1. Preparación
Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.
Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.
2. La palabra de Dios
Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día».(Juan 6, 35-40).
1. Continuamos meditando el llamado “Discurso del Pan de Vida”, que en la sinagoga de Cafarnaúm dirigió Jesús a la gente el día siguiente de la multiplicación de los panes y los peces. Hoy les repite que el verdadero Pan de Vida que puede saciarles de verdad es él: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.” En cuántas mesas hemos comido y en cuántas fuentes hemos bebido buscando saciar nuestra hambre y nuestra sed de felicidad! Pero, el hambre y la sed ahí siguen, Señor. Pensábamos que aquel triunfo, aquel placer, aquel bienestar material, aquel afecto, etc. nos iba a saciar y a hacer felices; y lo hemos conseguido, y ¿qué? Hemos tenido que comenzar la búsqueda de nuevo. Y es que, Señor, el corazón humano es demasiado grande para que lo llene nada material. Sólo tú, que eres la fuente del sosiego, de la paz, del amor y de todo lo bueno, lo puedes llenar. Haz, Señor, que nos convenzamos de una vez por todas.
2. ”Yo he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado”. ¿Podemos decir nosotros con verdad que estamos en el mundo para hacer la voluntad del Señor y que eso es lo que nos importa? San Agustín decía: “Medítalo bien y reflexiona: la perfección cristiana consiste en que no hagas tu propia voluntad, sino la voluntad del que te ha creado.” Y decir “perfección cristiana” es decir plenitud de vida con sentido y felicidad, que es lo que Dios quiere para nosotros. Adán y Eva se empeñaron en buscar “la vida” burlando la voluntad de Dios, y se encontraron fuera del paraíso, es decir, sin la felicidad y la paz de que gozaban. ¿No nos pasa a nosotros lo mismo? Nos negamos a caminar por tus caminos, Señor, porque no creemos que nos lleven a la felicidad, y nos vamos por otros. Y nos encontrarnos con el amargo vacío de nuestras vidas. Señor, que creamos en ti, que nos fiemos de tu amor. Y que hacer tu voluntad sea nuestro quehacer.
3. «Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día”. La voluntad del Padre es salvarnos; él no quiere que se pierda nadie. Por eso, hemos sido dados por el Padre al Hijo, para ser salvados por él. Dios ha tomado la iniciativa, pero nosotros ¿correspondemos? ¿Queremos ser salvados por Cristo? Para ello, la condición es ir a él, ver y creer: “Todo el que vea al Hijo y crea en él, tendrá vida eterna…” Creer en Jesús es creer que ha venido del cielo como revelación del Padre, y aceptar el camino que él nos ha enseñado. Señor, yo quiero ir a ti, verte y creer en ti. Quiero aceptarte como el Enviado del Padre, como el Pan que el Padre me da, para saciar esta hambre y esta sed de de amor, de sentido, de felicidad que siento en mi corazón.
3. Diálogo con Dios
A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.
25/04/2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario