Las cosas de Dios son de otra manera. Posiblemente el mismo Jesús se daba cuenta de la desproporción entre lo que Él representaba como enviado del Padre y la universalidad del mundo. Él mismo necesitó razones para confiar y esperar que la «gota de agua» que suponía su palabra y sus gestos en medio del mundo que le rodeaba, tuviera cumplimiento y florecería.
No entendemos fácilmente por qué Dios se toma la extensión del reino de Dios de la forma que lo hace: no tiene prisa, no fuerza nada, no emplea métodos de difusión masivos, no inunda de predicadores la tierra, no arranca del suelo las hierbas malas, no hace cosas espectaculares… Todo procede lentamente, como la germinación de la vida…
La fuerza del reino no viene de lo que hacemos, sino que está dentro de las obras del reino. Dios trabaja de incógnito en el mundo, pero con eficacia. Dios no deja de vivificar su mundo, de llevar a cabo la nueva creación.
Nos sobran prisas, ganas de eficacia, balances pensando sólo en números, métodos de
evangelización inspirados en el marketing… Nos falta confianza en la presencia de Dios en su mundo, confianza en la fuerza que lleva dentro cada pequeña obra de Reino…
¿No te han interrogado alguna vez pequeños gestos que has visto de verdad, de bondad, de sinceridad, de honradez…? No dijiste nada, pero al verlos, tu corazón se alegró y se sensibilizó para seguir sembrando bondad… Quizá añadiste. «Esto no saldrá mañana en los periódicos, pero sí que ha sido noticia para mí». La fuerza de la verdad crea una corriente irresistible de verdad a pesar de las innumerables amenazas que debe soportar.
Hay hoy otra llamada a los creyentes y a los hombres de buena voluntad: nada de lo que hacemos es pequeño; nada podemos dejar de hacer porque parece pequeño y porque creamos que no valga para nada. No es verdad que valga para hacer reino sólo lo grandioso… No. Estamos llamados, como creyentes, a sembrar de detalles pequeños la vida ordinaria. Resulta que lo verdaderamente grande es lo realmente pequeño, insignificante a los ojos de muchos, pero lleno de fuerza interior capaz de transformar todo poco a poco.
Cuando recordamos a gente que nos marcó en la vida positivamente, lo que recordamos son «pequeñas cosas» que se hicieron grandes… Las parábolas del reino nos desvelan una ley de la naturaleza y de la fe: en lo más pequeño, en lo cotidiano, en cuanto sucede que no llama la atención, Dios está actuando, escondido.
¡Qué riqueza da esto a nuestra vida! No importa en qué rincón estás, no importa que estés en el candelero o en una esquina que casi nadie ve; no importa el relumbrón aparente… Lo único que importa, de verdad, es tu vida de pequeños gestos de reino cargados de poder transformador.
http://antenamisionera.wordpress.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario