Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

18 de septiembre de 2012

LECTURAS DEL DÍA 18-09-2012


MARTES DE LA XXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. 18 de Septiembre del 2012. 4º semana del Salterio. (Ciclo B) TIEMPO ORDINARIO. MES DEDICADO A LOS DOLORES DE NUESTRA SEÑORA. SS. José de Cupertino pb, Ariadna mr, Sofía, Domingo Trach pb mr, Ricarda re rl. Santoral Latinoamericano. SS. José de Cupertino, Sofía.

LITURGIA D LA PALABRA 

1Co 12,12-14.27-31ª: Somos miembros del cuerpo de Cristo 
Salmo responsorial 99: Somos un pueblo y ovejas de su rebaño. 
Lc 7,11-17: Muchacho, yo te lo ordeno, ¡levántate! 

Nos encontramos ante un episodio de la vida cotidiana: una mujer viuda (seguramente anciana) que llora porque su hijo ha muerto. Jesús se enfrenta con esta escena y siente compasión, misericordia; es decir, le impacta en sus mismas entrañas el dolor de aquella mujer. Seguramente su hijo era su única esperanza, pues como mujer y viuda no tenía respaldo alguno en la sociedad judía de la época. Jesús toca el ataúd y ordena al difunto que se levante. Así revela su señorío sobre la muerte. Pero no sólo vence la muerte física, sino también la muerte cultural y religiosa del pueblo. Por eso el muchacho se “incorpora” y se pone a “hablar”. Jesús devuelve la vida, la palabra, la dignidad humana al muchacho, a la mujer viuda, al pueblo que lo reconoce como un profeta de Dios. Hoy también nos topamos con las multitudes que arrastran el ataúd de su propia muerte, causada por la pérdida del sentido de la vida, de la dignidad mancillada por muchas formas de deshumanización, por la injusticia camuflada en sociedades aparentemente democráticas… Ojalá podamos sentir, como Jesús, dolor en las entrañas ante estos episodios cotidianos, y aportar nuestro “toque” para devolver la esperanza de la vida a esas pequeñas “multitudes”. 

Primera Lectura 
1Corintios 12, 12-14. 27-31a 
Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro 

Hermanos: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. 

Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. El cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo. 

Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro. Y Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas, el don de interpretarlas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan? Ambicionad los carismas mejores. 

Palabra de Dios 

Salmo responsorial: 99 
R/. Somos un pueblo y ovejas de su rebaño. 

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría,  entrad en su presencia con vítores. R. 

Sabed que el Señor es Dios:  que él nos hizo y somos suyos,  su pueblo y ovejas de su rebaño. R. 

Entrad por sus puertas con acción de gracias,  por sus atrios con himnos,  dándole gracias y bendiciendo su nombre. R. 

"El Señor es bueno,  su misericordia es eterna,  su fidelidad por todas las edades." R. 

EVANGELIO 
Lucas 7, 11-17 
¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! 

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. 

Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. 

Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: "No llores." 

Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!" El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. 

Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: "Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo;" 

La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera. 


Palabra del Señor 


Reflexión de la Primera Lectura: Corintios 12,12-14.27-31 a Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro 

Tras haber tratado sobre los sacramentos del bautismo y de la eucaristía como acontecimientos centrales en la vida de los primeros cristianos de Corinto, Pablo dedica tres capítulos de esta carta suya a la problemática de las relaciones entre los carismas y los ministerios en el interior de la misma comunidad. 


Al comienzo del capítulo 12, Pablo afirma que la autenticidad de los carismas depende de la pureza de la profesión de fe: “Nadie que fiable movido por el Espíritu de Dios puede decir: “Maldito sea Jesús”.Como tampoco nadie puede decir: “Jesús es Señor”, si no está movido por el Espíritu Santo. 


(v.3) Existe, por tanto, una pluralidad de carismas, pero su fuente es una sola: la divina Trinidad (vv. 4-6). Inmediatamente después, afirma el apóstol que la manifestación del Espíritu Santo a través de los diversos carismas ha sido dada a cada uno para la utilidad común, o sea, para el bien de toda la comunidad. En este punto se inserta el discurso más exquisitamente teológico: Pablo quiere hacer comprender que los dones que recibidos y los servicios que estamos llamados a prestar tienen su fundamento en la gracia que recibimos por medio de los sacramentos, en virtud de los cuales formamos un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Todos, en efecto, «hemos recibido un mismo Espíritu en el bautismo» y «todos hemos bebido también del mismo Espíritu» para formar un solo cuerpo (13). 


La unidad no suprime la diversidad de los miembros, de los dones y de los ministerios; al contrario, la garantiza y la exalta reconduciéndola a su fuente divina (dicho con mayor precisión, trinitaria) y la orienta a su destino comunitario (dicho de modo más exacto, eclesial). 

Reflexión del Salmo 99 Somos un pueblo y ovejas de su rebaño. 

Es un himno de alabanza en el que se invita a toda la tierra y, en particular, al pueblo de Dios, a aclamar y celebrar al Señor, el único Dios. 

Tiene dos pequeñas partes muy parecidas entre sí: lb-3; 4-5. Cada una de ellas empieza con las invitaciones en imperativo (lb-3a; 4) y sigue con la exposición de motivos (3b; 5). En total, tenemos siete invitaciones, la cuarta de las cuales («Sabed que sólo el Señor es Dios», (3a) constituye el eje de todas ellas y si motor del salmo. 

La primera parte (1b-3) presenta cuatro invitaciones dirigida a la «tierra entera» (1b); estas invitaciones vienen formuladas mediante verbos en imperativo, como si se tratara de órdenes: «aclamad al Señor» (1b), «servid al Señor», «llegaos hasta él» (2), «sabed que...» (3a). El motivo es el siguiente: «El nos hizo y le pertenecemos, somos su pueblo y ovejas de su rebaño» (3b). Se presenta al pueblo mediante la imagen del rebaño. El salmo no desarrolla la imagen del Dios pastor, El ambiente que predomina es de alegría: «con alegría», «con gritos de júbilo» (2). El motivo sigue siendo el mismo: la toma de conciencia de que no hay más que un solo Dios, que es el Señor. Toda la tierra está invitada a festejar (« ¡aclamad!», (1b), a comprometerse en el servicio de este único Dios («servid») y a acercarse a él («llegaos hasta él»), para tomar conciencia de que sólo hay un Dios, creador de todos y pastor que conduce a la humanidad en su conjunto como a un solo rebaño (3). 

La segunda parte (4-5) añade tres peticiones más, dirigidas probablemente al pueblo de Dios en procesión. Sumadas a las cuatro de la primera parte, hacen un total de siete. También se expresan aquí con verbos en imperativo: «entrad», «dadle gracias» y «bendecid» (4). El centro de estas tres invitaciones es «dar gracias». Estamos, por tanto, en el comienzo de una celebración de acción de gracias. ¿Por qué se celebra y se dan gracias? La respuesta viene inmediatamente. El ambiente en que nos movemos es el mismo que en la primera parte: «dando gracias» y «con cánticos de alabanza» (4). Se habla de «puertas» y de «atrios», lo que da la impresión de que se trata de una procesión. El pueblo está entrando en el templo de Jerusalén (la procesión recuerda vagamente a un pastor en camino con su rebaño), para celebrar y bendecir el nombre del Señor. El motivo, por tanto, es el siguiente: «El Señor es bueno: su amor es para siempre y su fidelidad de generación en generación» (5). Según algunos investigadores, el versículo 5 sería una especie de estribillo que cantaría el pueblo durante la procesión. En este estribillo se destacan dos cosas. En primer lugar, la bondad del nombre del Señor. 

En segundo lugar, el binomio «amor + fidelidad». Estas son las condiciones del compromiso del Señor en la Alianza con su pueblo. Será un Dios fiel y amoroso. Por todo esto se dan gracias y se bendice por siempre. 

El eje de este salmo viene constituido por la toma de conciencia de que existe un solo Dios para todo el universo: «Sabed que sólo el Señor es Dios» (3a). En el trasfondo de esta afirmación tenemos una crítica contra los dioses de las naciones o bien la superación de un conflicto religioso al respecto. Durante mucho tiempo, Israel creyó que los ídolos de las naciones existían realmente. Sólo en la época del exilio en Babilonia llegó al convencimiento de que existía sólo un Dios, creador y guía de toda la humanidad por los caminos de la vida. 

No obstante, la invitación con que arranca el salmo se dirige a la «tierra entera», dejando así abierta la tensión: ¿Reconocerá o no todo el mundo lo que ha hecho este Dios? ¿Se acercará a él, lo servirá y celebrará, bendiciendo su nombre, que es bueno, y su amor fiel, que es eterno? 

El contexto inmediato de este salmo es el de una celebración en el templo, precedida por una procesión que va aproximándose a sus puertas y atrios (4). El ambiente de fiesta y alegría, inundado por el deseo de una fraternidad universal, guía los pasos y orienta el corazón de cuantos se acercan a dar gracias y bendecir al Dios creador, bueno y eternamente fiel. 

Del mismo modo que hay una relación de pertenencia recíproca entre las ovejas de un rebaño y su pastor, existe una estrecha relación de amistad entre el Señor y su pueblo («somos su pueblo»). Esto nos sitúa de lleno en el corazón de la Alianza. Al margen de esto, el salmo que nos ocupa supera la estrecha visión de un Dios que sólo pacta con Israel. Y lo hace invitando a la «tierra entera» a aclamar, servir y reconocer que el Señor es el único Dios. Israel, al vivir la experiencia de la Alianza con Dios, se convierte en una especie de «hermano mayor» de todos los pueblos, indicándoles el camino que conduce al encuentro con el Dios verdadero. La experiencia de Israel sirve de luz para las naciones, elemento este que se destaca en diversos textos del Antiguo Testamento. 

Además, se presenta al Señor como el creador que establece un vínculo estrecho e indestructible con todas las criaturas. Pero el horizonte no puede ser más amplio, carece de límites: el Señor lo ha hecho todo, ha creado a todos, y no sólo al pueblo de Israel. Aquí también entra en escena el papel pedagógico del pueblo de Dios que, celebrando su experiencia de un único Dios creador, ilumina el camino de todos los pueblos hacia el encuentro con Dios. 

Finalmente, tenemos que resaltar la bondad del nombre del Señor. ¿En qué consiste esta bondad? ¿Cómo la ha experimentado Israel y cómo podrá experimentarla la «tierra entera»? La respuesta reside en las dos características del Dios que sella su alianza: el amor y la fidelidad. O, si se prefiere, el amor fiel, un amor que, además, es para siempre. 

Según el evangelio de Juan, Jesús es el amor fiel del Padre (Jn 1,17), aliado de toda la humanidad en la búsqueda de la vida un (10,10). Creyó y enseñó a creer en un único Dios (Mc 12,29-30), mostrando que la principal característica de Dios es la de ser Padre de todos («Padre nuestro», cf Mt 6,7-13). Las acciones de Jesús (sus milagros) ponen de manifiesto su bondad y la bondad del que lo había enviado, sin discriminar a nadie por razones de raza, sexo o condición social. Trató a todos como hijos e hijas de Dios. Mostró que servir a Dios es servir a todos para que tuvieran vida. Reaccionó enérgicamente contra un culto vacío, estéril y que no estaba comprometido con la práctica de la justicia. 

Podemos rezar este salmo cuando queremos dar gracias y bendecir a Dios en unión con todo el mundo, con toda la creación, con un espíritu de fraternidad universal; cuando queremos fortalecer nuestra fe en un único Dios, que da la vida a todos y que conduce a la humanidad por los caminos de la vida; cuando queremos que nuestras celebraciones estén determinadas por la vida y no por el ritual o la rutina; cuando sentimos la necesidad de celebrar el buen nombre del Señor, su amor y su fidelidad que nunca se agotan... 


Reflexión primera del Santo Evangelio: Lucas 7,11-17 ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! 

Este fragmento es exclusivo de Lucas, y por eso podemos analizarlo con la intención de recoger algunas características típicas del tercer evangelista. Es una tarea que no resultará difícil. 


Los exegetas señalan que a Lucas le gusta relacionar a Jesús con el profeta Elías (cf 1 Re 17,1 0-24) y también con el profeta Eliseo (2 Re 4,18-37): en ambos casos se narra la resurrección de dos hijos únicos de madres viudas. Sabemos asimismo que Lucas presta una atención particular a las mujeres, tanto en el tercer evangelio como en los Hechos. También aquí la figura de la madre viuda que ha perdido a su único hijo produce un impacto en Jesús, el cual «al verla, se compadeció de ella y le dijo: No llores» (v. 13). En esta atención particular de Jesús no debemos reconocer sólo un rasgo de su psicología, sino también, desde un punto de vista histórico, la opción realizada por él en favor de los débiles y de los marginados, y está fuera de toda duda que la mujer en aquella sociedad, pertenecía a esta categoría de personas. 


Por último, Jesús es aclamado como profeta; más aún, como «un gran profeta» (v. 16): según Lucas, este título tiene una peculiar carga de significado. Jesús es profeta no sólo por lo que «dice», y lo ha manifestado desde el primer gran discurso pronunciado en la sinagoga de Nazaret (4,14ss), sino también por lo que «hace» (acciones, gestos, amenazas) y, sobre todo, por el modo corno se comporta (siente compasión, o sea, se conmueve por dentro compartiendo el sufrimiento de aquella madre). De este modo se manifiesta Jesús como un profeta en el sentido más cabal del término: no sólo por que lleva la Palabra de la revelación de parte de Dios, sino también porque se pone completamente de parte de los hombres. 


Quien lea completo el capítulo 12 de la primera Carta a los Corintios podrá captar el pensamiento de Pablo en toda su extensión y genialidad. Como ya hemos señalado, el primer pensamiento de Pablo tiene que ver con la relación entre los carismas y los ministerios, un lado, y la ortodoxia de la fe, por otro. Esta debe ser el punto de referencia de la ortopraxis. 


En segundo lugar, el apóstol considera indispensable probar la relación entre los carismas recibidos y su origen trinitario. Seguimos estando en el ámbito de la fe, pero es evidente que Pablo habla aquí no de una Trinidad abstracta o hiperuránica, sino de la Trinidad «económica», esto es, considerada en relación con nuestra vida y con la vida de la comunidad. El paso posterior que establece Pablo tiene que ver con la relación entre la dimensión personal y la dimensión comunitaria de los carismas particulares: obviamente, para acabar con toda pretensión de privatizar el don divino y constreñirlo a intereses individuales o de categoría. 


Tras la relación entre carismas-ministerios y vida sacramental (de lo que ya hemos hablado, Pablo ilustra ulteriormente su pensamiento con un doble apólogo: en el primero, haciendo hablar a los miembros del cuerpo humano, hace comprender que la belleza y la armonía de una comunidad se basan en la variedad de sus miembros, todos solícitos en contribuir al bienestar de la misma comunidad. De este modo se expresa el principio de la complementariedad en orden a la unidad. 


En el segundo apólogo, el apóstol ilustra otra lev, típica del cuerpo humano y de toda auténtica concluida la cristiana. Se trata del principio de la subsidiariedad, por el que todos los miembros, incluidos los más nobles, tienen necesidad de los otros, hasta de los más humildes. En consecuencia, no puede haber división en la comunidad, del mismo modo que no debe haber división en el cuerpo humano (12,1 5-26). 


Reflexión segunda del Santo Evangelio (Lc: 7, 11-17). Jesús es quien ofrece la salvación a los gentiles 

Los dos milagros de Jesús que constituyen el tema del relato anterior (7, 1-10) y del presente (7, 11-17) forman la instrucción a la pregunta que formula Juan Bautista: “¿Eres tú el que ha de venir?”, (7, 19). La respuesta dirigirá nuestra mirada hacia el sentido y el valor de esos milagros (cfr 7,21-23): Jesús es quien ofrece la salvación a los gentiles (7, 1-10) y muestra con el hijo de la viuda de Naim el verdadero triunfo de la vida (7, 11-17). 


Sobre este fondo de preocupación doctrinal es arriesgado asegurar la realidad histórica del milagro que estamos comentando. Lo que importa no es el hecho en sí, sino el sentido que contiene y nos transmite: Jesús ha ofrecido a los hombres el regalo (o el misterio) de la plenitud universal, en la que está incluida la resurrección de los muertos (cfr 7, 22) 


Precisemos, Con toda la tradición evangélica confesamos que Jesús ha realizado prodigios que desbordan las posibilidades de la tierra. Sabemos con la Iglesia que en esos milagros, vistos en conjunto, se refleja y anticipa la verdad del reino, aunque no podamos garantizar el fondo histórico de cada uno de ellos. Pues bien, entre los prodigios que mejor reflejan el sentido de Jesús se encuentra este relato. Sus elementos fundamentales son los siguientes: a) Hay una revelación de Dios. Ante el milagro de la piedad de Jesús, que se compadece de la viuda y resucita a su hijo, el pueblo exclama: «Dios ha visitado a su pueblo». En este gesto se revela Dios como el poder que acoge al hombre muerto y le transforma. De Jesús se afirma que es profeta. La palabra profeta ha perdido aquí su significado primitivo; no se refiere al hombre que transmite la palabra de Dios, sino al que ofrece la hondura transformante de su vida. En esta perspectiva, Jesús no es un profeta de Dios por anunciar el reino con palabras, sino porque ha venido a realizarlo (resurrección). h) Con la resurrección se desvela el sentido de la vida. Jesús no viene a destruir, sino a crear; no saca al hombre de la tierra para hacer que encuentre a Dios, sino que le introduce en el auténtico sentido de esa tierra: le ofrece la alegría de una vida abierta. Es la alegría de una madre que reencuentra al hijo perdido, la plenitud de una vida que parecía truncada y vuelve a encontrar de nuevo sus raíces. e) Desde aquí se entiende todo el carácter de signo que ofrece este milagro. La resurrección del hijo de la viuda testimonia que Jesús es aquél que «ha de venir» y ofrece a todos la garantía de una vida que triunfa sobre la muerte (cfr 7, 20). 


Desde aquí se pueden deducir dos conclusiones fundamentales: a) la primera se refiere a nuestra visión del misterio: Dios se encuentra allí donde los hombres des cubren el sentido de la piedad (un amor vivificante). b) La segunda alude a nuestra conducta: seguir el gesto de Jesús significa suscitar la vida: tener piedad de los que sufren y ofrecerles nuestra ayuda. Seguir a Jesús significa hacer que nazca la confianza, precisamente allí donde parece que todos los caminos se han cerrado, allí donde la vejez, la enfermedad o la muerte parezcan ser definitivas. La fe consiste en aceptar la resurrección de entre los muertos, intentando que su fuerza y su verdad penetre nuestra vida y nos transforme (aún en medio de la muerte). 

Reflexión tercera del Santo Evangelio: (Lc 7,11-17). La resurrección del joven de Naím sólo 

Este episodio es exclusivo de Lucas y en el centro de la narración está la actitud compasiva de Jesús. Este relato sigue a grandes rasgos la estructura de otros parecidos en el helenismo que hablan de la resurrección de un muerto. 


La historia de la resurrección del joven de Naím sólo se encuentra en el evangelio de Lucas. Naím es un pueblo de Galilea al sur del monte Tabor, en el camino que lleva desde el lago Genesaret a la planicie de Yisreel, uno de los más transitados en Palestina; sin embargo, la localidad no se menciona en el AT, y en el NT sólo se encuentra en el evangelio de Lucas; su nombre significa algo así como “encantadora”. 


El difunto es hijo único de una viuda. Por esto la mujer está muy conmovida. Junto con su hijo, lleva a enterrar todo su futuro (ver la historia de Noemí en el libro de Rut). En la sociedad israelita, las viudas estaban consideradas entre los más necesitados, por lo que gozaban de la atención especial de Yavé. Los profetas defienden sus derechos (Is 1,17; Jer 7,6). El Deuteronomio las coloca bajo una protección social especial, junto con los huérfanos y los emigrantes (ver Dt 10,18; 16,11.14; 24,19-21; 27,19). Al ayudar a la viuda, Jesús muestra su acuerdo con el orden divino de las cosas y su solidaridad con la pena de la mujer Muestra, ante todo, la misericordia de Dios. 


Al mirar el cortejo fúnebre, Jesús se conmueve profundamente sin pensárselo más, toca con la mano la camilla o parihuela en la que llevaban al joven. A causa de su solidaridad con los pobres, Jesús pone en riesgo muchas cosas; se vuelve impuro, desde el punto de vista del culto judío. En el AT existen reglas específicas para tratar a los difuntos; quien toca a un difunto se vuelve impuro durante siete días y tiene su Reino y con sus obras. Los que sufren tiene que ser purificado, pues quien no lo hace es excluido de la comunidad religiosa (ver Nm 19,11-22). El Antiguo Testamento menciona dos Y beneficiarios de su Reino, llamados a resurrecciones. Elías resucita al hijo de una mujer (2 Re 4,8-37). 


Estas dos acciones que se llevan a cabo sólo con el poder de Dios. Lucas ya había preparado a sus lectores para ello. Aquí llama a Jesús “Señor” (13); menciona así a Jesús como a una persona ámbito de Dios. La versión griega de la Biblia hebrea traduce el nombre de Yahvé como “Señor” (= Kvrios). El ángel ya había presentado a Jesús a los pastores como Señor, pero hasta este momento nadie, excepto el centurión de Cafarnaún, lo había llamado así (v.7, 6). 


V V. 16-17. La reacción de la gente, que ve en Jesús a un profeta, confirma su grandeza, ya que él logra cosas que lo graban los grandes profetas de Israel. El episodio termina con la nota acerca de que la fama de Jesús se extiende por toda la región. 


a) El personaje principal de la narración es Jesús. Siente la necesidad existencial de la viuda y la satisface con una caridad que no conoce límites y que no se pregunta por lo que, según los legistas, estaba permitido. Jesús es aquí el modelo que imitar ante una situación de necesidad entre los hermanos. Así, al narrar esto, Lucas presenta a Jesús como modelo de compasión y nos muestra el actuar misericordioso de Dios, que se nos revela no sólo en las palabras, sino también y sobre todo en las obras del Hijo de Dios. 


b) Esta narración sirve de consuelo a quienes sufren. Ellos pueden identificarse con la figura de “los protegidos del Gran Rey”. El rey tenía en Medio Oriente una doble función: la primera era defender a su pueblo contra otros pueblos, pero esta función política nunca fue asumida por Jesús; la segunda era defender al “pobre, el huérfano y la viuda” de los abusadores y explotadores. Esta función sí la asumió Jesús en su predicación, en su predicación, en su Reino y con sus obras. Los que sufren deben sentirse “los protegidos de un Gran Rey”, destinatarios y beneficiarios de su Reino, llamados a una alianza con él. 

Reflexión cuarta del Santo Evangelio: (Lc 7,11-17). DON DEL PADRE QUE NOS CREO PORQUE NOS AMA. 

El bellísimo evangelio de Lc, presenta los tres pasos: la muerte del Justo -el Hijo- en manos del Padre, la sepultura y el anuncio de la resurrección: "Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí". Jesús es "el que vive", es decir, el Viviente por excelencia. ¿No podríamos decir a los que van al cementerio: "Vuestros parientes y amigos no están en los nichos: ellos viven, están con el que vive"? 

................... 

La vida plena responde a las aspiraciones más profundas del corazón humano (¡cuántas cosas hacemos para alargar la vida, para luchar contra la enfermedad y la muerte!). Pero la experiencia constante es que, más pronto o más tarde, todos morimos, porque somos hijos de esta tierra, perecederos ("por Adán murieron todos"). Jesús, también. Las mujeres van al sepulcro como nosotros al cementerio y allí escuchan unas palabras bien extrañas: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí". Este anuncio no nace de la tierra, no puede nacer de ella; viene de lo alto: Lucas dice que lo anuncian "dos hombres con vestidos refulgentes". Jesús es "el que vive"; es decir, el Viviente. No debemos buscarle entre los muertos, sino con el Padre. Y si sufrió la muerte, fue para vencer la muerte y arrancarle su dominio sobre los hombres. 

-El Hijo.-Judíos y romanos, autoridad civil y religiosa, se habían puesto de acuerdo para arrancarle la vida, para quitarlo de la luz y hacerlo callar definitivamente. En este instante supremo, "Jesús gritó con fuerza: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu. Y dicho esto, expiró". ¡Acto supremo de fe y de esperanza confiadas!: Jesús sabe que está en manos del Padre y se abandona en ellas, como a lo largo de su vida sabía y se había abandonado. Porque fue el Hijo y se comportó como tal, en los momentos claros y en los oscuros, en los de gozo y en los de abatimiento. Jesús es ahora el Viviente, el que ha vencido la muerte y vive con el Padre. 

-Los cristianos.-"Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!" El camino del Hijo es el camino de los hijos; avanzamos hacia el triunfo de Jesús; cuando celebramos su victoria anunciamos la nuestra. Nuestra vida no se agota en lo que vemos y tocamos, en lo que podemos darnos unos a otros: como Jesús, hemos nacido de Dios y a Dios retornamos, nuestro aliento está en manos del Padre. Tal es la promesa hecha a "los cristianos", a los que viven como él vivió. 

La muerte no es para el cristiano la nada y la destrucción: si rompe unos lazos, quedan otros, y tanto si vivimos como si morimos estamos siempre en las mismas manos: las del Padre. 

-Dios todo en todo.-El hombre fue hecho para la vida, no para la muerte: para que Dios sea todo en todos. Los cipreses de nuestros cementerios hunden sus raíces en el suelo, pero señalan a lo alto. También nosotros, hijos de la tierra, apuntamos a lo alto. 

Que este deseo sea realidad no es, con todo, obra de nuestras manos ni de nuestra inteligencia. Es don del Padre que nos creó porque nos ama, que nos envió a su Hijo porque nos ama, que nos hará florecer en plenitud de vida porque nos ama. La aventura de nuestra vida desemboca en Dios. 

MUERTE/ACEPTACION. 
La aceptación de la muerte, poniendo en manos de Dios lo que de él hemos recibido (v.46), es la actuación suprema de nuestra libertad, el acto más importante de la vida, en el que debemos hacer plena realidad lo que durante la vida hemos ido tratando de realizar: el despojo progresivo de nosotros mismos, siendo seres-de-Dios-para-los-hombres. 

Imitaremos a Cristo en su resurrección (24. 5-6) si le hemos imitado antes, de la manera dicha, en su muerte, siguiéndole como verdaderos discípulos de cerca y no de lejos. 

Elevación Espiritual del día 

San Agustín tiene un célebre sermón sobre la resurrección de Lázaro, sermón que está lleno de luces de su propia 
experiencia. 

LAZARO/RESURRECCIÓN=(RS) /Jn/11/01-45 NAIM/RS /Lc/07/11-17 JAIRO-HIJA/RS /Mc/05/21-43: Las tres resurrecciones que nos cuentan los evangelios: la de la hija de Jairo, realizada en la misma alcoba mortuoria; la del hijo de la viuda de Naím, resucitado en la vía pública camino del cementerio, y la de Lázaro, sepultado de cuatro días, representan para San Agustín tres clases de pecadores convertidos o resucitados espiritualmente. Son los que pecan en lo secreto, y llevan al muerto en su conciencia; los que pecan en público, con escándalo, y los habituados al pecado, a quienes la costumbre oprime como una losa grave.

Así, en el pecado de concupiscencia hay tres formas de cometerlo: con deseo grave y secreto en la misma conciencia; es la muerte en la alcoba del corazón. Pero quien comete adulterio, ya peca externamente por acción delictiva y pública; si a las dos formas anteriores se añade la costumbre o repetición del pecado grave, entonces hay hedor mortal y presión de lápida sepulctal que dificulta la resurrección. Pero aun entonces, Cristo es poderoso para darle vida y levantarlo del sepulcro 206. 

Todos los que renacen a una vida nueva—pecadores ocultos, pecadores públicos, pecadores de costumbre—son 
hijos de una resurrección espiritual. 

Sin duda, San Agustín se incluía a sí mismo en la tercera categoría, porque describe su conversión como de pecador de costumbre. 

Reflexión Espiritual para este día 

Además, el mismo Espíritu Santo no solamente santifica y dirige al Pueblo de Dios por los sacramentos y los ministerios, y lo enriquece con las virtudes, sitio que «distribuye sus dones a cada uno según quiere» (1 Cor 12,11), reparte entre los fieles de cualquier condición incluso gracias especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renovación y una más amplia edificación de la iglesia según aquellas palabras: «A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1 Cor 12,7). 


Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más sencillos y comunes, por el hecho de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo. 


Los dones extraordinarios no hay que pedirlos temerariamente, ni hay que esperar de ellos con presunción los frutos de los trabajos apostólicos, sino que el juicio sobre su autenticidad y sobre su aplicación pertenece a los que presiden la Iglesia, a quienes compete sobre todo no apagar el Espíritu, sino probarlo todo y quedarse con lo bueno (cf 1 Tes. 5,19-21). 


Señor, a nosotros nos resulta más fácil reconocer tu presencia en la hostia consagrada que en los miles de hermanos y hermanas miserables que sufren y penan por las calles y en los arrabales de todo el mundo. ¿Cómo podemos pasar por las calles de la ciudad con el pan, signo de tu presencia y de tu deseo de un mundo nuevo y en el que se comparta, indiferentes a los niños y a los adultos que yacen abandonados por nosotros? Concédenos la gracia de adorar tu presencia en el pan eucarístico de modo que reconozcamos y honremos tu presencia en todo ser humano, sobre todo en los hermanos y en las hermanas más marginados... 


Si te presentas en una “zona marginada” distribuyendo alimentos y vestidos, todos te aclamarán como un benefactor, pero si, en cambio, te aventuras a poner el dedo en la llaga y denuncias las causas de tanta miseria, entonces te acusarán de subversivo, de “comunista”. 


Si revolución es sinónimo de cambio radical y profundo, entonces yo soy un revolucionario, porque deseo reformas de base sin más pérdida de tiempo. ¡Ya llevamos un siglo de retraso! Forma parte de nuestro deber intentar lo posible y lo imposible para poner fin al escándalo del siglo XX: dos tercios de la humanidad se encuentran sumergidos aún en una situación de miseria y de hambre. 

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la sagrada Biblia y del magisterio de la Santa madre la Iglesia. Resurrección del hijo de la viuda de Naím (Lc/07/11-17) 

11 A continuación se fue a una ciudad llamada Naím, y con él iban sus discípulos y una gran multitud. 12 Cuando se acercó a la puerta de la ciudad, se encontró con que llevaban a enterrar un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, y bastante gente de la ciudad la acompañaba. 

Naím estaba situada en el camino que partiendo del lago de Genesaret y pasando al pie del Tabor por la llanura de Esdrelón, conducía a Samaría. Naím era sólo una pequeña aldea, aunque Lucas habla de una ciudad. A la entrada de la ciudad se encuentran dos comitivas, la que va encabezada por el dispensador de vida, y la comitiva que va precedida de la muerte. En un sermón después de pentecostés pronunció san Pedro estas palabras: «Vosotros, pues, negasteis al santo y al justo, y pedisteis que se os hiciera gracia de un asesino (Barrabás) al paso que disteis muerte al autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos» (Act 3,14s). 

El difunto era hijo único de su madre, la cual era viuda. E1 marido y el hijo habían muerto prematuramente, y la muerte prematura era considerada como castigo por el pecado. El hijo facilitaba la vida a la madre. En él tenía protección legal, sustento, consuelo. La magnitud de la desgracia halla misericordia en la gran multitud de la ciudad que la acompañaba. Podían consolarla, pero nadie podía socorrerla. 

13 Al verla el Señor, sintió compasión de ella y le dijo: No llores más. 14 Y llegándose al féretro, lo tocó; los que lo llevaban, se pararon. Entonces dijo: ¡Joven! Yo te lo mando: levántate. 15 Y el difunto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús lo entregó a su madre. 

Jesús se sintió lleno de compasión. Él mismo predica y trae la misericordia de Dios con los que se lamentan y lloran. Dios toma posesión de su reino mediante su misericordia con los oprimidos. 

El cadáver yace en el féretro, envuelta en un lienzo. El gesto de tocar el féretro, como escribe Lucas conforme a la concepción griega, es para los que lo llevan una señal para que se paren. Jesús llama al joven difunto, como si todavía viviera. Su llamada infunde vida. «Dios da vida a los muertos, y a la misma nada llama a la existencia» (Rom 4,17). Con su palabra poderosa es Jesús «autor de la vida» (Act 3,15). 

El joven vive, se incorpora y comienza a hablar. Jesús lo entrega a su madre. La resurrección de los muertos es prueba de su poder y de su misericordia. El poder está al servicio de la misericordia. Poder y misericordia son signos del tiempo de salvación. Por sus entrañas misericordiosas visita Dios a su pueblo para iluminar a los que yacen en tinieblas y sombras de muerte (1,78s). 

Lo entregó a su madre. Así se dice también en el libro de los Reyes (IRe 17,23), que cuenta cómo Elías resucitó al hijo difunto de la viuda de Sarepta. Jesús es profeta, como Elías, pero aventaja a Elías. Jesús resucita a los muertos con su palabra poderosa; Elías con oraciones y prolijos esfuerzos. 

16 Todos quedaron sobrecogidos de temor y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta ha surgido entre nosotros; Dios ha visitado a su pueblo. 17 Y esta fama acerca de él se extendió por toda la Judea y por toda la región cercana. 

En Jesús se hizo patente el poder de Dios. La manifestación de Dios suscita temor. El temor y asombro por la acción poderosa de Dios es comienzo de la glorificaci6n de Dios. La glorificación de Dios por los testigos proclama dos acontecimientos salvíficos: a) ha surgido un gran profeta. Dios interviene decisivamente en la historia; Jesús es, en efecto, un gran profeta. b) Dios ha visitado benignamente a su pueblo. Ahora se realiza lo que había anunciado proféticamente en su himno el padre del Bautista: «Bendito el Señor, Dios de Israel, porque ha venido a ver a su pueblo y a traerle el rescate, y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo» (1,68s). La fama de Jesús se extendió por toda Palestina y por la región circunvecina. El que ha escuchado la palabra de Dios la propaga. La palabra acerca de Jesús tiende a llenar el mundo. +

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