que presenta, pero todas giran en torno a la primera de ellas: “¡Ten piedad de mí, Oh Dios, por tu amor!” (3a).

Tal como se encuentra en la actualidad, este salmo está fuertemente unido al anterior (Sal 50). Funciona corno respuesta a la acusación que el Señor hace contra su pueblo. En el salmo 50, Dios acusaba pero, en lugar de dictar la sentencia, quedaba aguardando la conversión del pueblo. El salmo 51 es la respuesta que esperaba el Señor: «Un corazón contrito y humillado tú no lo desprecias» (19h). Pero con anterioridad, este salmo existió de forma independiente, como oración de una persona.

Tiene tres partes: 3-11; 12-19; 20-21. En la primera tenemos una riada de términos o expresiones relacionados con el pecado y la transgresión. Estos son algunos ejemplos: «culpa» (3), «injusticia» y «pecado» (4), «culpa» y «pecado» (5), «lo que es malo» (6), «culpa» y «pecador» (7), «pecados» y «culpa» (11). La persona que compuso esta oración compara su pecado con dos cosas: con una mancha que Dios tiene que lavar (9); y con una culpa (una deuda o una cuenta pendiente) que tiene que cancelar (11). En el caso de que Dios escuche estas súplicas, el resultado será el siguiente: la persona «lavada» quedará más blanca que la nieve (9) y libre de cualquier deuda u obligación de pago (parece que el autor no está pensando en sacrificios de acción de gracias). En esta primera parte, el pecado es una especie de obsesión: el pecador lo tiene siempre presente (5), impide que sus oídos escuchen el gozo y la alegría (10a); el pecador se siente aplastado, como si tuviera los huesos triturados a causa de su pecado (10b). En el salmista no se aprecia el menor atisbo de respuesta declarándose inocente, no intenta justificar nada de lo que ha hecho mal. Es plenamente consciente de su error, y por eso implora misericordia. El centro de la primera parte es la declaración de la justicia e inocencia de Dios:» Pero tú eres justo cuando hablas, y en el juicio, resultarás inocente» (6b). Para el pecador no hay nada más que la conciencia de su compromiso radical con el pecado: «Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre» (7).

Si en la primera parte nos encontrábamos en el reino del pecado, en la segunda (12-19) entramos en el del perdón y de la gracia. En la primera, el salmista exponía su miseria; en la segunda, cree en la riqueza de la misericordia divina. Pide una especie de «nueva creación» (12), a partir de la gracia. ¿En qué consiste esta renovación total? En un corazón puro y un espíritu firme (12). Para el pueblo de la Biblia, el «corazón» se identifica con la conciencia misma de la persona. Y el “espíritu firme” consiste en la predisposición para iniciar un nuevo camino.

Creada nuevamente por Dios, esta persona empieza a anunciar buenas noticias: «Enseñaré a los culpables tus caminos, y los pecadores volverán a ti» (15). ¿Por qué? Porque sólo puede hablar adecuadamente del perdón de Dios quien, de hecho, se siente perdonado por él. Hacia el final de esta parte, el salmista invoca la protección divina contra la violencia (16) y se abre a una alabanza incesante (17). En ocasiones, las personas que habían sido perdonadas se dirigían al templo para ofrecer sacrificios. Este salmista reconoce que el verdadero sacrificio agradable a Dios es un espíritu contrito (18-19).

La tercera parte (20-21) es, ciertamente, un añadido posterior. Después del exilio en Babilonia, hubo gente a quien resultó chocante la libertad con que se expresaba este salmista. Entonces se añadió este final, alterando la belleza del salmo. Aquí se pide que se reconstruyan las murallas de Sión (Jerusalén) y que el Señor vuelva nuevamente a aceptar los sacrificios rituales, ofrendas perfectas y holocaustos, y que sobre su altar se inmolen novillos. En esta época, debe de haber sido cuando el salmo 51 empezó a entenderse como repuesta a las acusaciones que Dios dirige a su pueblo en el salmo 50.

Este salmo es fruto de un conflicto o drama vivido por la persona que había pecado. Esta llega a lo más hondo de la miseria humana a causa de la culpa, toma conciencia de la gravedad de lo que ha hecho, rompiendo su compromiso con el Dios de la Alianza (6) y, por ello, pide perdón. En las dos primeras partes, esboza dos retratos: el del pecador (3-11) y el del Dios misericordioso, capaz de volver a crear al ser humano desde el perdón (12-19). También aparece, en segundo plano, un conflicto a propósito de las ceremonias del templo. Si se quiere ser riguroso, esta persona tenía que pedir perdón mediante el sacrificio de un animal. Sin embargo, descubre la profundidad de la gracia de Dios, que no quiere sacrificios, sino que acepta un corazón contrito y humillado (19).

Se trata, una vez más, del Dios de la Alianza, La expresión «contra ti, contra ti solo pequé» (6a) no quiere decir que esta persona no haya ofendido al prójimo. Su pecado consiste en haber cometido una injusticia (4a). Esta expresión quiere decir que la injusticia cometida contra un semejante es un pecado contra Dios y una violación de la Alianza. El salmista, pues, tiene una aguda conciencia (le la transgresión que ha cometido. Pero mayor que su pecado es la confianza en el Dios que perdona. Mayor que su injusticia es la gracia de su compañero fiel en la Alianza. Lo que el ser humano no es capaz de hacer (saldar la deuda que tiene con Dios), Dios lo concede gratuitamente cuando perdona.

El tema de la súplica está presente en la vida de Jesús (ya hemos tenido ocasión de comprobarlo a propósito de otros salmos de súplica individual). La cuestión del perdón ilimitado de Dios aparece con intensidad, por ejemplo, en el capítulo 18 de Mateo, en las parábolas de la misericordia (Lc 15) y en los episodios en los que Jesús perdona y «recrea» a las personas (por ejemplo, Jn 8,1-11; Lc 7,36-50.

El motivo «lavar» resuena en la curación del ciego de nacimiento (Jn 9,7); el «purifícame» indica hacia toda la actividad de Jesús, que cura leprosos, enfermos,

La cuestión de la «conciencia de los pecados» aparece de diversas maneras. Aquí, tal vez, convenga recordar lo que Jesús les dijo a los fariseos que creían ver: «Si fueseis ciegos, no tendríais culpa; pero como decís que veis, seguís en pecado» (Jn 9,41). En este mismo sentido, se puede recordar lo que Jesús dijo a los líderes religiosos de su tiempo: «Si no creyereis que “yo soy el que soy”, moriréis en vuestros pecados» (Jn 8,24).

Este salmo es una súplica individual y se presta para ello. Conviene rezarlo cuando nos sentimos abrumados por nuestras culpas o «manchados» ante Dios y la gente o “en deuda” con ellos; cuando queremos que el perdón divino nos cree de nuevo, ilumine nuestra conciencia y nos dé nuevas fuerzas para el camino,..

Reflexión primera del Santo Evangelio: Mt 19, 13-15. No impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.
La subida de Cristo a Jerusalén está salpicada por numerosos episodios en los que se encuentra con gente humilde y despreciada, con gran escándalo de aquellos que le acompañan. Diríase que, al descubrir su propia vocación de ser despreciado y doliente, Jesús se aproxima a aquellos que presentan el mismo rostro.

Por eso, el cuadro de los niños que presentan a Jesús lo tiene que ser confundido con el del martes pasado. El punto clave es diferente. Allí se trataba de la conversión y ello exigía hacerse pequeños; aquí, en cambio se habla de Jesús. Este manifiesta su intención de no alejar a nadie de su Reino; cuando dice «como ellos» (v. 14b) no se refiere a la edad, sino que quiere poner de relieve que se trata de «los que se parecen a ellos». En la antigüedad no se consideraba a los niños como gente importante en la sociedad; Jesús, sin embargo, los convierte en los privilegiados en el Reino de Dios, los admite de modo complacido en la vida de la comunidad cristiana. Y junto con ellos admite y prefiere a los marginados, a los ignorados, a los despreciados, a los excluidos de la convivencia humana.

La actitud de los discípulos, que impiden a los pequeños acercarse a él, significa la incomprensión del ministerio de Cristo Jesús es alguien que acoge a los pequeños para darles el Reino. Ay de aquel que impida a otros acercarse a Jesús. La imposición de las manos sobre los niños y la oración es un gesto de bendición (v. 13. 15) y constituyen, asimismo, un signo de que la salvación se entrega a todos: a los niños, aunque no en sentido cronológico, sino en el de los humildes, los pobres, los pacíficos… de las bienaventuranzas. A modo de inciso: la oración y el gesto de Jesús sobre los niños fueron interpretados por la Iglesia antigua como fundamento del bautismo de los niños.

Los niños fueron «presentados» a Jesús «para que les impusiera las manos y orase». Fueron «presentados» tal vez porque eran verdaderamente pequeños y no sabían caminar todavía solos. Esa es la situación de todo hombre que busca la bendición de Dios y es incapaz de ir a él. Tenemos necesidad de «madres» que nos presenten a Jesús, que no tengan miedo a este Maestro. También tenemos necesidad de dejarnos presentar a Jesús, cosa que sólo es posible si tenemos el espíritu de los niños; si queremos hacerlo solos, tal vez no lleguemos.

Algunos querían impedírselo: llegamos a Dios, a conocerlo y a amarlo de verdad, sólo cuando nos encontramos en la madurez, cuando somos capaces de realizar gestos de adulto. Durante mucho tiempo se ha pensado —y todavía se piensa— que los niños no pueden ser santos. Jesús nos dice que precisamente «de los que son como ellos es el Reino de los Cielos». Nos vienen a la mente todos aquellos que fueron presentados a Jesús para que los curara: el paralítico, el ciego... Quizás nuestra única decisión, la única que tendrá éxito, es la de «dejarnos presentar». ¿Quién nos presentará? En el rostro de esas madres entrevemos al Espíritu del amor: Podernos realizar aún una ulterior reflexión. Con el gesto de la imposición de las manos acompañado de la oración es posible que Jesús quiera darnos a entender que pretende confiar a los niños un poder, una misión en relación con el Reino: los niños no solo forman parte del Reino, sino que tienen asimismo el poder de hacer entrar en él. Será verdadero discípulo y apóstol quien se haga niño.

Reflexión segunda del Santo Evangelio: Mt 19, 13-15 .De los que son como niños. es el reino de los cielos. 
El rito de la imposición de manos y la bendición de los niños era corriente en la época. Lo hacían los padres, pero se pedía también la bendición de los rabinos famosos. En esta ocasión acuden a Jesús con los niños, para que los bendiga, teniendo en cuenta la fama que el joven rabino de Galilea había adquirido con su enseñanza y los milagros que realizaba. A todo ello se unía la fama de Jesús como persona de oración. Era maestro de oración y, según nos dicen los evangelistas, acudía a ella con frecuencia (14, 23; Mc 1, 35...).

El evangelista Mateo nos ha ofrecido ya otra escena en la que aparece Jesús con los niños (ver el comentario a 18, 1-5). En aquella ocasión los niños juegan un papel funcional. Entran en escena para simbolizar la actitud que deben tener los que deseen pertenecer al reino: deben hacerse como los niños. Y la cualidad esencial que en ellos se destaca es la humildad, la impotencia frente a la vida, la necesidad que tienen de los padres... Todo ello debe poner de relieve la actitud del hombre frente al reino, ante el cual todos nos hallamos en la misma situación de imposibilidad, de impotencia, de mendicidad sustantiva: de Dios nace la iniciativa y su gracia se derrama sobre el hombre cuando éste se siente así de pequeño; como es en realidad.

Lo característico de la mención de los niños en esta ocasión no es su funcionalidad o simbolismo, sino su significado personal. Se trata de ellos por ellos mismos, no por su significado. De su pertenencia al reino. O. Cullman en su estudio sobre el bautismo en el Nuevo Testamento ha descubierto la clave de interpretación de este pasaje en la palabra de Jesús: “No se lo impidáis”. Sería una expresión técnica en relación con el bautismo (3, 14; Re 8,36; 10, 47). La sentencia de Jesús justificaría así el bautismo que era concedido a los niños. El bautismo como la puerta de entrada en el reino. La discusión sobre si e1 bautismo debía concederse o no a los niños estaría zanjada así desde las palabras de Jesús.

La bendición que Jesús da no tiene nada de mágico. Su bendición se halla en relación con el reino: Dios se da incluso a los más pequeños y a los que se hacen como ellos. La bendición propia del reino es todo lo contrario a la maldición y Jesús aparece en los evangelios como el superador de toda maldición, el vencedor de Satanás (4, 1ss; 6, 13).

Reflexión tercera del Santo Evangelio: Mt 19, 13-15. Dejad que los niños se acerquen a mí. 

Paro santa Teresa de Lisieux el niño era un ejemplo de perfección y su pequeño camino de santidad se ha convertido en un programa para todos los que la siguen. En la biografía escrita por ella misma notamos que, ya desde pequeña, era muy madura y reflexionaba sobre los problemas de la vida espiritual. Pero, en su situación concreta, podía hacer sólo las pequeñas cosas que hace un niño cualquiera. Pronto comprendió que había una diferencia entre la perfección y la forma externa con que se expresa. La perfección es el amor: el gran amor constituye la gran santidad. Pero un gran amor no se expresa, necesariamente, con grandes actos. Un niño consigne expresar gran afecto con gestos pequeños. En este sentido, Teresa quería ser pequeña toda la vida, la pequeña hija de Dios que expresa su amor por el Salvador en las pequeñas acciones de la vida cotidiana.

San Doroteo de Gaza en Palestina es un conocido escritor espiritual del siglo VI. Era superior de un monasterio y, como padre espiritual, llevaba a muchos a la santidad. Entró como novicio un joven llamado Dositeo, que manifestaba mucho fervor; pero era debilísimo de salud. La vida dura del convento no era para él, pero Doroteo no lo expulsó. Lo dispensó de muchos deberes, haciéndole la vid a lo más fácil posible. Lo llevó a la santidad sugiriéndole la sustitución de los ayunos y las vigilias nocturnas de los demás monjes con una renuncia perfecta a la propia voluntad; y Dositeo se dejo guiar en todo como un niño. Murió joven; y cuando se extendió la fama de que era un gran santo, muchos no querían creerlo. Se preguntaban qué había hecho de extraordinario. Para responder a esta pregunta se escribió su biografía. El autor describe los pequeños acontecimientos de la vida demonio, porque rara vez se encuentra placer en el matrimonio. En algunas poblaciones pobres y demasiado numerosas, por ejemplo, en el Tíbet, muchos jóvenes no se casaban por motivos sociales. Pero, para Cristo, no son estos los motivos que hacen elegidos a los que eligen el celibato. Dice claramente que el celibato tiene gran valor sólo si es por el reino de los cielos, si se entiende y vive en este sentido, y sólo para aquellos que han recibido una gracia especial.

Las uniones entre padres e hijos y entre marido y mujer son naturales pero, en estas relaciones, hay un doble movimiento. El hijo nace de la unión íntima entre la madre y el padre pero, con el tiempo, esta relación se debilita y el hijo, ya adulto abandona el hogar familiar. En el matrimonio tiene lugar el proceso contrario. Dos personas que no se conocían comienzan a frecuentarse y, después, con amor fundan una familia, por medio de un vínculo que nunca se romperá. Cuando este ritmo de la naturaleza no se respeta, surgen incomprensiones y discordias.

No siempre es fácil para una madre reconciliarse con el hecho de que los hijos adultos eligen su camino de vida, que no se puede obstaculizar. Pero podrá aceptarlo si es consciente de que su maternidad, ahora que ya no tiene que nutrir y educar a los propios hijos, puede convertirse en una maternidad espiritual. Puede y debe, cada vez más, rezar por ellos, mirando a la Madre de Dios. María da a luz a Cristo de modo físico; después, es Madre del Cristo místico y, espiritualmente, de toda la Iglesia.

Reflexión cuarta del Santo Evangelio: Mt 19, 13-15   
INFANCIA-ESPIRITUAL BAUTISMO/INFANTES

-Acercaron a Jesús unos niños, para que les impusiera las manos y rezara por ellos. Me imagino esa escena: madres que llevan a sus hijos pequeños... Jesús los acaricia... a la vez que ora por ellos... el niño sonríe, o se enfada.

En todo gesto de amor, pasa una gracia divina.

Jesús amaba a los niños.

-Pero los discípulos les regañaron.

En la mentalidad judía, aun siendo el niño una bendición, se le consideraba oficialmente como un ser insignificante que no adquiere total importancia hasta su entrada adulta en la sinagoga, a los doce años.

Era corriente esa mentalidad: ¡los mismos apóstoles acostumbraban a regañar a los chiquillos! Jesús no está de acuerdo. Para El, un niño cuenta, es alguien.

-Jesús les dijo: "...Dejad a los niños y no les impidáis que vengan a mí porque de los que son como éstos, es el reino de los cielos." Los primeros cristianos muy pronto interpretaron estas palabras como una toma de posición de Jesús en favor del bautismo de los niños pequeños.

Hoy vuelve a plantearse esa cuestión y no sin razón, pues se insiste en la importancia de la "fe" implicada en el sacramento... y algunos padres reconocen no tener la fe necesaria para educar a su hijo en el mínimo de vida de Iglesia capaz de alimentar a su hijo... entonces, prefieren esperar a que el hijo decida cuando tenga la edad.

Incluso en el caso de que esta actitud sea la única prudente, conviene no olvidar la frase de Jesús en el evangelio. Con pretexto de "libertad para cuando sea mayor" ¿no sucede a veces, en ciertos casos, que se influye sobre la libertad de los hijos pero en sentido inverso, "impidiéndoles" participar en algunos actos religiosos que ellos, en su conciencia infantil, desearían? Los descubrimientos recientes de la psicología están en la misma línea de Jesús al revelar ¡la importancia de los "primeros años" para la orientación de toda una vida! y, después de todo, ¿quién puede decir todo aquello de que son capaces los niños?

-El reino de los cielos es de los que son como ellos...

Jesús los pone como ejemplo a los mayores.

En primer lugar en el sentido de que no tenemos derecho a excluirlos arbitrariamente del Reino misterioso del Padre al que sin duda están en mejor concordancia que nosotros.

Y luego, en el sentido, también, de que nada es más opuesto al Reino de Dios como la suficiencia orgullosa y razonadora de ciertos adultos que quieren juzgarlo todo según su propia norma. Se consideran centro del mundo.

Su punto de vista es el único verdadero. Y ¡ellos, pobres, no creen mas que lo que comprenden! Jesús había dicho: "Bendito seas Padre... porque si has escondido estas cosas a los "sabios y entendidos" se las has revelado a los "pequeños" (Mateo 11, 25) Es éste, sin duda, el sentido que hay que atribuir a la invitación de adoptar un "espíritu de infancia".

El niño espontáneamente concuerda con el misterio.

Cuanto más técnico va siendo nuestro mundo matemático, científico y programático... la palabra de Jesús resulta tanto más actual: Cada vez será mas necesario conservar ¡un rincón de infancia en el corazón, un rincón de poesía, un rincón de ingenuidad y de frescor, un rincón de misterio.

Evidentemente no se trata aquí de abogar para la regresión a los infantilismos.

Danos, Señor, el verdadero espíritu de infancia.

Elevación Espiritual para este día
Tu Reino, OH Dios, es de los niños, de aquellos que no son para sí mismos, sino de los otros, de ti; no se pertenecen, sino que sienten que deben pertenecer sólo a ti y a aquellos a quienes tú les envíes.

Tu Reino, OH Dios, es de los niños, de aquellos que saben que cuanto tienen y son es don de otros, de ti; de aquellos que no pueden procurarse nada, sino que lo esperan todo; cada día dicen con confianza, sin preocuparse del mañana: danos el pan de hoy.

Tu Reino, OH Dios, es de los niños, de aquellos que son pobres sin saberlo e incluso creen ser ricos sólo porque se sienten amados, y esto les basta.

Tu Reino, OH Dios, es de los niños, de aquellos que no se enorgullecen, no levantan su mirada con soberbia sobre los otros, no van en busca de grandezas que superan su capacidad, sino que acallan y moderan sus deseos porque saben que tú eres su padre y su madre (cf. Sal 130).

Reflexión Espiritual para el día.
Dios nos ha revelado lo más profundo de su ser, para decir nos que en él no hay sólo poder, soberanía, ciencia y majestad, sino también inocencia, infancia y ternura infinitas. Porque es Padre, infinitamente Padre. Los hombres no lo sabían antes: no podían saberlo; por eso era necesario que Dios nos revelara a su Hijo. Pero los hombres se apresuraron a olvidar, no saben qué hacer con la humanidad de Dios y con su ternura. No la comprenden, ni siquiera la ven, porque se imaginan que la grandeza consiste en el poder y en el dominio; no saben que consiste sólo en amor.

En efecto, desde que se nos presentó el Reino bajo las semblanzas de un niño, está siempre amenazado. Ya en la noche de Navidad, estaban trabajando los soldados de Herodes. El Reino está amenazado fuera y dentro de nosotros, porque de continuo renace en nosotros el viejo instinto del animal de preso: la voluntad de dominar, de ser los más fuertes. Pero el ángel del Señor nos invita a no temer. Este Niño es el salvador del mundo. ¡Salvados! ¡Estamos salvados! Ya no estaremos nunca solos en nuestro deshonor, en la desesperación: nada puede separarnos ahora de la ternura del Padre.

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia y el Magisterio de la Santa Iglesia: Los niños preferencia de Jesús.
Jesucristo trae el reino de los humildes, no es un reino de ricos, ni de grandes y poderosos. Es una concepción distinta. En el reino de Dios, los parámetros son muy diferentes a los concebidos en este mundo de los hombres:
"El que se haga pequeño, como un niño, es el más grande en el reino de Dios" (Mt 18, 4).

Los últimos son los primeros. Por eso Jesucristo, que es el primero, se hizo el último, se hizo la nada, un nadie (Flp 2,7), para hacer algo -para hacer mucho- al que es nadie y pequeño. Y por eso, San Pablo se llamaba a sí mismo "el menor" (elajistos), "el más insignificante" (elajistoi) (Ef. 3, 8) y San Francisco de Asís, el evangelio viviente, era "el mínimo", el padre de una comunidad de mínimos, que eligió la "minoría" como signo y distintivo de los frailes menores.

En el reino de Dios lo más importante es lo más pequeño, como el grano de mostaza, la semilla más pequeña que se hace luego el arbusto más grande (Mt 13,32), o como el poco de levadura que hace fermentar a toda la masa (Mt 13,33; 1 Cor 5,6; Gal 5,9), o como el pequeño timón que dirige una nave grande (Sant 3.4 5). Lo débil es enaltecido (Lc 1,52); y, en el cuerpo de Jesucristo, que es la Iglesia, "los miembros más débiles son los más necesarios" (I Cor 12,22); en la Tierra Prometida, Belén, un pueblo bien chico, es una de las principales ciudades de Judá (Mt 2, 6). El Dios de la Biblia, "es el Dios de los humildes, socorro de los oprimidos, protector de los débiles, defensor de los abandonados, salvador de los desesperanzados" (Jdt 9,11), "Levanta del polvo al indigente, saca al pobre del estiércol" (Sal 113, 7). Por eso, "cuanto más grande seas, más te has de bajar" (Si 3,18).

Jesucristo, siempre acogió a los niños, los quiso tener a su lado y expresó así la preferencia de Dios por los niños: "Yo te alabo, padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos y se las has revelado a los sencillos"(Mt 11, 25).

Los nepioi son los niños pequeñitos que todavía ni siquiera han aprendido a hablar, son como los niños de teta del salmo 8, 3, los que están aún en la puerilidad (Mt 21,16).

Jesucristo tenía la costumbre de coger a los niños en brazos y de bendecirlos, imponiéndoles las manos (Mc 10,16). Por otra parte, los niños, más que nadie, se sentían atraídos por la ternura y la bondad de Jesucristo, al que seguían alborozados, hasta el punto que, incluso en el templo, gritaban dándole vivas: "Viva el Hijo de David", algo que indignó a los escribas y a los sacerdotes (Mt 21,15), Jesucristo les replica con el salmo 8: El cielo sublime canta la majestad de Dios y, entre tanta grandeza, hasta los mismos niños se unen jubilosos a esa alabanza cósmica, proclamando, sin saberlo, la mesianidad de Jesucristo, cosa que no hacen los mayores, como ellos, ni siquiera los dirigentes.

Jesucristo tenía tal fama de taumaturgo que las gentes creían que, con sólo tocarle, salía de él una fuerza curativa y un poder milagroso (Mt 9, 20). El toque de Jesucristo era tenido por un toque divino que hacía crecer a los niños sanos y robustos. Por eso, le llevaban los niños para que los cogiera en brazos, les impusiera las manos, rezara por ellos y los bendijera (Mt 19,13-15; Mc 10,13-16; Lc 15,15-17).

"Los discípulos les regañaban": Tal vez porque los niños son empalagosos y cansan a los mayores; porque resultan molestos y no querían que perturbaran a Jesucristo y le distrajeran, y para que Jesucristo no perdiera el tiempo con ellos; o también, porque, como era costumbre que los escribas y los jefes de las sinagogas bendijeran a los niños, los apóstoles no querían que las gentes tuvieran a Jesucristo como un simple escriba; puede ser también que los apóstoles participaran en la minusvaloración que los judíos hacían de los niños, a los que no tenían en cuenta para nada, o para casi nada.

El caso es que los apóstoles hicieron una cosa reprobable, pues se dice que "Jesús, al ver lo que hacían, los reprendió" (Mc 10,14). Jesucristo les regaña por haber rechazado ellos a los niños. Y a renglón seguido dice: "Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de los cielos. Os aseguro que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él" (Mc 10,14-15).

Pero el Maestro de Nazaret insiste en su mensaje, no es sólo una vez, hay otro pasaje referido también a los niños:

"Los discípulos preguntaron a Jesús: ¿Quién es el más grande en el reino de los cielos? Jesús llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de Dios. El que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de Dios. El que acoge en mi nombre a un niño, como este, a mí me acoge" (Mt 18,1-5; Mc 9,33-37; Lc 9,46-48).

Marcos dice que Jesús cogió en brazos a un niño y lo puso en medio (9,36), y Lucas que lo puso a su lado. Si lo puso en medio, es para proponerlo como modelo, y si lo puso a su lado, es para indicar que está de su parte, que hace causa común con él. Estamos ante una parábola en acción semejante al lavatorio de los pies, en la que Jesucristo se hace el último, el esclavo, el servidor de todos; y lo que él ha hecho es lo que tienen que hacer todos ellos (Jn 13,1-17). Son lecciones prácticas que les da con su palabra y su obra; ellos tienen que hacer lo que ven y oyen del Maestro.

Hacerse niño. El mayor es el que se hace el más pequeño; por tanto, el que quiera ser el primero (protos), tiene que hacerse el último (esjatos). La cuestión de la precedencia y del protocolo era muy discutida en Israel. Se debatía sobre quién debía ocupar el primer lugar en el culto, en la administración, en los actos sociales, en el banquete. Y, por otra parte, el mayor, el más importante es el que se hace servidor, el criado, el que sirve al más pequeño, al más débil, al más necesitado. Y que los dirigentes, los de arriba, están para servir de verdad y no sólo, en apariencia, a los dirigidos, a los de abajo. El primero debe ser el último, y el menor debe ser el mayor. Ante la ambición de los apóstoles -y especialmente de los hijos de Zebedeo-, por querer ocupar los primeros puestos en el reino, Jesucristo, aprovechando la ocasión, les dijo:

"Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las oprimen con su poderío. Entre vosotros no debe ser así, sino que, si alguno de vosotros quiere ser grande, que se haga vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, sea el servidor de todos" (Mt 20,25-26).

El evangelista Mateo, en relación con la predilección de Jesucristo por los niños, dice: "El que dé de beber a uno de estos pequeñuelos (microi) un vaso de agua fresca, porque es mi discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa (Mt 10,42).

La idea expresada en estos textos obliga a los discípulos de Jesucristo, y muy singularmente a los apóstoles y a sus sucesores, a hacerse como niños. Es una lección fundamental para todos los seguidores de Jesucristo, sin ese requisito, no podrán entrar en el reino de Dios, y, así mismo, para los apóstoles, si quieren ser miembros cualificados del reino. En todo caso, el adulto tiene que dejar de ser lo que es y comenzar un nuevo modo de vivir, hacerse niño, nacer de nuevo en el renacer a la fe. Porque los niños enseñan a vivir a los mayores. +

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