PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
CON LA VARA QUE MIDAS… SERÁS MEDIDO
1. Hagamos las LECTURAS
Dijo Jesús a sus discípulos: -«No juzguen y no los
juzgarán; porque los van a juzgar como juzguen ustedes, y la medida que usen,
la usarán con ustedes. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu
hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes
decirle a tu hermano: "Déjame que te saque la mota del ojo", teniendo
una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces
verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.»
VEAMOS NUESTRA REALIDAD – De esta no nos salvamos ninguno pues estamos
demasiado acostumbrados a acusar y a juzgar. Lo único que nos queda es pedir:
Señor, no nos permitas complacernos en juzgar a otros, sino, como tú lo
hiciste, en perdonarles sinceramente, oremos. Señor, que nuestra fe sea un acto
de confianza de que estamos en tus manos, de que tú nos quieres felices y sabes
a dónde nos conduces…
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Este pasaje evangélico nos da a conocer que la verdadera justicia
viene de Dios. No tenemos derecho a condenar al otro cuando ni siquiera nos
molestamos en mirar cuáles son nuestras propias limitaciones y defectos.
Primero miremos la viga que tenemos en nuestro propio ojo, para luego sacar la
pelusa que tiene la otra persona. Las actitudes de intolerancia e
incomprensión que muchas veces adoptamos frente al pecado del otro, muestran la
incapacidad que tenemos de amar, de perdonar, de ser misericordiosos como lo es
nuestro Padre del cielo. Quien ama ve las caídas del hermano con ojos
de amor y de perdón. Quien aborrece al otro por su debilidad muestra que en él
no habita Dios. No se trata de dejar pasar las cosas; sino que más bien se
trata de no condenar al que comete alguna falta; de corregirlo fraternalmente
con la intención de que cambie de actitud y vuelva sus ojos al Padre. Que el
Señor no nos llame “hipócritas” por nuestras actitudes condenatorias. Más bien,
que nos diga: “Éste es mi hijo muy amado”.
b. ¿Qué nos dice el
texto a nosotros hoy?
Hermanos: debemos tratar al prójimo con dulzura, estando atentos a
no ofenderlo de ninguna manera. Cuando damos la espalda a alguien o le
ofendemos es como si pusiéramos una piedra sobre nuestro corazón. Cuando nos
acerquemos a alguien, debemos ser puros en palabras y en espíritu, iguales con
todos: de otro modo, nuestra vida será inútil...
No debemos juzgar, ni siquiera si vemos con nuestros propios ojos
que alguien está pecando e infringiendo un mandamiento divino. No nos
corresponde a nosotros juzgar, sino al Juez supremo. No sabemos durante cuánto
tiempo conseguiremos perseverar en la virtud.
Debemos considerarnos a nosotros mismos como los peores culpables,
debemos perdonar a nuestro prójimo toda transgresión y odiar sólo al demonio,
que le ha tentado. La puerta del arrepentimiento está abierta a todos y no
sabemos quién será el primero en entrar por ella: si tú, que juzgas, o el que
es juzgado por ti.
Para no juzgar es preciso que nos mantengamos vigilantes sobre nosotros
mismos. Júzgate a ti mismo y entonces dejarás de juzgar a los otros.
No tenemos que vengarnos nunca de una ofensa, sea la que sea; al
contrario, debemos perdonar de todo corazón a quien nos haya ofendido, aunque
nuestro corazón se oponga a ello. Si te hieren, haz todo para perdonar, “y a
quien te quita lo tuyo no se lo reclames” (Lc 6,30).
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo
profundo del corazón
¡Cuántas veces nos dedicamos a juzgar a nuestros semejantes! Juzgar
significa meternos a fiscales y a jueces. Con frecuencia, lo hacemos sin tener
en la mano todos los datos de su actuación y sin darles ocasión de defenderse,
sin escuchar sus explicaciones.
· Los defectos
que tenemos nosotros no los vemos, pero sí la más pequeña mota en el ojo del
vecino. Se nos podría acusar de ser hipócritas, como el fariseo que se gloriaba
ante Dios de «no ser como los demás», sino justo y cumplidor.
· Jesús nos
enseña a ser tolerantes, a no estar siempre criticando a los demás, a saber
cerrar un ojo ante los defectos de nuestros familiares y vecinos, porque
también ellos seguramente nos perdonan a nosotros los que tenemos y no nos los
están echando en cara cada día.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Jesucristo, concédeme llevar a cabo lo que me has enseñado: a
ser misericordioso con todos y a no juzgar a nadie. Y para que te podamos
escuchar con la ayuda de tu gracia, nos exhortas a orar. En efecto, tú siempre
nos invitas a pedir, para poder acoger nuestras peticiones. Por consiguiente, y
dado que me lo mandas, pido; busco, puesto que me lo mandas; llamo, ya que me
lo ordenas. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación:
“No juzguen y no serán juzgados”, nos ha dicho el Señor. La
tendencia a juzgar es tan fuerte y persistente entre nosotros que es muy
difícil de erradicar. Que el Señor les haga más profundamente cristianos, para
que les pueda juzgar más benignamente.“COHERENCIA”
Ø Mirar como Tú miras, con ojos claros y limpios,
comprendiendo siempre al hermano: coherencia.
Ø Saberse discípulo, no tenerse por maestro y gozar del
aprendizaje diario:coherencia.
Ø Conocer a los árboles por su fruto, no esperar higos
de las zarzas, ni uvas de los espinos: coherencia.
Ø Almacenar bondad en el corazón, cultivar una
solidaridad real y sentir que nos desborda el bien: coherencia.
Ø Reconocer que no todo es tierra firme, construir sobre
roca nuestra casa, no tener miedo a huracanas y riadas: coherencia.
Ø Admitir la pequeñez y los fallos propios, quitar
pronto la viga de nuestro ojo, no humillar el hermano por no ser como
nosotros: coherencia.
Ø Abrir nuestros ojos al mundo, alegrarse por sus pasos
y proyectos, no caer en trampa y hoyos como ciegos: coherencia.
Ø Poner por obra tus palabras, hablar con el lenguaje de
los hechos, olvidarse de máscaras y apariencias: coherencia.
Ø Coherencia, Señor, de un
aprendiz de discípulo que, a veces, se atreve a tenerte por maestro.
Publicado por Iglesia Santa Marta en http://iglesantamarta.blogspot.com.es
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