Meditación: Mateo 10,16-23
Una de las “verdades de la fe” de la que no se habla muy a menudo es la siguiente: Que cuando afirmamos y defendemos fielmente el Evangelio en nuestro diario vivir, es seguro que encontraremos algún tipo de rechazo u oposición.
Ahora bien, si la oposición es parte de lo que significa ser cristiano, ¿qué precauciones toma Dios para ayudarnos a pasar la prueba? ¿Con qué apoyo podemos contar? Nuestro refugio seguro es la confianza de que el Espíritu Santo de Dios está presente en nuestro ser y que Él es más que capaz de guiarnos y fortalecernos para afrontar cualquier situación.
Cuando Jesús les dio instrucciones a los doce apóstoles para salir a evangelizar, les habló por experiencia propia. Consciente de que los malentendidos y persecuciones eran inevitables, tenía siempre presente el poder del Espíritu Santo, así como el amor y la protección de su Padre. Los discípulos, por su parte, no tendrían que preocuparse de qué iban a decir cuando los enjuiciaran por dar testimonio de Cristo, porque “no serán ustedes quienes hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por ustedes” (Mateo 10,20).
Los adversarios de Jesús lo odiaron, lo traicionaron, lo juzgaron y finalmente lo ejecutaron por causa de su testimonio, pero Él no desvió ni por un solo momento la vista del amor de su Padre. Incluso cuando sus enemigos pensaban que lo habían derrotado, Jesús se mantuvo firme, porque sabía que Dios lo amaba y que el Espíritu Santo lo estaba acompañando. Sabía que no sería defraudado.
El Espíritu Santo, que habita en nosotros, nos prodiga el mismo amor de Dios y nos comunica la misma seguridad y confianza para enfrentar la oposición (Romanos 5,1-5). La persecución bien puede ser inevitable, pero más cierto aún es el poder del Espíritu que recibimos en el Bautismo. A nuestro Defensor le agrada fortalecernos cuando actuamos motivados por la fidelidad y la obediencia; y aunque nos parezca que nuestras muestras de obediencia son grandes, en realidad son pequeñas ante la magnitud de la fidelidad con que Dios cumple sus promesas. En realidad, no hay una confianza más grande que podamos tener, porque no hay compañero más leal que el Espíritu Santo.
“Señor y Defensor mío, Espíritu de Dios, me confío plenamente en tu protección y te ruego que me des confianza para anunciar y defender el Evangelio, cueste lo que cueste. Ayúdame a dar un fiel testimonio de Cristo en cualquier situación en que me encuentre.”
Oseas 14,2-10
Salmo 51,3-4.8-9.12-14.17
Tomado de: la_palabra.com
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