Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



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En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

13 de noviembre de 2011

Domingo de la 33ª semana del Tiempo ordinario. Comentario de las Lecturas


1. Los talentos.
En el evangelio se habla de las cuentas que el hombre ha de rendir ante Dios. El Creador ha confiado «sus bienes» a las criaturas -y el Redentor a los redimidos-: «a cada cual según su capacidad», de una forma, por lo tanto, estrictamente personal.

Los talentos son importantes cantidades de dinero, pero nosotros hablamos de talentos espirituales, que se dan también a cada cual personalmente: se nos han entregado en calidad de administradores y por eso mismo debemos trabajar con ellos no para nosotros mismos (en «beneficio propio»), sino para Dios. Pues nosotros mismos, con todo lo que tenemos, nos debemos a Dios.


En la parábola el amo se va de viaje al extranjero y nosotros, sus empleados, nos quedamos con toda su hacienda; pero naturalmente los talentos deben producir algo de ganancia. El empleado negligente y holgazán no quiere ver en esto la bondad, sino la severidad del amo, y se embrolla en las contradicciones: «Siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra». Si realmente veía en el talento que se le había confiado una prueba de la severidad del amo, debería haber trabajado con mayor motivo; pero su supuesto miedo le hizo olvidar que en la misma naturaleza de los dones confiados está el que éstos produzcan su fruto. Dios nos ofrece, a nosotros los vivientes, algo que está vivo y que debe crecer.

No tiene sentido enterrarlo bajo tierra como si fuera algo muerto, porque entonces ya no podremos devolvérselo a Dios como el don viviente que nos ha sido confiado. A los empleados fieles, por el contrario, a los que le devuelven el don que se les ha confiado junto con sus frutos, Dios les da como recompensa una fecundidad incalculable, eterna.

2. Trabajo durante el día.

Pablo nos advierte en la segunda lectura que no debemos demorar nuestras buenas obras, porque no sabemos cuándo llegará el día en que infaliblemente hemos de dar cuentas a Dios de nuestros actos. Nosotros no vivimos en las tinieblas, sino que somos «hijos del día», del tiempo en que se debe trabajar.

Los «demás», los que prefieren dormir, pretenden fabricarse un mundo en el que haya «paz y seguridad», en el que se pueda tranquilamente holgar y dormir; pero nuestra vida temporal, privada o pública, no está configurada de ese modo.

Precisamente cuando los hombres se han instalado cómodamente en la seguridad, sobreviene de improviso la ruina, «como los dolores de parto a la que está encinta». La paz no viene por sí misma: ésta sólo se puede conseguir, en caso de que pueda lograrse en la tierra, mediante un esfuerzo «sobrio» y claro como la luz del día.

Pero el que realiza este esfuerzo con un espíritu auténticamente cristiano está siempre preparado para dar cuentas a Dios y el día del Señor no puede sorprenderle «como un ladrón».

3. El modelo de la mujer.

El Antiguo Testamento pone ante nuestros ojos en la primera lectura el modelo de este compromiso genuinamente cristiano en la mujer hacendosa. El cristiano, ante esta trabajadora ejemplar, piensa enseguida en María: «Su marido se fía de ella»; Cristo puede confiarle todos sus bienes, pues «le trae ganancias y no pérdidas». Gracias a su sí, a su perfecta disponibilidad para todo, para la encarnación, para el abandono, para la cruz, para su incorporación a la Iglesia: gracias a todo lo que ella es y hace, puede él construir lo mejor de lo que Dios ha proyectado con esta creación y redención.

En medio de los múltiples pecadores que dicen no y fracasan, ella es la inmaculada, la Iglesia sin mancha ni arruga. «Cantadle por el éxito de su trabajo». E incluso desde el cielo se ve que a ella se le encomienda la «gran tarea» de la parábola: «Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre».

Hans Urs von Balthasar. LUZ DE LA PALABRA. Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C. Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 92 s. 

-Aprovechar el tiempo, que es breve

Las tres lecturas de hoy -la de san Pablo también está escogida entre las cartas que más miran a la última venida del Señor- son un canto al trabajo, a la actividad, a saber aprovechar el tiempo, porque nunca sabemos cuándo se nos acaba.

No es superfluo mirar hacia adelante. No es de "alienados" el pensar en lo que nos espera al final del camino. Es más bien, como nos decían las lecturas del domingo pasado, la verdadera sabiduría. Como es sabiduría para un estudiante pensar en el final del curso y sus exámenes ya desde octubre. Como es sabiduría para un deportista ir acumulando puntos desde el principio de la competición.

La primera lectura es una alabanza a la mujer trabajadora. Un buen modelo, entre poético y realista, descrito en un marco más bien doméstico y que hoy ciertamente nos gusta representarnos con mayor responsabilidad del hombre en la casa, así como de la mujer en otras misiones fuera de ella. Pero la imagen sirve: no quiere ser una apología de la mujer metida en casa. Quiere -en la trilogía de lecturas de hoy- hacer un eco a la parábola de los talentos: cada uno en lo suyo debe saber dar frutos para el bien común.

San Pablo, a los cristianos de Tesalónica, que se ve que tenían problemas respecto al tiempo, inminente o no, de la venida de Cristo, les urge a vivir en vigilancia, porque el tiempo es breve y se puede acabar imprevisiblemente: las imágenes del parto y del atraco son por demás elocuentes.

Pero la parábola descrita por Jesús -siempre un modelo de pedagogía plástica- es la que da el tono al mensaje bíblico de hoy: hay que trabajar los dones recibidos; no sólo no malgastarlos -ninguno de los tres siervos lo hace- sino multiplicar sus frutos. Cuando vuelva el señor pedirá a todos cuenta de los dones que les había encomendado. No importa cuánto les dio, sino la diligencia que han empleado para administrar lo poco o lo mucho que recibieron.

-Los talentos que todos tenemos

Sí, se puede echar en cara al pueblo judío el que después de tantos siglos de ser el pueblo elegido de Dios no supieran dar los frutos.

Pero nosotros también somos amonestados por la Palabra de Dios hoy. Porque todos tenemos talentos a administrar.

En un primer momento podemos pensar que Cristo nos habla de los dones del Reino, los valores de la fe cristiana que de él ha heredado la comunidad eclesial: la fe, la verdad, la gracia, la nueva alianza, los sacramentos, la fuerza profética de su Palabra, el perdón... Pero además hay otros muchos valores, entre humanos y cristianos, de los que Dios nos pedirá cuentas.

Los ejemplos se pueden multiplicar: ante todo la vida, que es el don fundamental; nuestro cuerpo, sus fuerzas y su salud; nuestras capacidades intelectuales y espirituales; las habilidades que cada uno posee para el arte, para la técnica, para la enseñanza; la naturaleza misma, de la que somos dueños y administradores (una alabanza para todos los que trabajan en pro de una ecología sana en este mundo en que vivimos...).

Todo ello nos lo ha dado Dios. Todo progreso de la técnica y del bienestar humano no es algo que hacemos a pesar de Dios o contra Él: al contrario, Él es el que nos ha encomendado que sepamos potenciar todo lo que el mismo Dios nos dio. La plegaria eucarística IV le da gracias por ello: "a imagen tuya creaste al hombre (Dios creador, el hombre, colaborador de esta creación), y le encomendaste el universo entero, para que, sirviéndote sólo a ti, su creador, dominara todo lo creado...".

Nuestra pregunta hoy es: ¿en verdad estoy dando rendimiento a las cualidades que tengo? Hay mucho que hacer en la sociedad, en la Iglesia: ¿aporto yo mi colaboración, o bien me inhibo, dejando que los demás trabajen? Mi salud, mi vida, mis habilidades, las he recibido como bienes a administrar. No importa si son diez o dos talentos: ¿los estoy trabajando, o me he refugiado en la pereza y la satisfacción?

Al final del tiempo -que no sé si será breve o largo- se me pedirá cuenta. ¿Me voy a presentar con las manos vacías? ¿Se podrá decir que mi vida, sea larga o breve, ha sido plena, que me he "realizado" según el plan que Dios tenía sobre mí? Ha sonado un despertador en nuestro calendario. Y lo volveremos a escuchar en domingos sucesivos.

Un despertador que nos habla de compromiso, de empeño constructivo, de actividad diligente para que nuestra existencia sea provechosa y fructífera, para nosotros y para los demás, sin dejarnos amodorrar por el sueño o la pereza.

Nuestra Eucaristía dominical es también un recordatorio continuado de que los valores de este mundo tienen un Norte, una meta: que esperamos la gloriosa venida de Cristo, que toda nuestra vida tiene su razón de ser en Dios. Este pan y vino que aportamos al altar, "frutos de la tierra y del trabajo del hombre", son un símbolo elegante de que a la Eucaristía traemos como materia el fruto de nuestro trabajo: así la vida entera, con sus fatigas y éxitos, se suma a la entrega pascual de Cristo en la Eucaristía.

J. Aldazabal. MISA DOMINICAL 1981/21. CPL (Centro Pastoral Litúrgica). Barcelona

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