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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

20 de septiembre de 2012

AMAR POR SER AMADO


 (Lc 7, 36-8, 3) - Ciclo B
Por Enrique Martínez Lozano

La primera comunidad cristiana debió valorar este episodio de la vida de Jesús, ya que ha sido recogido por los cuatro evangelios, si bien Lucas lo sitúa en otro contexto y con otro objetivo.

Al final del comentario, transcribo un cuadro sinóptico, recogiendo el texto tal como se encuentra en cada uno de los evangelios. Esto nos permite comprobar, una vez más, tanto la libertad con que los autores manejaban las tradiciones recibidas, como su intencionalidad teológica.

Veamos, en primer lugar, las diferencias más notables. Marcos, Mateo y Juan colocan la narración hacia el final de la vida de Jesús, como un gesto simbólico que está anticipando su muerte y sepultura: la mujer representa al verdadero discípulo que acompaña a Jesús hasta su muerte. Lucas, sin embargo, sitúa el texto casi al inicio del evangelio y lo convierte en expresión de la acogida incondicional de Jesús, que se manifiesta como perdón gratuito e incondicional, sin juicios ni condenas, que va parejo al amor agradecido de la mujer.

En Marcos y Mateo, la escena tiene lugar en Betania, en casa de Simón el leproso. Juan, por su parte, situándola también en la misma ciudad, hace que discurra, sin embargo, en casa de los hermanos Lázaro, Marta y María. Para Lucas, debido probablemente a la polémica que le interesa recalcar, el anfitrión es un fariseo, observante de la Ley.

La mujer es anónima, tanto en Marcos como en Mateo, y simboliza al verdadero discípulo. Ese mismo significado tiene en Juan, pero aquí aparece como María, la hermana de Lázaro. En Lucas, parece tratarse de una “pecadora pública”. Estas diferencias dieron pie, más tarde, a una confusión bastante generalizada: la de identificar la mujer del relato de Lucas, sea con María de Betania, sea con María Magdalena (quizás porque el propio Lucas la nombra a continuación, como aquélla de quien Jesús “había expulsado siete demonios”: 8,2).

En los tres evangelios que colocan el relato al final, el motivo del enfado de los presentes –o los discípulos o Judas, según las diferentes versiones- es el derroche económico del perfume. En Lucas, de acuerdo con su intencionalidad, es que Jesús no rechace a la mujer, a pesar de su condición de “pecadora”.


Si nos centramos en el relato de Lucas, advertimos tres motivos centrales:
el gesto de amor de la mujer,
el escándalo del fariseo y
la acogida perdonadora de Jesús.

Como luego pondrá de relieve el propio Jesús, la mujer manifiesta un amor sin medida, que el relato pone de relieve incluso por el número de verbos que utiliza:
“Vino con un frasco de perfume
y, colocándose detrás, junto a sus pies,
llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas,
se los enjugaba con sus cabellos,
los cubría de besos
y se los ungía con el perfume”.

Como ocurre en otros lugares, la aglomeración de verbos sirve a Lucas para subrayar el carácter efectivo del amor, o la compasión que se traduce en servicio eficaz. Así se manifiesta en las parábolas del “hijo pródigo” y del “buen samaritano”.

En la primera de ellas, el padre
“lo vio,
se conmovió en sus entrañas,
salió corriendo,
lo abrazó y cubrió de besos…”
y ordenó toda una fiesta (15,20-24).

En la segunda, el samaritano
“llegó junto al herido,
lo vio,
se conmovió en sus entrañas,
se acercó,
le vendó sus heridas,
se las curó con aceite y vino,
lo montó en su cabalgadura,
lo llevó al mesón
y cuidó de él” (10,33-35).

Cuando realmente se despierta, el amor ni se queda en las “buenas intenciones”, ni conoce medida, sino que se expresa como un derroche efectivo que busca, sin límites y sin reparar en otra cosa, el bien de la persona.

El fariseo, símbolo del hombre religioso y observante, se escandaliza: no “ve” a la mujer en su corazón, ni es capaz de “ver” el amor de su gesto. Su mirada está condicionada –filtrada- por el prejuicio y la “norma”. Eso hace que no vea a una mujer, sino a una “pecadora”; y que tampoco vea el amor que muestra, sino lo que considera un atrevimiento pecaminoso, según la ley.

La reacción del fariseo era la “esperada” por parte de cualquier varón y, además, observante religioso. Una mujer no podía “soltarse el pelo” en público: esa acción constituía incluso motivo suficiente para que el marido la repudiara. Lo que la mujer está haciendo es una demostración amorosa en clave erótica.

¿Cuál va a ser la respuesta de Jesús? En contraste con la mirada “condicionada” del fariseo, Jesús ve sólo amor, y así se lo hace ver a su anfitrión, de un modo pormenorizado, en el que se recalca el “tú no”: el fariseo presumía de ser un excelente “cumplidor”, pero no sabía amar.

En este sentido, podría representar a las personas religiosas que tienen las creencias muy claras, que cumplen bien todas las normas…, pero tienen el corazón endurecido.

Me recuerda las palabras apenadas de una religiosa mayor: “Siempre he cumplido estrictamente con todas las normas religiosas pero ahora, al terminar mi vida, me doy cuenta de que no he sabido amar”. ¡Qué fracaso de religión, aquélla que crea personas muy “cumplidoras” pero poco amorosas…!

Por otra parte, Jesús, con gran sabiduría psicológica –el amor humano es reactivo-, vincula estrechamente el amor con la experiencia de ser amado. Quien se sabe amado, quien se siente perdonado, despierta al amor y a su propia capacidad de amar.

Según el sentido del relato, no se trata tanto de que “se le perdona mucho, porque tiene mucho amor” –no sabemos cómo se “coló” esta expresión que es contradictoria con el sentido del texto-, sino exactamente lo contrario: “a quien mucho se le perdona, mucho ama”.

Todo arranca de la experiencia de sentirse amado-perdonado gratuitamente. Esa experiencia, acogida y sentida, ensancha el corazón y alienta la capacidad de amar.

El tiempo de la práctica meditativa puede constituir también una ocasión en la que, experimentándonos amados y expresión del Amor que es, favorezcamos el despliegue de nuestro amor hacia los otros…

El proceso parece ser éste:

1) la persona se siente amada;
2) siente que tiene amor;
3) experimenta que, en lo más profundo de sí, es amor;
4) descubre que, sencillamente, el Amor Es y se expresa también a través de ella.

El amor será también, como en Jesús, el que nos dé una mirada limpia que sabe ver a la persona en su belleza original dentro de la Unidad que somos.

Enrique Martínez Lozano
www.enriquemartinezlozano.com


CUADRO SINÓPTICO

Marcos 14, 3-9 + Mateo 26, 6-13 + Lucas 7, 36-50 + Juan 12, 1-8

Mc 14, 3


Estando él en Betania recostado a la mesa en casa de Simón el leproso, llegó una mujer llevando un frasco de perfume de nardo auténtico de mucho precio; quebró el frasco y se lo fue derramando en la cabeza.

Mt 26, 6-7

Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, se le acercó una mujer llevando un frasco de perfume de mucho precio y se lo derramó en la cabeza a Jesús, que estaba recostado a la mesa.

Lc 7, 36-38

Un fariseo lo invitó a comer con él. Entró en casa del fariseo y se recostó a la mesa. En esto, una mujer conocida en la ciudad como pecadora, al enterarse de que estaba a la mesa en casa del fariseo, llegó con un frasco de perfume, se colocó detrás de él junto a sus pies, llorando, y empezó a regarle los pies con sus lágrimas; se los secaba con el pelo, se los besaba y se los ungía con perfume.

Jn 12, 1-3

Jesús, seis días antes de la Pascua, fue a Betania, donde estaba Lázaro, al que él había levantado de la muerte. Le ofrecieron allí una cena, y Marta servía; Lázaro era uno de los que estaban reclinados con él a la mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo auténtico de mucho precio, le ungió los pies a Jesús y le secó los pies con el pelo. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.

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Mc 14, 4-5

Algunos comentaban indignados:
- ¿Para qué se ha malgastado así el perfume? Podía haberse vendido ese perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los pobres. Y le reñían.


Mt 26,8-9

Al ver aquello, los discípulos dijeron indignados:
- ¿Para qué malgastarlo así? Podía haberse vendido por mucho y habérselo dado a los pobres.

Lc 7, 39


Al ver aquello, el fariseo que lo había invitado dijo para sus adentros:
- Éste, si fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo está tocando y qué clase de mujer es: una pecadora.

Jn 12, 4-6

Pero Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que iba a entregarlo, dijo:
- ¿Por qué razón no se ha vendido ese perfume por trescientos denarios y no se ha dado a los pobres?
Dijo esto no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban.

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Mc 14, 6-9


Pero Jesús replicó:
- Dejadla, ¿por qué la molestáis? Una obra excelente ha realizado conmigo;
porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis hacerles bien cuando queráis; a mí, en cambio, no me vais a tener siempre. Lo que recibió, lo ha llevado a la práctica: de antemano ha perfumado mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que en cualquier parte del mundo entero donde se proclame esta buena noticia, se recordará también en su honor lo que ha hecho ella.

Mt 26, 10-13

Jesús se dio cuenta y les dijo:
- ¿Por qué molestáis a esta mujer? Está muy bien lo que ha hecho conmigo; a esos pobres los tenéis siempre entre vosotros; en cambio, a mí no me vais a tener siempre. Cuando ella derramaba el perfume sobre mi cuerpo, me estaba preparando para la sepultura. Os aseguro que en cualquier parte del mundo donde se proclame esta buena noticia, se recordará también en su honor lo que ha hecho ella.

Lc 7:40-50

Jesús tomó la palabra y dijo:
- Simón, tengo algo que decirte.
Él respondió:
- Dímelo, Maestro.
- Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como ellos no tenían con qué pagar, se lo perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le estará más agradecido?
Contestó Simón:
- Supongo que aquel a quien le perdonó más.
Jesús le dijo:
- Has juzgado con acierto.
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
- ¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró no ha dejado de besarme los pies. Tú no me echaste ungüento en la cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus pecados, que eran muchos, se le han perdonado, por eso muestra tanto agradecimiento; en cambio, al que poco se le perdona, poco tiene que agradecer.
Y a ella le dijo:
- Tus pecados están perdonados.
Los comensales empezaron a decirse:
- ¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?
Pero él le dijo a la mujer:
- Tu fe te ha salvado; vete en paz.

Jn 12, 7-8

Dijo entonces Jesús:
- ¡Déjala!, que lo guarde para el día de mi sepultura; pues a los pobres los tenéis siempre entre vosotros, en cambio a mí no me vais a tener siempre.

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